Se acaba de encontrar un busto de Adriano en Sevilla y esos encuentros sorprendentes me llevan a repasar otros encuentros diversos , como el de Marguerite Yourcenar con su “Adriano”, cuyas Memorias se deslizaron en un largo y célebre monólogo. “Escribí “Adriano” de noche — recordaba la autora —. Recurrí también a la escritura automática, pero a la mañana siguiente quemaba esas páginas. En mi opinión, cuando se escribe sobre un personaje de novela, se debe saber sobre éste mucho más de lo que se dice. Es la comparación tan gastada de la punta del iceberg. En cuanto a Adriano, por ejemplo, están todos los años de juventud, los años de guerra, los años de ambición, en el curso de los cuales se esfuerza por convertirse sucesivamente en oficial del estado mayor de Trajano, cónsul, gobernador… No sabemos casi nada más. Sin embargo, se debe intentar saber todo, recrear todo a través de los documentos de la época, y el curriculum vitae de otros funcionarios importantes; se debe estar capacitado para poder decir todo. Se tiene el curriculum vitae de Adriano, se conocen los nombres de algunos de sus amigos; se conoce algo de su grupo en Roma, su vida personal. Entonces, intenté reconstruir todo eso, a partir de los documentos, pero esforzándome por reavivarlos; mientras no se hace entrar toda la propia intensidad en un documento, cualquiera que sea, éste está muerto. La composición me ocupó tres años. Cuando se toma la decisión todo va muy rápido. Tres años de trabajo continuo, de no hacer más que eso, de vivir en simbiosis con el personaje, hasta el punto de comprender a veces que mentía, y dejarlo mentir.”
Y luego está el tema de la ‘voz”. Hallar la voz desde donde hay que narrar, desechar otras fórmulas. Hallar la “voz” de este personaje es encontrarse al fin con Adriano.
(Imágenes — 1- Marguerite Yourcenar/ 2-vista de Roma -constante moyaux – 1883)