LEYENDO A THOMAS MANN

 

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Releo «Thomas Mann y los suyos» de Marcel Reich-Ranicki. Como siempre, en los artistas de gran relieve – y Thomas Mann lo es – se desvela esa desunión ( o unión)  entre  su figura humana cotidiana – con sus defectos, manías y toda clase de flaquezas – y su obra. Mann, entre otras cosas, estaba obsesionado por Goethe, por su esplendor y por su altura, lo mismo que por Wagner. Eran dos de los ídolos a los que aspiraba a emular, cada uno de una forma. Se ve, como siempre, que las capacidades de los talentos o de los genios – (Tolstoi desconocía o despreciaba a Dostoievski) – forman un contraste y constituyen los fuertes contraluces entre obra y figura. De Thomas Mann, entre otras cosas, asombra su disciplina laboriosa, la claridad para desenvolver el quehacer de sus jornadas, aunque fueran en el exilio, y se descubren a la vez sus tremendos egoísmos y su egocentrismo, sus altiveces y neurosis, y toda suerte de fragilidades más o menos alimentadas y consentidas. A su hermano Heinrich le hace reproches en su correspondencia, y una de las cosas que le dice es que se precipita y no mantiene el ritmo adecuado para que una obra sea ponderada y tenga altura. En la curva de la edad, junto a la perseverancia férrea y disciplinada en su tarea, Thomas Mann supo mantener hasta el final un tono de calidad en su trabajo artístico. El libro de Reich-Ranicki guarda en sus páginas, no sólo análisis y descubrimientos incesantes, sino también breves pero profundas reflexiones para entender qué es un artista.

(Imagen.-Thomas Mann con su hija Erika)

 

EL FUEGO Y LOS LIBROS

 

fuego-yttr-Stanley Spencer- mil novecientos treinta y seis

 

Empieza estas semanas la llamada «rentrée» literaria en todas las capitales del mundo y el fuego condensado en cada libo intentará de algún modo propagarse en diversas lecturas. De fuegos y de libros escribí hace unos meses en una revista: «El gran incendio de Londres en 1666, el fuego que se propaga en Westminster en 1731, la librería del Congreso de los Estados Unidos arrasada por las llamas en 1814, la biblioteca de la Academia de Finlandia consumida también en 1827, los dos únicos ejemplares que se salvaron del incendio en la universidad de Indiana en 1833, las llamas devorando la noche del 24 de mayo de 1904 la Biblioteca Nacional de Turín, el terremoto del 18 de abril de 1906 que causó otro incendio en la biblioteca de la universidad de Stanford, las llamas el 1 de septiembre de 193 en la biblioteca de Tokio, el oscuro origen del incendio que quemó 70.000 libros en el Seminario Teológico judío de Nueva York en 1966, las 400.000 obras destruidas por el fuego en la Librería Popular de Los Ángeles en 1986, el escape de gas tras el que se iniciaron las llamas sobre 100.000 libros en agosto de 1994 en Norwich, al este de Inglaterra…

 

figuras-rrvvg-fuego- Alex Lilly- dos mil nueve

 

 

Podíamos seguir. Las  hojas quemadas, las cubiertas retorcidas por llamas azules, el olor de las páginas consumidas, los grabados ennegrecidos y oscurecidos, los índices borrados, las grandes y bellas letras arrugadas por el fuego, decapitados los diálogos, quebradas las aventuras, chamuscados hasta lo inverosímil los pensamientos. El 10 de mayo de 1933, los nazis queman los libros en una plaza de Berlín. Stefan Zweig, Thomas Mann, Heinrich Mann, Eric Maria Remarque, Jacob Wasserman, Franz Werfel, Albert Einstein, Sigmund Freud, Marcel Proust, Upton Sinclair.., sus obras son pasto de las grandes hogueras. Stefan Zweig dirá más adelante: «Esta fiesta que ha sido organizada con mis libros ha suscitado desgraciadamente más ruido del que yo podía esperar. Pero yo he renunciado por mi parte a esta publicidad. Todos saben que yo soy un hombre a quien sobre todo le importa el silencio».

 

fuego-unvv-Carole Pierce- dos mil catorce

 

Es el fuego. El fuego rodeando a libros que muchas veces contienen fuego, que han sido escritos bajo el fuego de la inspiración. La llama de la creatividad se ha encendido en el rincón del escritor, apenas se la ve, ondula temblorosa en la cabeza del que crea. El escritor se inclina ante la llama que a su vez se inclina ante el artista, las lenguas de fuego del espíritu se posan sobre cada palabra y cada verbo, las palabras empiezan a caminar por la página, se cogen de las manos las palabras para bailar ante el fuego. Hay un fuego dentro de cada libro, ese fuego que nos encendió en la adolescencia, que nos entretuvo en la juventud, que en la madurez nos ha hecho meditar. Si los libros no escondieran fuego en su interior no serían auténticos, nunca abrasarían. Todas las llamas de la poesía, las grandes lavas descendiendo de las prosas rojizas y rocosas, toda la luminosidad de los diálogos, las astillas ardientes de los sentimientos, los carbones en humo de las reflexiones, el incendio en fin, todo eso es un gran libro.

Ninguna llamarada exterior consumirá el fuego que un libro lleva dentro».

José Julio Perlado

 

libros-unnh-Vincent van Gogh- mil ochocientos setenta y siete

 

(Imágenes.- 1.-Stanley Spencer– 1936/ 2.-Alex Lilly- 2009/ 3.- Carole Pierce– 2014/ 4.-Vincent van Gogh.-1877)

GUERRA Y LITERATURA

 

ciudades.-5hy.-guerra.-Richard Petersen.-Dresde,--.ataque aérero del 14 de febrero de 1945

 

Releyendo el libro de William L Shirer «Auge y caída del lll Reich», se da uno cuenta de la importancia literaria que tuvo la Segunda Guerra Mundial, como por otra parte la tendrían – y la seguirán teniendo – todas las guerras. El día 1 de septiembre de 1939 penetraban las tropas alemanas por las fronteras de Polonia: «Por la mañana, a la hora del desayuno, – escribe Jünger ese día en su «Diario de guerra y de ocupación» – , el camarero me preguntó, con un gesto significativo, si había oído las noticias del día. Decían que habíamos entrado en Polonia. Durante el día, mientras atendía mis ocupaciones, fui enterándome de las otras nuevas que confirmaban que había estallado la guerra, también con Francia e Inglaterra. Por la noche, breves comunicados, disposiciones, oscurecimiento de la ciudad».

 

guerra-brrg-Werner Bischof- Alemania- mil novecientos cuarenta y cinco

 

Dos días después, el 3 de septiembre, Saint-Exupery era movilizado en Francia. Cuando su avión sobrevuele Arras, ocupada por los alemanes, escribirá en «Piloto de guerra»: «A pesar de los setecientos metros, esperaba. A pesar de los parques de tanques, a pesar del fuego de Arras, esperaba. Esperaba desesperadamente. Retrocedí en mi memoria hasta la infancia, para tener de nuevo el sentimiento de una protección soberana. No hay protección para los hombres. Cuando has llegado a hombre, te dejan ir…»

 

guerra-uuuu-Dessau- mil novecientos cuarenta y cinco- Cartier Bresson

 

«Entre nosotros dos – le escribe a su vez Joseph Roth a su amigo Stefan Zweig en 1934 – se abrirá un abismo mientras usted no haya roto » interiormente» con Alemania. Preferiría que usted combatiera contra ella con todo el peso de su nombre».  Cartas y Diarios se cruzan con ametralladoras y bombas. No solo la literatura dejará testimonio de las guerras sino también las manchas de la pintura, los trazos de Picasso, las extremidades a veces retorcidas de la escultura, los réquiem musicales. Las guerras serán observadas y sufridas por los artistas, los ojos vacíos de los cadáveres quedarán reemplazados por los ojos precisos de

 

guerra-vvffy-Dessau- mil novecientos cuarenta y nueve- Henri Cartier Bresson

 

quienes dan testimonio en cuadernos y en lienzos. Cada uno en su sitio, todos de algún modo darán testimonio, Heinrich Mann y Thomas Mann, Camus,Vercors…; Hemingway vería la liberación de París, otros se embozarían en la ResistenciaHitler no podía imaginar que sus actos de agresión políticos y militares dejarían un rastro literario tan abundante.  Toda guerra los deja. Se abren las cartas, se hojean los Diarios, se sumerge uno en las novelas y allí están la paz y la guerra ensambladas – todas las paces y las guerras, con sus escaramuzas, traiciones y heroísmos dejando la marca literaria en el fluir de la Historia.

 

guerra- vvrty- Dmitry Beliakov

 

(Imágenes.- 1.-Richard Petersen- 1945/ 2.-Werner Bischof- 1945/ 3.-Cartier Bresson- 1949/ 4.- Dmitry Beliakof)

LA CASA DE LOS MANN

Por las ventanas de esta habitación amarilla y azul entró la novela de finales del siglo XlX y principios del XX, cuando los Buddenbrook paseaban sobre esta pequeña alfombra y sentándose en esas sillas junto a la pared charlaban de la decadencia de su familia. La novela entraba por esos ventanales y, como saben todos los que han estudiado su historia, la omnipresencia del novelista dominaba perfectamente los pensamientos y los sentimientos de los personajes, lo que les había pasado con anterioridad e incluso la adivinación de su futuro en un prodigio de visión total, como si el escritor estuviera dentro y fuera de esa habitación y a la vez dentro y fuera de las acciones y las conciencias.
Si ahora un novelista entrara en esta habitación contaría el monólogo interior subjetivo narrado desde una esquina, un balbucear indeciso, una voz tanteando las dudas, el ojo de la cerradura de la pupila que espía lo que le intenta decir el mundo. La novela ha cambiado profundamente, y sobre todo ha cambiado el tiempo de la lectura que es un tiempo dominado por la pantalla superficial, por articulaciones de historias mínimas que se arrojan desde el televisor como migas de pan para tener contentos a los pajaritos de las audiencias.
Viene todo esto porque precisamente aparece ahora en DVD una serie sobre los Mann, la gran familia presidida por dos intelectuales – Heinrich y sobre todo Thomas – que han dejado recuerdos, confidencias, pasiones y trágicas muertes en derredor. A pesar de los contraluces personales de Thomas Mann siempre me ha fascinado su voluntad de trabajo. En 1943, a los 68 años, tras haber terminado un relato sobre Moisés, se dispone a escribir su gran obra, Doktor Faustus. Había guardado aquella idea apuntada en un cuaderno durante 42 años y se pone a preparar documentos para ponerse a escribir. «Lamentos de Fausto -dice en su Diario – e ironía del espíritu: resúmenes (concebidos como sinfonías). Anotaciones, reflexiones y cálculos cronológicos. Cartas de Lutero. Cuadros de Durero. Pensamientos sobre el nexo entre el tema del libro y las cosas de Alemania. La soledad de Alemania en el mundo. Particularidades de los días juveniles de Munich, figura de Rud…» , y así prosigue.
A pesar de que en mi siglo ya no se escribe como en los anteriores impresiona cómo se edifica una historia para que perdure, para que no se la lleve el viento de las modas, ese viento con el que algunos editores despachan casi todo: «escríbame usted una cosa ligerita – dicen -, sin trascendencia, que es lo que la gente quiere…»