ORTEGA, EL ARISTÓCRATA EN LA PLAZUELA

 

 

“Nuestro pueblo — decía Ortega—no admite lo distanciado y solemne. Reina en él puramente lo cotidiano y vulgar. Las formas de aristocratismo “aparte” han sido siempre estériles en esta península. Quien quiera crear algo — y toda creación es aristocracia — tiene que acertar a ser aristócrata en la plazuela. He aquí por qué, dócil a la circunstancia, he hecho que mi obra brote en la plazuela intelectual que es el periódico.”

Hoy Ortega tendría su “plazuela” en internet. Los numerosísimos artículos de Ortega acaban ahora de publicarse  en la edición digital de sus Obras Completas. Son artículos y son ensayos. “Estos ensayos carecen por completo de valor informativo — dirá en sus “Meditaciones del Quijote” —; no son tampoco epítomes — son más bien lo que un humanista del siglo XVll hubiera denominado “salvaciones”. Se busca en ellos lo siguiente: dado un hecho — un hombre, un libro, un cuadro, un paisaje, un error, un dolor —, llevarlo por el camino más corto a la plenitud de su significado. Colocar las materias de todo orden, que la vida, en su resaca perenne, arroja a nuestros pies como restos inhábiles de un naufragio, en postura tal que dé en ellos el sol innumerables reverberaciones. Versan unos ensayos sobre temas de alto rumbo; otros sobre temas más modestos, algunos sobre temas humildes. Estos ensayos son para el autor — como la cátedra , el periódico o la política — modos diversos de ejercitar una misma actividad, de dar salida a un mismo afecto. Yo sólo ofrezco posibles maneras nuevas de mirar las cosas”, añadirá Ortega.

Y su “plazuela” donde mostrar la aristocracia de la creación o del pensamiento sería hoy,  sin lugar a dudas, Internet.

 

 

(Imágenes—1- David Lyle/ 2-Henri Charles Guerard)

TRIUNFANTES Y OLVIDADOS

 

 

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» Ese perro que va detrás del catafalco de Mozart camino del cementerio vienés de San Marx, ese perro al que no acompaña nadie más que la nieve desangrada y aguada de los días precedentes, el viento, la lluvia y el aguanieve del otoño de 1791 (Mozart fue enterrado el 6 de diciembre), ese perro tiene nombre de olvido.

El olvido suele ir cabizbajo, escurridizo, sacudiéndose las pulgas, aterido por las inclemencias de las costumbres, tímido, escuálido, a veces hosco, presto a escabullirse por entre las piernas de los acontecimientos, huidizo, oteando el aire para saber por dónde pueda escapar, las orejas gachas, el rabo flácido. Es tambien perro de pocas ambiciones, último sacristán en la procesión de las esquelas, animal mudo, pardo, silente y negruzco.

El olvido se diluye tras el eco del último aplauso, aplacado el fervor, disueltos los manifestantes: las calles vuelven a la rutina y los homenajes concluyen; entonces el olvido se amansa y queda emboscado bajo el vaivén de las banales conversaciones hasta lograr que ya nadie hable de él, del olvido, porque él nunca tiene nombre, carece de nombre, no hay por qué olvidarse del olvido sino de los recuerdos de la vida, esas chispas que aparecen aquí y allá y que son sofocadas por los invisibles pisotones de la nube del olvido.

 

periódicos-yqqaq-Maynar Owen Williams

 

En 1916 Juan López Núñez publicó en Madrid, en la Imprenta Renacimiento, un curioso libro titulado Triunfantes y olvidados (episodios de la historia desconocida). Por allí desfilan ilustres desconocidos cuya fama y dinero los enalteció un día y la pala del olvido, unas veces con violencia y otras con displicencia amorosa, los convirtió en nada, polvo que eres, ni siquiera polvo enamorado. Allí se encuentra, por ejemplo, D. Manuel Fernández y González, prolífico novelista del XIX, al que el editor Guijarro en la calle de Preciados pagaba mil reales diarios que el escritor iba a cobrar personalmente. Apartaba de los mil reales un duro ‑destinado a su esposa‑ y con el resto, y a lomos de su jaca Pastora, llegaba a comer al Café Imperial, en la Puerta del Sol, para cenar después en el Café Inglés. Esta vida “ilustre” y reconocida por el público quedó sin público y sin lustre el 6 de enero de 1888, en la calle Amor de Dios de Madrid (dejó en herencia seis reales, que se encontraron en su chaleco) y su cadáver fue depositado para su velatorio en el Salón de Actos del Ateneo.

Cuenta tambien López Núñez otras vidas muy diversas. Por ejemplo, la de Pelayo del Castillo , o la de Carlos Rubio, o la de Emilio Carrere. Fueron existencias bohemias, cercadas muchas de ellas por el hambre, algunas bien regadas de alcohol, otras embozadas solamente en capas y sombreros de deambular nocturno, adormiladas en divanes de tertulias, febriles los ojos, los sueños aspirando a la gloria. Pero la gloria siempre ha sido efímera y ascender a ella ha supuesto con frecuencia resbalar y enderezar tropiezos, procurar no perder el equilibrio del sentido de la vida, huir de nieblas y no caer en añoranzas. Todo esto para muchos es muy difícil. Sus límites a veces nos provocan asombro. Al bohemio Pelayo del Castillo, por ejemplo, un empresario sin escrúpulos le propuso escribir todas las semanas una comedia en un acto o una novela sin que apareciera jamás su nombre y a cambio le pagaba el hospedaje. El escritor aceptó. Todos los días, antes de comer y de cenar el poeta debía leer a su editor una o varias escenas en las que había trabajado durante la mañana o la tarde. ¿Qué fue entonces la gloria para este hombre? Un auténtico misterio y una cadena de esclavitud. Su facilidad para escribir la usurpaban otros que firmaron sus obras y que a su manera “triunfaron”.

 

periódicos-vvgu-Herbert List

 

Emilio Carrere por su parte escribió una novelita en El Cuento Semanal titulada El dolor de llegar. ¿Qué es llegar?, se preguntaba. ¡Llegar!… ¡Llegar! “Usted que ha llegado…”, le decían y le siguen diciendo las gentes al presuntamente triunfador. Se congregan los aplausos ante él y le tienden autógrafos, vitorean su nombre y llenan las plazas de “operación triunfo”. La operación triunfo para muchos, entre ellos para Galdós, era necesariamente seguir escribiendo. Cuando va a verle “El Caballero Audaz” para entrevistarle, el autor de Fortunata y Jacinta tiene setenta y dos años y se encuentra casi ciego: “¿Pero usted, don Benito ‑le dice el periodista‑, después de sus cien libros y de sus numerosas obras de teatro; después, en fin, de medio siglo escribiendo, supongo yo que no trabaja por necesidad, sino por placer, por crear…?”. Y Galdós le contesta: “¡No, amigo!… A pesar de toda mi labor pasada, si en el presente quiero vivir, no tengo más remedio que dictar todas las mañanas durante cuatro o cinco horas y estrujarme el cerebro hasta que dé el último paso en esta vida”.

Así ocurre con muchos. La supervivencia ‑y más aún el olvido‑ acecha continuamente al triunfo y le da pequeñas dentelladas y le acosa susurrándole que pronto va a desaparecer. Y es que a veces el triunfo es tan solo espuma, y la espuma se derrama, y debajo queda únicamente el esfuerzo, en ocasiones un esfuerzo sin triunfo, esfuerzo muy paciente y tenaz, un bien hacer a quien no le importará jamás el olvido.

 

periódicos-ddccv- Henri Charles Guerard

 

Si ahora paseara por las calles de nuestra sociedad el gran Jorge Manrique y hojeara tranquilamente periódicos antiguos y se topara de pronto con grandes e ilustres periodistas hoy olvidados, sin duda meditaría en sus murmullos: “¿Qué fue de tanto galán / qué fue de tanta invención como trajeron? / ¿Qué fue de Bonafoux, de Urgoiti, de Araquistain / qué fue de Cañamaque o de Arconada / qué de Lerroux o de Cansinos Assens?”. Y siempre añadiría con sus Coplas: “fueron sino devaneos / ¿qué fueron sino verduras de las eras?”.

No, no fueron devaneos. Quedó su trabajo, más útil aún que la estela de su triunfo.

Si paseara luego el gran Jorge Manrique por el salón de los pasos perdidos de la política, ¿qué diría? Y si lo hiciera por las artes, por las letras, si se asomara a la penumbra teatral de los camerinos, ¿no preguntaría?: “¿Qué fue de Rivelles, de Lemos, qué de Rodero?”.

Y con estas y otras reflexiones a poco se nos escapa el entierro de Mozart que ya avanza. Detrás de esa música sublime del cementerio vienés de San Marx sigue silencioso y solitario ese perro único.»

José Julio Perlado

 

perros-ubbb- Emil Nolde- mil novecientos dieciseis

 

(Imágenes.- 1.-Kazuhiko Tanaka– pinterest/2.-Maynar Owen Villiams/3.-Herbert List/ 4·Henri Charles Guerard– artoftheprint. com/5- – Emil Nolde- 1916)