VACUNA Y ESPERANZA

”En Medicina se ha definido la salud —señalaba un médico contemporáneo — como “el silencio de los órganos”, como un vacío de sonidos corporales que hace que la corporalidad se sienta más ligera y volátil, una realidad muy próxima, pero casi ingrávida. Pero sería ingenuo pensar que “el silencio del cuerpo” es inerte. Sucede más bien lo contrario: no se advierte mientras todo marcha bien en él. “ La salud — recordaba el alemán von Gebstattel — es un trabajo constante. Salud consiste en la defensa victoriosa, pero sin pausa, de las posibilidades constructivas de la vida frente a su limitación , su hundimiento, su descomposición. Así es que cada aliento, cada latido, cada trago, cada comida, tiene también este aspecto de estar al servicio y dirigirse hacia la progresión vital, siempre amenazada. “

En oposición a la salud, la enfermedad proclama la presencia del cuerpo, como una de las formas privilegiadas en que éste se nos hace presente, reclamando la atención que casi siempre le hurtamos. El dolor viene a recordar al hombre lo limitado de su ser, proyectándolo hacia sí mismo, mientras se hinca la atención en la carne dolorida.”

 

La noticia de la vacuna es la noticia de la esperanza. El bien futuro puede apetecerse con esperanza. Lo propio del bien esperado es ser arduo y difícil, pero posible. La esperanza se funda en la seguridad de que alcanzaremos el bien, lo “vemos venir hacia nosotros”. Por otro lado, el miedo es un sentimiento de impotencia, un verse amenazado por un mal inminente que es más poderoso que nosotros. La propia vida humana tiene la estructura de la esperanza, ya que ésta se funda en la expectativa de alcanzar en el futuro el bien amado arduo. La ilusión se nutre de esperanza, de vitalidad y energía para emprender la acción. Es una motivación para actuar.

 

(Imágenes—: 1- Nora Heysen -feminine/2- Ansel Adam/  3- artista irani- 1700)

EN TORNO AL MIEDO

 

 

”De nada tengo más miedo que del miedo —decía Montaigne —. También supera en violencia al resto de accidentes. Quienes sufren el temor apremiante de perder sus bienes, de ser enviados al exilio, de caer subyugados, viven en continua angustia, dejan de beber, de comer y de descansar. Mientras tanto, los pobres, los desterrados, los siervos viven con frecuencia tan alegremente como los demás.

No soy buen naturalista —como suele decirse —, y apenas sé por qué causa actúa el miedo en nosotros, pero se trata, en cualquier caso, de una pasión extraña, y dicen los médicos que no hay otra que arrastre antes el juicio fuera de su debido asiento. A decir verdad, he visto a mucha gente perder la razón por miedo; y entre los más serenos, genera ciertamente, mientras dura el acceso, terribles ofuscamientos. Incluso entre los soldados, donde debería encontrar menos sitio, ¿cuántas veces no ha transformado un rebaño de ovejas en un escuadrón de coraceros?”.

(Imagen. –Logginou)