MEDARDO FRAILE, ¿DÓNDE ESTÁ AQUEL CUENTO QUE NOS CONTASTE?

escritores.-evbbn.-Medardo Fraile.-revistadeletras.net

«El escritor, al terminar su trabajo, se va a la calle a vivir, como las gentes que pasan, como ustedes. El escritor «en pose» es un señorón empeñado en dar clase a los demás en vez de recibirla y se entera, por tanto, de pocas cosas. Va desapareciendo. Pero tal vez la vida, siendo esencial, no basta. Es un cuento seco. Hay una desazón en el hombre que puede ser, simplemente, la búsqueda, siempre fallida y renovada en la vida, del cuento lejano que nos contó la abuela. Volvemos la cabeza con ilusión, aupamos el alma hasta los labios, nos paramos en los escaparates, registramos por dentro a las personas, para acabar preguntando: Abuela, ¿dónde está aquel cuento que nos contaste? Porque no lo vemos, aunque lo sintamos. Las personas todas están propicias a realizar, en común, un cuento. Pero nunca pasa. Si alguien le diera al conmutador, ¡qué cambio tan sencillo y tan profundo! Digo que el cuento no lo vemos pero sí lo sentimos».

Con estas palabras a modo de breve prólogo iniciaba Medardo Fraile su libro de cuentos «A la luz cambian las cosas» (Cantalapiedra) que me dedicó en octubre de 1959. Todos sus libros me los fue dedicando. La última vez que vi a mi gran amigo fue el 18 de octubre pasado en Madrid, escuchándole una gran conferencia sobre la vida y la obra de Chesterton. En varias ocasiones he hablado de él en Mi Siglo. Nos conocíamos desde hace muchos años.

Era uno de los mejores cuentistas españoles el que acaba de morir.

Un gran amigo.

Descanse en paz.

(Imagen.-Medardo Fraile.-revista de letras)

LOS SECRETOS DEL CUENTO

«Para que un cuento sea bueno creo que lo esencial – ha dicho Medardo Fraile en una entrevista hace pocos meses en «Campo de Agramante» – es la brevedad (y los minicuentos casi han llegado a ser un suspiro). Mis cuentos no suelen pasar de los cinco o seis folios y hay bastantes de un folio o folio y medio. Luego, que haya movimiento, y el movimiento no tiene por qué ser el que vemos en las películas del Oeste; puede ser también interior, interno: un estado de ánimo cambiante, una espera de algo, la intención de pasar de un

 estado a otro, la tendencia a mirar por una ventana, la obsesión con un objeto que hoy nos hiere al verlo, etc. Debe tener también una gran concisión y no distraerse con palabras que nos atraigan o en historias laterales o frases que pretendan el lucimiento del que lo escribe y que distraigan y no añadan nada a lo que se cuenta. Tiene que ser también intenso, porque el narrador sólo dispone de las palabras justas, de poco tiempo y de poco papel. Saber sintetizar, sin que no falte nada esencial, es prueba de inteligencia, y eso lo

han dicho desde Cicerón, pasando por Santo Tomás de Aquino, hasta Montaigne y más acá. Y yo escribí en el prólogo de mi primer libro que, si no existiera Dios, habría que inventarlo, porque los cuentos son creyentes».

Al gran cuentista Medardo Fraile lo conozco desde finales de los años cincuenta cuando coincidíamos muchas veces en casa de Antonio Prieto y de Maria del Pilar Palomo en el madrileño barrio de Argüelles. Ahora en Madrid le he vuelto a escuchar una muy interesante conferencia sobre Chesterton y su evolución humana y literaria. Los secretos del cuento son variados y ya en 1983 Cortázar me habló personalmente de ellos, como recordé en Mi Siglo. «Lo esencial en un cuento – confesaba Rulfo -es contenerse, no desbocarse, no vaciarse».

 La unidad, la intensidad, el ritmo nos acercan siempre a su esencia.

(Imágenes.-1.-Katherine Mansfield/ 2.-Anton Chejov/3.-Medardo Fraile.-koult.es)

EL CUENTO DE SIEMPRE ACABAR

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Recibo de la Editorial Pre-textos «El cuento de siempre acabar«, las Memorias del gran cuentista español Medardo Fraile de quien hablé ya en Mi Siglo y la memoria se va sin duda a aquellos años del Madrid de final de los cincuenta en el que nos conocimos. Aparece como una de las muchas ilustraciones de esas Memorias la fotografía que aquí acompaño, ese grupo en casa de Vicente Aleixandre en donde nos miran – aparte de Medardo -poetas y escritores muy relevantes, como Claudio Rodríguez, Carlos Bousoño o José Hierro. Sigo pasando las ilustraciones como un niño que deja que rueden sus recuerdos sobre tanta Memoria y paso también estas admirables páginas en las que se mezclan literarios encuentros entre Medardo y Ferlosio , Gerardo Diego, Ignacio Aldecoa, Ricardo Gullón, Luis Rosales y tantos otros. Son las memorias de la Memoria y excepto a Gullón, a quien no conocí, tuve el placer de conversar con todos. Vienen a mí los cafés, las Revistas, aquella juventud con la novela o el verso en el bolsillo, las tardes soñando futuros, el cuento de siempre acabar que iba bajando por las aceras sin saber que un día haría gran historia a través de la poesía, la novela y el cuento.Fraile.-2

INFANCIAS DE ESCRITORES

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La pupila del niño que aún no sabe que va a ser escritor pero que está destinado a serlo pasea la cámara de los ojos por la calle de la niñez, la pasea muy despacio, y va filmando los recuerdos que un día dejará en el papel:

«Desde el Hotel Regina, desde el emporio madrileño de la calle de Alcalá, donde mi padre trabajaba, hasta aquella casa de Guillermo de Osma – cuenta Medardo Fraile -, las viviendas se iban haciendo más bajas; los árboles, desenfilados y ralos, más frecuentes; los bares más sucios. Carros y, a veces, cabras y ovejas, acompañaban la perezosa marcha de los tranvías y, junto a las aceras, no era extraño encontrarse un gato muerto, tieso, el pelo brillante, la sonrisa roja y un ojo en desvarío. Los solares emanaban un vaho fétido al sol y se oía, de vez en cuando, enganchar vagones, o el resuello domado de un tren avanzando en vía muerta, o pitidos anémicos que parecían pregonar el hambre de los campos. Había puestos de sortijas y puestos de avellanas, de carteras y cintas, de llaves y altramuces y, en balcones y ventanucos oscuros, colgaban jaulas de canarios, colorines y grillos; el grillo preso plañía su carcelera sobre la lechuga y le contestaba el grillo libre del solar, acechado, entre las ortigas, por la boina ociosa de un viejo».alcala-8-en-1900-skyscrapercity

La pupila de un niño que aún no sabe que va a ser escritor pero que está destinado a serlo sigue con los ojos aquel Madrid del primer cuarto del XX – los detalles, los objetos -, un Madrid que le va entregando todos los recuerdos que un día dejará en el papel.

«Había plantas también, en latas de arenques y en tiestos; geranios, hortensias, claveles, albahaca, verbena. El sol salía para todos, caldeaba las panzas de los churumbeles desnudos y dejaba, al marcharse, una capa de polvo que parecía descansar por las noches del azacaneo transeúnte. El que usaba sombrero era un tratante en burros: el que llevaba bastón estaba enfermo o era mayoral, pastor o reñidor; el que lucía corbata, alfiler de corbata y, a veces, camisa a rayas, era carterista».alcala-5-antique-printsde

Luego la pupila del niño que aún no sabe que va a ser escritor sube de dos en dos las escaleras de la infancia, trepa hasta esa buhardilla a la que aún no ha subido nadie, y rebusca, encuentra palabras que un día dejará en el papel.

«La hucha de mi vocabulario – sigue diciendo Medardo Fraile en «El cuento de siempre acabar. Autobiografía y memorias», que pronto publicará Pre-Textos – se iba enriqueciendo, palabra a palabra: cortijo, garrota, artesa, bardas, altramuz, crujía, jaráiz, chinero, alacena, dompedro, granero, murciélago, aguador, espliego o alhucema, poyo, fuente de taza, arreos, galería, romero, esparto, tábano, vencejo, tórtola, colorín (jilguero), reja, cochera, cuadra, muralla, arrezú (paloluz), feria, era, trillo, alberca, tejeringo, olivo y tantas otras que comenzaron a salir de mis labios como agua de bautismo fecunda y fresca».

La pupila del niño que aún no sabe que va a ser escritor pero que está destinado a serlo baja corriendo otra vez las escaleras, lleva en la mente los recuerdos, procura que no se le escape ninguno, busca cuanto antes una mesa, y dándose cuenta de que de pronto se ha hecho mayor, comienza muy despacio a escribir.

(Imágenes: calle de Alcalá en 1928.-skyscraperCity/ calle de Alcalá en 1900.-skyscraperCity/ Cibeles.-antique-prints.de)