VIEJO MADRID (43) : LHARDY

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«Entre los comedores de Lhardy – recordaba en un artículo Luis G. de Cándamo -, el que guarda más secretos de la historia de España es el salón japonés, donde se desarrollaron toda suerte de conspiraciones y conciliábulos. Fue el rincón preferido del general Primo de Rivera para reuniones reservadas de ministros y personalidades de la dictadura, y, por contraste, aquí se decidió el nombramiento de don Niceto Alcalá Zamora como presidente de la República.

Llardy-44rtt-detalle del salón isabelino-wikipedia

El decorador de Lhardy fue Rafael Guerrero, padre de la actriz doña María Guerrero y el gusto del segundo Imperio, dotado de esa elegancia de alta burguesía, se perfiló en el diseño de la fachada de Lhardy, construida en magnífica madera de caoba de Cuba, como símbolo de las que fueron nuestras provincias de Ultramar.» Lorenzo Díaz, en su «Madrid: bodegones, mesones, fondas y restaurantes desde 1412 a 1990» recuerda que la decoración interior de la tienda, con sus dos mostradores enfrentados y el espejo al fondo, permanece intacta, tal como fue proyectada por Guerrero, y en los diferentes comedores – Salón Isabelino, Salón Blanco y Salón Japonés – se conservan los revestimientos del papel pintado de la época: chimeneas, guarniciones y ornatos, citados en obras de Galdós, Mariano de Cavia, Azorín o Ramón Gómez de la Serna.

Lhardy-eerrt- publicidad en ABCEn las interesantes biografías de Lhardy – la de Julia Mélida y la de José Altabella -se evocan algunas de las habitaciones que para determinados huéspedes de calidad se situaban en la última planta, por ejemplo – apunta Mélida -, » el imaginario Fernando Calpena, héroe galdosiano de «Los Ayacuchos», que el marqués de Salamanca verdadero logra aposentar allí a su paso por Madrid.» Y anota a su vez Lorenzo Díaz que tales habitaciones las cedía el dueño a clientes amigos  y  Sarasate y Mazzantini las ocupaban durante su estancia en Madrid.

Llardy-gbn-salón isabelino- wikipedia

Ahora Lhardy comparte sus 175 años de historia en papel con la Biblioteca Nacional y la opulenta consola que sostiene la fina botillería de la tienda abre paso al interior de los comedores donde se celebraron famosas cenas, muy elogiadas por especialistas de la talla del doctor Thebussem. O también banquetes célebres, como el ofrecido por Arturo Serrano a Jacinto Benavente en reconocimiento a uno de sus éxitos teatrales o el que quiso brindar un grupo de intelectuales al diestro Manolete.

Llardy-e- eeffy- interiores

En la trastienda de Lhardy, a partir de las ocho y media de la tarde, se reunían en los años cincuenta Zuloaga, Domingo Ortega, Chueca Goitia, Julio Camba, Antonio Díaz- Cañabate o Luis Miguel Dominguín que se cubría muchas veces con su clásica capa española.

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Vieja estampa madrileña del caldo y el jerez, las barquichuelas de ensaladilla, las calientes croquetas o los suaves emparedados antes de adentrarse en las comidas exquisitas escoltadas por generosos vinos.

Llardy-rrdd interior-wikipedia.

(Imágenes.-1, 2, 4, 5, 6 y 7.-Lhardy.-wikipedia/ 3- cartel sobre Lhardy en el periódico ABC)

VIEJO MADRID (31) : INCIDENTES DE VALLE – INCLÁN

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De Valle- Inclán he hablado varias veces en Mi Siglo. Pero cuando paseo ahora por Madrid y me detengo a fotografiar la fina estatua del escritor en el Paseo de Recoletos, casi enfrente a la Biblioteca Nacional y a dos pasos del «Café Gijón«, me llegan los ecos de sus palabras el 28 de diciembre de 1927 reogidas en el «Heraldo de Madrid«. Aquella mañana en la Audiencia había comenzado la vista de la causa instruida contra Don Ramón por un jaleo que suscitó en el teatro Fontalba durante el estreno de «El hijo del diablo» de Joaquín Montaner.

Cama,.6hh,-.Pérez de Ayala, Valle Inclán, Juan Belmonte.-elpais com

«El presidente – así lo cuenta «El Heraldo de Madrid» – se dirige al señor Valle- Inclán y le ordena:

– ¡Levántese, procesado!

Valle- Inclán, que se acaricia suavemente la barba con su única mano, responde sin moverse:

– Estoy bien así.

Se producen murmullos entre el público, y el presidente, agitando la campanilla, exclama:

– Procesado. ¡Levántese! ¡ Se lo ordeno!

El defensor interviene:

– El  procesado padece una crisis reumática…

– ¡No! ¡No! – le interrumpe airadamente el señor Valle – Inclán -¡No! ¡Falsedades, no! ¡Yo no soy un golilla para decir embustes! No tengo reúma. Lo que pasa es que no me parece bien levantarme…

(…) Más adelante, continúa el interrogatorio.

– ¿Cómo se llama usted?

– ¿Y usted?

El público ríe a carcajadas y el presidente golpea fuertemente la mesa con la campanilla.

– ¡Procesado!

– Compréndalo – dice sonriendo el procesado -, compréndalo. Es menos absurdo que le pregunte yo a usted cómo se llama que no que usted me lo pregunte a mí.

El señor Valle-Inclán, indicando con un ademán al público, añade:

– Todos estos señores conocen perfectamente mi nombre, y, en cambio, el de usted estoy seguro que…

– ¡Orden! ¡Orden!.»

escritores.-rtbn.-Valle Inclán.- con Josefina Blanco y una de sus hijas

Si esto es auténtico y quedó recogido en los periódicos, la mezcla de anécdotas verídicas y anécdotas apócrifas que Gómez de la Serna quiso utilizar en su biografía de Valle queda vertida en este otro episodio.

Muy cercano el ascenso al poder del general Primo de Rivera, a Valle se le impuso una multa de 250 pesetas por escándalo público en el Palacio de la Música. Cuenta Gómez de la Serna que muy de mañana apareció la policía en su casa.

«Don Ramón, que casi se acababa de acostar, comenzó a gritar desde la cama:

– ¡ Que se vayan!… Éstas no son horas de detener a nadie…

Los agentes insistieron y entonces don Ramón les gritó:

– Necesito que me traigan un mandamiento judicial, y además yo me levanto más tarde.

Los agentes fueron a pedir nuevas órdenes y el mandamiento apetecido, volviendo al poco rato con el papel sellado y con la orden de levantarle, vestirle y llevárselo.

Don Ramón leyó el papel y oyó las órdenes del ministro:

– Bien; por de pronto, yo no me muevo de la cama…, pueden ustedes venir cuando me levante, y agreguen a ese tiempo las dos horas de sueño que me han quitado.

Los policías aguardaron un largo rato y por fin entraron en la alcoba dispuestos a todo.

– Bueno… Vístanme… Ya lo ha dicho su jefe.

Los policías comenzaron a ponerle los calcetines, pero Valle, impaciente, exclamó:

– Basta, basta… Seguiré vistiéndome yo… Como acto de fuerza ya está bien.

(…) Pronto estuvo vestido, hizo un paquete con libros y muchas cuartillas, «para escribir el Quijote en la cárcel», y salió para el juzgado.

Allí el juez le preguntó formulariamente:

– ¿Cómo se llama usted?

– ¡ Que cómo me llamo yo! – gritó don Ramón – ¡Habráse visto insolencia parecida…! El que no sabe cómo se llama usted soy yo.

Entonces el juez, irritado, no le perdonó ninguna de las preguntas rituales:

– ¿Su profesión?

– Escritor. ¿No lo sabía usted?

– ¿Sabe leer y escribir?

– No.

-Me extraña la respuesta – dijo el juez con sorna.

– Pues más me extraña a mí la pregunta… Y ya no voy a responder más… Mande llamar a sus esbirros y que me den tormento.

El juez sonrió y acortó el acta mandándole a la cárcel, donde don Ramón estuvo quince días exactos.»

escritores.-bimnm.-Valle Inclán.-cervantes

(Imágenes:- 1.-estatua de Valle- Inclán en Madrid.-paseo de Recoletos.- foto JJP.-13 abril 2013/2.-Valle-Inclán junto a Ramón Pérez de Ayla y Juan Belmonte.-elpaís. com/ 3.-Valle- Inclán junto a su mujer y su hija Concha en el salón de su casa/4.-Valle-Inclán.-Centro Virtual Cervantes)