BESAR Y ABRAZAR

 

Ahora con la pandemia se han limitado en todo el mundo los saludos tradicionales de abrazos y besos que se habían extendido durante siglos en cada sociedad. La preocupación por el contacto físico y la obligatoriedad de usar la mascarilla  alejan aquellos movimientos cordiales y afectuosos a los que estábamos acostumbrados. Los besos y abrazos, sin embargo,  se han multiplicado  en el tiempo.  Como recuerda Jean Chevalier en su “Diccionario de los símbolos”, en la antigüedad se abrazaban los pies y las rodillas de los reyes, de los jueces y de los hombres poderosos: con eso intentaban darles  una reputación de santidad. Y se abrazaba también a las estatuas a fin de implorar su protección. En la Edad Media y en el derecho feudal, el vasallo tenía que besar la mano de su Señor:  y de ahí nace  la expresión “besamanos”. El beso ha sido siempre signo de concordia, de respeto y de amor. Ya en el Génesis era costumbre darse un beso al saludarse y despedirse padres e hijos, así como entre parientes próximos y entre buenos amigos. Naturalmente el beso expresaba el amor conyugal, como así lo recuerda el Cantar de los Cantares.  En el libro de los Reyes, en el de Job y en el  profeta Oseas, el beso pertenecía también al ceremonial cortesano en presencia de huéspedes ilustres y de personas reales;  en este último caso, como refieren los Salmos, se besaba a la persona misma o a su cetro. Se cree que el acto de besar a los huéspedes procede de Grecia. El beso como signo de honor era muy usado entre los rábinos y los cristianos se saludaban, como así lo atestigua  varias veces San Pablo, con el ósculo santo.

 

(Imágenes—1- Joan Miró: constelaciones en el amor de una mujer/ 2-Stanco Abadzic)

LOS GATOS Y LA HISTORIA

 

 

 

“Largo tiempo el gato —así lo cuenta el historiador Michel Pastoureau — ha sido mirado en Europa  cómo un animal negativo, un ser secreto, un atributo de fantasmas. Se le han reprochado sus costumbres nocturnas, su independencia, su hipocresía, su pelambrera negra o atigrada. Se creía de él que tenía el poder de los embrujos (especialmente en el dominio del amor), y de atraer la desdicha sobre una persona o sobre una casa.  Por otro lado, hasta el siglo XlV, más o menos domesticado, entraba en las viviendas para cazar ratones. En la época moderna, torturar o hacer morir a un gato era una  diversión popular muy frecuente, sobre todo en la época de carnaval y en el momento de las fiestas de San Juan, cuando por toda Europa se quemaban ritualmente a los gatos o se les encerraba dentro de un saco y los ahogaban.

 

 

En la ciudad de Metz, por ejemplo,  esta costumbre bárbara no acabó hasta 1773. Todos esos rituales tenían por efecto una especie de exorcismo: intentaban cazar los malos espíritus, poner fin a las epidemias, proteger a los hombres y a los animales. Al pasar el tiempo, estas prácticas festivas y colectivas quedaron más contrastadas con las actitudes privadas ante los gatos. La desconfianza y barbarie de un principio pasaron luego a la acogida y a la afección. Desde la Edad Media los gatos adquieren el derecho de entrar en las casas y llegar a hacer parte de la familia. Este cambio tiene lugar en la mitad del siglo XlV, cuando la peste negra hace estragos y mata a cerca de un tercio de la población europea. Se creía que la gran rata negra era uno de los agentes propagadores de la epidemia y el gato fue el encargado de combatir. Diversos hombres de letras han sido célebres también por sus gatos y han contribuido a revalorizar a este animal : así Montaigne, La Fontaine o Montesquieu.

 

 

En su “Diccionario de los símbolos”, Jean Chevalier  anota que el gato oscila entre las tendencias benéficas y maléficas. En Camboya, un gato es transportado de casa en casa a lo largo de una procesión con la intención de obtener la lluvia; cada vecino intenta persuadir al gato con sus gritos. En la tradición musulmana el gato es siempre favorable, excepto si es negro. Se dice que un gato negro posee poderes mágicos. Entre algunos  indios de América del Norte, el gato salvaje es símbolo de la astucia, la reflexión, la ingeniosidad, gran observador, maligno, que al final logra siempre su propósito. Y de la astucia y la ingeniosidad, se pasa a la clarividencia, valorada mucho sobre todo en el África central.”

 

 

(Imágenes—1– Matisse y su gato/2-Leonard Freed/3-Satoshi Okazaki/ 4- Matisse y sus gatos)