HEMINGWAY Y PAMPLONA

escritores-buec-Ernest Hemingway

 

«Quedamos con Antonio Ordóñez para la hora de cenar en «Las Pocholas». Y regresamos hacia la Plaza del Castillo. Hemingway pisaba las grandes losas con la dignidad y el gozo de quien vuelve a tomar posesión de algo muy suyo. A fin de cuentas, a partir de «Fiesta« había comenzado su vida literaria.

Se fue derecho a la terraza del bar «Choko», después de echar una mirada a la plaza entera.

– Antes iba al «Iruña», allí enfrente – dijo Hemingway -, pero se ha puesto cargante ese bar.

Además del «Choko» había a mano otros bares, el «Kutz» o «El Torino», y como el día era largo, habría tiempo para probar las sillas de uno y otro.

Y seguía constante, clamoroso, arrebatado, el homenaje del pueblo, no sólo del pueblo navarro, sino de españoles de todas las regiones que se mezclaban en la cola con los extranjeros. Hemingway hablaba, firmaba. Y de vez en cuando se quedaba abstraído, aturdido, como burlado. De repente, a mí me entraban ganas de preguntarle sobre personajes o hechos pasados.

– ¿Qué tal era Belmonte cuando lo conociste?- le dije en un descanso.

– Más bien callado, un tipo poco expresivo.

– ¿Tímido acaso?

– Un poco raro. Se pasaba uno con él un mal rato hasta que se ponía en facha. Cuando se ponía bromista era divertido, pero esto ocurría poco. Lo natural es que se mantuviera taciturno, como desdichado.

– ¿Tanto?

– Siempre me pareció preocupante».

 

escritores.-thhui.-Hemingway

 

Todo esto lo cuenta Castillo Puche en su «Hemingway«, cuando pasea con el escritor por Pamplona y por diversos sitios de España. Es sabido que Hemingway, años antes, en el verano de 1924, había vuelto a los Sanfermines (había estado ya en 1922 y 1923) y corre los toros por las calles. En Pamplona se hospeda  en el Hotel Quintana, cuyo dueño le presenta a  diversos toreros. «Aunque los tablones del encierro estaban puestos – prosigue contando Castillo Puche-, todavía no había aparecido el personaje principal de la Fiesta: el toro». Lo sucedido en Pamplona le fascinó por completo. Anthony Burgess recuerda que Hemingway idolatró al torero Nicanor Villalta y pensó que cuando tuviera un hijo le iba a bautizar con ese nombre. Durante años escribió breves apuntes de las corridas, apuntes vigorosos, sangrientos, para unos imparciales, para otros brutales.

 

escritores.-Ernest Hemingway

 

Las relaciones con el arte taurino y el arte de narrar han sido estudiadas por muy diversos autores. «La gran cosa es resistir – escribe Hemingway hablando de su oficio en «Muerte en la tarde« – y hacer nuestro trabajo, y ver y oír e intentar comprender; y escribir cualquier cosa cuando sea;  y no antes; y no demasiado tarde (…) Se trata de trabajar y aprender a rendir». «Escribiendo para un periódico – había dicho en otra ocasión – se cuenta eso que sucede y, con uno o dos trucos, se llega a transmitir  la emoción gracias al elemento de temporalidad que hace emocionante no importa el tipo de suceso que se haya producido ese día. Pero la verdadera realidad, el encadenamiento de movimiento y de hechos que constituyen la emoción y que serán aún válidos un año o diez años después, esto no se encuentra aún a mi alcance, y debo trabajar muy duro para intentar alcanzarlo (…) Yo querría dotar la prosa de una cuarta dimensión, algo más difícil de escribir que la poesía, escribir sin trucos y sin mentira alguna, sin nada que arriesgue el corromper la prosa inmediatamente».

 

escritores,-.55ec.-Hemingway.-Jean Philippe Charbonnier.-1950

 

(Imágenes.- 1,2 y 3 – Hemingway/ 4.- Hemingway- Jean Philippe Charbonier- 1950)

PARÍS & SIMENON & MAIGRET

maigret.-8junm.-Simenon en su domicilio de Lausanne.-photo. ina.fr

«Durante largo tiempo – confesaba Simenon -, la víspera de empezar una novela, afilaba minuciosamente cinco docenas de lápices, todos ellos de la misma marca, que, dentro de un cilindro de cuero, formaban un manojo. Incluso el hecho de afilarlos era para mí un placer. No hay que olvidar, como ya he dicho en alguna ocasión, que yo he soñado desde hace largo tiempo en ser un monje de la Edad Media en su celda blanqueada, copiando con un hábil pincel textos romanos o griegos que, si no fuera por tal copia, quedarían desconocidos. (…) Mis lápices, mi papel amarillo, mis páginas que se iban cubriendo poco a poco de letras bien formadas, eran un poco como mis incunables. (…) Cada tarde, yo volvía a afilar mis sesenta y tantos lápices con la ayuda de un pequeño aparato eléctrico, y ponía en ese trabajo el mismo amor que en el escribir. Porque tras cinco o seis líneas, debía cambiar de lapicero ya que la mina, al hacerse más gruesa, no me dejaba trazar bien los caracteres. Con frecuencia he contestado a los periodistas cuando me preguntaban:

– Yo no soy un intelectual sino un artesano.

Ellos sonreían incrédulos, y sin embargo cuando yo afilaba mis lápices, cuando yo escribía apenas una línea, era sobre todo un artesano, lo mismo que cuando a la mañana siguiente tecleaba todo eso en la máquina».

maigret.-rrcttg.- Jean Philippe Charbonier.-1951.-transphotographies. com

Al otro lado de las ventanas de estas palabras, los rincones, las vidas y los interiores de París pasan despacio, con su aparente monotonía, mientras Simenon (ahora en otra ocasión) sigue hablando : «Si tengo esta disciplina, si yo escribo tantas novelas por año, es porque existe una señal de alarma que siempre ha funcionado. Cuando no me he encontrado bien le he dicho a mi médico lo que me pasaba y él me ha respondido: «¿Cuándo empieza usted una nueva novela?». Yo le he contestado: «Dentro de ocho días». Y él me ha respondido: «Entonces esto va bien» Es un poco como cuando él me hacía una receta y escribía: «Hacer una novela lo más rápidamente posible». Es mi terapia, aquella que mejor me conviene».

Maigret.-rt6.-Simenon con Etienne Lalou en una café cerca del Quai des Orfévres.-photo.ina.fr

«Maigret no es un hombre inteligente – le confiaba también Simenon a Roger Stéphane -. Es un intuitivo. En absoluto el hombre de mirada aguda que se da cuenta inmediatamente del pequeño detalle. Incluso diría que en las primeras novelas, él tenía un aire casi bovino. Era un tipo enorme, un poco paquidermo, que se paseaba, que aspiraba, que palpaba y que ha continuado como entonces más o menos. Dicho de otro modo, es un intuitivo que, exteriormente, no tiene nada de maligno (…) O también dicho de otra forma, un hombre muy ordinario en apariencia, también de una inteligencia ordinaria, de una cultura media, pero que sabe aspirar el interior de las gentes. Bebe bastante. Le gusta mucho comer, sobre todo platos simples, eso que yo llamaría los platos del pueblo. Adora el guisado; la carne mechada es uno de sus platos preferidos. Es casi un plato de portería, ¿no es cierto? Lo que se cuece a fuego lento en muchos lugares. Maigret apenas tiene mis gustos (…) Su apartamento no es ni feo ni bonito. Es un apartamento de un funcionario parisino. No tiene gustos particularmente modernos. Es un apartamento confortable. Lo que a él más le importa es tener un sillón a la medida de su cuerpo, con una buena iluminación para leer bien los periódicos».

maigret.-yynhh.-Willy Ronis.-afterinagegallery, com

Al otro lado de las ventanas de estas palabras suben y bajan las escaleras de París, con su aparente monotonía, mujeres y hombres que un día posiblemente serán personajes atisbados por ese paciente y grueso Maigret del que alguna vez ya he hablado en Mi Siglo.

(Imágenes: 1.-Georges Simenon en su domicilio de Lausanne.- photo. ina. fr/2.-Jean-Philippe Charbonier.-transphotographies.com/3.Simenon con Etienne Lalou en un café cercano al Quai des Orfévres/ 4.-Willy Ronis.-afterinagegallery.com)