CAFÉS DE PROVINCIAS

 

 

«Vuelvo a pensar en el café Do Encoberto y en los escritores locales, «muito de preto vestidos», que toman café y emborronan cuartillas, por las tardes, solitarios en sus mesas, una por poeta, como es lógico. Probablemente son todos ellos malos escritores, o todo lo más mediocres. Despreciados probablemente desde Lisboa, desde Coimbra, desde Oporto, como los de aquí se desprecian desde Madrid o Barcelona. Yo, sin embargo, siento hacia ellos una enorme ternura. Quedarse en eso ha estado en la suerte de cualquiera. Es cosa de fortuna, buena o mala. También entre los que han saltado a la Prensa de gran difusión, entre los que tienen un nombre e incluso un público, los hay malos y mediocres. Pero si conmueven es de otra manera y por otras razones. Estos de los cafés de provincias, anticuados casi todos, embebidos en un esfuerzo sin porvenir, engañados acerca de sí mismos, de lo que piensan y de lo que escriben, son, sin embargo, los verdaderos escritores puros, sin gloria, sin ganancias, sin lectores. Incluso sin esperanzas ya. A veces, pocas veces, resulta que alguno de ellos era un genio ( lo cual sigue sin explicar nada), y menos veces aún alguien encuentra sus papeles, descubre que son valiosos, los publica y la gente se pregunta: «Pero ¿es posible que Fulano…?». Sí, Fulano, que se murió de asco, tenía talento. Los que escribían en el mismo café que él, en la mesa de enfrente, y lo tomaban, como él, con un poquito de leche, también se asombran. Porque los escritores malos de provincias, como los buenos de las capitales, son ciegos para los demás. Es cosa del gremio».

Gonzalo Torrente Ballester – «Cuadernos de la Romana» -1974

 

 

(Imágenes- 1- forocoches com/ 2-café A Brasileira)

RECUERDO

 

retratos-hhnnn-Gerardo Diego- por Pelayo Ortega- bne es

 

Recuerdo, sí , lo recuerdo. Como así lo expresaba Marcello Mastroianni en sus Memorias y como así también le gustaba decir a Georges Perec. Paso con estos papeles y estas carpetas de sala en sala en la Biblioteca Nacional de Madrid y recuerdo, sí, lo recuerdo, el pasar de los dedos de Gerardo Diego sobre las teclas del piano en enero de 1966, en su casa de la calle Covarrubias cuando amablemente charlamos. Paso ahora bajo su retrato y le veo venir, alejándose del piano, para enseñarme dos versiones de su «Invocación al soneto» y hablarme de la creación en poesía. Asistí a la última lección que dio en su Instituto y recuerdo, sí, lo recuerdo, aquellas manos moviéndose en el aula, explicando la gran literatura.

 

retratos-nng- Dámaso Alonso- por Hernán Cortés- bne es

 

Recuerdo, sí, lo recuerdo. Recuerdo igualmente a Dámaso Alonso bajando las escaleras de su biblioteca con un libro suyo en las manos, «Poetas españoles contemporáneos». Nos sentamos, me lo dedicó con mucho afecto, y hablamos de clásicos y modernos, especialmente de Ernestina de Champourcin.

 

retratos-yybb-Luis Rosales- por Juan Antonio Aguirre-bn es

 

No hay ninguna vanidad en todo esto, ningún mérito personal. Han sido momentos privilegiados – buscados o no – que se han ido cruzando en mi existencia dejándome huella. Y recuerdo, sí, lo recuerdo (ahora que paso bajo el retrato de Luis Rosales en esta galería expuesta estos días en la Biblioteca Nacional) , recuerdo a Rosales en su casa de la calle de Vallehermoso, en 1977, aludiendo a Granada y a Lorca, a las palabras de Rilke: «Era poeta y odiaba lo impreciso.»

 

retratos-ytr-Onetti- por Rómulo Macció- bne es

 

Sigo pasando por estas salas en las que he escrito tanto, he escrito en el campo, bajo los árboles, en las madrugadas madrileñas, en días parisinos y romanos. Recuerdo, recuerdo lo que he escrito  también aquí, los libros elaborados en la Sala General o en la llamada de «Raros y Manuscritos».  Recuerdo al pasar bajo el retrato de Onetti, aquel febrero de 1979, en su casa de Madrid, él acodado en la cama, sus ojos mirándome tras sus gruesas gafas, desentranándome despacio el laberinto de sus personajes.

 

retratos-uuybb- José Hierro- por Rafael Cidoncha- rafaelcidoncha es

 

 

Recuerdo a Pepe Hierro en «La Estafeta Literaria», después en el autobús que nos traía a los dos desde Radio Nacional y Televisión, después en largas y gratas conversaciones sobre su poesía. Recuerdo, sí, lo recuerdo, con sus ojos muy vivos, su rompiente carcajada, hablándome de aquel bar de Madrid donde a veces, entre el ruido de tazas y cucharillas, él iba enlazando sus poemas.

 

retratos-bbhhu-Torrente Ballester- por Damián Flores Lanos- bne- es

 

Recuerdo, sí, recuerdo a Torrente Ballester en su casa madrileña, cuando acababa de fallecer su primera mujer, Josefina Malvido, a final de los años cincuenta. Recuerdo a Torrente mucho tiempo después coincidiendo en jurados de premios literarios. Recuerdo su ironía, las fatigas, la tenacidad de su trabajo.

Recuerdo, sí, lo recuerdo.

Ninguna vanidad en todo esto. Ningún mérito personal.

Paso, envuelto en recuerdos, bajo esta galería de retratos.

 

(Imágenes.-1.-Gerardo Diego.-Pelayo Ortega– bne.es/ 2.-Dámaso Alonso-Hernán Cortés-bne.es/ 3.-Luis Rosales- Juan Antonio Aguirre– bne.es/4.-Juan Carlos Onetti- Rómulo Macció.-bne.es/ 5.-José Hierro- Rafael Cidoncha- bne.es/ 6.- Gonzalo Torrente Ballester- Damián Flores Llanos– bne.es)

TORRENTE BALLESTER, 100 AÑOS

«Creo que mi situación puede resumirse así: lo que me falta es oficio – decía Torrente en 1969 – Tanto tiempo sin escribir y la improvisación con que lo hago me conducen a redactar una prosa vulgar. (…) Esto tendría un remedio: escribir todos los días y castigar la prosa. Castigarla buscando en ella una sencillez que no sea vulgar. (…) Creo que éste es hoy el problema; armarse de paciencia y hace como hace Z. : recopiar, y al recopiar, transformar. (…) Tengo que decir que todos estos días, no de una manera constante, pero sí frecuente, he andado pensando cosas de la Saga/Fuga, sin tomar notas, quizá porque todas las ocurrencias fueron nocturnas, o casi nocturnas, cuando no ocurrencias itinerantes. En todo caso, en momentos en que no tenía a mano aparato alguno para recogerlo».

Seis años después, en 1975,- después de haber publicado «Los gozos y las sombras«, «Don Juan» y la «Saga» entre otras muchas obras, le confesaba al magnetofón: «¡Dios mío, pensar que cada vez que me pongo a escribir una novela es como si fuese la primera…! ¡Que no me sirve de nada la experiencia!».

Son las idas y venidas del trabajo y de la inspiración en cualquier escritor y a las que, en el caso de Torrente, alguna vez me he referido en Mi Siglo. Son  hábitos, perezas, aspiraciones, disposiciones y voluntades. Son proyectos,  preocupaciones económicas y familiares,  soliloquios de creador.

Recuerdos que vienen a la memoria cuando Torrente cumpliría hoy los cien años: 13 de junio 1910-2010.

(Imagen.-Torrente Ballester.-fundacioncaixagalicia.com)

LOS PASILLOS DE TORRENTE BALLESTER

«Hoy es martes diez – escribe Torrente el 10 de agosto de 1971 -. Estoy en Madrid, y tengo aquí delante, encima de la mesa, un razonable montón de cuatrocientos y pico folios con La Saga Fuga puesta en limpio, y esta mañana he entregado a Merceditas, por fín, el prólogo y el epílogo. (…) Dentro de dos días me lo tendrá en limpio; entonces sí que podré decir realmente que está completa La Saga Fuga. ¡Vaya por Dios, el trabajo que me dio! Y ahora falta saber si va a servir de algo o no va a servir de nada».

Es la voz de Gonzalo Torrente Ballester, con 61 años, tumbado en el sofá, la habitación a oscuras y dictando al magnetofón, el aparato que Torrente llamaba magnetófono, ya que Dámaso Alonso le había recomendado que usara esa palabra. Por su parte Luis Rosales se había traído de América uno de aquellos «maravillosos chirimbolos» – dice Torrentey el autor de «Don Juan» pensaba en la posesión de un magnetófono como puede pensarse – son sus palabras – en la posesión de la inmortalidad. «Yo escribí La Saga Fugaconfiesa -, pero sólo en el sentido material, como la pudo escribir un medium. Me fue dictada desde el espacio propio de los magnetofónos por una voz despectiva y admirable. (…) Los Fragmentos del Apocalipsis me los dictó un aparato japonés. Para Las sombras recobradas utilicé uno europeo, y ya se ve la diferencia. Volví al japonés con la obra siguiente, y ahora mismo, en trance de comenzar otra novela, no me he decidido con cuál de ellos trabajar».

En Mi Siglo he hablado ya alguna vez de los escritores que dictan al magnetofón, como es el caso del chino Gao Xingjian. Desconozco las ventajas e inconvenientes de tal sistema. Pero en el caso de Torrente Ballester, además del aparato al que habla en esa habitación a oscuras,  hay que hacer obligada referencia a los pasillos que existen al otro lado del despacho. Pasillos en Ferrol, en Pontevedra, en el campus de Albany en Norteamérica, en Vigo, en Madrid, en Salamanca, recorridos interminables de pasillos, idas y venidas entre editores – 33 años para editar «La Princesa Durmiente va a la escuela» -. pasillos uniendo habitaciones, ciudades y destinos, colaboraciones en periódicos, clases, críticas teatrales, toda suerte de actividades diversas para mantener a su dilatada familia.

En ese delicioso y revelador libro que es Los cuadernos de un vate vago (Plaza Janés) están volcadas las experiencias de un autor que habla consigo mismo en la oscuridad de la creación, los pies extendidos entre la esperanza y el desencanto, la cabeza bullente de ideas. «El que no llora no mama – le dicta al magnetofón el 13 de abril de 1970 -, y yo no lloro, y el que no está delante corre el riesgo de ser olvidado, y yo soy en muchos aspectos el amigo, el escritor, el hombre de quien sistemáticamente todos se olvidan. Hay que estar en el huevo, en la corriente, en el centro de los acontecimientos; es decir, en Madrid, y si no se está en Madrid, portarse de otra manera. Pero yo no sé si soy tímido, indiferente u orgulloso: el hecho es que no estoy, ni escribo, ni doy la lata. Hoy he hablado de Cervantes como fracasado ¿Qué hubiera preferido él, esta gloria póstuma o un poco de éxito mientras vivía?».

Las reflexiones de Torrente son múltiples pero lo que asombra es cómo puede dictar en la oscuridad constantemente interrumpido por cuanto sucede en ese pasillo familiar, que él mismo va anotando:«¡Esas puñeteras niñas – dice el 17 de mayo de 197o – podían ir a gritar al vientre de su madre! A ver si cuando el barco salga se marean de una puñetera vez y no salen de la cuna o de la cama!»(…)»Bueno. Aceptaremos la muerte en el exilio…(se refiere a América) – dicta, hablando consigo mismo, el 11 de julio de 1972 -¿Qué le vamos a hacer, Gonzalo, qué le vamos a hacer? Mientras me llega, que Dios me dé suerte y pueda sacar adelante a mis hijos. Gracias a Dios. Si puedo aguantar allá cinco años, y tendré sesenta y siete, regresaré a España ( si entonces se puede regresar) con un pequeño retiro, y aquí podré…

En fin: interrupción, accidente, brecha en la rodilla de Francisca, mercromina, tirita, el ritual acostumbrado. Ya no sé qué estaba diciendo ni de qué me estaba quejando. En fin, el resumen es que hay que preparar el viaje de todos. El clan Torrente se muda de unidad de destino. ¡Yo que pensaba hacerlo al Reino de Aragón; yo que pensaba en Palma de Mallorca no hace más que un año…! Me resigno al regreso, declaro dos años perdidos; perdidos una casa y unos muebles…¡yo que sé! ¡Yo que sé, Gonzalo, yo que sé! Esta facilidad con que tomo decisiones insensatas, y lo que es peor, con que las llevo a cabo, me hará llegar a la muerte sin un céntimo con que pagarme el entierro; Gonzalo, eres así ¡Qué le vamos a hacer…!».

El magnetofón iba recogiendo aquellas lamentaciones, aquellas ilusiones. Gran creador, sobre todo en La Saga Fuga, poseía Torrente un humor singular: se contemplaba en el espejo de sí mismo y por el pasillo familiar y el de la vida iban y venían las pequeñas heridas de los hijos y a veces las grandes de las críticas, los silencios, los aplausos al fin. Con ese humor me contó una vez cómo un día, pronunciando una conferencia, acaso por el cansancio o por el tono monocorde de su propia exposición, poco a poco, dulcemente, se fue quedando dormido ante el público.

(Pequeña evocación en su centenario: 1910-2010)

(Imágenes:- 1.-Torrente Ballester.-2.-foto Chema Conesa.- elmundo.es)

TRANSFORMACIÓN Y CONTEMPLACIÓN

paisajes.-w98.-por Asami Yoshiga.-Dillon Gallery.-Russinche Kunstler.-artnet«¡Tantas manos para transformar este mundo, tan pocas miradas para contemplarlo!», escribió Julien Gracq. Ahora, cuando acaba de publicarse su pequeña obra «La literatura como bluff« (Nortesur), versión española de «La littérature à l`estomac» aparecida en 1950, vuelvo a las ocasiones en que en Mi Siglo hablé de Gracq, aquel gran escritor francés.

La transformación del mundo y la contemplación del mundo. «La contemplación no descansa hasta que encuentra el objeto de su ceguera», dijo un gran crítico de arte. Acaso nos asombra la continua transformación del mundo y en cambio no nos detenemos a contemplarlo. Muchos, sin embargo, se han dedicado gozosamente a enseñar a los demás cómo contemplar. Recuerdo unas palabras del escritor español Torrente Ballester: «Hoy he llamado a mis hijas y les he enseñado a escuchar la noche, les dije que «se había encendido«, y tuve que explicarles la metáfora. Una me preguntó que por qué cantan los pájaros: le respondí que a causa de una especie de afirmación de sí mismos y de su espacio vital».

Una lección de cómo contemplar y de cómo poder contar – cantar – una contemplación.

(Imagen: «Invitacion Pond»- Asami Yoshiga.-Dillon Gallery.- New York.-artnet)