EL QUE NO LEÍA

 

 

“Centro geográfico de la provincia de Jaén – se lee en la gran biografía de San Juan de la Cruz escrita por el padre Crisógono de Jesús -. Alta colina a la derecha del Guadalquivir, con larga explanada por el norte, que baja en ondulaciones hasta el río Guadalimar. Aquí está Baeza”. Por estas calles estrechas de Baeza andaba Fray Juan de la Cruz en la primavera de 1579. Y años más tarde, en 1591, en el convento de la Peñuela, perdido en las estribaciones meridionales de Sierra Morena, en plena serranía, el monte bravío cuajado de jaras, higueras silvestres, brezos, madroños, carrascos y hierbas aromáticas, el olivar de tres mil árboles y la viña de siete mil cepas que habían ido plantando durante aquellos años los religiosos: el olor del monte bravío, espeso de matorrales y arbustos.

Pienso que por encima de todas las corrientes el verdadero poeta toca con la mano la esencia del tiempo, tiempo de alta poesía, poesía que atraviesa los siglos. “Artista extraordinario – dirá Dámaso Alonso de San Juan de la Cruz -, quizá único en la historia del mundo, ¿qué se propuso este poeta exquisito e intenso?”. Steiner en sus “Gramáticas de la creación” habla de “la faceta nocturna de la soledad creadora” . Esa soledad acompañaba a Juan de la Cruz. Uno se queda asombrado de que Juan de la Cruz, para escribir, no necesitara ningún libro. Fray Juan Evangelista – que anduvo y vivió con el Santo once años – asegura que para componer sus obras, Juan de la Cruz no leyó libro alguno: “los cuales libros le vi componer – dice su compañero -, y jamás le vi abrir un libro para ello”. Dámaso insiste en ello: “durante la época de su producción, San Juan de la Cruz no leía. Su producción intelectual derivó, pues, ante todo de su divina contemplación; luego, de la Biblia; en fin, de estudio antiguo, sedimentado, asimilado; del ambiente, de su pueblo, de la literatura popular, viva a su alrededor”. Es decir, de la interior contemplación y de la contemplación exterior de aquellas tierras andaluzas .

 

 

(Imágenes-1-Jan van eyck/ 2.- Sierra Morena)

ESCRIBIR SIN LEER

Sobre San Juan de la Cruz dice Dámaso Alonso: “Artista extraordinario, quizá único en la historia del mundo, – y se pregunta enseguida -: ¿qué se propuso este poeta exquisito e intenso?”. George Steiner en sus “Gramáticas de la creación” habla de “la faceta nocturna de la soledad creadora” y yo me imagino a muchos escritores del mundo, en la noche de sus creadoras soledades, iluminados por la luz de la pantalla de sus despachos, con el pasillo de su casa silencioso y oscuro, acercándose quizás al lejano olor de las tierras profundas pero sobre todo acercándose al hondo olor de la poesía esencial. Rodeado de libros, ese escritor en la noche se queda asombrado – como nos ha pasado a tantos otros –  de que Juan de la Cruz, para escribir, no necesitara ningún libro.

 Fray Juan Evangelista – que anduvo y vivió con el Santo once años – asegura que para componer sus obras, Juan de la Cruz no leyó libro alguno: “los cuales libros le vi componer – dice su compañero -, y jamás le vi abrir un libro para ello”. Dámaso insiste en ello: “durante la época de su producción, San Juan  de la Cruz no leía. Su producción intelectual derivó, pues, ante todo de su divina contemplación; luego, de la Biblia; en fin, de estudio antiguo, sedimentado, asimilado; del ambiente, de su pueblo, de la literatura popular, viva a su alrededor”. Es decir, de la interior contemplación de su espíritu y de la exterior contemplación sosegada de aquellas tierras ante las que él tanto meditó y escribió.

(Imágenes:- 1.-Gustave Klimt.-1914/ 2.-Paolo Pagnini/ 3.-Egon Schielle.-artisthepicture)