LA GRAMÁTICA DE LOS SUEÑOS

 

 

“Un día empecé a preguntarme — decía el escritor Kazuo Ishiguro —, ¿ cuál es la gramática de los sueños? Imagine usted — le proponía a su interlocutor —que estamos ahora mismo teniendo esta conversación en esta sala y no hay nadie más en la casa y de pronto entra en escena una tercera persona . En una obra convencional, alguien llamaría a la puerta, entraría y le saludaríamos. Pero la mente del que sueña es muy impaciente para estas cosas, lo que suele pasar en los sueños es que estamos aquí sentados en esta sala y de pronto nos  damos cuenta de que una tercera persona lleva sentada aquí todo el tiempo, a nuestro lado. Puede que experimentemos una ligera sensación de sorpresa por el hecho de que hasta  ahora no hayamos sido conscientes de la presencia  de esa persona, pero pasaremos  a hablar con toda naturalidad del tema que saque el  recién llegado. Esto me pareció bastante interesante para escribir un libro. Y empecé a ver paralelismos entre la memoria y el sueño, en la forma en que manipulamos ambos conforme a las necesidades emocionales de cada momento. El lenguaje de los sueños iba a permitirme además escribir una historia que pudiera leerse como un relato metafórico y no como el comentario a una sociedad en particular. A lo largo de unos cuantos meses llené una carpeta de notas y al final me sentí preparado para escribir una novela.”

 

 

(Imágenes— 1-He Zubin- Virginia miller gallerie- artnet/ 2- Julia Fuillerton- Batten)

LOS SUEÑOS DE LOS OTROS

 


“Es cierto que no me gustan los sueños de los otros — decía Francois Mauriac —. De alguno que comienza a contarme lo que ha soñado escapo pronto. Me es suficiente saber que es un sueño lo que se me está contando para que no escuche más o no lea más. Tampoco siento interés  por mis propios sueños que no podrían aburrirme puesto que los ignoro. No los cuento a nadie, sobre todo no me los cuento a mi mismo.

Es cierto que yo sueño mucho. El despertar me libra de una vida ilusoria, pero que al menos es vida. Mi experiencia sobre este punto no se identifica en absoluto  con la de Proust. Él vuelve frecuentemente a esa angustia de sus despertares, sobre todo en habitaciones que no le son familiares y donde la realidad no coincide con sus recuerdos. Nada más salir de la noche, Proust ignora dónde se encuentra y quién es. El sueño ha hecho de él un ser sin memoria, arrojado enteramente a la bruta sensación del existir. Para mí, por el contrario, despertar es sentirme seguro, entrar en un mundo amigo dentro del cual me siento  un dueño; es escapar a imágenes que me poseían y contra las cuales me encontraba sin ningún poder.

Por tanto mi sueño no lo hago mío; cada noche  cierro los ojos con confianza y con un sentimiento de abandono: me duermo en estado de gracia. Pero no disfruto con mis sueños. Mi primer pensamiento al despertar es siempre un suspiro de alivio: “Ah! no era más que un sueño…” No es que yo me haya peleado con una pesadiila: simplemente  me escapo de situaciones complicadas, no precisamente  dolorosas ni siquiera penosas, —sino absurdas y algunas veces humillantes.”

 

 

(Imágenes- 1-Julia Fuillerton- Batten/ 2-julia Fuillerton-Batten-randall scoot gallery/

DE RECUERDOS Y OLVIDOS

 

cine-ywmm-Marcello Mastroianni- foto Bert Stern para Vogue- mil novecientos sesenta y tres

 

“Me acuerdo de H.G. Wells, Simenon, Ray Bradbury. Me acuerdo que Fellini me llamaba Snaporaz. Me acuerdo de la primera vez que he visto las montañas, y la nieve, y la emoción que he sentido. Me acuerdo de las manos de mi tío Umberto, manos fuertes como tenazas, manos de escultor. Me acuerdo del silencio que envolvió al restaurante “Chez Maxim´s” cuando apareció Gary Cooper en esmoquin blanco. Me acuerdo de la nieve sobre la Plaza Roja, en Moscú. Me acuerdo que he visto mi primera película en Turín: “Ben Hur“, con Ramón Novarro. Tenía seis años. Me acuerdo de una noche de verano con olor a lluvia. Me acuerdo de la hermosa cabeza blanca del arquitecto Ridolfi, mi profesor de dibujo arquitectónico. Me acuerdo de un  sueño en el que alguno me dice que debo llevarme los recuerdos de la casa de mis padres. Me acuerdo de la sensación de silencio y de luz suspendida sobre la ciudad de Jerusalén como un vapor místico. Una vez, me acuerdo, he soñado con vivir en un dirigible. O quizá en una astronave. Me acuerdo de la música de “Stardust“. Era antes de la guerra. Bailaba con una muchacha que llevaba un vestido de flores. Me acuerdo de los primeros dibujos de mi hija Bárbara. Me acuerdo de la ligereza constante de Fred Astaire”.

 

sueños-bhu-Leon Spilliaert

 

Y así van y vienen los recuerdos en la cabeza de Marcello Mastroianni cuando ya tiene  72 años, su cabeza cubierta por un sombrero blanco flexible, el cuerpo embutido en una chaqueta blanca de verano, las piernas cruzadas, la mirada fija  en todo lo que ha vivido, en todo lo que ha bailado, reído, interpretado, gesticulado, a su lado tiene una mesita con una jarra y un vaso de agua, y alrededor está el campo de Portugal, la naturaleza y  el mundo.

Era entonces 1996  -pocos meses antes de la muerte del actor -, en las pausas de su trabajo para la película “Viaje al principio del mundo“, rodada por su última compañera, Anna Maria Tatò.  Entonces Mastroianni aceptó volver la mirada al pasado, giró los ojos hacia lo que uno cree que ya tiene olvidado, y así,  poco a poco, surgió su  film-confesión titulado “Mi ricordo, sì, io mi ricordo“.

 

sueños.-090nmb.-foyo por Julia Fullerton-Batten.-New York.-Randall Scott Gallery.-photografie.-artnet

 

Me acuerdo, sí, me acuerdo. ¿De qué nos acordamos nosotros? ¿Adónde se encaminan nuestros recuerdos cuando echan a andar? ¿Nos acordamos quizá de lo que creíamos huido – frases, gestos,  movimientos diminutos, tal vez una  luz precisa,  una hora exacta, la mirada última que nos conmovió,  un timbre de voz? Un investigador norteamericano, estudioso de los mecanismos moleculares de la memoria, el profesor Lynch, hacía notar: “Imagínese que tomo sus apuntes de segundo de carrera, le enseño algo que escribió hace tantos años y le pregunto: “¿se acuerda usted de esto?”, y usted dice: “sí, ya lo recuerdo; hace años que no me acordaba de esto”. Pues bien, desde el momento en que usted escribió eso, todas las proteínas de su cerebro han sido sustituidas muchas veces. El cerebro entero está siendo destruido y reconstruido constantemente, pero los recuerdos siguen ahí y ése es el mayor misterio de toda la biología y de toda la psicología”.

 

O sea que Hamlet podría ahora tomar  en la mano la calavera de los recuerdos y los olvidos, y  paseándose  por la escena de la vida, podría ir repitiendo. “¡Morir…, dormir! ¿Recordar? ¿Olvidar?… ¡Tal vez soñar!”, pero el secreto de los recuerdos no llegaría a  desentrañarlo nunca, continuarían envueltos en el misterio, ya que se sabe que siempre que recuperamos un recuerdo su contenido sufre algún cambio, por pequeño que sea; existen datos que prueban que cuantas más veces se describe verbalmente la cara de una persona, más se reduce su capacidad para reconocer posteriormente dicha cara en una fotografía.

 

dormir-bbgguu-sueños- Wladyslaw Slewinski

 

Cuando a  Mastroianni le obligan a elegir el recuerdo más profundo de su vida, responde:  “Se me pregunta cuáles son los recuerdos que me llegan con más intensidad, aquellos que yo veo más nítidamente. ¿El cine? ¿El éxito? No, nada de todo eso. Los recuerdos más profundos son aquellos que están unidos a mi infancia, a mi adolescencia; a mi madre, a mi padre . Ciertamente tengo muchos recuerdos; pero aquellos de entonces son aún mucho más fuertes, muy  potentes. Todo lo que ha venido después -el éxito, el dinero, la fama – no ha dejado una huella tan verdadera ni tan profunda  como el recuerdo de mi madre, sus jornadas que no acababan nunca, ella, que era  la primera en levantarse y la última en irse a dormir”.

 

casa.-99h.-sueños.-fantasía.-René Magritte.-1947

 

Un escritor francés de finales del XVlll y principios del XlX, , amigo de ChateaubriandJoseph Joubert -, evocaba siempre: “Están los que recuerdan su infancia y los que recuerdan el colegio”. Y es verdad. La infancia emerge en el fondo de todas las memorias y de ella se nutren muchas obras de arte. La infancia con todas sus peripecias, descubrimientos y curiosidades. Mastroianni no ha sido el único que públicamente ha querido recordar. Aparte del belga  Simenon con su “Je me souviens” (1945),  otro escritor francés, fallecido en 1982,  Georges Perec, autor de libros insólitos, originales y vanguardistas ( por ejemplo, “La vida: instrucciones de uso” (1978) que conquistó el Premio Medicis),  decidió que sus recuerdos desfilaran en su libro también titulado  “Me acuerdo” (1978). De su cantera autobiográfica fueron saliendo 480 pequeñas y grandes piedras que marcaron el camino de su época, ese recorrido de años que a cada uno nos toca vivir. “Estos recuerdos – nos dice – no son exactamente recuerdos, y sobre todo, no son recuerdos personales, sino diminutas porciones de lo cotidiano, cosas de tal o cual año, gentes de la misma edad que las han visto, las han vivido y han participado en ellas, y que, por otra parte, desaparecieron enseguida, fueron olvidadas; no valen la pena de ser memorizadas, no merecen ser parte de la Historia…”, y sin embargo Perec las fue recogiendo y con ellas construyó un amplio mosaico de alusiones a modas, vivencias y  costumbres  que a muchos acompañaron durante largo tiempo y que luego serían reemplazadas por otras vivencias,  costumbres  y  modas.

 

escritores.-r33e.-Georges Perec

 

“Es tal vez aquella cosa que se aprendió en el colegio – explicaba Georges Perec sobre estos recuerdos  -, un campeón, un cantante o una estrella, un aire que estaba en todos nuestros labios, una catástrofe que aparecía en portada de todos los diarios, un best-seller, un escándalo, un eslogan, un hábito, una expresión, un vestido o una manera de llevarlo, un gesto o cualquier cosa minúscula, nada esencial, algo absolutamente banal, milagrosamente arrancado a su insignificancia, reencontrado por un instante, suscitado durante algunos segundos por una impalpable y pequeña nostalgia”.

Así va recogiendo todo eso: “Me acuerdo -dice por ejemplo –  del “Adagio de Albinoni”,Me acuerdo del día en que  Japón capitula”, “me acuerdo de que yo empecé una colección de cajas de cerillas y de paquetes de cigarrillos”, “me acuerdo de las carreras de grandes motos en el Parque de los Príncipes”, “me acuerdo de que los cuatro cuartos debían su nombre al hecho de que estaban compuestos de un  cuarto de leche, un cuarto de azúcar, un cuarto de harina y un cuarto de mantequilla”, “me acuerdo de que había pequeños autobuses azules de tarifa única”, ” me acuerdo de los vagones de tercera clase en los ferrocarriles”, “me acuerdo de que Jean Gabin, antes de la guerra, por contrato, debía morir al final de cada película”, “me acuerdo que no me gustaba la “chucrut”, “me acuerdo de la muerte de Martine Carol, cuando alguien profanó su tumba con la esperanza de encontrar alhajas”, ” me acuerdo de lo mal que lo pasé para comprender qué quería decir la expresión ” sin solución de continuidad”.

 

escritores.-44ffg.-Georges Perec

 

Georges Perec camina así por sus evocaciones y  las va alineando conforme salen de su memoria de tal forma que sobre los años vividos va dejando piedrecitas para que otros, o él mismo, puedan reconocerlos si alguna  vez  quieren volver. “No sé en qué punto – escribió en  otra de sus obras, “W o el recuerdo de la infancia” (1987) – se rompieron los hilos que me ligan a mi infancia. Como todas las personas, o casi todas, tuve un padre y una madre, un orinal, una cuna, un sonajero y más tarde una bicicleta, que al parecer nunca cabalgaba sin lanzar gritos de terror ante la sola idea de que le levantaran o incluso le quitaran las dos ruedecillas laterales que garantizaban mi estabilidad. Como todas las personas, lo he olvidado todo sobre los primeros años de mi existencia”.

 

jardines-nbbu- matrnidad- infancia- Luigi Rossi- mil novecientos veintidos

 

(Imágenes.- 1.-Mastroiani- foto Bert- Stern- Vogue- 1963/ 2.-León Spilliaert/ 3.- Julia Fullerton Batte– Randhom Scoot- gallery/ 4.-Wladyslaw Slewinski/ 5.- René Magritte- 1947/ 6 y 7.- Georges Perec/ 8.- Luigi Rossi- 1922)

 

TRÁFICO DE SUEÑOS

«Los sueños pueden comprarse, venderse, robarse. El Regente Masatoki tenía dos hijas que eran medio-hermanas. La menor soñó que el sol y la luna caían en su regazo. Al despertar se dijo: «Debo preguntarle a Masako el signifcado de mi sueño». Masako era la hermana mayor, versada en la historia, la mitología y la interpretación de los sueños. Mientras oía el relato de su hermana, Masako pensaba: «Qué sueño más extraño. Y más extraño aún  que no sea un hombre sino una mujer la que lo haya soñado». Masako sabía que la persona que soñase ese sueño estaba destinada a gobernar un día al Japón. Astuta y ambiciosa, decidió apoderarse del sueño y le dijo a su hermana: «¡ Pobre de ti! Es un sueño infausto y terrible. Deberías deshacerte de él lo más pronto posible». La otra le contestó apenada: «¿Cómo se puede uno deshacer de un sueño?». «¡Véndelo!», respondió Masako. «Pero, ¿quién va a querer comprar un sueño de mal agüero?». «Yo te lo compraré», dijo Masako. «¿Tú? ¿ Y cómo podría yo resistir ver que sobre ti cae la desdicha que me está destinada?» «No te preocupes», replicó Masako, «los sueños comprados pierden su maleficio». El precio del sueño fue un antiguo espejo chino. La hermana menor regresó a su habitación diciéndose: «¡ Al fin lo tengo! Ya es mío ese espejo que tanto he deseado…». Sólo muchos años después, cuando Masako gobernó de facto al Japón (1220- 1225), la hermana menor se dio cuenta de lo que había perdido al vender su sueño».

Arhur Waley: «Tráfico de sueños»


(Imágenes:- 1- dormitorio 2008.-  foto:  Julia Fuillerton -Batten.- Randall Scott Gallery.-artnet/ 2.-el desplazamiento de los pájaros.- Sotatsu.- indiana.edu)