APRENDIZ DE ESCRITOR

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«Cuando me sentaba al borde del camino – solía recordar Stevenson sobre sus inicios literarios -, o bien leía, o bien sacaba un lápiz y cuadernillo barato donde apuntaba los rasgos de la escena o improvisaba algunas estrofas dubitativas. Así vivía yo con las palabras. (…) Había hecho el voto de aprender a escribir. (…) Siempre que leía un libro o  un párrafo que me complacía especialmente, donde se decía una cosa o se presentaba un efecto con propiedad, donde se agazapaba una fuerza evidente o un feliz rasgo de estilo, tenía que sentarme enseguida y ponerme a imitar aquello. Claro que no lo conseguía, y yo lo sabía bien. Lo intentaba, una y otra vez, y volvía a fallar una y otra vez. Pero en todos estos intentos vanos, logré al menos adquirir cierta práctica en el ritmo, la armonía, la construcción y la

escribir-vcdd-Antanas Zmuidznavicius-mil novecientos seis

coordinación de las partes. Así he copiado con diligencia a Hazlitt, Lamb, Wordsworth, Sir Thomas Browne, Defoe, Hawthorne, Montaigne, Baudelaire y Obermann. (…) Esto, nos guste o no, es la forma en que aprendí a escribir y si le he sacado provecho como si no, así ha sido. También fue esa la forma en que aprendió Keats, y nunca hubo un temperamento más adecuado a la literatura que el de Keats; así ha sido seguramente – nos daríamos cuenta si pudiéramos comprobarlo – como han aprendido todos; y por ese motivo, cada vez que hay un revival literario va acompañado o anunciado por una mirada retrospectiva a los

escribir- ghbbn- Georg Friedrich Kersting.- mil ochocientos once

modelos anteriores (…) Hasta Shakespeare mismo, el imperial, procede de una escuela. Sí, de una escuela de la que – cabe esperar – salen buenos escritores; de una escuela que, casi de modo invariable, produce buenos escritores, salvo alguna excepción. Antes de que pueda decir qué cadencias prefiere, el alumno debe probar todas las que existen; antes de elegir y mantener una clave que se ajuste a él, tiene que haber practicado toda la escala literaria; y sólo tras muchos años haciendo este tipo de gimnasia podrá sentarse al fin, mientras llegan legiones de palabras zumbando a su llamada y docenas de estructuras de la frase se le ofrecen simultáneamente para que escoja. Y entonces, sabiendo lo que quiere hacer y dentro de los estrechos límites de la capacidad humana, podrá hacerlo.»

Proust-cvt-Gustave Caillebotte.-probable ambiente del Combray de Proust

Estas palabras de Stevenson en sus «Ensayos sobre literatura» (Páginas de Espuma) nos llevan a los primeros escritos del Flaubert muy joven, comentados por Menene Gras en «Aprendiz de escritor» (Tusquets) cuando se pregunta «¿de dónde procede a su vez esta admiración por Lord Byron, Corneille y más tarde Rabelais, a quienes dirige grandes elogios y agradece por su genialidad? ¿Acaso ya empieza a creer en el nacimiento de su vocación al sentir el deseo de inspirarse en ellos y la tentación de imitarlos?«. E igualmente nos traslada hasta los excelentes «pastiches» – «Parodias y miscelánea» (Alianza) – que Proust publicaría en febrero y marzo de 1908 en Le Figaro, «ejercicios de estilo a la manera de» Balzac, Sainte- Beuve, Goncourt, Flaubert, Michelet y otros en donde Proust adapta su ritmo interior al ritmo del autor imitado, preparándose y adquiriendo formas diversas que culminarán muy pocos años después en «A la busca del tiempo perdido«.

(Imágenes.- 1.-Stevenson/ 2.-Antanas Zmuidzinavicius– 1909–ldm.it/3.-Georg Friedrich Kersting./4.- Gustave Caillebotte– probable ambiente del Combray de Proust.-wikipedia)

FINALES DE CUENTOS

En el taller de escritura al que asisto lunes, miércoles y viernes, el escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne nos propone el inicio de un cuento para que lo prosigamos. «Un personaje muy fantasioso -nos dice-pide que, al morir, lo entierren en una nube. Ahora debéis continuar hasta el final». Como los alumnos no sabemos de qué modo seguir, él mismo nos ayuda contándonos cómo la familia , para cumplir tal deseo, no tiene más remedio que detener a una nube que pasa, la aparta de todas las que cruzan – de los cúmulos, de los cirros, de los nimbos, de los estratos- , abre con cuidado una de esas partículas minúsculas de agua suspendidas en la atmósfera, separa todos los pequeños cristales de hielo y allí, en silencioso equilibrio y en el fondo del vapor transparente, coloca aquella vida horizontal tan enamorada de las nubes, a las que que siempre seguía y cortejaba desde el jardín.
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En el taller de escritura al que asisto martes, jueves y sábados, el escritor chino Zhang Hua, nos propone el comienzo de un cuento para que lo continuemos. Nos dice de pie, al lado de la pizarra: «Cuando hay un pelo de un hombre sujeto en el pico de un pájaro que vuela, ese hombre sueña que vuela». Como tampoco sabemos de qué forma podemos seguir, él mismo nos enseña a ese hombre que duerme en busca del pelo que lleva el pájaro en el pico, nos muestra las evoluciones del vuelo en su sueño y nos hace ver que ese pájaro llegará muy pronto hasta la nube en la que está viajando el hombre del cuento del lunes, miércoles y viernes.
– «Todo queda en el cielo» – nos dice Zhang Hua – «Así podéis decírselo a Nathaniel Hawthorne».