GENTES (6) : EL DESCONFIADO

 


“El desconfiado es tal — dice el filósofo griego Teofrasto— que enviando a su criado a comprar el mantenimiento o despensa, destina a otros a averiguar en cuánto la ha comprado. Cuando lleva consigo algún dinero, cuenta a cada cien pasos cuánto es, o si está cabal. Estando ya acostado, pregunta a su mujer si cerró bien la llave al arca, o si el pestillo está bien pasado en la puerta de la sala. Y aunque la mujer le responda que sí, nada menos dejará de levantarse de la cama, desnudo y descalzo, y encendiendo un candil, lo recorre y lo registra todo, y con todo esto apenas puede conciliar el sueño. Va con testigos a pedir los réditos a los que le deben, para que no se los puedan negar. Si da a lavar su ropa, no será al que la lave más bien, sino al lavandero que tenga fiador. Si alguno llega a pedirle vasos prestados, es su mayor empeño no prestarlos. Manda al criado que le va siguiendo que no vaya detrás, sino delante, para procurar que no se le escape en el camino.”

 

 

(Imágenes—1- René Groebli—1946/ 2– fotógrafo desconocido)

GENTES (5) : EL ESTÚPIDO

 

 

“El “estúpido” es tal — dice el filósofo griego Teofrasto —, que haciendo sus cuentas y sacando la suma, pregunta después al que le acompaña qué resulta. Es el que por evitar la sentencia de los jueces, sabiendo que se acerca el día de ella, se hace el olvidadizo y se va al campo.  Es el que asistiendo a ver teatro, se duerme y se encuentra solo, al haberse ido todos los demás. El estúpido es el que cenando con exceso, y levantándose de noche  para ir al servicio (o ir al corral), le muerde el perro de su vecino. El que tomando y guardando alguna cosa, la busca después y no la puede encontrar. El que recibiendo el aviso de que ha muerto alguno de sus amigos, afligiéndose y llorando , dice : “Sea para bien “. Es el que llama testigos para recibir el dinero que le vienen a pagar. Castiga a su criado porque en medio de la fuerza del invierno no le ha comprado en la plaza melones. El que cociendo lentejas en su campo para los trabajadores, les echa sal dos veces, de suerte que no puedan comerlas. El estúpido y la “estupidez” no es otra cosa que “la pesadez del alma en las palabras y en las obras”.

(Imagen —Johannes Carlsohn)

GENTES (4) : EL IMPERTINENTE

 

 

“El impertinente  — dice el filósofo griego Teofrasto —procede así: va a comunicar sus negocios con personas que están muy ocupadas, y a tener un convite y rato de broma en casa de su amiga cuando ésta tiene calentura. Se presenta al que acaba de ser condenado a pagar la deuda de que quedó fiador y le pide que le  fíe. El impertinente se presenta a declarar como testigo cuando ya está dada la sentencia. El impertinente es el que, convidado a una boda, clama contra todas las mujeres. Es el que invita a pasearse a los que acaban de  llegar de un largo camino. Es tan molesto que presenta un comprador que dé más por la alhaja cuando ya está vendida. El que levantándose en medio de una reunión, explica desde el principio algún suceso que todos han oído y conocen bien. El que acercándose a los que han hecho sacrificios y  sin embargo están en el convite, les pide la ganancia del dinero que les tiene prestado. El que si se castiga a algún criado en su presencia, dice que un criado suyo a quien castigó del mismo modo se ahorcó. El que escogido por árbitro para resolver un pleito,  embrolla aún más a las dos partes que le eligieron. “

(Imagen —-Auguste Chabaud- 1908)

GENTES (3) : EL VANIDOSO

 

“El vanidoso es tal —dice el filósofo griego Teofrasto —que estando en los mostradores  del puerto del Pireo, cuenta a los forasteros las muchas riquezas que tiene por el mar. Discurre largamente del dinero que tiene dado en préstamos, en cuánta cantidad, y cuántos réditos ha percibido.  El vanidoso es el que, si yendo de camino se junta con otro, le cuenta que militó con Alejandro y cuántas copas de piedras preciosas trajo, y defenderá contra todos que los artífices del Asia son mucho mejores que los europeos.  Dirá que en la carestía y hambre de la ciudad él gastó mucho dinero, por haberlo repartido entre los ciudadanos más indigentes. Añade que todo esto lo invirtió en limosnas, y que no cuenta tantos empleos públicos como ha servido. El vanidoso se acerca a los que tienen caballos generosos, y aparenta que quiere comprarlos. Se llega también a los mostradores de los mercaderes y pide que le saquen un vestido de valor; pero castiga al esclavo o criado porque le viene acompañando sin traer el dinero. Habitando en casa alquilada , dice al que no lo sabe que es heredada de sus padres; pero que tiene que venderla, por ser muy pequeña para aposentar huéspedes.”

(Imagen —Peter Masek)

GENTES (2) : EL ADULADOR

 

 

“El “adulador” es tal, que paseándose con otro, le dice: “Repara cómo todos clavan en ti la vista; no sucede otro tanto a ninguno de cuantos hay en la ciudad sino a ti —(así lo recuerda el filósofo griego Teofrasto) —. Con mucha gloria se hizo ayer conversación de ti en el pórtico. Más de treinta hombres estábamos allí sentados, y viniendo a parar la conversación en averiguar quién era el ciudadano más perfecto, todos comenzaron por ti y todos convinieron en el mismo nombre.”  Otras cosas semejantes habla. Quitará un pelito del vestido  de aquel a quien adula, y si el viento ha hecho caer alguna paja  sobre el pelo, se la quitará con gran cuidado, añadiendo con cara placentera  y mucha risa: “¿Ves? , por no haberte venido a ver en dos días tienes las barbas mezcladas de canas. Mas esto es chanza, que tú, como el que más, tienes para tu edad bien negro los cabellos.”

 

 

Cuando el adulado habla alguna cosa, manda que callen los demás; le elogia cuando le oye, y haciendo mil demostraciones, exclama cuando el adulado acaba de hablar : “¡Bravo! Excelentemente ha dicho”. Si va a visitar a algún amigo, se adelanta el adulador y avisa: “Su merced viene a visitarte” y retrocediendo, dice a éste” Ya he dado recado”. También se esmera en servir todos los trabajos de las mujeres, mostrando que se afana. Entre todos los convidados, es el primero que alaba el vino, y siempre al lado de su merced, le dice: “¡ Con qué delicadeza comes!” Y tomando alguna cosa de la mesa: “¡Qué cosa tan exquisita!” Le pregunta si tiene frío, si quiere que le añadan más ropa y, sin aguardar más, le abriga. Al decirle estas cosas, se le arrima al oído, hablándole entre dientes. Si conversa con los demás, es sin apartar los ojos del adulado. Cuando van al teatro, quita al criado los almohadones y él mismo se los coloca. Le pondera el gusto y excelencia con que su casa está fabricada y su campo bien plantado, y si le retratan, afirma que la pintura le es perfectamente parecida. En conclusión: es de ver cómo el adulador lo dice y hace todo según cree que complacerá a otros.”

 

 

(Imágenes—Valeriy Beleniken /2- Joseph Ducreux -1793/ 3-Giacometti-1948)