SECRETOS DEL IDIOMA (3) : LAS LEYES DE LA GRAMÁTICA

 

objetos..- 56ggh.- tijeras.- Richard Diebenkorn

 

«Así pues, como el albañil y el mecánico, el arquitecto y el ingeniero necesitan saber los nombres de los materiales de los trabajos que efectúan; la clase o calidad de dichos  materiales, la fortaleza  o resistencia de los mismos y la aplicación que debe dárseles en las obras que hacen o en los edificios que construyen, así también el periodista o el escritor – así lo recuerda Alejandro de Roda Berdejo en «La pureza del idioma» -; lo mismo que el que corrige pruebas de periódicos o de libros y los traductores de estos han de saber, igualmente, los nombres y el valor gramatical de las palabras que emplean en sus respectivos trabajos literarios; las reglas importantísimas de clasificación de las palabras; el oficio que cada una de estas representa en la oración, en la cláusula o en el período y especialmente el significado o acepción que a cada vocablo, dicción o palabra corresponde.

 

objetos.-49uuj.-Man Ray

 

¿Qué diríamos de un director de un taller de ebanistería, por ejemplo, si de ese taller viéramos salir o se vendieran para el público muebles de elevado precio que, a pesar de su perfecta construcción y ricos materiales, estuviesen salpicados de manchas y deterioros? Lo mismo ocurriría al ver un traje lleno de manchas al sacarlo de la sastrería. Pues así como el traje y el mueble pierden su valor por las faltas indicadas, de igual manera se desvirtúa el periódico mejor redactado y el libro de màs interesante contenido, si en las páginas de los mismos encontramos las aludidas faltas gramaticales o barbarismos repugnantes.

Las leyes de la gramática son materiales que, mezclados con los de la retórica y con los de la métrica, forman un conjunto de tal naturaleza que, transformándose en riquísimo manantial, brotaron y brotan del mismo como efluvios, a la manera de aluvión de perlas preciosas, verdaderas joyas literarias que hicieron inmortales a sus sabios autores».

(Imágenes.- 1- Richard Diebenkorn/ 2.- Man Ray)

SECRETOS DEL IDIOMA (2) : LA EDAD DE LAS PALABRAS

 

infancia- byu- lectura- Serious reader- mil nvecientos treinta

 

«La palabra tiene edad, sentido, ropa y sexo. Hay palabras que acaban de nacer y ya empiezan a jugar en los labios de la humanidad. Y hay otras, siempre eternas, como la palabra «madre», en que la humanidad está naciendo todos los días.

A un soldado no se le puede decir «bonito» ni a un mendigo se le puede llamar «feliz» así anota José López Bermúdez en su «Teoría de la palabra» (1954) – Un niño no puede usar, como suyas, las palabras «austeridad», «serenidad», «bondad». Tienen que pasar muchos años de pena y de virtud, para alcanzar la edad de luz de esas palabras. En cambio, un anciano no puede usar como propias las palabras «nana», «pelota», «recreo». Su edad no le permite vivir tales vocablos: la pelota se ha convertido, en sus manos, en un frío hemisferio; el recreo se ha vuelto un angustioso paseo sobre muletas.

Y tiene traje la palabra, traje hecho y bordado de sonidos. La palabra «lágrima» tiene un penetrante y doloroso sonido. No podemos llevarla a la conversación de un baile. Allí suena bien la palabra «beso». Y suena mejor cumplirla en la mejilla de la amada.

Por ello, no debemos violentar la pureza de las palabras. Acatemos  la dulce y sabia voluntad de Horacio: lograr la hábil alianza, la feliz juntura, la unión, la compañía, la santa comunión de las palabras es alcanzar propiedad y hermosura en el lenguaje. Él es reunión y orden lúcido de las palabras».

(Imagen.- serious reader- 1930)

SECRETOS DEL IDIOMA (1) : VASO CON AGUA

Madrid-nnju- vaso- Isabel Quintanilla- mil novecientos sesenta y nueve- museo Tyssen

 

«Un vaso de agua» y «un vaso con agua» no significan lo mismo. «Un vaso con agua» es un vaso que contiene cualquier cantidad de agua, desde una gota hasta la suficiente para llenar el vaso. En cambio, «un vaso de agua» significa estrictamente «la cantidad de agua que cabe en un vaso». -así lo cuenta Alexis Márquez Rodríguez en su libro «Con la lengua» (1987) – Cuando pedimos «un vaso de agua» – frase perfectamente construida, según las normas de nuestra lengua -, por supuesto, no exigimos necesariamente que el vaso esté lleno, ni tampoco que el agua que nos sirven esté contenida en un vaso. El recipiente puede ser una taza o una jarra. Lo importante es, pues, el agua. Y, desde luego, que esta sea potable, o al menos bebible. La expresión «un vaso de agua», como indicativa de una medición de cantidad, es equivalente a «una taza de agua», o «de leche», o de cualquier otra cosa. Cuando, en la cocina, preparamos un sabroso plato, y la receta que seguimos indica, por ejemplo, «tres tazas de leche», no utilizamos tres recipientes distintos, sino que con la misma taza medimos la cantidad de leche indicada, es decir, la que cabe en las tres tazas prescritas.

La confusión proviene, sin duda, de creer que la preposición «de» solo puede significar «materia de que algo está hecho». En realidad, esta preposición es una de las más ricas en significado que tenemos en el castellano. Si no fuese así, tampoco debería decirse «reloj de pared», ni «jarra de cerveza», ni «gancho de ropa», ni «papel de periódicos», ni «caja de sorpresas», ni «guerra de las galaxias», ni «avión de combate», ni «academia de la lengua», o «de la historia», ni «estación de ferrocarril», ni «planta de televisión».

(Imagen: – Isabel Quintanilla)