PAPELES ROTOS DE LAS CALLES

escritura-1

«Estando yo un díaescribe Cervantes en El Quijote – en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía…», y así podríamos proseguir desgranando la vocación de lector y de escritor, la auténtica vocación de sumergirse en cuanto está escrito y de escribir cuanto aún no lo está, algo que hacen siempre auténticos escritores y lectores desde su infancia, por encima de condiciones y atmósferas adversas.

Esto lo recoge muy bien Ángel Duarte en su blog remitiéndonos al texto pronunciado hace unos días por Jean- Marie Le Clézio al recibir en Estocolmo el Premio Nobel. Allí se habla de la escritura y la lectura en tiempos difíciles:

 » Dans les années qui ont suivi la guerre, je me souviens d’avoir manqué de tout, et particulièrement de quoi écrire et de quoi lire. Faute de papier et de plume à encre, j’ai dessiné et j’ai écrit mes premiers mots sur l’envers des carnets de rationnement, en me servant d’un crayon de charpentier bleu et rouge. Il m’en est resté un certain goût pour les supports rêches et pour les crayons ordinaires. Faute de livres pour enfants, j’ai lu les dictionnaires de ma grand-mère».

Una vez más, pasados los siglos, los escritores que quieren serlo se las ingenian. Se escribe en el dorso de las cartillas de racionamiento y se utiliza un lápiz de carpintero.  Como no hay otra cosa, se leen los diccionarios de la abuela. Pero se lee. Se escribe y se lee a pesar de las guerras y de las posguerras. «Y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles…», nos sigue diciendo siempre, a lo largo del tiempo, Cervantes.

La historia misma.

LE CLÉZIO Y LA AVENTURA

«Para mí la escritura es más bien una aventura – decía Le Clézio a Pierre Maury hace más de veinte años -, una manera de salir de mí mismo y de encontrar otra cosa, una manera de descubrirme, sobre todo, de intentar comprenderme mejor. La escritura, de todas formas, procede muy frecuentemente por interrogaciones, por tanteos más que por afirmaciones. De todas las artes, la de escribir es la menos afirmativa. Pienso que un arte que se hace necesidad, hacer una mesa o un mueble, por ejemplo, no pregunta ese «puede ser». Tiene muchas certidumbres. El arte cinematográfico también, es un arte muy seguro…Uno no se puede permitir incertidumbres, tanteos. Lo que es fascinante en la escritura, en las novelas, en la literatura de una manera general, es que ella se va haciendo poco a poco. No se construye de un golpe. Cuando se lee, por ejemplo, a Conrad, Tourgueniev o a otros grandes novelistas, cuando uno termina de leer sus obras, se tiene el sentimiento de que alguna cosa se les ha escapado, de que ellos no están seguramente satisfechos del todo. Y sin embargo, el conjunto da la impresión de algo muy vivo.

Los verdaderos libros no tienen fin, justamente porque se trata de un movimiento perpetuo. Es un movimiento que no se detiene con la muerte del escritor. Con frecuencia se tiene el sentimiento de que el escritor es como un instante, como una bombilla que ilumina un instante, pero que luego cambia. La literatura es la corriente que está hecha de la lectura y de la escritura y que son infinitamente inseparables. Es este alimento, esta respiración, alguna cosa que va y que viene, y en la que el lector y el escritor son actores. Me parece que hoy se está llegando un poco con la novela a aquello que seguramente había fascinado a los griegos con el teatro y que se ha perdido un poco en el teatro de hoy, ya que el teatro está en competencia con el cine. Pero la novela permite esa  especie de cambio de personalidad. Hay algo que se hace y que se deshace con la novela. Un poco como si todo hubiera estado escrito por algún escondido Minotauro y que los escritores simplemente sean los escribas, que se encuentran a su servicio».

(Imagen: Le Clézio.-foto: Xavier Martin.-página12.com.ar)