JARDINES

jardines-ccdff-Henri Le Sidaner-mil novecientos treinta y uno

 

«La belleza más importante de todo jardín- escribe Horace Walpole al hablar de los jardines modernos (Siruela) – es la perspectiva y los puntos de vista atractivos; el arte de un pintor nos cansa cuando faltan esos toques finales. Los motivos más hermosos que dependen de sí mismos hastían cuando se ven a menudo. El pórtico dórico, el puente de Palladio, la pagoda china, que sorprenden al extraño, pierden en seguida su encanto para el saciado dueño. El

 

jardines.-tgedd.-Henri Le Sidaner.-1916

 

lago que inunda el valle es aún más inanimado, y su señor rara vez disfruta del gasto, salvo cuando lo muestra a su visitante.  Pero el ornamento que primero pierde atractivo es la ermita, o el escenario adaptado para la meditación. Es casi cómico reservar una cuarta parte de nuestro jardín para estar melancólico en él.

 

jardines.-t8ujj.-Henri Le Sidaner

 

La perspectiva, la perspectiva animada, es siempre el lugar más frecuentado. Antes las perspectivas se sacrificaban a la comodidad y al abrigo (…) Nuestros antepasados, que vivían la mayor parte del año en sus mansiones campestres, y algunos durante dos años seguidos o más, tenían en cuenta en primer lugar la

 

jardines.- 4fbnn.- Edouard Manet

 

comodidad, antes que el gusto. Sus enormes mansiones acogían a todas las ramas jóvenes, a las viudas y tías solteronas, así como a otras familias que les hacían visitas de un mes entero. La forma de vida ha cambiado hoy totalmente; sin embargo, aún se levantan los mismos soberbios palacios, que se convierten en

 

jardines-uuubb-flores-Edouard Manet- mil ochocientos setenta y nueve

 

pomposa soledad para el dueño, y en albergue transitorio para unos pocos viajeros.

Si algo hay capaz de eliminar o restringir el estilo de la moderna jardinería, es esa circunstancia de la soledad. Cuanto más grande es el escenario, más lejos estará probablemente de la capital, en cuyas cercanías la tierra es demasiado cara para

 

jardines- nggu- John Singer Sargent- mil ochocientos ochenta y seis

 

disponer de una extensión considerable de propiedad. Los hombres se cansan de un gasto que solo disfrutan unos pocos espectadores. Sin embargo, hay un peligro aún más inminente que amenaza el gusto actual, como lo ha amenazado siempre. Me refiero a la persecución de la variedad».

 

jardines-onn-Claude Monet- mil ochocientos ochenta y dos

 

(Imágenes.- 1.-Henri Le Sidaner/ 2.-Henri Le Sidaner- 1931/ 3.- Henri Le Sidaner.-1916/ 4.-Edouard Manet/ 5.- Edouard  Manet- 1869/ 6.- John Singer Sargent- 1886/ 7.- Claude Monet- 1882)

VIEJO MADRID (24) : JARDINES ROMÁNTICOS

Me he sentado en este banco, invisible, abstraído de la polución y de los ruidos: pasan los automóviles detrás de estos jardines, fachadas, portales, ojos de semáforos, se oyen gritos cruzados a lo lejos de los repartidores de civilización, proveedores de básicos utensilios y de inservibles complementos, la infancia camina de la mano rumbo a su escuela, se escuchan pasos precipitados hacia el trabajo, pero aquí, en el silencio de los jardines, apenas hay rumor mientras paso las hojas del libro, «El arte de los jardines modernos«, de Horace Walpole. que, como siempre, me habla entre líneas, y me va explicando » que el roble  venerable, el haya romántica, el provechoso olmo, incluso el perímetro pretencioso del tilo, el contorno regular del castaño, y el casi moldeado naranjo, tuvieron su historia y se vieron rectificados por esos fantasiosos admiradores de la simetría».


Me está hablando así el autor de “El castillo de Otranto”, siempre en voz baja, sentado en este banco solitario, y cuando  él deja de hablar – cuando dejan de pasarse las hojas – el Madrid tumultuoso baja en estrépito de las nubes y ensordece los tejados. En cambio, cuando el libro habla de nuevo conmigo, son las palabras las que conversan entre Plinio y Milton y la ciudad enmudece al escucharnos, los silencios van y vienen por calles desiertas, automóviles quedan detenidos, diálogos diluidos. Es una ciudad enmudecida y límpida cuando el libro se cierra y es un jardín enmudecido y límpido  cuando la ciudad reabre sus ruidos.

Todo esto sucede a media mañana. Es el misterio de la palabra, el conversar de las urbes y los jardines. Y sobre todo, el silencio.

(Imágenes: jardín del Museo del Romanticismo de Madrid, calle de San Mateo.–enero 2011.- fotos JJP)