LA BELLEZA DE LAS MANOS

 Resultan innumerables — señalan los historiadores— los estudios que respecto a la mano femenina  se presentan en los dibujos del siglo XVI, y es abundante también su presencia en las descripciones literarias. Es preciso, se dice en muchos de esos documentos,  tener la mano alargada, blanca, liviana. Alguno de esos textos se detienen recordando a María Estuardo y “el laúd que tan bien tocaba con su mano blanca y sus hermosos dedos, tan bien formados.” . El mismo documento evoca igualmente a Catalina de Médicis, estudiando la semejanza entre las manos de la reina y las de su hijo.  Enrique VIII , por su parte, le encarga a varios emisarios que evalúen la belleza de la duquesa de Nápoles con la que se va a casar y les pide: “Le verán la mano desnuda y repararán muy exactamente la mano, cómo está formada, si es rubia o fina, si  es gorda o delgada, si es larga o corta,  tomarán nota de cómo son sus  dedos, si son largos o cortos, gruesos o delgados, anchos o finos en la punta.” En el siglo XVI la mano era un objeto de belleza y revelaba un estado del cuerpo que permanecía oculto. Los emisarios de Enrique VIII no se equivocaron cuando destacaban que la mano que habían comprobado era suave y eso, al parecer, le dejó al Rey muy tranquilo.

José Julio Perlado

James Coignard- 1999- foreman fine Art- artnet /2 Henry Moore- 1979/ Janine Antoni – 2004- artnet)

STEFAN ZWEIG (y 3) : MEMORIAS Y COLECCIONISMO

 

 

«Quien quiera conocer a Stefan Zweig en lo más privado – así lo contaba Friderike, la primera esposa del escritor austriaco en sus Memorias « Destelllos de vida»no puede pasar por alto su faceta de coleccionista y apóstol de los autógrafos». Ella recuerda que Zweig poseía varios dibujos de Goethe y de William Blake, autógrafos de personajes famosos, manuscritos de Balzac, poemas de Hölderlin, un mechón de los cabellos de Goethe y una de sus plumas, un manuscrito de Schubert, manuscritos también de Richard Strauss, una lista de la colada de puño y letra de Beethoven, hojas sueltas de sus famosos cuadernos cuando el gran músico sordo se comunicaba con sus visitantes y tantas otras cosas más. Mientras escribía biografías de reinas, diversos documentos inspiraron su trabajo. En el caso, por ejemplo, de María Estuardo y con ocasión de una exposición de documentos de la época en el Museo Británico y al describirse su ajusticiamiento, pudo leer en una de las crónicas que el perrillo faldero de la reina se ocultó bajo sus miriñaques durante la ejecución. Aquel pequeño detalle y la inconsciencia de aquella criatura en presencia de un acontecimiento histórico de enorme magnitud, aún empujó más a Stefan Zweig a componerlo todo con minuciosidad e interés.

Recuerda Friderike que cuando el escritor se encontraba en trance de pujar por un nuevo autógrafo podía apreciarse en él una tensión nerviosa que persistía hasta el final de la puja sin que las personas de su entorno pudiesen adivinar la causa. Así sucedía por ejemplo cuando participaba en subastas.

 

 

Todas estas Memorias de Friderike nos llevan hasta otras Memorias mucho más importantes, las tituladas por Stefan Zweig «El mundo de ayer». Las «sacudidas sísmicas» del siglo XX, como él decía, quedan reflejadas en esta excelente obra de forma relevante y plástica. Son recuerdos que empieza a escribir en Londres, en mayo de 1940, y lo hace por «desesperanza», como él confiesa, y que termina en Petrópolis, publicados en 1942 tras su muerte. «De toda mi vida – declara Zweig – yo no he probado más cruel impotencia humana de cara a los acontecimientos mundiales». Se ha resaltado que Zweig tiene la impresión de ser víctima de un «juego infernal», de una fatalidad que devora al humanismo y de un «ostracismo» que le hace «más inútil y más solo que nunca». Todas sus cartas últimas a partir de abril de 1941 están influidas por la desesperanza. Sólo el trabajo le permite – dirá él – mantenerle en pie y con cierta «capacidad de actuar ante cualquier punto de vista». Se contempla a sí mismo como alguien que ha perdido para siempre el orden y la estabilidad. Hasta que llegue el final, el 22 de febrero de 1942.

 

 

(Imágenes- 1- Stefan Zweig en agosto de 1936 a bordo del barco que le llevará a Buenos Aires/ 2- Stefan Zweig y su mujer – elmundo/ 3- Stefan Zweig – unlibroenlasantipodas)