EL JUICIO AJENO

“Me he dedicado toda la vida a escribir para los demás —dice Pla en uno de sus Dietarios—, y mi experiencia es un poco larga. Se pasa a ser justiciable de cualesquiera que sea, tanto si esa persona conoce mejor que uno la materia del propio escrito como si sabe ni papa. Es un oficio que comporta, como ningún otro, el embate de la gente. Estos embates pueden causarles, a las personas que escriben, momentos de gran malestar; a algunos, las llevan a abandonar esta actividad y a dedicarse a tareas más plácidas y tranquilas. Hay personas que son muy sensibles a ello — demasiado sensibles—. Esta situación es la que ha dado pie a que se diga tan a menudo que la actividad literaria — y en general todas las actividades artísticas— está llena de envidiosos de la más baja calidad, que son los que actúan por vanidad y por popularismo. Hay que saber aguantar estas embestidas, y, para lograrlo, lo mejor es estar seguro de lo que uno escribe y no caer en la pereza del oficio, no darle muchas vueltas, no responder jamás, permanecer hábilmente firme y con un tacto perfecto. Pero como los embates van a continuar por mucho que uno siga tan buenos consejos, lo mejor es acostumbrarse a ellos, reírse de ellos, pero sin ofender. La gente quiere que se le respete la vanidad y la fachendería que arrastra”

( Imágenes—-1-Leslie Balleweg/ 2- Anne siems)

DESCRIPCIÓN DE UNA SIESTA

 


“ Son las cinco y media de la tarde— escribe Pla en “El cuaderno gris” —.Hace un tiempo un poco bochornoso, pesante. Las puertas del local que dan al jardín del Ateneo, están abiertas y por ellas entra el rumor sordo de la ciudad. En la Peña hay poca gente. La conversación se produce en voz baja. Don Pere Rahola duerme en un sillón. Hace media hora que  duerme con una beatitud admirable, la cabeza recostada en el respaldo del asiento, la boca medió abierta bajo el bigote abultado, de guías también un poco cyranescas — dicho sea de paso. Respira profundamente y cuando el pecho retoma aire se produce un ronquido amplio y grave. Cada vez que se produce el ruido, los pocos contertulios del local miran al durmiente con una mirada de respeto y de sorpresa; después  se miran mutuamente y no saben, notoriamente, qué palabra tienen que formular. Cada tarde — desde hace muchos años -~ se produce idéntico, impresionante espectáculo. Don Pere va sin nada en la cabeza. A veces me he imaginado el efecto que haría si durmiese con el sombrero puesto. Su calva es fresca, ligeramente rosada. De su persona irradia un perfume de “Piver, rue de la Paix”. Los cabellos  que le rodean la calva le hacen una curva vuelta hacia arriba — una especie de percha en miniatura. Don Pere lleva el bigote y la barba admirablemente cuidados.  Es una barba que no es ni grande ni pequeña; no es fluente y africana como la que llevaba Jaume Brossa, ni metafísica y puntiaguda como una teta de cabra; es una barba sólida, justa y adecuada al prestigio social de la persona que la ha segregado. Bajo la barba , don Pere lleva un plastrón de calidad densa y lujosa. Sobre el plastrón, una perla pálida. Viste de color gris. En el meñique de la mano izquierda — que reposa sobre el brazo del asiento — montado sobre un anillo, un pequeño brillante de un resplandor confortable.”

 

 

 

(Imágenes-: — 1- Albert Gleizes- 1913/ 2- Odilón Redon)

SABER ESCUCHAR

 

 

La muerte de Larry King, el gran periodista y entrevistador norteamericano nos acerca a ese recinto de las preguntas y las respuestas en  donde reposa todo diálogo. Saber escuchar en la vida es muy importante, y en el campo de la prensa eso es vital. Se pregunta, y se escucha con atención, no distraídos ni obsesionados con formular la siguiente pregunta. El “saber escuchar” es tan esencial como el “saber mirar” para conseguir un retrato, no sólo exterior, sino interior del personaje, ese “escuchar bien o al menos dar la impresión de que se escucha bien — decía Pla en “El cuaderno gris” —; y también es muy útil — añadía— decir, de vez en cuando : “¿Quiere  hacer el favor de repetir lo que decía hace un momento? “ “¿ Tendría la amabilidad de aclararme el concepto a que aludía hace un instante?” Los hombres quieren ser escuchados. Es lo que les gusta más (…) La forma más activa y disimulada  — es decir, más eterna —de la adulación es saber escuchar de una manera natural, activa y discreta. Contribuye mucho a llegar a esta naturalidad no cometer la tontería de mostrar lo que uno sabe realmente. Los propios conocimientos  — si es que se tiene alguno  — se han de saber disimular hasta el punto justo, sin caer, en cambio, en el extremo de acentuar demasiado la propia estupidez…”

Hasta aquí, Pla.

Lo importante es saber escuchar  no sólo en el periodismo sino en la vida.

José Julio Perlado

 

(Imágenes—1-Vincent Giarrano/2- Juan Gris)

EL LECTOR COMO CLIENTE

 

 

“En una de las crónicas que envió Pla  al Diario “La Publicidad”,  en los años veinte y desde París, relataba la visita del pintor Domènec Carles al estudio de Picasso; visita y diálogo observado por Pla  como testigo del encuentro, y que podría clasificarse muy bien como entrevista indirecta. Carles le pregunta a Picasso: “¿Tiene alguna idea preconcebida cuando trabaja?”, y Picasso contesta:” Ninguna. El cliente. Lo más importante de un pintor es el cliente. En una sociedad como la de antes de la guerra yo no hubiera hecho nada.  Habría sido un pintor como tantos. Ahora, acabada la guerra, ha aparecido un nuevo cliente. ” Pla, gran dibujante de tipos y caracteres , deja en esa entrevista, en la que él únicamente mira silencioso, ese contorno de los ojos  y la figura de Picasso: “ Los de Picasso ( los ojos) — escribe— no son mórbidos, sino fuertes,

 

quizá porque todo el cuerpo es un poco destartalado e intenso. Sus ojos contribuyen a que su presencia sea permanente, se vuelva inolvidable y se proyecte sobre lo que le rodea. Picasso — un hombre pequeño, delgaducho, todo ojos —  tiene algo diferente del tono gris habitual de las facciones humanas y parece un hombre más frito con aceite de oliva que con manteca de cerdo o mantequilla.  Tiene el pelo duro, áspero, sin suavidad. A priori parece un pilluelo, pero después parece tender a la inocencia.”

 

 

Siempre que hay un periodista o un escritor con vigoroso estilo, éste se plasma en las entrevistas.

Actualidad de todo esto cuando se publica una selección de entrevistas de ‘The Paris Review” (Acantilado), que nos abre de nuevo la intimidad de muchos autores.

(Imágenes- 1 y 4 – portadas de “The Paris Review”/ 2- Josep Pla/ 3- Picasso)

EL NO-VIAJE

 


Ahora que hay tantos impedimentos para viajar vienen a la mente los no -viajes, o dicho de otro modo los viajes singulares que han recorrido su especial mundo. Un libro titulado “El antiviaje” lo escribió la francesa Muriel Cerv, tal como lo cuenta Luis Pancorbo en su “ Mapamundi de lugares insólitos, míticos y verídicos”. Allí escribe la autora sobre su experiencia: “Me siento optimista como un buda, llena de esperanza en renacer en el corazón de una yema de loto en un estanque, o en un campo de patatas de Normandía, para convertirme en papilla mezclada con la saliva de la tierra, y explotar como una flor cada primavera, partícula soldada por la circulación de la vida que germina y se pudre sin fin.” Pancorbo recuerda también otro tipo de viajes  singulares o no-viajes, como el narrado por Xavier de Maistre en su “Viaje en torno de mi cuarto”, en 1825. Y ha habido viajes en torno al propio cerebro, como el realizado por el escritor húngaro Fridges Karinthy, quien en 1939 se puso a narrar lo que  se vive y se siente cuando a uno le operan de un tumor cerebral.”

 

Hay gentes que han viajado intensamente sin moverse de su sitio. Siempre desde  su Chiado de Lisboa, Pessoa confiesa: “He viajado. Creo inútil explicaros que no llevé ni meses ni días, ni otra cantidad cualquiera de cualquier tiempo viajando. Viajé en el tiempo, es cierto, pero no del lado de acá del tiempo, donde lo contamos por horas, días y meses; fue del otro lado del tiempo por donde yo viajé, donde el tiempo no se cuenta con una medida. Transcurre, pero sin que sea posible medirlo. Es como más rápido que el tiempo que hemos visto vivirnos.”

Y si hay algún título de un libro que pueda ajustarse al momento que estamos pasando es el de “Viajar es muy difícil”,  de Nuria Amat, unas páginas deliciosas sobre viajeros y viajes en la fantasía y en la realidad.

 

 

 

(Imágenes—1- Fan Kuan – Museo nacional del palacio -Taipéi/2-Lee Lawson/ 3- Alberto Sughi-1992- artnet)

VIAJES POR ESPAÑA (24) : CADAQUÉS

 

 

“Desde el balcón del piso que tenía alquilado en Cadaqués miraba los pailebotes fondeados en la bahía. Las rachas de viento oscurecían el azul del mar. El cielo era de una vaciedad increíble. Las olas eran pequeñas pero seguidas, durísimas, y las cabrillas tenían una espuma que el viento se llevaba, sin peso.  Los pailebotes me distraían. Las cargas de naranjas y mandarinas, de un rojo descolorido, tenue, de un rosa pálido, parecían mejillas de criaturas dormidas. De las cocinillas de los barcos surgía a menudo un hilillo de humo que el viento quebraba, y me parecía estar oliendo el arroz a banda del cocinero. No olía nada: lo que olía era el mistral inodoro e insípido. Sin embargo, llegaba un día en que el viento paraba y los pailebotes seguían su camino hacia Francia. Aunque algún día tenía que pasar… ¡vaya sorpresa! La bahía quedaba vacía, de una monotonía, de un tedio abrumadores. Después de la tramontana, era como si el mar estuviera convaleciente. ¡Las cargas de naranjas y mandarinas! Era como si Cadaqués estuviera convaleciente. “

Josep Pla— “Notas del crepúsculo’ – Dietario (ll)

(Imágenes— 1- Cadaqués- la Vanguardia/ 2- Cadaqués- Salvador Dalí org)

VIEJO MADRID (93) : PLA Y LA CALLE DEL ARENAL

 

“La calle más bonita, más elegante, más ciudadana, de Madrid — dice Pla en su “Dietario de 1921” — sigue siendo la del Arenal. Es la que va de la Puerta del Sol al Teatro Real, o sea, a la Plaza de Isabel ll. La calle tiene una cornisa perfecta — no puede haber calle sin cornisa — y hace una revuelta de lo más gracioso.

En época de nuestros abuelos la calle del Arenal era la más animada de Madrid. Su sabor isabelino le conserva un perfume de chocolate a la  francesa,, y por poca imaginación que tengáis os da la sensación de que os vais a tropezar en ella con Mérimée y Eugenia de Montijo. Después, don Juan  de Valera seguramente amó esta calle clara y normal. El estilo de la iglesia de San Ginés me recuerda la naturalidad burguesa del estilo de Valera. Los pisos de la calle os transportan  al clasicismo amable del escritor y os hacen evocar sus ninfas españolas de largas camisas de dormir e inacabable cabellera deshecha.

 

A la izquierda, en dirección al Teatro Real, está el pasadizo de San Ginés, que lleva al Teatro Eslava. Después, más abajo, a mano derecha hay una tienda llamada La Poupée. La calle termina en la costanilla de los Ángeles. Todos estos nombres son típicos del Madrid de Galdós, ya que no del de don Juan de Valera — por un matiz más fino de cursilería mesocrática—.”

 

(Imágenes—1-calle del Arenal – secretos de Madrid/ 2 y 3 – calle del Arenal- foto jjp)

LA VOZ DE ORTEGA

 

 

“Ortegaescribe Pla con sus grandes dotes de observador – es de estatura pequeña, pero grueso y metido en carnes, y viste una excelente americana cruzada de color gris claro, sobre la cual destaca un cuello planchado, reluciente, y una corbata azul, a lunares blancos. Un hombre bajito, vigoroso, uno de esos hombres que parece que tienen que llevar unos tacones una pizca más altos que los corrientes. Pero todo eso es secundario en esta figura, porque lo que fascina inmediatamente de este hombre son las líneas del rostro y el relieve de la cabeza, que eliminan del campo visual todo lo demás.

El contorno de la cabeza, invadida por una acentuada calvicie, es voluminoso. En ella destacan unas facciones a medio dibujar, de cierta rudeza, de acentuada volumetría, que a veces parecen modeladas en barro de una manera  tosca, que no ha logrado alcanzar la suavidad y la finura, pero que impresionan, por su masculinidad y la fuerza del relieve. La frente es amplia y vasta, prominente, y, debajo de las cejas, los ojos palpitan de vida: unos ojos matizados, de una movilidad sorprendente, que siguen las incidencias de la vida mental del profesor —en este momento su discurso — con una fidelidad absoluta, como siguen sus gestos, sus censuras o sus preferencias.

 


 

La voz de Ortega es prodigiosa. Es una voz llena, de barítono granado, de una admirable precisión  de matices, de una vocalización perfecta, llevada hasta las últimas exigencias vocales.  Por eso es una voz que parece sólida y al mismo tiempo es suave, afrutada, delicada, de superficies que incitan al tacto. Es como un mueble viejo, de buena madera, sólidamente construido y llevado, por medio de un trabajo persistente y misterioso, a presentar unas superficies bruñidas, de brillos fascinadores, de reflejos soñados. Esa doble serie de condiciones — esta voz sólida y fluida a la vez, estructurada y líquida — hace que se os aparezca como una cosa perfecta, acabada (…) En la oratoria de Ortega, el constructor del idioma y el artista del idioma son inseparables. (…)  Los oradores castellanos ( en general) tienden al solo de clarinete . El instrumento de Ortega es el violonchelo, un violonchelo de buena madera, muy bien ajustado, explícitamente bien tocado.”

 


 

(Imágenes-1- Ortega por Zuloaga/ 2-Nasa/ 3- Max Ernst- 1964- Galería lufof)

LA ENVIDIA, SEGÚN PLA

 

 

“En el mismo momento en que uno se pone a escribir para el público – recuerda Pla -, entra en la categoría de lo justiciable. Usted, este señor de enfrente, yo, pasamos a ser justiciables. Yo me he dedicado toda la vida a ello y mi experiencia es un poco larga. Se pasa a ser justiciable de no importa quién, tanto si esta persona conoce mejor que usted la materia de su escrito como si no sabe ni papa. Es un  oficio que conlleva como ningún otro el embate de la gente. Dichos embates pueden producir, a las personas que escriben, momentos de mucho malestar; a algunos las lleva a abandonar la actividad y a dedicarse a tareas más plácidas y tranquilas. Hay personas que son muy sensibles —demasiado sensibles.

 

 

Esta situación es lo que ha hecho decir, tantas veces, que la actividad literaria  —y en general todas las actividades artísticas — está llena de envidiosos de la más baja calidad, que son quienes actúan por vanidad y por popularismo. Hay que saber aguantar tales empellones, y lo mejor para hacerlo es estar seguro de lo que uno escribe y no caer en la pereza del oficio, no hacer demasiado caso, no responder nunca, mantenerse en una posición de firmeza hábil y de un tacto perfecto. Pero como quiera que, aunque se sigan estos buenos consejos, los embates continuarán, lo mejor es habituarse y reírse de ellos, pero sin ofender. Lo que quiere la gente  es que se le respete la vanidad y la fanfarronería que arrastra.”

 

 

(Imágenes -1-William Clutz -1999- artnet/ 2- sir Henri  Raembur- 1795- National Gallery/ 3- Benny Andrews – 1977- artnet)

RETRATOS PICTÓRICOS Y LITERARIOS

 

 

 

 

“Hay dos clases de retratos – decía Pla-: los pictóricos y los literarios. Sobre los primeros, una vez realizados, hay una cosa que los aguanta: es el parecido. El parecido lo cubre todo. Ahora, cuando con los años el modelo ha desaparecido, y el pintor y los testigos quizá también, el retrato es un objeto puramente legendario, una fantasmagoría más o menos real. Si el retrato de Pascal que hay en el museo del  Louvre, que si no recuerdo mal es de Frans Hals, debería tener la nariz más corta o más larga, da igual. A unos les parece poco larga y a otros demasiado corta. Es indiferente. ¿Quién sabe hoy cómo tenía la nariz Pascal?  En el museo del Prado se  encuentra el retrato de la familia de Carlos lV. Los republicanos afirmaron que es magnífico porque los personajes que contiene, la familia real, son considerablemente  grotescos. Los monárquicos lo encuentran exagerado y displicente, como es natural.  Los símbolos fascinan a la gente. ¿Qué se puede hacer? La señora Monna Lisa, que Leonardo da Vinci pintó y a la que le puso el nombre de La Gioconda, no parece que fuera tan bella como el artista la retrató. La sonrisa  tan fabulosa que Leonardo le  pintó en la cara — y que yo encuentro familiar — no la vieron nunca en aquella sociedad (…)

 

 

El retrato literario es muy diferente. No tiene ningún sostén. En literatura, el parecido no existe jamás, porque es un aspecto sistemáticamente opinable, como se ha demostrado, por ejemplo, ante la obra de Goethe, tan sobrecargada de academicismo. ¿Qué es lo que mantiene la verosimilitud del retrato literario? Sólo hay uno, que es el interesado, que a veces tiende a la objetividad y a la verdad. Quizá por estas razones el retrato literario es tan difícil (…) Si no sabemos qué aspecto tuvieron nuestros abuelos, qué cara tenían, cómo fueron, ¿ qué idea podemos tener del pasado del país?”

 

 

(Imágenes-1- la reina Isabel – National portrait gallery/ 2- Modigliani – retrató de Leopoldo Stolowski- Fundación Mapfre/ 3- Picasso _ retrato de Gertrude Stein)

ESCRIBIR SEGÚN PLA

 

 

“Para llegar a escribir alguna cosa que tenga un cierto sentido – decía Pla– hay que haber escrito muchísimo. Escribir muchísimo no supone ningún sacrificio, antes al contrario, es un placer — sobre todo si se tiene algo que decir, por poco que se diga. La literatura  no tendría ningún sentido si no fuese por el placer que produce escribir. No creo que haya nada más eficaz contra el tedio (…) Hay personas que escriben a raudales — en todas las actividades literarias — con una sorprendente facilidad. Y hay otras que escriben con mucha más lentitud, y aún así, la coherencia de la escritura es muy difícil de conseguir. Yo he formado parte siempre de esta clase de personal. Escribir pausadamente — a veces utilizando pausas muy largas — , ésta es la fórnula que yo he utilizado.

 

 

(…) Ahora: el acto de dedicarse a escribir, el acto de publicar, ¿a través de qué facultad humana se produce? A mi entender, se describe con el propio temperamento. Si, además del temperamento, el posible escritor posee una determinada cantidad de espíritu, mejor que mejor. Es llover sobre mojado, lo cual, en estos países tan fríos, áridos y secos, es de una gran eficacia. Escribir con el temperamento — eso es lo esencial. Hay que escribir con el temperamento, pero lograrlo es difícil. La timidez y el convencionalismo han creado otra clase de escritor: el escritor ficticio, el que apunta, el que no tira nunca, el que diluye los adjetivos — cuando no pone unos por otros, más amables, menos sorprendentes, menos sin pena ni gloria”.

 


 

(Imágenes-1- Josep Pla- Fundación Pla – Josep Verges/ 2- foto Harold Davis/ 3- Hossein Zare)

CLARIDAD Y PRECISIÓN AL ESCRIBIR

 

 

» Entre todas las diversas expresiones que pueden traducir uno solo de nuestros pensamientos – recuerda La Bruyere en sus «Caracteres»- , no hay más que una que sea la buena. No siempre la encontramos al hablar o escribir, y no obstante, es indudable que existe, que cualquiera otra es floja y no satisface a un hombre inteligente que quiere hacerse comprender.

Un autor bueno y que escribe cuidadosamente suele comprobar que la expresión que él buscaba desde hacía tiempo sin encontrarla, y que, al fin, ha encontrado era la más sencilla, la más natural, la que debía haber surgido la primera y sin esfuerzo.

Los que escriben caprichosamente se ven obligados a retocar sus obras; como el capricho no es siempre fijo y varía en ellos según las ocasiones, se desencariñan pronto de las expresiones que más amaron».

(…)

«Todo escritor, para escribir con claridad debe ponerse en el lugar de los lectores, examinar su propia obra como algo nuevo para el que lo lee por vez primera, en la que no tiene nada que ver y que hubiera sido sometido a su crítica por el autor, y además convencerse de que no le entienden a uno porque uno mismo se entienda, sino porque, en efecto, se es inteligible».

(…)

«La misma exactitud inteligente que nos lleva a escribir cosas buenas nos hace temer que no lo sean bastante para merecer el ser leídas.

Un talento mediocre cree escribir divinamente; un talento sólido cree escribir razonablemente».

 

 

En el terreno de las letras hispanas, y para evocar la claridad y la precisión, hay que recordar las palabras de Pla en uno de sus Dietarios: «el adjetivo debe ser, ante todo, inteligible y claro, y luego, si es posible, preciso. A veces el adjetivo surge enseguida; a veces, con mucha más calma ; a menudo, nunca. El adjetivo nunca puede ser excesivamente vulgar – en este punto el lenguaje del pueblo es fuente de muchos errores -, ni puede ser excesivamente erudito y difícil de comprender. Tiene que ser preciso y, si es posible, gracioso. A mi entender, este es el gran problema de la literatura : la adjetivación. En poesía y en prosa.

Hay que escribir con libertad, con gusto, con placer, pero con la máxima observación posible».

 

 

(Imágenes – 1- foto – : Kevin van Aelst – The New York Times/ 2- bibliotheque tumblr/ 3- página del Diario de Katherine Mansfiel del 6 de septiembre de 1911)

MEDIO SIGLO DE «EL CUADERNO GRIS»

 

Pla-rrtb-Josep Pla en el Mas Llofriú

 

«El escribir ha creado dentro de mí un yo íntimo y espontáneo, una persona extraña, que muchas veces ni yo mismo comprendo lo que tiene que ver conmigo, de tantas diferencias como constato. En virtud de este desdoblamiento resulta que si yo, por natural, soy un ser débil y mísero, cuando tengo una pluma en la mano me vuelvo dionisíaco y ofensivo, entro en un estado de exaltación silenciosa y soy capaz de mantener una posición hasta las últimas consecuencias«. Así se confiesa Josep Pla en «El cuaderno gris» y así  lo leo una y otra vez en estos días saboreando esa gran literatura de observación a la que me he referido aquí alguna vez.

Algunos comentaristas se preguntan hoy qué sucede con Pla y el eco de su figura, pero el gran homenaje a Pla es tenerlo con frecuencia en la mesilla de noche de la atención, oír sus pasos de prosa por el campo de los países, admirar cómo escoge adjetivos y detalles, aprender de su humor y su ironía envuelta tantas veces en sentido común.

 

Pla- ny- manuscrito original de El cuaderno gris- wikipedia

 

A los 21 años, asomándose al espejo de la página, Pla se ve como «un hombre volandero y huidizo, superficial, enigmático, inseguro y equívoco. De ahí – dice – la teoría de mi frivolidad cínica. Otros desconfían de mí (…) Sería capaz de adular a una persona inteligente en cualquier rama del saber siempre que esta persona pudiera enseñarme algo. No sería capaz, en cambio, de adular a nadie más, salvo que mi pobreza fuera extrema. Me gustan más las mujeres simpáticas que las bellas, tengo una tendencia al racionalismo matizada por la ironía; me gusta vivir entre gente bien vestida, aunque por mi parte janás he prestado atención personalmente a mi indumentaria. Me gustan los zapatos cómodos aunque estén muy usados. No tengo ninguna ambición, y sería incapaz de dar un paso para conseguir una posición brillante. Me gustaría tener dinero, porque el dinero es libertad, principalmente en nuestro país, pero no dinero cuya administración me hiciera perder mucho tiempo o me produjera una especie de angustia triste y estéril. Prefiero la conversación con un comerciante, con un industrial, con un campesino, con un veterinario que con un colega…».

Así va asomándose al espejo en «El cuaderno gris», su personal taller de escritura.

 

Pla- nyu- Pla junto al escritor catalán Manuel Brunet- wikipedia

 

(Imágenes.-1.-Josep Pla- wikipedia/ 2- manuscrito original de «El cuaderno gris»- wikipedia/ 3,. Pla con el escritor catalán Manuel Brunet- Wikipedia)

CORRESPONSALES ( 2)

 

figuras-tbbf-Fritz Winter- mil novecientos treinta y cuatro

 

Las distancias para los corresponsales de prensa hace años eran fundamentales. En mis tiempos de Roma o de París – en la década de los sesenta – había que calcular muy bien el recorrido desde el domicilio hasta la oficina telegráfica desde donde se debía transmitir cuando no se utilizaba el teléfono como algo primordial. No existía, naturalmente, Internet, el corresponsal no notaba en el cogote – como escribió Xavier Batalla – el aliento de los locutores de la CNN.

En 1964, como corresponsal en Roma de dos diarios españoles, había previsto con exactitud el tiempo que empleaba en automóvil – vía Cristóforo Colombo, Piazza Venecia, vía del Corso, Piazza San Silvestro – para llegar a la hora designada a la oficina del «télex». Roma tenía además una ventaja excepcional. Los despachos de la Stampa Estera – la prensa extranjera – estaban situados frente a frente con la oficina telegráfica y un corresponsal podía, o bien trabajar en casa y atravesar la ciudad para entregar la crónica, o bien hacerlo en la sala de prensa extranjera y al concluir –

 

figuras-oco-Chris Fennell- dos mil nueve

 

entre colegas como Julio Moriones, Luis León de la Barga, José Salas y Guirior – bajar rápidamente las escaleras y cruzar la estrecha calle con la crónica en la mano antes de que Jaime Campany se adelantase con su proverbial velocidad.

Eran tiempos distintos en el periodismo tanto en París como en Roma, como en cualquier otra parte del mundo. El oficio es el mismo y la intuición permanece inalterable, pero lo que la época siempre altera y seguirà modificando es el modo y el rito de las transmisiones. Cuenta Luis Foix cómo José Luis Navarro, que firmaba en La Vanguardia con el seudónimo de «José Luna» desde su corresponsalía en Rabat, tuvo que mandar su crónica en 1972, cuando ocurrió el atentado al rey Hassan ll, a través de un pariente suyo que residía en Tánger, al estar cerradas todas las comunicaciones de Rabat con Europa.

Lo importante siempre es transmitir. Que llegue a tiempo la crónica periodística. El primer paso es ese minuto de la transmisión: comunicar en el momento preciso. El paso anterior es la redacción, la construcción de esa crónica; el paso precedente es el análisis, y antes, por supuesto, la observación. Y aún existe un primerísimo paso cada día que es el de la elección del tema.

Yo he escrito, tanto en Roma como en París, numerosísimas crónicas en el coche. Había que acortar al máximo el tiempo para la transmisión, asunto verdaderamente capital. ( Si nos asomamos por un momento a la Historia, el gran periodista Josep Pla, corresponsal de La Publicidad en París en 1919, pasó sus primeras semanas en el Hotel de Nantes, en una calle adyacente a la iglesia de Notre-Dame de Lorette. Pero fue al

 

figuras-unree-Sohan Qadri- dos mil siete

 

cabo de un mes, cuando su amigo, el grabador Ricart, le recomendó otro más céntrico, el Hotel de Rouen de la rue Notre-Dame des Victoires, entre la Biblioteca Nacional y la Bolsa, a cuatro pasos del centro internacional de prensa con oficina telegráfica que Pla tenía que utilizar.) Por mi parte, y modestamente, yo agradeceré siempre en aquel 1968 el cuartito en la rue Gaillon que me permitió estar a un paso de la place de la Bourse desde donde mandaba mis crónicas por «télex» y agradeceré ese enclave, muy cerca de los puentes del Sena, que también me permitió seguir el 11 de mayo hacia las tres de la tarde a la enorme multitud de estudiantes cruzando el río camino de la Sorbona en plena ebullición de los «sucesos» del llamado mayo del 68.

 

ciudades.-68jj.-París.-11 de mayo 1968.-Gilles Caron

 

(Imágenes-1-Fritz Winter– 1934/ 2.-Chris Fermell-2009/ 3,. Sohan Qadri- 2007/4.- París, mayo 1968- Gilles Caron)

EL ROSTRO DE LAS LETRAS

 

 

 

A veces los rostros de las letras hacen pasar unidos a Unamuno del brazo de Baroja, de la Pardo Bazán, de Galdós, de Rosalía o de Pla, de Juan Ramón, Machado, Azorín, Valle- Inclán, Gómez de la Serna, Ramón y Cajal, los Quintero o Benavente. A veces los rostros de las letras dejan pasar imágenes encadenadas en el tiempo y  no hay mas que contemplarlas. No hay que añadir nada más.

(Con motivo de la exposición que tiene lugar en Madrid desde el 24 de septiembre al 11 de enero de 2015 en la Dirección General de Bellas Artes: «El rostro de las letras. Escritores y fotógrafos en España desde el Romanticismo hasta la Generación de 1914«)

 

VERANO 2014 (3) : JOSEP PLA

caminos-nju-Henri Cartier Bresson- mil novecientos sesenta y ocho

 

«Hay otra manera de evitar el polvo  de las carreteras – escribe Josep Pla -: consiste en no pasar por ellas. Tomar los senderos, los atajos, caminar, prácticamente, a campo traviesa. Si se me permite un consejo sincero, es lo que aconsejaría para viajar a pie. Para tener un contacto directo con la tierra, para gozar de la belleza de los campos, para comprender hasta qué punto un paisaje puede ser delicioso y apreciar el encanto de las cosas que hay sobre la tierra, los senderos son excelentes. Caminar por los senderos de un hermoso país – tan bien cultivado, tan luminosamente ordenado como el nuestro – es algo muy delicado y exquisito. A veces serpentean entre pinares oscuros, solitarios, tocados por un aire silencioso, ondulantes en la grave y alta sonoridad que el viento modula

 

 

caminos-tyu-gentes-Louis Welden Hawkins

 

en las copas de los pinos. Otras veces pasan por las arboledas manchadas de sol y de sombras ligeras, un juego viviente de hojas claras y de verdes aguados, que repiquetean al pasar el aire. Los pinares son secos y su perfume aéreo. Las arboledas tienen como un cuerpo de frescor húmedo, las hierbas sombreadas un olor carnal y denso. Tanto en un paraje como en otro, tiendes a detenerte, a sentarte un rato sobre una piedra o a tumbarte sobre la tierra. Por ello son sin duda estos viajes  tan cortos, por lo que se refiere a los kilómetros, porque en realidad no son más que pretextos para caminar lo menos posible y contemplar, desde posiciones mas o menos horizontales, la belleza de la tierra.

 

caminos- vvce-Louis Welden Hawkins-

 

(…) Es agradable dejar de lado la carretera y enfilar un sendero. A menudo, a la salida de esos pueblos hay unas viejas higueras, cargadas de fruta, de pulpa olorosa, colmadas de abejas. El sendero puede seguir el curso de una u otra corriente de agua – corriente siempre escasa en cualquier momento del año -. Sin embargo, ese camino te llevará, indefectiblemente, a un punto donde la tierra se abre: te encontrarás en medio de una fresca y solitaria arboleda. Si miras a lo alto de los árboles, verás moverse las hojas, entre el sol y la sombra, deliciosamente. La suavidad del aire, el frescor de la tierra, el tierno azul del cielo que el ramaje te dejará entrever, te producirá una agradable distensión; se te despertará la curiosidad: la cosa más pequeña – esa irisada telaraña colgada entre dos ramillas – te parecerá una maravilla.»

Josep Pla.- «El payés y su mundo»

(Imágenes.-1.-Cartier- Bresson.-1968/ 2 y 3 -Louis Welden Hawkins)