SENSACIONES EN UN TRANVÍA

 

“Esperando el tranvía en una ciudad extranjera, rodeado de gente a la que nunca volveré a ver — escribe en su Diario “La tentación del fracaso” el peruano Julio Ramón Ribeyro desde Munich en 1955 —, viendo las tiendas, los letreros, el suave sol de la primavera esmaltando los tejados, he sentido uno de esos efluvios de plenitud, de optimismo, de amor a la vida que para los demás son una  norma y para mí una excepción. Mi felicidad era tan grande que no cabía en mi corazón. Con los ojos empañados miraba a la gente como si quisiera abrazarla y contagiarle mi gozo y decirles que no se preocuparan por nada, que no se torturaran, que ya todo iba a pasar, que la dicha estaba allí en las veredas, en los árboles, en las campanas, al alcance de todos los que quisieran inclinarse y arrancarla como se arranca una rosa.

Media hora más tarde, sentado en el tranvía, sentí mi pecho cansado, pastoso e insensible el rostro de la gente, triste e inhumano el paisaje: por las ventanas desfilaban los galpones de un viejo campo de concentración.”

(Imagen — Vigo es)

EL ENIGMA DEL BOLSO

objetos.-8juuj.-bolso.-moda .-Museo Metropolitano de Arte.-1920

«Para empezar el día, hasta el desayuno, que se servía a las 9.30 en el comedor – anotaba en su autobiografía Consuelo Vanderbilt , duquesa de Marlborough – se exigía un vestido elegante de terciopelo o seda… Luego nos vestíamos de tweed para unirnos a la partida de caza a la hora del almuerzo, que se servía en el pabellón o en una tienda. Para tomar el té lucíamos un historiado vestido largo y después jugábamos a cartas o escuchábamos a una orquesta vienesa o música de órgano hasta la hora de la cena, cuando nos arreglábamos con satén o brocado y una profusión de joyas. Todo ello suponía un gran desembolso, pues no se podía llevar el mismo vestido dos veces. Es decir, que hacían falta dieciséis vestidos para cuatro días.»

bolsos.-rtynnh.-monedero francés con bordado de seda.-cerradura de bronce.-1750.-Bayerisches Natiobalmuseum München

Son las confesiones de la moda, su evolución, las influencias que la moda recibía. Los colores de Diáguilev, por ejemplo, marcaban una época, como cuenta Diana Vreeland, la antigua editora de la revista Vogue, al repasar su vida: » El aroma, la extravagancia, la emoción, la pasión, el bombazo, el fulgor, el estrépito…Este hombre desintegró el átomo…¡Los colores! Antes, el rojo jamás había sido rojo y el violeta jamás había sido violeta. Pero estas prendas femeninas en el Bois lucían colores vivos como una llama: rojo rojo, violeta violeta, naranja – y cuando digo «naranja» quiero decir rojo naranja, no amarillo naranja -, verde jade y azul cobalto. Y las telas – las sedas, los satenes, los brocados, bordados con aljófares y galones, salpicados de plata y oro, y adornados con piel y encaje – tenían un esplendor oriental.»

bolsos.-rtbb.-bolso italiano de seda bordada, fechado entre 1660 y 1680

Compañero de colores y de vestidos ha caminado siempre por el mundo el enigma del bolso. ¿Qué puede haber dentro de un bolso? Anna Caballé ha dedicado páginas a preguntárselo en el prólogo a su libro «El bolso de Anna Karenina», al que ya nos hemos referido aquí. «El interior de un bolso – dice Anna Caballécontiene las posesiones que la mujer utiliza en su vida diaria, pero también otras que han quedado adheridas por el mero uso. Un bolso es, pues, un parapeto ante la mirada ajena, al tiempo que un emisor de señales.

bolsos.-erun.-cesta de seda bordada fechada entre 1780 y 1790.-en el sur de Alemania.-Bayerisches Nationalmuseum München

Podría entenderse como una perfecta combinación de continente y contenido, belleza y función, complemento y protagonismo. Lo importante es que hablamos de un objeto que sugiere cierta profundidad, no importa que su tamaño sea algo mayor que una caja de cerillas Pues representa una cierta materialización de lo íntimo. En el bolso se ubican, a resguardo de la mirada pública, los rastros – sólo parasitarios para la mirada ajena – de aquello que es importante para nosotros.  Así lo entiende la mujer que de pronto se ve forzada a vaciar el contenido de su bolso por la razón que sea. Es como abrir públicamente la propia interioridad sin preparación alguna.» 

bolsos.-rwsw.-Bolso de caza verde del principe elector Maximilanio l, mediados del siglo XVl.-Bayerische Nationalmuseum MÚnchen

Tiene lugar estos días en Munich una exposición sobre 300 bolsos desde el siglo XVl al XXl. Bolsos de mano, monederos, misteriosas formas que han acompañado a la moda y enigmas que se encadenan. ¿ Qué hubo dentro de esos bolsos que se exponen? Cinco siglos de bolsos ofrecen su apariencia exterior. Nunca nos revelarán sus intimidades.

bolsos.-5gfgyy.-bolson alemán del siglo XlX, bordado en oro y seda.-Bayerisches Nationamuseum München

(Imágenes:- 1-bolso.-Museo metropolitano de arte.-1920/2.-monedero francés bordado de seda, con cerradura de bronce.-1750-.Bayerisches National Museum/ 3.-bolso italiano de seda bordada.- fechado entre 1600-1680/ 4.-bolsa de seda bordada, fechada entre 1780-1790.- en el sur de Alemania.-Bayerisches Nationalmuseum/ 5.-bolso de caza verde del príncipe electo Maximiliano.-mediados del siglo XVl / 6.-bolso alemán del siglo XlX bordado en oro y seda.-Bayerisches Nationalmuseum)

KANDINSKY O EL MOMENTO ESTELAR

pintores.- 22nb.-Kandinsky.-Mujer en Moscú.-1912.-Museum Syindicate

 «Un día, en Munich, Kandinsky ha entrevisto en el espacio de un instante un cuadro de una belleza extraordinaria – cuenta Brigitte Hermann en la biografía del pintor (Hazan) -. La extraordinaria impresión no ha durado mucho tiempo: se trataba de uno de sus propios cuadros que, colocado de lado y visto desde otro ángulo, se ha transformado instantaneamente en la imagen tornasolada de un azul sutil revelando el crepúsculo. El artista no lo había reconocido».

Todos los comentaristas de Kandinsky recuerdan ese momento. Es un momento estelar, de los que le hubiera gustado fijar en la Historia a Stefan Zweig. En ese instante de Munich el pintor – recuerda otro crítico -«al ver a través de la ventana de su estudio sus cuadros al revés, le provocan una inmediata sensación de extrañeza, una profundísima emoción, prueba irrefutable de que lo esencial en un cuadro no era el reconocimiento de unas figuras concretas, sino precisamente de una sensación, en su caso, de una suerte de resplandor azul». Este incidente, sin embargo, no fue fortuito. Se ha dicho que Kandinsky llevaba tiempo dando vueltas a nuevas posibilidades. Una representación de Lohengrin en Moscú le hizo pensar que la pintura podía tener la misma capacidad que la música para transmitir sensaciones a través de lo abstracto: en música, ritmos, intensidades, pausas; en pintura, color, forma, composición.

pintores.-Kandinsky.-Amarillo, verde, azul.-1925.-Museum Syindicate

1909  es el año en el que Kandinsky empieza a elaborar en su mente lo que escribiría en 1910, su gran libro – «De lo espiritual en el arte» -, publicado en 1912.  «Las almas son diferentes, sus sonoridades son diferentes, y por consecuencia, las formas artísticas son diferentes».- dirá ese año al comentar una exposición -. «De ahí, una gran variedad en los colores, en la construcción, en el grafismo. Lo que no impide que todo obedezca a un deseo común, aquel del diálogo entre las almas. Y he aquí lo que explica la grande, feliz unidad de esta exposición«.

pintores.-77bvg.-Kandinsky.-Improvisación 11.-1910.-Museum Syndicate

Diálogo entre las almas. Diálogo entre diversos colores y diálogo entre la pintura y la música. Lo que Kandinsky llamará sus «impresiones» son los estudios que él pinta o dibuja tomados de la naturaleza exterior; sus «improvisaciones» serán en cambio la expresión de acontecimientos interiores: ambas obras nacidas de anotaciones directas. En cuanto a lo que él designa como «composiciones» serán expresiones interiores elaboradas muy lentamente para producir un efecto conscientemente organizado. Convencido de que los colores tenían correspondencia con sonidos, y en general, con sentimientos y sensaciones, Kandisnky veía todo el cuadro dentro de él antes de ponerse a pintarlo. También Kandinsky es atraído por el poderío de una especial montaña, como Cézanne  Si Cézanne quedó imantado por la «Montagne Saint Victoire«, Kandinsky pinta también su personal «Montaña azul«. 

pintores.-989nbm.-Kandinsky.-La montaña azul.-1908.-Museum Syindicate Pero todo nacía de aquel momento estelar fulgurante que él había vivido. Momento estelar o – también podría quizá llamarse  ( como se ha denominado especialmente en literatura) -, epifanía.

(Imágenes:-1.-Mujer en Moscú.-1912/2.-amarillo,rojo,azul.-1925/3.-Improvisación 11.-1910/4.-La montaña azul.-1908.-Museum Syindicate)

LA CASA DE LOS MANN

Por las ventanas de esta habitación amarilla y azul entró la novela de finales del siglo XlX y principios del XX, cuando los Buddenbrook paseaban sobre esta pequeña alfombra y sentándose en esas sillas junto a la pared charlaban de la decadencia de su familia. La novela entraba por esos ventanales y, como saben todos los que han estudiado su historia, la omnipresencia del novelista dominaba perfectamente los pensamientos y los sentimientos de los personajes, lo que les había pasado con anterioridad e incluso la adivinación de su futuro en un prodigio de visión total, como si el escritor estuviera dentro y fuera de esa habitación y a la vez dentro y fuera de las acciones y las conciencias.
Si ahora un novelista entrara en esta habitación contaría el monólogo interior subjetivo narrado desde una esquina, un balbucear indeciso, una voz tanteando las dudas, el ojo de la cerradura de la pupila que espía lo que le intenta decir el mundo. La novela ha cambiado profundamente, y sobre todo ha cambiado el tiempo de la lectura que es un tiempo dominado por la pantalla superficial, por articulaciones de historias mínimas que se arrojan desde el televisor como migas de pan para tener contentos a los pajaritos de las audiencias.
Viene todo esto porque precisamente aparece ahora en DVD una serie sobre los Mann, la gran familia presidida por dos intelectuales – Heinrich y sobre todo Thomas – que han dejado recuerdos, confidencias, pasiones y trágicas muertes en derredor. A pesar de los contraluces personales de Thomas Mann siempre me ha fascinado su voluntad de trabajo. En 1943, a los 68 años, tras haber terminado un relato sobre Moisés, se dispone a escribir su gran obra, Doktor Faustus. Había guardado aquella idea apuntada en un cuaderno durante 42 años y se pone a preparar documentos para ponerse a escribir. «Lamentos de Fausto -dice en su Diario – e ironía del espíritu: resúmenes (concebidos como sinfonías). Anotaciones, reflexiones y cálculos cronológicos. Cartas de Lutero. Cuadros de Durero. Pensamientos sobre el nexo entre el tema del libro y las cosas de Alemania. La soledad de Alemania en el mundo. Particularidades de los días juveniles de Munich, figura de Rud…» , y así prosigue.
A pesar de que en mi siglo ya no se escribe como en los anteriores impresiona cómo se edifica una historia para que perdure, para que no se la lleve el viento de las modas, ese viento con el que algunos editores despachan casi todo: «escríbame usted una cosa ligerita – dicen -, sin trascendencia, que es lo que la gente quiere…»