LA CONCIENCIA DE MORO

«Aunque soy de un natural tan enemigo del dolor que casi me asusta un pinchazo – le escribe Tomas Moro a su hija Margaret en la Navidad de 1534 desde la Torre de Londres y medio año antes de ser ejecutado -, sin embargo, en todas las agonías que he tenido, que antes de venir aquí (como ya te he dicho antes) no han sido pocas ni pequeñas, con corazón apesadumbrado y lleno de miedo, previendo toda clase de peligros y de muertes espantosas, que por cualquier tipo de posibilidad pudieran caer sobre mí, en tal pensamiento he pasado largo rato, inquieto y en vela, mientra mi mujer creía que yo estaba dormido; sin embargo, en tal temor y severa melancolía, doy gracias a la misericordia poderosa de Dios, nunca pensé en consentir, aunque tuviera que sufrir lo peor, obrar de manera distinta de lo que mi propia conciencia me decía ser a mí mismo».

Es la conciencia de Tomas Moro hablando con su hija desde la prisión, explicando su decisión con palabras. Ahora la conciencia del Lord Canciller vuelve a adquirir rostro en televisón encarnándose en Jeremy Northam, como en la película de Zinnemann, Un hombre para la eternidad, quiso tomar las facciones de Paul Scofield, del que ya hablé en Mi Siglo.

La conciencia de Tomas Moro se vierte también en la amistad. En carta a Antonio Bonvisi en junio de 1535  – siempre dentro de la Torre de Londres, un mes antes de que le quitaran la vida – le recuerda que «la felicidad de una amistad tan fiel, y tan constante en contra de los vientos contrarios de la fortuna, es una rara felicidad (…) Dios, entre todas mis viejas y tenues amistades, ha preparado hace mucho tiempo un hombre como tú, tan gran amigo, que pudiera enjugar y aliviar con tu consuelo una gran parte de esta molestia que el peso de la fortuna avanzando de cabeza en contra mía ha echado sobre mí». Escrita en latín, muestra los pliegues de la profunda amistad  que Moro tenía por Bonvisi, este comerciante mercantil que había trabajado en las finanzas internacionales y fue mecenas de humanidades. Confirma igualmente la verdad dicha años antes por Erasmo sobre Moro: su talento para hacer amistad y para mantenerla.

Bueno es recordar en estos tiempos la conciencia de Moro, ejecutado a las nueve de la mañana del martes 6 de julio de 1535 en Tower Hill, junto a la Torre. Su cabeza reemplazó a la del obispo Fisher en lo alto del Puente de Londres.

(Imágenes:-1.-Tomas Moro y su familia, por Rowland Lockey.- 1593.- Victoria and Albert Museum/ 2.- escena de «Un hombre para la eternidad» de Fred Zinnemann, con Paul Scofield como protagonista)

UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD

– Escucha, hija mía. En un Estado donde la virtud fuera de provecho, todos seríamos buenos por sentido común, y santos por conveniencia. Y viviríamos como ángeles o como animalitos – en esa tierra feliz donde los héroes ya no fueran necesarios. Pero ya que en este mundo la avaricia, la ira, la envidia, la soberbia, la pereza, la lujuria y la estupidez son de más provecho que la humildad, la castidad, la fortaleza, la justicia y la razón, y tenemos que elegir, pues así es el ser humano…, quizá no sea vano del todo el hacernos fuertes alguna vez, aun a riesgo de heroísmo.

(Palabras de Tomas Moro a su hija Margarita en «Un hombre para la eternidad», de Robert Bolt, pieza teatral que Fred Zinnemann llevó a la pantalla en 1966 y en la que Paul Scofield, interpretando a Moro, obtuvo un Oscar de los seis que ganó la película).

Ahora – con la muerte antesdeayer de Paul Scofield – nos llega, a través de su figura, el perfil de Tomas Moro – «adelantado en la cuarentena – lo describió Bolt al presentar a sus personajes -, pálido, estatura mediana, no muy robusto. Pero la vida de la inteligencia es en él tan abundante y bienhumorada que llega a iluminar su físico. Movimientos amplios y rápidos, nunca bruscos, pues tiene una natural moderación. Rostro de intelectual, se alegra con facilidad, para volver a su ordinario serio y comprensivo. Sólo en momentos de crisis aguda se torna ascético, y entonces es helador».
De Tomas Moro dejó dicho Samuel Johnson:
«Fue la persona de mayor virtud que estas islas han producido».
(Imagen: Paul Scofield.-Flickr)