Si se piensa que el teatro es teatro de la palabra, es difícil admitir que pueda poseer un lenguaje autónomo. Pero la palabra sólo constituye uno de los elementos de choque del teatro. En primer lugar, el teatro tiene una manera propia de utilizar la palabra: es el diálogo, es la palabra de combate, de conflicto. Pero no sólo está la palabra: el teatro es una historia que se vive, recomenzando con cada representación, y es también una historia que se ve vivir. El teatro es tanto visual como auditivo. Todo está permitido en el teatro: encarnar personajes, pero también materializar angustias, presencias interiores. No sólo está permitido, por lo tanto, sino también recomendado, hacer jugar los accesorios, hacer vivir los objetos, animar los decorados, concretar los símbolos. Todo un espectáculo que siempre nos espera.”
Ionesco
«LA CANTANTE CALVA» DE IONESCO
«No pensaba que esta comedia fuera una verdadera comedia – confesaba Ionesco hablando del origen de «La cantante calva», su primera obra de teatro, en 1950 -. En realidad, era sólo una parodia de pieza de teatro, una comedia de la comedia. Se la leí a amigos míos para hacerles reír cuando se reunían en mi casa. Como reían con ganas me di cuenta que ese texto tenía una fuerza cómica real (…) Había que buscarle un título. Se propuso «La hora inglesa», «Big-Ben folies», » Una hora de inglés», etc… Nicolás Bataille me hizo observar, con justa razón, que se hubiera podido tomar esta pieza por una sátira inglesa, lo que no era el caso. No se encontraba título adecuado. Al fin alguien, por casualidad, en vez de decir en uno de los últimos ensayos una «institutriz rubia», se equivocó y pronunció «cantante calva» «He aquí el título de la pieza», exclamé».
Esta pieza de Ionesco lleva ya interpretándose ininterrumpidamente desde hace 60 años. Ha tenido devotos y detractores, gentes que la han aplaudido y gentes que no la han aceptado. Corresponde al «teatro del absurdo» o ‘ teatro de protesta y paradoja» como así lo llamó George E. Wellwarth. La actitud iconoclasta de Ionesco – señala este autor – es la que ha causado a Ionesco más problemas con los críticos. La finalidad de todas las obras de Ionesco es protestar contra el orden social y la condición humana. Esta protesta es más bien un grito desesperado y frenético, el grito del que está atrapado y lo sabe, pero está resuelto a forcejear hasta el fin. La aparente absurdidad de todos los dramas de Ionesco – sigue Wellwarth – es, de hecho, un intento de cruzar los límites de la realidad, de acceder a una «ultra-realidad». La historia de «La cantante calva» carece de interés en sí misma. Ionesco utiliza el diálogo disparatado para mostrar la absurdidad de la vida cotidiana a través del colapso del lenguaje.
«Extraño, extraño, el destino de una obra – decía Ionesco en «Antídotos»-. El destino de » La cantante calva», por ejemplo. Tengo la impresión de que este texto ya no me pertenece. Desde hace años se interpreta. Esta serie de representaciones ha podido inspirar trescientos metros de escenarios en todo el país. Yo mismo he asistido a una quincena de «Cantantes calvas» en diferentes lenguas. Esta pieza ha inspirado a compositores y ellos han creado dos óperas.; se han hecho muchas películas para la televisión y recientemente se ha logrado una puesta en escena tipográfica, renovando la tipografía con él propósito de inventar el libro- espectáculo».
«Cuando escribo una obra teatral – confesaba Ionesco en otro momento de su vida – no obedezco jamás a un plan preconcebido. Cada vez es una aventura nueva, una cacería, un viaje con descubrimientos insospechados. Mi método es no tener ninguno. La obra se construye a sí misma o no se construye en abosoluto. Mi punto de partida es, todo lo más, un estado de ánimo, un impulso de talante emotivo. Luego, todo se reduce a encontrar el tono adecuado, lo que sucede con las dos o tres primeras frases escénicas. A veces espero durante semanas y aún meses el brote de estas frases, que son siempre las más arduas, las más difíciles. Pero tan pronto como las ha percibido el oído interior, todo el mecanismo se pone en marcha. Emerge la primera escena, las primeras figuras dramáticas llaman a las siguientes o ausentes, presentándose con palabras o con el silencio. Un mundo desconocido, incomprensible incluso para mí mismo, crece desde las sombras. No me inquieto en absoluto por si todo esto resulta verosímil o no. Tiene que ser así, puesto que ya está ahí».
(Imágenes – 1 y 2 – «La cantante calva» – Comedia Nacional/ 2 – Ionesco – Wikipedia)
LITERATURA DE LA AUTENTICIDAD
«Ionesco en sus «Notas y contranotas» comentaba: “basta una presencia, una sinceridad ciega y, por eso mismo, clarividente: se pertenece (por el lenguaje) a ella o no se pertenece, casi naturalmente. Se tiene la impresión asimismo, que cuanto más se pertenece a su época más se pertenece a todas las épocas ( si se rompe la cáscara de la actualidad superficial). El esfuerzo de todo creador auténtico consiste en deshacerse de las escorias, de los clisés de un lenguaje agotado para recuperar un lenguaje simplificado, esencializado, renaciente, que pueda expresar las realidades nueva y antiguas, presentes e inactuales, particulares y a la vez, universales.”
Pienso que un creador debe ser auténtico, y por tanto que lo que salva a un escritor es precisamente su autenticidad, su fidelidad, su honestidad consigo mismo. Parecen palabras banales ya que las palabras se malgastan, pero no lo son.. La historia de la Literatura es un cúmulo de cordilleras y valles que elevan y descienden con las modas, que vienen y van entre nombres y obras fervorosamente aplaudidas en su momento y olvidadas o sepultadas casi al momento siguiente, si no a la generación siguiente. Algunos Premios Literarios, en líneas generales, desde el Nobel hasta el galardón localista o provinciano, suelen aparecer impregnados de intereses creados, con frecuencia teñidos de política unos – es decir, de instantaneidad – y mezclados otros con el oportunismo comercial. Lo que permanecerá en las estanterías de las novedades (que el tiempo va envejeciendo con celérica prontitud) será solamente la autenticidad. La autenticidad permanece. Un escritor que ha sido auténtico consigo mismo se mantiene con una o dos obras suyas (quizá de las diez o doce que publicó) y esas poquísimas obras se sostienen por encima de los vaivenes de los críticos y del resonar de las camarillas. La autenticidad es una moneda que se entrega personalmente al lector y no a esos circuitos comerciales cuya banda eléctrica recorre alocada los espacios de las ventas. Se ha escrito tanto sobre los gustos que un escritor auténtico no debe caer nunca en el servilismo de esos gustos, plegado cada vez al viento de lo que se lleva. (“Hay un elemento que quizá sea un poco preocupante – decía Javier Marías -: la rendición por parte de las editoriales. Han dicho: “Si el gusto del público es el que es, le voy a dar más de lo mismo”. Si cada uno renuncia; si los autores a veces se rebajan, porque tienen que vivir de algo y dicen: “”Está de moda la literatura policiaca de nuevo, pues voy a hacer una policiaca, que no la he hecho nunca, o una novela histórica…”, si los autores renuncian a la idea de conseguir o de crear sus propios lectores; si se amoldan a los gustos preexistentes; si los editores se suman a lo mismo; si los críticos empiezan a hacer lo mismo…, entonces ahí ya se está produciendo una especie de rendición incondicional. Y eso es peligroso.”)
Por la escritura de la autenticidad es, al fin, por lo que merece la pena escribir.»
José Julio Perlado.– «El proceso creador» (libro de próxima aparición)
(Imágenes:- 1.- Werner Bischof.- Magnun photos/ 2.- Nishant Choksi.- thegazoo.com)
LOS HUMORISTAS
«Sabemos qué es lo que hace reír a la gente. Lo que no sabemos es por qué se ríen», dijo W. C. Fields, que durante sesenta años divirtió a la gente desde el escenario, la radio y las películas y que Paul Johnson en su volumen, «Humoristas» (Ático de los libros) quiere recordar. Sobre esta obra hice ya alguna referencia en Mi Siglo y sobre el humor y la risa, y desde enfoques muy distintos, hablé aquí en varias ocasiones.
Johnson reúne numerosas anécdotas sobre el reír a lo largo de la Historia y entre otras muchas destaca la del oficial al mando del regimiento Totenkopf de los húsares, antes de la Primera Guerra Mundial, que, molesto de la forma en que reían sus subordinados, convocó a todos los oficiales de rango inferior a capitán en la antesala del comedor de oficiales y les arengó así:
«Ustedes, los oficiales jóvenes, ríen de una forma que no me gusta ni voy a permitir. No quiero oír de ustedes risitas, risas ahogadas ni carcajadas. No son ustedes comerciantes, judíos o polacos. Un oficial de caballería sólo puede reír de una forma: con risa corta, afilada y masculina. Así : ¡Ja! ¿Me escuchan ustedes? ¡Ja! No toleraré ninguna otra risa. Ahora, quiero oír a todos ustedes ensayarla. Uno, dos tres, ¡ Ja! ¡Vamos, quiero oírles! Uno, dos, tres ¡Ja! Así está mejor. Ahora, otra vez, todos juntos. Uno, dos, tres, ¡Ja! Sigan practicándola entre ustedes. ¡Pueden retirarse!».
El encadenamiento de opiniones sobre el humor, lo cómico, la risa y los humoristas se ha ido enlazando de un modo u otro con Bergson, Pirandello y tantos otros, y la voz de Ionesco ha querido participar también a su modo de tales enfoques. En sus «Notas y contranotas» (Estudios sobre el teatro), Ionesco reconoce que no se da del todo vencido por el gran desasosiego de la vida «y si, como espero, logro en la angustia y a pesar de la angustia introducir el humor – síntoma feliz de la otra presencia – el humor es mi descarga, mi liberación, mi salvación. (…) Lo cómico me parece ser la expresión de lo
insólito. Pero lo insólito no puede surgir, a mi juicio, sino de lo más opaco, de lo más cotidiano, de la prosa de todos los días, siguiéndola hasta más allá de sus límites. Sentir lo absurdo de lo cotidiano y del lenguaje, su inverosimilitud, es ya haberla superado; para superarla, primeramente, hay que introducirse en ella. Lo cómico es lo insólito puro, nada me parece más sorprendente que lo trivial; lo suprarreal está ahí, al alcance de nuestras manos, en la charla diaria.»
(Imágenes:- 1.-David Fleisher.-1933.-elephinks silvester/ 2.-René Magritte.-el espíritu cómico- 1928/ 3.-Laurel y Hardy firmando autógrafos-1932/ 4. Charles Chaplin el 11 de abril de 1915.-taringa. net/ 5.-Einstein.-ojo científico)
«EL RINOCERONTE» DE IONESCO
«Recordé haber estado muy sorprendido en el curso de mi vida – dijo Ionesco en «Le Monde» en 1960 – por lo que podría llamarse la corriente de opinión, por su evolución rápida, su fuerza de contagio, propia de una verdadera epidemia. La gente se deja subyugar de pronto por una nueva religión, una doctrina, un fanatismo, en fin, por lo que los profesores de filosofía y los periodistas con pretensiones filosóficas denominan «el momento necesariamente histórico». Asistimos entonces a una verdadera transformación mental. No sé si lo habéis observado, pero cuando la gente no comparte vuestra opinión, cuando no podemos entendernos con ellos, tenemos la impresión de hablar con monstruos. Tienen una mezcla de candor y de ferocidad. Os matarían a conciencia si no pensáis como ellos.Y la historia nos ha demostrado en el curso de este último cuarto de siglo que las personas así transformadas no sólo se asemejan a los rinocerontes sino que también se transforman en ellos».
«Ahora bien – seguía diciendo el dramaturgo -, es muy posible, aunque aparentemente extraordinario, que algunas conciencias individuales representen la verdad contra la historia, contra lo que se denomina la historia. Hay un mito de la historia, que ya sería hora de «desmixtificar», ya que la palabra está de moda. Son siempre algunas conciencias aisladas las que representan contra todos la conciencia universal».
Palabras de Eugène Ionesco, palabras que resuenan ahora, en este mes de noviembre, cuando se celebra el centenario de su nacimiento y la Biblioteca Nacional de Fancia ofrece una gran exposición sobre su figura. Nacido en Rumania, habitante de París, él escribió en su Diario (Páginas de Espuma): «Terrible exilio, solo, solo estoy, rodeado de gentes que para mí son duras como la piedra, tan peligrosas como las serpientes, tan implacables como los tigres. ¿Cómo se puede comunicar uno con un tigre, con una cobra, cómo convencer a un lobo o a un rinoceronte para que nos comprenda, qué lengua hablar? ¿Cómo hacerle admitir mis valores, el mundo interior que llevo conmigo? De hecho, estando como el último hombre de esta isla monstruosa, yo no represento más nada, salvo una anomalía, un monstruo. Sí, ellos me parecen ser rinocerontes«.
En alguna ocasión me he referido en Mi Siglo a Ionesco y a su «Rinoceronte«. Se han citado siempre, al hablar del«Rinoceronte«, los escenarios del drama nazi y la ocupación alemana en Francia. Ionesco ha evocado cómo en 1938, «el escritor Denis de Rougemont se encontraba en Alemania, en Nuremberg, durante una manifestación nazi. Cuenta que se hallaba en medio de una multitud compacta esperando la llegada de Hitler (…) El narrador vio de lejos que la muchedumbre era poseída, progresivamente, por una suerte de histeria, aclamando frenéticamente al hombre siniestro. La histeria se propagaba, avanzaba junto con Hitler como una marea. El narrador estaba al principio sorprendido de este delirio. Pero cuando Hitler se aproximó y toda la gente a su lado fue contaminada por la histeria general, Denis de Rougemont sintió dentro de sí esa ira que trataba de invadirlo, ese delirio que lo «electrizaba». Estaba a punto de sucumbir a esa magia, cuando algo surgió de las profundidades de su ser y resistió a la tormenta colectiva (…) Luego, al ponérsele los pelos «literalmente» de punta, comprendió, dice, lo que significaba el Horror Sagrado (…) Ése es quizá el punto de partida de «Rinoceronte«».
Pero no es sólo el fascismo y el nazismo. Como recuerda muy bien Marie-Claude Hubert en su «Ionesco» (Seuil), la célebre pieza de teatro no es la respuesta directa a un drama vivido sino su transposición intemporal, que es lo que le da un valor universal. No es sólo el fascismo sino todas las formas de fanatismo las que aborda Ionesco. En una Nota en 1961 sobre esa precisa obra teatral en la Revista Arts volvió a concretar sus palabras: «Al convertirse las ideologías en idolatrías, los sistemas automáticos de pensamiento se alzan como una pantalla entre el espíritu y la realidad, falsean el entendimiento, ofuscan. Son también barricadas entre el hombre y sus semejantes que deshumanizan y vuelven imposible la amistad a pesar de todo de los hombres entre ellos; impiden lo que se llama la coexistencia, pues un rinoceronte no puede entenderse con aquel que no lo es, un sectario con aquel que no pertenece a su secta».
(Imágenes: 1.-el «Rinoceronte» -Trinity Valley Community.-Texas.-2004/ 2.-dibujo para el «Rinoceronte» por Tomaszewski Henryk.-1961/ 3.-affiche sobre el «Rinoceronte» del National Pastime Theater.-Chicago.-1999/4.-«Rinoceronte».-«Ionesco Festival» New York.-2001/5.-cartel para «Rinoceronte».-Université Hacettpe.-Ankara.-Turquía) (todos ellos tomados de Ionesco.org)
JOB Y BECKETT
Veo las estanterías de las librerías, paseo por las mesas de novedades, hojeo las páginas recien salidas de las editoriales y recuerdo aquellas palabras de Ionesco hablando de nuestra época y de todas las demás, del esfuerzo creador, de la simplicidad de los lenguajes:
«Para pertenecer a su época – escribía Ionesco en «Notas y contranotas» (Losada) – basta una presencia, una sinceridad ciega y, por eso mismo, clarividente: se pertenece (por el lenguaje) a ella o no se pertenece, casi naturalmente. Se tiene la impresión asimismo, que cuanto más se pertenece a su época más se pertenece a todas las epocas ( si se rompe la cáscara de la actualidad superficial). El esfuerzo de todo creador auténtico consiste en deshacerse de las escorias, de los clisés de un lenguaje agotado para recuperar un lenguaje simplificado, esencializado, renaciente, que pueda expresar las realidades nuevas y antiguas, presentes e inactuales, particulares y a la vez, universales.
Las obras de arte más jóvenes, las más nuevas se reconocen y hablan a todas las épocas. Sí, el rey Salomón es mi guía; y Job, ese contemporáneo de Beckett».