LA “COMPRENSIÓN” DE PRIMO LEVI

 


“La necesidad del trabajo bien hecho — confesaba Primo Levi  —es tan fuerte, que empuja a la gente a cumplir su cometido incluso en situaciones de esclavitud. El albañil que me salvó la vida dándome de comer de tapadillo durante seis meses,—decía evocando Auschwitz —,  odiaba a los alemanes, su comida, su lengua, su guerra, pero cuando lo pusieron a levantar paredes, las levantó rectas y sólidas, no por pura obediencia, sino por dignidad profesional.

Sobre mi supervivencia tengo que decir que no hubo regla general, salvo el hecho de haber entrado en el campo en buen estado de salud y sabiendo alemán. Aparte de esto, mandaba la suerte. Vi cómo se salvaban listos y tontos, valientes y cobardes, prudentes y locos. En mi caso, la suerte desempeñó un papel fundamental al menos en dos ocasiones: haciéndome conocer al albañil italiano y permitiendo que cayera enfermo una vez, pero en el momento justo. El pensamiento y la observación fueron también factores de supervivencia para mí. Recuerdo haber vivido mi año de Auschwitz en una condición de plenitud vital. No sé si era por mis antecedentes profesionales, o por una capacidad de resistencia hasta entonces insospechada en mí, o por algún saludable instinto. Nunca dejé de tomar nota del mundo y de la gente que me rodeaba, hasta tal punto que todavía conservo una imagen increíblemente detallada de todo ello. Tenía un intenso deseo de comprender.  Estaba permanentemente poseído de una curiosidad que a algunos, luego, es verdad, no dejó de parecerles cínica: la curiosidad del naturalista que se ve de pronto transplantado a un entorno monstruoso, sí, pero nuevo, monstruosamente nuevo.

 


Viví mi vida en Auschwitz del modo más racional que pude, esforzándome en explicar a los demás, y explicarme a mí mismo, los acontecimientos en que me había visto envuelto, pero sin una definida intención literaria. Mi modelo era el “informe semanal” que generalmente se utiliza en las fábricas : tiene que ser preciso, conciso y estar escrito en un lenguaje que todos los miembros de la jerarquía industrial puedan entender. Y, desde luego, no debe ir escrito en jerga científica. Me he pasado casi treinta años trabajando en una fábrica, y debo reconocer que no hay incompatibilidad entre ser químico y ser escritor.; de hecho, hay una especie de mutuo refuerzo. Pero la vida en una fábrica, sobre todo cuando se es gerente, abarca otras muchas cuestiones, muy alejadas de la química: contratar y despedir obreros; pelearse con el jefe, los clientes, los proveedores; ocuparse de los accidentes; que lo llamen a uno por teléfono, incluso en plena noche, o en mitad de cualquier celebración; lidiar con la burocracia; y muchas otras tareas de esas que le destruyen a uno el alma. Todas estas ocupaciones , en conjunto, son brutalmente incompatibles con la práctica de la literatura, que requiere una cierta tranquilidad  de ánimo. De modo que para mí fue un inmenso alivio cuando alcancé  la edad de la jubilación y pude dejar el trabajo.’

 

 

(Imágenes—1- Cartier Bresson —1945- all art/2- foto Wiener- biblioteca/  3- Dan Mumford)

CARTIER-BRESSON

 

 

“Nunca he sentido pasión por la fotografía “en sí misma”, sino por la posibilidad de captar —olvidándome de mí mismo — en una fracción de segundo, la emoción que el tema desprende y la belleza de la forma. En otras palabras, una geometría desvelada por lo que se ofrece.

El disparo fotográfico es uno de mis cuadernos de esbozos.”

Cartier .- Bresson  8-2-94

 

“La fotografía es, para mí, el impulso espontáneo de una atención visual “perpetua”, que atrapa el instante y su eternidad.

El dibujo, por su grafología, elabora lo que nuestra conciencia ha atrapado de ese instante.

La fotografía es una acción inmediata; el dibujo una meditación”

27-4-92

 

 

(Imágenes —Cartier-Bresson -1-sala de prensa/ 2- Leningrado – 1973- fundación Cartier-Bresson/ 3-Nueva York -1947)

 

EN TORNO A LA BARBA

 

 

“Muchos consideran todavía el pelo como testimonio de virilidad, y la virilidad es una de las ambiciones más hondas del hombre – escribe Alberto Savinio – . Mi infancia se vio adornada por espectaculares barbas.  Barbas mosaicas y barbas de sátiro, barbas de devorador de fuego, barbas diplomáticas en abanico, y militares barbas cuadradas, dóciles barbas de ramos de sauce y  barbas de brochas divergentes. Recuerdo los cuidados asiduos, amorosos, que el hombre dedicaba a la barba, lavándola, dándole masaje, cepillándola, dándole aspersiones de lociones perfumadas, peinándola y, finalmente, exponiéndola al sol en la ventana para secarla por arriba, por abajo y a ambos lados.

 

 

Recuerdo los gestos que hacían para devolver el orden a la barba desordenada, fluidez a la barba revuelta; recuerdo los revoloteos de la mano ágil en torno a la barba, ciertos jugueteos de los dedos con los anillos de la barba, un cierto escurrirse de la barba mano adentro, como en un tubo, un cierto voluptuoso rascarse los pelos de la barba bajo la mandíbula, un cierto frotar la barba con la servilleta después de la sopa en caldo y los manjares en salsa; recuerdo el peine de bolsillo que el hombre barbudo sacaba de vez en cuando de su estuche ( envainado, el peinecillo descansaba en el bolsillo superior del chaleco ), ya fuera para replegar la barba sobre el pecho, ya para darle ímpetu por medio de repetidos pases del peine desde la nuez  hasta  la barbilla.

 

 

(…)  El hombre con barba es “más rico en voces”,  más “personaje”, más ‘tipo”, más “misterioso” – sigue diciendo Savinio  (…)  El hombre  llevaba un pequeño bosque en el rostro ( y cuánto mayor era la profunda expresión de la boca, que se abría en medio de la barba, cuánto más impresionante el relucir de los ojos sobre toda aquella tupida pelambre, como ojos que mirasen por encima de un bosque).”

 

 

(Imágenes- 1-Rubens/ 2- Ezra Pound – foto Henri Cartier Bresson – 1971/ 3- Rembrandt/ 4- Anton Chejov)

CÓMO TRABAJABA GIACOMETTI

 

 

Giacometti no trataba con especial miramiento sus esculturas, a pesar de que podían romperse. De hecho, procedía de la mIsma forma con sus telas, en la superficie de las cuales escarbaba las capas de pintura fresca, luego borraba, corregía, y después repetía la operación hasta que estaba satisfecho (cosa que no ocurría nunca, como sabemos – dice Franck Maubert en su estudio sobre el artista -, pero de todas formas llegaba un momento en que había que abandonar y rendirse, decidir qué la obra estaba acabada).

Al día siguiente era el modelado, y luego la fundición en bronce, durante la cual las obras, expuestas al menor choque, dados todos los estudios preparatorios, no estaban necesariamente libres de peligro. Él mismo las trataba sin demasiados miramientos y no dudaba en sacudirlas para probar su resistencia, a veces hasta provocar el accidente, antes de retocarlas una mez más, con la espátula o rascándolas con las uñas. Debía de parecerle divertido; de todas formas sabía que al día siguiente, no podría evitar empezar otra pieza.

 

 

Sin embargo, Alberto estaba atento a cada etapa, con una atención meticulosa, hasta la pátina, último (re) vestido de la obra, al que dedicaba un cuidado especial. Probaba todos los matices, del verde al marrón, del dorado al negro. Experimentaba, llegando a pintar directamente el bronce, como en “La jaula”, “El bosque”, “El claro”, e incluso en uno de los dos ejemplares en bronce de “El hombre que camina”, que pintó él mismo en la Fundación Maeght, insuflándole una carga emotiva suplementaria.

Giacometti experimentaba, intentaba lo imposible, tanto en las piezas infinitesimales como en las de dimensiones mayores. Cuesta imaginar que el artista trabajaba en un local exiguo, casi sin perspectiva para sus personajes más grandes, entre ellos “El hombre que camina”. Realizaba directamente el modelo de tamaño natural. En sus Memorias, Marlene Dietrich, fascinada y a la vez enamorada del artista, cuenta que en una de sus visitas encontró a Alberto subido a una escalera, trabajando en grandes mujeres, esos personajes que más tarde se llamarían “Las mujeres de Venecia” (porque estaban destinadas a ser presentadas en la Bienal de 1962).

Giacometti persiste y gusta de enfrentarse a la imposibilidad, siguiendo su doctrina resumida en la frase: “Sólo sé lo que veo trabajando”.

 

 

(Imágenes-1- vincenstrauss WordPress/ 2- Bresson – Giacometti – fundación Henri Cartier Breeson/ 3- Giacometti – le chariot)

«EL OJO DEL SIGLO XX»

 

fotografía- bguui- Henri Cartier Bresson- por Claire Yaffa

 

«El ojo del siglo XX» : así se ha bautizado a Cartier-Bresson.

 

Cartier Bresson-bhuu-Fundación Mapfre

 

Ahora este «ojo» aparece con toda su precisión y claridad en la exposición que se le dedica en Madrid.

 

Cartier Bresson- nfr- Fundacion Mapfre- fotos cortesía Fundación Henri Cartier- eldiario es

 

«La mirada del fotógrafo, su ojo, su cámara – escribí en «El ojo y la palabra» -se ha inclinado sobre la realidad y la ha captado.

 

Cartier Bresson- bbffr- Fundación Mapfre

 

Capta y fija ese movimiento del instante,

 

fotografía.-409j.-Henri Cartier Bresson.-por Carl Van Vechten.-1935

 

 

esa quietud del instante, la instantánea entre tantos instantes, eso que acaba de pasar y que se queda.

 

fotografía-nnbbyu- Henri Cartier Bresson- por René Burri- mil novecientos cincuenta y nueve

 

El fotógrafo ha ido por delante, ha seleccionado su enfoque, el marco de su escena. Es decir, ha mirado«.

Eso es lo que ha hecho siempre Cartier-Bresson.

(Imágenes.-1.-Henri Cartier. Bresson.-por Claire Yaffa/ 2, 3 y 4.-fotografías de Cartier Bresson- Fundación Mapfre/ 5- Cartier. Breson por Carl van Venchten.-1935/ 6.-Cartier.Breson por René Burri– 1959)

CIEN AÑOS DE ALBERT CAMUS

escritores.-43.-Albert Camus

«Se podría pensar en él – escribe Jean Daniel en «Los míos»(Galaxia Gutenberg) – evocando un pequeño mendigo de Murillo (…) He aquí un  muchacho que no puede leer en casa y que no sabe nada de literatura. Pero que cuando visita a su tío, devora a los más grandes, Balzac, Victor Hugo, Zola, pero también a Paul Valéry o a Charles Maurras. Cuando este jovencito, en fin, puede creerse disponible para todos los fervores se le anuncia que está atacado por la tuberculosis. Y se le pronostican crisis y recaídas.» ¿Cuándo nace Camus como escritor? En 1959 le decía el autor de «La Peste» a Jean-Claude Brisville: «Vocación no puede ser una buena palabra. Yo he tenido deseos de ser escritor hacia los diecisiete años, y, al mismo tiempo, yo sabía, oscuramente, que lo sería.»

escritores.- 9988.- Albert Camus.- por Henri Cartier Bresson

Oscuramente, pues, conocía que sería escritor. El último capítulo de su último libro inacabado – «El primer hombre» – lleva por título «Oscuro para sí mismo». «Oh, sí, era así – se lee-, la vida de aquel niño había sido así, la vida había sido así en la isla pobre del barrio, unida por la pura necesidad, en medio de una familia inválida e ignorante, con su sangre joven y fragorosa, un apetito de vida devorador…» En 1959, en el prefacio a una obra de Jean Grenier ( que fue su profesor y más tarde su amigo) confesaba: «Alguna cosa, algo se agita en mí, oscuramente, y quisiera hablar de ello.» Y en el prólogo a la edición de su ensayo «El revés y el derecho», al hablar del artista, desea certificar nuevamente: «Para ser edificada, la obra de arte debe servirse de entrada de las fuerzas oscuras del alma.»

escritores.-Albert Camus.-Camus facepalm

Oscuridades de la creación y claridades diversas en la ejecución. Ambas hoy debatidas a los cien años de su nacimiento. Sobre la muerte de Albert Camus he escrito en dos ocasiones en Mi Siglo. Y ahora, en su centenario, las opiniones sobre sus obras quedan enfrentadas. Jean Daniel, como muchos otros -como, por ejemplo, Bernard- Henri Lévy – reconocen «La caída» como una novela excelente (« para mí su obra maestra – dice Daniel – o lo era en todo caso antes de mi lectura de «El primer hombre«). Y si «El extranjero» había sido certeramente analizado por Roger Quilliot en «La mer et les prisons» (Gallimard) ( la influencia, por ejemplo, de Steinbeck en la primera parte de la novela, su estilo despojado y ascético), Urbain Polge, gran amigo del escritor y que conocía muy bien al hombre y al artista, declaraba que Camus se retrataba con más facilidad en las confesiones calculadas de «La caída» que en las declaraciones crípticas de «El extranjero». La gran especialista en Camus, Jacqueline Lévi- Valensi, recordaba igualmente que en «La caída» el escritor «innova y desconcierta, por la ambigüedad de su personaje y de su palabra, y por su tono insólito. Aquí se trata de una «confesión» que exhibe su ritmo oral, y no de una narración; utilizando las técnicas teatrales del «monólogo dramático», el protagonista, «comediante trágico», no renuncia sin embargo a los procedimientos narrativos, creando así una forma original adaptada al sentido mismo de los discursos

Camus- fgh-Albert Camus mil novecientos cuarenta y cuatro- Henri Cartier Bresson

Y en cuanto a la novela «El primer hombre», cuyo manuscrito no pudo releer el autor, Lévi- Valensi añadía que «sin duda él lo habría corregido. Puede que hubiera deseado contener la pasión y el lirismo que estalla en las largas frases, a veces anhelantes, que muestran el ritmo de una vida, los grados de una historia personal, la historia de una familia, la historia de un país. Quizá porque él había llevado consigo mucho tiempo el proyecto de esta novela, y porque esta novela se alimentaba de toda su experiencia, vivida y soñada, parece que Camus liberara en ella una serie de escenas, imágenes, recuerdos y sentimientos que no podían ser canalizados

La muerte en la carretera cortaría de golpe todos esos proyectos el 4 de enero de 1960.

(Imágenes:- 1.- Albert Camus en su despacho/2 y 4.- Camus por Henri- Cartier Bresson/ 3.-Camus.-facepalm.com)

ROMA EN EL TIEMPO

ciudades.-Roma.-fuente en Via Margutta.-foto Chris Warde Jones for The New York Times23 de octubre de 1963. — Escribo en una trattoria romana, al aire libre, en via Margutta. Profusión de recién casados que acuden aquí. Día radiante, agradabilísimo. Un fondo musical, inesperado, acompaña a quienes comemos bajo el sol: dos hombrecillos, uno dedicado a su acordeón y un trompetero nos ofrecen una melodía sencilla. Roma, otoño. Sonrisas de niños jugando alrededor de las estatuas. Son como animales revoltosos que se pelean. Juegos en orden y desorden que tienen pendientes a los comensales de la trattoria...

ciudades.-77.-Roma -Via Margutta.-foto Chris Warde Jones for The New York Times

1 de junio de 2013.– Georg Simmel me va diciendo en su «Roma, Florencia, Venecia» (Casimiro), desde el fondo de la lectura: «En ningún otro lugar la abundancia de cosas permite a esta actividad específicamente humana desplegar su dominio como en Roma. En ningún otro lugar un alma recibe tanto y debe acometer tanto para dar forma a la imagen. Ésta es la razón que

ciudades.-22.-Roma.-Via Margutta.-foto Chris Warde Jones for The New York Times

 explica en última instancia la incomparable y duradera relación que se establece entre la riqueza de las impresiones romanas y nuestra alma: es como si todos los contenidos de nuestra alma alcanzaran, al mismo tiempo, su máxima expresión.»

ciudades.-5frr,.-Roma.-1959.-Henri Cartier-Bresson

Extiendo la mirada para seguir viendo jugar a los niños en via Margutta...

Bajo de nuevo la mirada para seguir leyendo a Simmel.

(Imágenes.- 1, 2 y 3.-via Margutta.-fotos Chris Warde Jones.– The New York Times/ 4.- Roma 1959.-foto Henri Cartier- Bresson)

GATOS

animales.-5bu8u.-gatos.-Fréderic Clement.-el niño que dibujó gatos.-rlbumt555

«Hoy, domingo,

deponen su ferocidad,

su mando

de orejas erguidas,

su arcaica brujería,

y optan por echarse

e inspeccionar nuestro descanso,

la labor de clasificación,

rotulado, encasillamiento,

de nuestras pequeñas construcciones,

y acaso el displicente ronroneo

es un perdón,

un acorde

de la música del instinto.

animales.-bb66.-gatos.- Henriette Ronner- Knip.- 1821-1909.-Burlington Paintings

A media tarde

dejamos de interesarles,

enmudecen,

y con envidiable solidaridad

corren hacia sus iguales,

la abeja que revolotea en el jardín,

la hoja cayendo en espiral

sin sentido aparente,

vellos rojizos

y dorados lustres vegetales

colgando de sus zarpas.

animales.-5gyy.-gatos.-Henri Cartier- Bresson.-1989

Estirados en el sillón,

mirando esos enigmáticos juegos,

nuestra sensaciones se aclaran,

se hacen más claras

que los dictados del cerebro.

No, no los llamaremos,

la interrupción les disgustaría.

Alberto Girri.-«Gatos»

(Imágenes.-1.-Frédéric Clement-el niño que dibujó gatos.-rlbumt555/ 2.-Henriëtte Ronner- Knip/ 3.- Henri Cartier. Bresson.-1989)

MONÓLOGO DEL SENA

«Soy el camino que transcurre a través de Parísdice el Sena -.Me he apropiado de muchas imágenes desde tu infancia y he reflejado incontables nubes… Soy voluble como los hombres; tengo mis momentos de felicidad, el alba en junio, y mis horas siniestras, ciertos atardeceres de diciembre. Y, por encima de todo, soy curioso. A eso vosotros lo llamáis inundaciones. Vosotros, eternos transeúntes, y yo, agua fugitiva, tenemos en común el no retroceder jamás. Vuestro tiempo es mi espacio. ¡Cuántos resplandores han reflejado mis aguas! Mi memoria es un vasto caleidoscopio en el que podrás encontrar todo lo que ha forjado la historia de tu siglo: la plaza de la Concorde en febrero de 1934, cuando las mujeres vendían en bandejas bolas de metal para tirar bajo, las herraduras de la caballería; los paseos de los enamorados o de los asesinos, como los que aparecen en tus libros; un papa en la Plaza de Notre- Dame para borrar el recuerdo del que no había venido libremente; y todos los fuegos artificiales cuyos haces refleja mi oscuridad líquida por partida doble antes de engullir sus apagados sortilegios; y todas las manifestaciones de mayo, por ejemplo, las del 68, que creían en lo que las revoluciones del siglo pasado sólo habían esperado.

Pero todo empieza de nuevo y se recupera sin cesar en vosotros, pueblo de palabras; los primeros coches, altos y cuadrados como cajas negras, a lo largo de la Cours-la- Reine; los muebles del arzobispo, que lanzaron a mis aguas; los fuegos de vivac de cosacos y prusianos; monsieur Guillotin con su guillotina, como era lógico; los sacos todavía vivos que hacían balancear desde las ventanas de la torre de Nesles; los pequeños reyes de metal que me arrojaban desde lo alto del puente de Change contra el mal de ojo; las riñas de estudiantes, las revueltas, los asedios y la blanca ciudad que se llamaba Lutecia cuando Atila acampaba en los lugares que la rodean. Porque, como ves, el tiempo transcurre con la misma rapidez hacia atrás que hacia delante.

Todo lo que has visto de tu ciudad desde tu juventud es cierto, pero los jóvenes no la reconocerán. Sin embargo, pronto les llegará el turno de describir una ciudad que los ojos de sus hijos no verán de la misma forma en sus propios recuerdos. Y apuesto a que, dentro de cien años, algunos leerán, maravillados, que en el siglo XX aún había en París monstruos de cuatro ruedas en las calles, escaleras en las casas, torres, museos, una especie de batiburrillo donde se amontonaban imágenes pintadas y todo tipo de cosas.

A menos que París se haya convertido, como en la imaginación de Julio Verne, en un lugar en un mapa marimo, en el que los tiburones y las tortugas gigantes nadan entre piedras glaucas, y yo mismo, en una señal un poco más oscura en el limo de esta nueva Atlántida.

Ocurra lo que ocurra, seguiré estando en mi lugar invisible. Piensa que atravieso demasiado París imaginarios, el de Maldoror, el de los Miserables, el de los Despojos

De todos los cuerpos que vuestras novelas han ahogado en mi lecho, oigo todavía los gritos reales que mis olas han tragado, tengo todas las pruebas que han escondido en mi seno desde la Edad Media, guardo los secretos de los suicidas y, si quieres saber, como los demás, lo que realmente pienso de París, te aconsejo que mires con todo tu corazón la misteriosa sonrisa de la desconocida del Sena...»-

Julien Green.-«París»

«Le Flâneur».-music by The XX.-por Luke Shepard)

(Imágenes:- 1.-Henri Cartier-Bresson.-1952/2.-Kess van Dongen/ 3.-Frank Myers Boggs/ 4.-Henri Cartier-Bresson/ 5. quai du Seine.-Théo Blanc y Antoine Demilly/ 6.-Albert Monier.-1950/ 7.-«Le Flâneur».-music by The XX.-por Luke Shepard)

UNA MAÑANA EN SPOLETO

Recuerdos de mi estancia en los años sesenta por Italia.

«Once de julio de 1965 en Spoleto. Ezra Pound avanza
por la Plaza del Duomo sin que
nadie le mire, como un invitado más
al «Festival de Dos Mundos«. Aparece delgado,
extraordinariamente delgado, las mejillas
huesudas bajo la barba blanca, el pelo cano,
las manos aún firmes y nervudas, un brillo
inconfundible de hondura y de penetración
en sus ojos. Su figura tropieza casi con la
de un campesino italiano o roza con la de
un «señorito» de provincias que, en mangas
de camisa, en un ángulo, lanza largas miradas
a ¡las gentes que cruzan.
He salido temprano de Roma, a la hora
de la ciudad desierta que va a ser invadida
de calor; lie atravesado un bellísimo pueblecito
Narni— asomado a la profundidad
de un valle. A las doce, en Spoleto, representación
en el teatro Cayo Melisio. Maravilla
encontrar de improviso en esta Plaza del
Duomo, en el interior de un edificio que
quiere ser anónimo, un teatrito dorado y
rojp, aparentemente nuevo, cuidado como
una miniatura barroca que estuviera escondido
en el fresco pozo de esta casa aplastada
de sol. Ya el público es un espectáculo
antes de que el espectáculo comience: se
mezclan inteligencias creadoras con mentalidades
simples, artistas con muchedumbres
de puebio. Aquí están jóvenes compositores
ingleses, pintores franceses, vanguardia y
tradición, roto cuanto pudiera haber de formal
y de aparente. Se escucha a Brahms, Chopin
o Schubert en pantalón vaquero o en tirantes
de playa; sólo veo un sombrero, el único
recuerdo de las elegantes tardes musicales
de Europa. Quedan más tenues las luces: el
patio de butacas ofrece, desde un ángulo,
un panorama insólito: poetas y agricultores,
ojos penetrantes y manos rudas. Es extraor-
diñarla esta luz rosada, sedante, que viene
de los palcos abiertos en silencioso semicírculo…


Ahora comienza el concierto: un
joven inglés balbucea con gracejo algunas
palabras en italiano.y sirve como presentador.
En primera fila, alguien, quizá venido desde
Suecia para abrazar el sol, estira sus piernas
en actitud desenfadada y libre para escuchar
las ondas de la música, frente a mí, un
niño negro que escucha inmóvil; a su lado,
cayendo sobre el anfiteatro, el pelo rubio
de una turista extasiada. ¿Dónde está Ezra
Pound?
Cuando salimos, le veo de nuevo andando
a pasos cortos, seguros, vestido con chaqueta
marrón y pantalones grises. De su barba
blanca y de su antiguo cuerpo entregado al
tenis y al boxeo, queda poco ya en este viejo
errante tal y como lo veo en esta mañana
de domingo. Camina lentamente hacia el fin
de su vida acompañado de su continuación:
una alta y rubia -mujer, quizá esa hija suya
casada .con un conocido egiptólogo. Parece
Ezra Pound —oscuro siempre— mucho más
transparente: sus hombros reducidos a huesos,
chupadas manos y mejillas y unas blancas
hebras levantándole una nube en el
pelo. Sólo sus ojos, mirando al futuro, dejan
que se vea su pasado, ese largo viaje de
contradicciones e ironías, ochenta años de
intuición y obsesiones que por el camino de
la poesía le han llevado desde el estado de
Idaho hasta estos pueblos Italianos.
Asciendo por la escalera de caracol de la
casa de Gian Cario Menotti en esta misma
Plaza del Duomo. Menotti ahora no vive aquí:
estos días lo ocupa todo Ezra Pound. Bellísima
sala en lo alto en esta casa de Menotti:
el mirador no tiene cristales ni ventanas y su
originalidad se completa con un mobiliario
fresco y ligero, de mimbre, que alarga su
tono amarillo hasta un pequeño bar. Menotti
entra rápido, me saluda. Me habían hablado
de que era muy nervioso, incapaz de permanecer
quieto ni siquiera en sus gestos:
es cierto. Pide una limonada, bromea con

el criado, me habla de España y de su teatro.
No cesa de hablar ni de moverse: de cerca,
advierto su rostro fatigado, una voz con cadencias,
unos ojos inteligentes.
Pasan las horas. A las tres y media de ese
domingo de julio abandono Spoleto y marcho
hacia Asís. Me acompaña el hondo mutismo
de Ezra Pound, que no habla, prácticamente,
desde hace años, que escucha, recuerda,
conserva su memoria, a veces llega a hacer
un esfuerzo y ante una pregunta responde
con un «sí» o con un «no».

Hoy recuerdo
que en 1968, Pasolini, en una entrevista televisiva,
logró romper aquel mutismo. Y le
hizo una pregunta terrible para el autor de
los «Cantos«, una pregunta que Pound no
acabaría de perdonarle: «¿Le agradaría en
este momento participar en una de esas demostraciones

que se hacen en América o
en Italia por la paz?» Y Pound respondió:
«Creo en las buenas intenciones, pero no en
la eficacia de estas demostraciones. Sin embargo,
desde otro punto de vista, como he
escrito en otro «Canto» incompleto, cuando
nuestros amigos se odian entre ellos, ¿cómo
es posible la paz mundial?»
Al caer la tarde de aquel 11 de julio
de 1965, una paz se abandona donde silencio
y soledad se densan. El sol está tímido.
Desde el pequeño jardín de San Damián, en
Asís, el horizonte se abre inmenso, campos,
montes y cielos siembran su belleza en el
mundo. Parece que pudiera cantarse aquí,
en el sitio donde se escribió, el «Cántico al
Sol». Una brisa va quitándole agobio a la
temperatura ardiente. Desde el ojo de la ventana
de este minúsculo jardín, la poesía—lo
dice con voz muda Ezra Pound—, es un
largo silencio».

José Julio Perlado.-ABC.-3 de noviembre de 1972

( por cortesía del Archivo de ABC)

(Imágenes:- 1.-Ezra Pound.-Henri- Cartier Bresson.-1971/2.-Ezra Pound.-1923.-Man Ray/ 3.-Ezra Pound.-foto de pasaporte.-bellswithin/ 4.-Plaza del Duomo en Spoleto.-members virtual tourist com)

LAS GUERRAS

Las guerras han marcado las fotografías,

las guerras han cambiado el rostro de los niños,las guerras han dado otro semblante a las ciudades,

las guerras han teñido las pinturas,

las guerras han adiestrado a tiradores,

Las guerras han excavado catacumbas,

las guerras han devastado habitaciones,

las guerras han agudizado el hambre,

las guerras han entrado en los museos,

las guerras han violentado los cuerpos, Las guerras, siempre, siempre las guerras.

(Imágenes:-1- Cartier Bresson.-1945.-all-art-org/2-foto André Fromont.-2010/3- vista aérea de Edinmburgo.-1920.- Alfred G. Buckham.-cortesía de Richard y John Buckhan.-National Gallery/4.- Norman Basil Town.-1915.1987.-Peter Nahum.-Leicestergalleries-Online Galleries/5.-Norman Basil Town.-refugio en Inglaterra.-1944-Leicestergalleries-Online Galleries/.-6.- David Douglas Duncan.-all-art.org/7.- foto Rando Mizra.- Galería Sfeir- Beirut.-artnet/8-Giulio Di Sturco.- cortesía de Sony World Photography/ 9.- Brittan Miller.-noche de destrozos.- Alemania 1946.- Museo de la Guerra de Canadá/ 10-Luiz Vasconcelos.-Brasil.-Jornal A Critica Zuma Press.-World Press Photo 2008/ 11.- foto David Guttenfelder.-The New York Times)

PENSAR, RECORDAR, DORMITAR

cartier-bresson-a-saladeprensaorg

 Ha traído sin duda el periódico de casa para acomodarse en el banco, sabe colocar su bastón como apoyo de sus pies, apoya los huesos en ese cojín tan querido que siempre la acompaña. Unas veces dormita, otras piensa, algunas recuerda.  Nos podría decir dónde están sus hijos, cuántos nietos tiene, los años que hace que murió su marido, pero en estas tardes de Londres ni siquiera hace caso de Cartier-Bresson cuando la fotografía. 

Podría decirnos qué ha preparado para cenar esta noche. Se protege del frío con las manos.

Nada dice.

Pensar, recordar, quizá dormitar.

(Imagen: Londres, 1937.-por Henri Cartier- Bresson/ Magnum.-saladeprensa.org)