KAFKA, LA SOLEDAD, LA ESCRITURA

 

 

”Una vez me dijiste – le escribe Kafka a Felice Bauer en enero de 1913 – que te gustaría estar sentada a mi lado mientras escribo; pero date cuenta de que en tal caso no sería capaz de escribir ( tampoco es que lo sea mucho en general), pero en ese caso es que no podría trabajar en absoluto. Escribir significa abrirse  desmesuradamente; la más extrema franqueza y la más extrema entrega, en las que todo ser ya de por sí cree perderse, en su trato coh los demás (…) Por eso nunca puede estar uno lo bastante solo cuando escribe, por eso nunca puede uno rodearse de bastante silencio cuando escribe, la noche resulta poco nocturna, incluso. Por eso no dispone uno nunca de bastante tiempo, pues los caminos son largos, y es fácil extraviarse (…)

 

Con frecuencia he pensado que la mejor forma de vida para mí consistiría en encerrarme en lo más hondo de una vasta cueva con una lámpara y todo lo necesario para escribir. Me traerían la comida y me la dejarían siempre lejos de donde yo estuviera instalado, detrás de la puerta más exterior de la cueva. Acto seguido regresaría a mi mesa, comería lenta y concienzudamente, y enseguida me pondría de nuevo a escribir. ¡ Lo que sería capaz de escribir entonces! ¡De qué profundidades lo sacaría! ¡Sin esfuerzo! Pues la concentración extrema no sabe lo que es el esfuerzo!”.

Estas palabras volverán a aparecer en la Corrrespondencia  completa de Kafka, al cuidado de Jordi Llovet, anunciada para noviembre próximo. Estas palabras fascinaron a Ricardo Piglia en “El último lector”.

 


 

(Imágenes -1- Praga – Stanco Abadzic/ 2- Richard Prince – 1986/ 3 – Alberto Durero-  1506)

LA METAMORFOSIS

 

escritores- fvhu. Franz -Kafka- Ene Splichal

 

Se cumplen ahora cien años de la publicación de «La metamorfosis» y el excelente crítico italiano Pietro Citati nos adentra en la mañana del 17 de noviembre de 1912, domingo, en la habitación donde Kafka aún está en la cama. «La noche antes – comenta Citati – escribiendo «El desaparecido» no había quedado satisfecho; le parecía que la novela empeoraba; luego soñó que un mágico cartero le entregaba dos mágicas e inagotables cartas de Felice. En ese momento, en la cama, esperaba al cartero real, con las cartas reales de Felice. Le esperó hasta las doce menos cuarto: en esas dos horas de terrible espera fue asaltado por su angustia recurrente, la angustia de ser expulsado del mundo, como un animal parasitario que los hombres pueden aplastar o emprenderla a puntapiés con él (…) Esa noche comenzaría a escribir «La Metamorfosis» que acabaría el 7 de diciembre de 1912 (…)

 

escritores- Kafka- Tullio Pericoli

 

En esos días – prosigue Citati -, en el pequeño cuarto de la Niklasstrasse se produjo una doble transformación. Escribiendo en su guarida nocturna, Kafka descendió cada vez más profundamente bajo tierra, donde ningún explorador de los abismos había penetrado antes que él. Como todos los grandes creadores reveló el don de asumir todas las formas y de mutar cada especie (…) También Tolstoi se convertía en insecto, caballo, pájaro, para transformarse en la vastedad del universo viviente. Kafka, en cambio, se transformaba sólo para descubrir las profundidades de él mismo. Mientras tanto, trasladaba al piso de la Niklasstrasse, donde vivía con sus padres, el piso de Gregor Samsa. Todo correspondía: el armario con la ropa, el escritorio y el sillón: el hospital más allá de la ventana, las luces de la calle que se reflejaban en la parte alta del cuarto, las puertas, la disposición de los otros cuartos del piso. De esta manera, durante un mes, su habitación se convirtió en el teatro de una tragedia que duró un invierno».

 

Kafka-rfvv-Le Monde- Associated Press

 

Hablando de «La Metamorfosis» recordaba en uno de mis libros que «Gógol voluntariamente inventa la desaparición de una nariz en San Petersburgo – que es lo inverosímil, pero que en principio es lo más fácil -, pero esa invención posee unas reglas propias de desarrollo que el escritor debe seguir a lo largo del relato, y eso es lo más  difícil ; y así también Kafka empieza una historia cuya primera frase dice así: «Cuando, una mañana, Gregor Samsa se despertó de unos sueños agitados, se encontró en su cama convertido en un monstruoso bicho», y esta sorprendente frase, a pesar del salto inverosímil y  de la audacia literaria que supone, es lo más fácil comparado con el resto: contar lo que le sucede a ese insecto (y contarlo con la lógica realista) en un edificio de apartamentos en Niklasstrasse de Praga.

Lo difícil es proseguir el relato».

 

escritores.-677y.-Kafka en Zürau en 1917

 

Es interesante anotar que cuando una edición de «La metamorfosis» de 1915 se estaba preparando, Kafka mandó una carta a la editorial en la que mostraba su alarma ante la posibilidad de que el ilustrador de la cubierta representara de algún modo al insecto que protagoniza la narración. En las Notas a la excelente edición de las «Obras completas» de Kafka al cuidado de Jordi Llovet ( Galaxia Gutenberg), se recoge esa carta: » El insecto mismo no debe ser dibujado. Ni tan sólo ser mostrado desde lejos… Si yo mismo pudiera proponer algún tema para la ilustración, escogería temas como : los padres y el gerente ante la puerta cerrada, o, mejor todavía: los padres y la hermana en la habitación fuertemente iluminada, mientras la puerta hacia el sombrío cuarto contiguo se encuentra abierta».

 

Kafka-unng-La Metamorfosis- edición de mil novecientos diciseis- wikipedia

 

En el fondo el escritor está valorando esa continuación lógica del relato que tanto le ha costado escribir, no su salto inicial – su principio, la audacia de su invención -, sino la continuidad de esa invención entre los personajes y el piso, que es lo más difícil.

(Imágenes.- 1.-enesplichal/ 2.-Kafka- caricatura de Tullio Pericoli/ 3.-Kafka en el campo, en 1917/ 4.-portada de «La Metamorfosis»- 1916)

 

KAFKA Y LOS RATONES

escritores.-88y -Franz Kafka.-Uncredited and Undated Phoyograph

«En la casa le habían hecho una cómoda tumbona –evoca el gran crítico italiano Pietro Citati al recordar a Kafka en el otoño de 1917, cuando el escritor se encontraba en Zürau – Allí estaba estirado «como un rey», sin camisa, mientras nadie podía verle. Una noche, hacia mediados de noviembre, le asaltó el horror. (…) De vez en cuando, en el otoño, había sentido un roer ahogado: una sola vez se levantó temblando y fue a ver. Pero, esa noche, asistió al alboroto mudo y rumoroso del pueblo espantado de las ratas. A las dos fue despertado por un roce cerca de la cama y desde ese momento no cesó hasta la mañana. » Arriba y abajo por la caja de carbón – confiesa Kafka -, una carrera a lo largo de la diagonal de la habitación, círculos trazados, leños roídos, silbidos ligeros durante el reposo, y mientras tanto siempre el sentido del silencio, de la secreta actividad de un pueblo proletario oprimido, al que pertenece la noche». «Nada a lo que agarrarme en mi persona – le escribe a Felix Weltsch -, no me levanté ni encendí la luz, la única posibilidad era gritar un poco para intentar asustarles… Por la mañana estaba demasiado asqueado y deprimido para levantarme hasta la una».

animales.-99h.-gatos.- Mokona.-Linda Gavin

A partir de entonces Kafka tuvo un gato en la habitación, según lo cuenta Ronald Hayman en la biografía del escritor, aunque detestaba que el gato le saltara a las rodillas cuando estaba escribiendo o a la cama cuando estaba acostado. Kafka atribuyó su miedo a los ratones » a la impresión que dan de poseer -así se lo dijo en una carta a Max Brod a principios de diciembre de 1917- esa inesperada, indeseada, ineludible, considerablemente silenciosa, obstinada y secreta intención, junto con la sensación de que todas las paredes de alrededor están infestadas de sus galerías, y de que están acechando ahí, y de que a causa de las horas nocturnas que les pertenecen, y de su tamaño diminuto, son ajenos a nosotros y en consecuencia es tanto más difícil atacarles«.

escritores--5gcc.-manuscrito de El Proceso de Kafka

Ahora puede leerse en la prensa que El Archivo Literario Alemán ha adquirido en una subasta por una suma que no ha dado a conocer la famosa carta de Franz Kafka a su amigo Max Brod, en la que confiesa su miedo a los ratones. Son cuatro páginas fechadas el 4 de diciembre de 1917 y la carta – según dice la nota de prensa– será subastada junto a otros manuscritos de Kafka acompañada con testimonios de su influencia sobre escritores como Elias Canetti, W.G. Sebald y Gilles Deleuze en una pequeña exposición titulada «Los ratones de Kafka«. Son patentes también, añade esa nota, las huellas que llevan a obras diversas, como por ejemplo «Josefina la cantora o el pueblo de los ratones» o «La madriguera».

animales.-98.-gatos.-Neil Libbert

El tema de los animales, de sus galerías subterráneas y de sus madrigueras fue recurrente en la obra narrativa de Kafka, y en sus Obras Completas  – la edición dirigida por Jordi Llovet (Opera Mundi) – se recuerda la carta que el escritor dirigió a Milena Kesenská diciendo: «Yo era un animal salvaje que no vivía casi nunca en el bosque, sino que me enterraba en cualquier lugar cavando un agujero» o aquella otra que envió a Max Brod en 1923: «Camino para uno y otro lado o estoy sentado, petrificado, tal como haría en su madriguera un animal desesperado…». Si Luis Izquierdo en su «Kafka» (Barcanova) hace alusión a las transformaciones de animales en el escritor checo como estados de ánimo, es sin duda la gran traductora y especialista en Kafka, Marthe Robert, la que recuerda que «lo que distingue  de manera fundamental a los animales de Kafka de todos los animales alegóricos y fabulosos es su animalidad verdadera, doliente, misteriosa por su misma limitación, digna de atención y de infinito respeto. (…) Lo que hace de «La madriguera» un relato conmovedor y no una fría alegoría es el trabajo del Animal, ese trabajo para el que tiene una sola herramienta: su cabeza, su pobre frente martirizada y sangrante«. «Kafka fue un individuo aislado – evoca igualmente Marthe Robert en «Reales e imaginarios» (Cuatro) -; en cierta medida, fue un apátrida en Europa«.

Y fue allí, en Zürau, donde leía a Kierkegaard, a San Agustín y a Tolstoi, donde a Kafka le aterrorizó el ruido de los ratones.

animales.-88hh.-gatos.- Franz Marc

(Imágenes.-1.-Franz Kafka hacia 1917.-Undacredited and Undated Photography/2.-Mokona.-Linda Gavin- hide213.ebb.jp/ 3.- página del manuscrito de «El proceso»/4.-flying cat.-Neil Libbert.-michaelhoppengallery.com/ 5-Franz Marc.-1913.-Gallery Kumstsammlung.-Düsseldorf.-Alemania)

KAFKA Y SU PLUMILLA DE ESCRIBIR

Los investigadores, al acercarse a las obras de los grandes y pequeños autores para analizarlas, señalan cosas como éstas que llaman la atención:

«Legajo de 16 hojas con cuadrícula de color azul celeste procedente de un bloc, del que fueron segregadas. Según testimonio de Dora Diamant, compañera de Kafka durante su estancia en Berlín, la larga narración inacabada que ocupa la mayor parte del legajo, conocida en alemán, según la edición de Max Brod, como Der Bau (palabra que se ha traducido en español por «La construcción», «La madriguer o «La guarida»), fue redactada en esa ciudad a finales de 1923. Pero no «en una sola noche», como afirma Diamant, sino en varios días, como acreditan los cambios de letra en el manuscrito (…) Por el uso de una plumilla especialmente fina, que Kafka usó también en cartas fechadas a finales de 1923, se deduce que este legajo es anterior al que incluye la narración titulada «Una mujercita», por lo que cabe fechar su redacción en los dos últimos meses del año 1923″.

Leo esto en las Notas que Jordi Llovet aporta a la gran edición de las «Obras Completas» de Kafka (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) y me pregunto qué se investigaría ahora – con Kafka y con tantos otros – si toda la creación estuviera únicamente volcada en la pantalla del ordenador. ¿Desaparecerán las plumillas especialmente finas o particularmente gruesas? ¿Se advertirá con nítidez en la pantalla que un texto no ha sido escrito «en una sola noche» sino en varios días? ¿Cómo se transmiten los temblores de los sentimientos, las dudas y  preocupaciones de alguien que escribe si ese pulgar que teclea nunca lo va a revelar?

Curiosa tarea la de los investigadores del futuro descifrando a los posibles Proust ( como el célebre de sus  Cuadernos nocturnos y retazos de páginas superpuestas),  o al imaginario Kafka del porvenir cuyos debates interiores, a pesar de la luminosa superficie que emite toda pantalla, es bien difícil que – sobre la escritura –  arrojen una mayor luz.

(Imágenes: Kafka, hacia la época del doctorado (1906)/ Una de las primera páginas del «Diario» de Kafka)