VISIÓN DE LA MANO

 

 

“La dejaba entrar por la tarde, abriéndole un poco la hoja de la ventana que da al jardín, y la mano descendía ligeramente por los bordes de la mesa de trabajo, apoyándose apenas en la palma, los dedos sueltos y como distraídos, hasta encontrar su sitio predilecto  sobre el piano, en el marco de un retrato, o a veces sobre la alfombra color vino.

Amaba yo aquella mano porque nada tenía de exigente y sí mucho de pájaro y hoja seca. ¿Qué sabía ella de mí?  Sin titubear  llegaba a mi ventana por las tardes, a veces deprisa — con su pequeña sombra que, de pronto,  se proyectaba sobre los papeles — y como urgiendo que le abriese; y otras lentamente, ascendiendo por los peldaños de la hiedra donde, a fuerza de escalarla, había calado un camino profundo.  Las palomas de la casa la conocían bien; con frecuencia escuchaba yo de mañana  un arrullar ansioso y sostenido, y era que la mano andaba por los nidos, ahuecándose para contener los pechos de tiza de las más jóvenes, la pluma áspera de los machos celosos. Amaba las palomas — sigue escribiendo Cortázar  en “La vuelta al día en ochenta mundos” — y los bocales de agua fresca y clara; cuántas veces la encontré al borde de un vaso de cristal, con algún dedo levemente sumergido en el agua que se complacía y danzaba. Nunca la toqué; comprendía que había sido desatar cruelmente los hilos de un acaecer misterioso. Y muchos días anduvo la mano por mis cosas, abrió libros y cuadernos, puso su índice — con el cual sin duda leía — sobre mis poemas preferidos y fue como si los aprobara pausadamente, verso a verso.

(…)

Le puse nombres: me gustaba llamarla Dg, porque era un nombre que sólo se dejaba pensar. Incité su probable vanidad olvidando anillos y brazaletes sobre las repisas, espiando su actitud con secreta constancia. Alguna vez creí que se adornaría con las joyas, pero ella las estudiaba dando vueltas en torno y sin tocarlas, a semejanza de una araña desconfiada; y aunque un día llegó a ponerse un anillo de amatista fue sólo por un instante, y lo abandonó como si  le quemara. Me apresuré  entonces a esconder las joyas en su ausencia y desde entonces me pareció que estaba más contenta.”

(…)

 

 

(Imágenes-1- Vasco Ascolini/ 2-Maurice Tabard)

RECORDAR LA INFANCIA

 

 

“Hay dos tipos de autores —dice Bárbara Jacobs —: los que deciden hablar de su infancia, de este modo o del otro, más apegados a la realidad o más a la fantasía, y los que deciden no hacerlo. Casi podría asegurar que a estos últimos su infancia se les colará en el momento en que lo crea oportuno, a pesar de la resistencia razonable o no que ellos le opongan. Y se colará, se hará presente, en una frase, en una palabra, por la sencilla razón de que ellos no son quienes son sino sólo a partir de ella. Lo cierto es que apenas un autor llama a su infancia y ella aparece, ha empezado el recuerdo.

Cuando un autor escribe acerca de su infancia, la relee, la recorre en la memoria, mira por primera vez el niño que fue, y del que es hijo, y entonces le  pregunta cuanto ese niño le habría preguntado a él, si él hubiera sido su padre; y ese niño, a la hora del recuerdo, resulta que conoce las respuestas y se las dicta, con naturalidad, al autor que, de niño, nunca las supo. Eso es el recuerdo.

 

 

Y si un autor redacta con fidelidad ese recuerdo individual, real y a un tiempo imaginario, la  historia se vuelve hospitalaria: recibe a cuantos llegan a ella y les dice, pasen, siéntense, ésta es también su casa. Y no hay más que un tipo de casa; o más bien: a los infinitos tipos de casas los habita un único ambiente; o más bien: los infinitos tipos de ambientes llevan a un componente inconfundible que los une, que los hace ser el mismo, siempre el mismo, y este componente con un sabor adaptable a todo paladar, nombrable o identificable por cada paladar según su propia naturaleza, es el de la nostalgia.

Cuando un autor recuerda su infancia, cuando escribe lo que su recuerdo le dicta; cuando un lector lee esta memoria con forma y la hace suya; cuando uno visita esta ciudad, esta novela, lo que experimenta es nostalgia. Puesto a recordar, un autor advierte, además, que la ciudad de su infancia, la novela de su infancia, recorrida igual que la brisa por la precisa nostalgia, es inagotable.

(…) El recuerdo, la recreación de este recuerdo, no es una recuperación de la infancia; es afianzar el hecho de que la infancia, esa ciudad, esa novela, se ha dejado atrás. Es el tiempo de llorar. Es el tiempo de regalar nuestras tallas pequeñas al fuego; las cenizas volarán como el polen y, como el polen, rozarán los dientes de león de los campos y se posarán sobre todas y cada una de las margaritas blancas y amarillas para que, ahora sí,  uno pueda jugar entre ellos con toda libertad: en la noche, a la hora de soñar; ante las hojas encima del escritorio, a la hora de sentarse a recordar.”

 


 

(Imágenes—1-Eugene Smith/ 2-Vynn Bullock/ 3- Robert Doisneau)

LA PUESTA DE SOL

 

 

”Cuando el sol de la tarde va por las Tullerías

y arroja a los vitrales del castillo sus fuegos,

¡Soy la Gran Avenida y soy sus dos estanques,

ensimismado en mis ensueños!

Desde allí, amigos míos, hay una vista digna

de ver, cuando la noche iza en torno su velo,

¡La caída del sol, cuadro inestable y rico,

que enmarca el Arco de la Estrella!”

Gérard de Nerval- “La puesta de sol– “Las quimeras y otros poemas” -(traducción de Pedro Gandía)

 

 

 

(Imágenes -1- Rik wouters – 1912/ 2-Eugene Atget- 1921)

LA MANO QUE FIRMÓ EL PAPEL

 

 

«La mano que firmó el papel derribó una ciudad;

cinco dedos soberanos el aliento tasaron,

doblaron el globo de muertos, seccionaron un país;

estos cinco reyes la muerte a un rey causaron.

 

manos-nnbbio-Bill Eppridge- mil novecientos sesenta y seis

 

La poderosa mano lleva a un hombre caído,

el yeso agarrota sus articulaciones;

una pluma de ganso puso fin a la muerte

que había puesto fin a las conversaciones.

 

manos-kkjmn- Paul Caponigo- mil novecientos sesenta y cinco

 

La mano que firmó el tratado engendró fiebre,

y creció el hambre, y vino la langosta;

grande es la mano que domina al hombre tan solo por haber garabeteado un nombre.

 

manos.-48dc.-maria melini Katsilaki

 

Los cinco reyes cuentan los muertos mas no calman

la herida encostrada ni acarician la frente;

una mano gobierna la piedad como otra el cielo;

lágrimas por derramar, ninguna mano tiene.»

Dylan Thomas.-«La mano que firmó el papel»

 

(Imágenes.-1.-Maurice Tabard/ 2- Bill Eppridge– 1966/ 3- Paul Caponigro– 1965/ 4- Maria Melini Katsilaki)

LOS PLACERES DE LA PUERTA

 

«Los reyes no tocan las puertas.

No conocen esta felicidad: empujar delante de sí con suavidad o rudeza uno de esos  grandes paneles familiares, volverse hacia él para dejarlo de nuevo en su lugar, — tener en sus brazos una puerta.

… La felicidad de enpujar del vientre, por su nudo de porcelana, uno de esos altos obstáculos de una pieza; ese cuerpo a cuerpo rápido por el cual, un instante detenida la marcha, el ojo se abre y se acomoda el cuerpo todo a su nuevo departamento.

Con una mano amistosa él la retiene todavía, antes de impulsarla con decisión y encerrarse — de lo que el clic seco del resorte poderoso pero bien aceitado agradablemente le da seguridad».

Francis Ponge – » Los placeres de la puerta» -Antología crítica. (Traducción de Waldo Rojas)

(Imagen- Marcel Bovis- 1938)

WILLY RONIS Y LAS CALLES DE PARÍS

 

 

El fotógrafo Willy Ronis  – a quien en estos meses se dedica una exposición en el Jeu de Paume, en Tours – , recorrió París sorprendido continuamente ante instantes inesperados, costumbres, gestos y gentes. Mucho antes que Willy Ronis, París – prolongada en los siglos -, fue motivo de innumerables crónicas y retratos. El siglo XlX desplegó a numerosos autores en torno a sus calles. Julien Lemer, por ejemplo,  en «París au gaz», en 1850, hablaba de las costumbres nacidas en los Bulevares y extendidas luego en la vida de los parisienses. «Todos los cafés – decía – ofrecen lugares en las aceras; se ha establecido un grupo notable de ellos en la callle Lafitte y en la calle Le Peletier y no es raro ver en ellas, durante los calores del verano, los paseantes que se quedan hasta la una de la mañana a la puerta de los cafés, al lado de los espejos, de la cerveza y de las limonadas». Maupassant por su parte hablaba también en uno de sus libros de » los grandes cafés llenos de gentes, desbordantes sobre las aceras, con un público que estallaba bajo la cruda luz de las iluminaciones. En ellos, sobre pequeñas mesas cuadradas o redondas, los vasos contenían líquidos rojos, amarillos, verdes, oscuros, de todas las mezclas; y en el interior se veía brillar los gruesos cilindros transparentes de hielo que refrescaban».

 

 

A su vez, en Montparnassecomo  también lo hará el fotógrafo – los escritores retratan los rincones. Apollinaire, en 1913,  resumirá que «Montparnasse reemplaza a Montmartre, al Montmartre de otros tiempos, aquel de los artistas y cantantes…Todos aquellos que han sido expulsados del viejo Montmartre destruido por los propietarios y los arquitectos… han emigrado bajo formas cubistas (…) Dibujemos la fisonomía del barrio. Muy posiblemente ella cambiará poco. En una de las esquinas del bulevar Montparnasse un gran comerciante instala ante los ojos de un pueblo de artistas internacionales un nombre enigmático : «Hazard»… En el ángulo del bulevar de Montparnasse y de la calle Delambre, está el «Dôme«: clientela habitual, gentes ricas…En otro ángulo, está Baty o el último comerciante de vinos. Cuando él se retire, está profesión habrá prácticamente desaparecido de París…»

 

 

Son gentes, gestos, anécdotas. Los fotógrafos y los escritores apuntan sobre París sus armas y disparan con literatura o con fotografía. Las palabras trazan una línea recta, evocada en el tiempo. Las cámaras dan testimonio del instante.

 

 

(Imágenes-Willy Ronis: – 1.- 1948/ 2-1947/ 3- 1938/ 4- 1955)

EL DETALLE EN EL ARTÍCULO

 

«Al escribir en la prensa o en Internet siempre los temas están ahí, en la vida, en las pequeñas cosas de la vida cotidiana, en las grandes cuestiones eternas con las que se enfrenta al ser humano (vistas generalmente, sin embargo, desde un ángulo significativo, desde un detalle preciso, como una pequeña puerta que se abre a la amplia consideración del artículo).

«Ese detalle, el hallazgo inesperado de ese detalle, no es fácil encontrarlo. Se requiere ir con los ojos abiertos, una apertura que se llama atención. “Para hacer un periodismo real y tangible ‑recordaba Plaes indispensable una curiosidad, un interés por las cosas de la historia y de la vida”. Sin esa curiosidad se camina con los ojos cerrados y aplicándolo a este oficio del periodismo esa ceguera lleva a la destrucción. No se es periodista ‑ni siquiera se disfruta como ser humano‑ porque la vida aparece como un muro, una masa compacta y rutinaria en donde no cabe el asombro. “Yo he sido periodista toda la vida ‑seguía diciendo Pla‑, porque he tenido toda la curiosidad que me ha permitido la existencia y porque me gusta comunicar a los conciudadanos lo que, por una razón u otra, he podido observar.”

 

 

Pero el detalle está ahí, hay infinitos detalles escondidos en las arrugas de un rostro, en el brillo de unas pupilas, en los giros de una mano, en una modulada entonación, en la manera como un político le señala el cielo a otro político, porque los dos aún no saben de qué hablar y de alguna forma ese color del día, de la temperatura del día los une, les hace sonreír forzada y protocolariamente, y les ayuda a romper el hielo… Todo está lleno de detalles en las individuales existencias y en las grandes cuestiones del mundo. El periodista ‑el articulista‑ va en busca de esos detalles y en esos detalles encontrará muy posiblemente sus temas.

“No se cansará este cronista ‑ha escrito González Ruano‑ de dar gracias a las agencias periodísticas que recogen noticias mínimas y pintorescas con las que los periódicos llenan huequecitos de poca importancia pero necesarios en la confección de sus páginas. Muchas de estas pequeñas noticias, que pocos leen, son para este cronista la base de sus artículos. Lo más difícil en una colaboración de muchos tentáculos y de una sistematización bien ordenada no es la materialidad de escibir, sino encontrar un tema que tenga siquiera condición de pretexto, y que vaya medianamente con nuestros gustos y preferencias.”

 

 

El gallego Álvaro Cunqueiro, por otra parte, tomaba de las fotografías de agencias que se publicaban en la última página de Faro de Vigo motivo para sus comentarios. A veces no buscaba los temas, simplemente los encontraba. Se surtía para escribir sus textos de lo que veía en televisión o escuchaba por la radio, o simplemente de lo surgido en las conversaciones con los amigos. “Un amigo ‑escribía por ejemplo en Faro de Vigo en 1974‑ que escuchó un artículo mío en Radio Nacional de España, en el que yo decía que ya no se encontraban en el país gallego gentes que hubiesen visto la Santa Compaña (…) se muestra conforme conmigo (…) pero me asegura que sueltos, cada uno por su lado, andan por los caminos unos cuantos inquietos. (…) Pero a mi amigo, lo que le preocupan son esos secretos, casi niebla, figura de viento, que andan por ahí, pasajeros vespertinos silenciosos, y sin duda difuntos. Cuando me despido de él, me retiene por un brazo (…) y me dice que también habría mucho que hablar del cadáver de Evita. (…) Lo del traslado del cadáver de Evita desde la quinta peronista de Madrid al ‘altar de la patria’ en Buenos Aires, es operación política”. “Ayer ‑comentaba en otra ocasión el mismo Cunqueiro‑ estaba viendo, después de almorzar, la televisión. Y daban en ella un reportaje sobre la visita de los reyes de los belgas al Japón. Fabiola y Balduino iban a ver una representación de ‘kabuki’ ‑el locutor de la televisión le llamaba ‘kiburi’; por televisión se oyen siempre muchos disparates de este tipo, (…)‑ El drama que vieron Balduino y Fabiola era ‘La muerte de Susiku una mañana de viento’ (…) La hermosa Susiku fue muerta por Nakko (…).” Y así Cunqueiro proseguía con su cultura y erudición caminando a través de una prosa mágica y personal como la que él tenía hasta cubrir por entero uno de sus textos.

 

 

Camba, a su vez, procedía de forma parecida. “Leía yo recientemente una estadística del doctor Rokeby sobre el tiempo que pierden los hombres en hacerse el nudo de la corbata ‑escribía en su artículo Una estadística impresionante, en 1944‑. Suponiendo que, por término medio, pierdan tan sólo un minuto, ello arrojaría por cada millón de hombres el total de un millón de minutos, lo que, en un país como España, se elevaría en seguida a la fabulosa cantidad de doscientas mil horas diarias, o sea veinticinco mil jornadas de ocho horas. Es decir, que invirtiendo en otras actividades el tiempo que emplean en anudarse la corbata, los españoles, según el doctor Rokeby, podrían hacerse muy fácilmente cada mes un túnel, un rascacielos, un puente, una carretera, un buque o un aeródromo.”

José Julio Perlado – «El artículo literario y periodístico – Paisajes y personajes», págs 24-26

 

 

(Imágenes -1-Jacek Malczewski– 1907/ 2-Vincent Giarrano/ 3-Bernard Lamotte- 1940/ 4- Georges Dambier– 1952/ 5- David Lyle)

MADRES E HIJAS


 

    » Estoy escribiendo estas líneas en Nueva York la noche del 17 de noviembre de 1980 – confesaba Carmen Martín Gaite en «Agua pasada» -,  y de repente he mirado a la ventana y he visto que ha empezado a nevar: los copos menudos giran sobre el fondo oscuro de la fachada de enfrente, en torno al resplandor de una farola que parece soplarlos ella misma, como si fueran palabras pequeñitas saliendo de una boca desconocida y dándole vueltas a la canción de siempre.

     Mi madre murió en diciembre de 1978, pocos días antes de que me concedieran el Premio Nacional de Literatura por mi última novela El cuarto de atrás, que a ella le encantaba y había leído dos veces. Y desde entonces he andado con los rumbos un poco perdidos, aunque parece que ya los voy recobrando. Y al decir esto, a ella se lo digo; tengo su retrato enfrente, pinchado en la pared de mi apartamento neoyorkino, que de repente, al alzar yo la cabeza de la máquina, se ha llenado de la fiesta de la nieve y de la sonrisa de mi madre mirándome escribir.

     No sé si se sonríe de lo raro que le parece encontrarse conmigo en esta ciudad tan lejana y en un cuarto tan distinto del cuarto de atrás y de que nos estemos mirando a la luz de la lámpara alquilada, mientras cae la primera nevada sobre la calle 119 West, o simplemente se sonríe de lo de siempre, del milagro de mi resurrección. No sabe lo que estoy escribiendo, pero le da igual.

     “¿Lo ves? ‑dice‑. ¿Lo ves?”

Lo que le confirma la madre desde la pared a esta escritora española se lo podría haber dicho igualmente durante la infancia o en la pubertad. Es la voz de la madre en esta noche neoyorkina un aliento tácito en el aire por encima de los años y de la nieve, por encima de las edades y de los desánimos, sobre los valles violáceos de las depresiones y sobre el triunfo de los éxitos. Esa voz perdura desde la mirada de la madre, no se sabe bien si es mirada o si es voz, pero sí es conocimiento, es fe en su hija, es sentido común, es fe en el quehacer, es sabiduría.

 

    

«Mi madre – seguía diciendo Martín Gaite -,  una de las personas más sabias que he conocido y desde luego la que más me quiso en este mundo y adivinó lo que me estaba pasando, aunque yo no se lo contara, sólo con oírme la voz o verme la cara cuando la iba a visitar, ya se enteraba de si me andaba rondando por la cabeza o no una historia nueva que tenía ganas de contar. Y cuando me veía callada o con poco apetito o le sacaba a relucir que tenía la tensión baja o fastidios domésticos, se sonreía sin mirarme, sabía que eran pretextos, cosas que no me importaban nada ni tenían que ver más que anecdóticamente con mi depresión. Nunca me aconsejaba que tomara vitaminas, que fuera al cine, que hiciera un viaje ni nada por el estilo. Se limitaba a decir, como al desgaire, como si no estuviera diciendo nada importante: “En cuanto te pongas a escribir otra cosa, se te pasará: ten paciencia.” Había puesto el dedo en la llaga, y yo la miraba como a un oráculo y le preguntaba con un dejo de desmayo en la voz, a veces casi con miedo: “Pero, mamá, ¿y si no se me vuelve a ocurrir nada?”

 

    

Ella alzaba entonces los ojos de la labor que estuviera haciendo y nunca podré olvidar el tono dulce, firme e inequívoco de su respuesta, acompañada a veces de una caricia ligera sobre mi pelo, el timbre de su voz cuando decía: “Eso mismo me dijiste la última vez.” “Te lo dije porque me lo creía”, protestaba yo.

     “Ya lo sé, mujer, ya sé que te lo creías, que siempre que terminas un libro te parece el último de tu vida y cuando lo empiezas, el primero. Por eso se te ocurrirá otro. Porque siempre estás empezando.”

     No volvíamos a hablar de aquello hasta que al cabo de los días o de los meses, cuando me veía de nuevo locuaz y animosa, interrumpía cualquier conversación que estuviéramos manteniendo para preguntarme inopinadamente, a veces incluso sin tenerme delante, simplemente por teléfono: “¿Lo ves, mujer? ¿Lo ves?” Y claro que lo veía, era como volver a ver, a través de sus ojos que lo veían todo. Y guardaba silencio, esperando la pregunta que venía luego indefectiblemente: “¿De qué trata tu nueva novela?” Yo me echaba a reír. “Pero si no sé todavía nada, sólo le ando dando vueltas, no sé siquiera si va a ser una novela o qué.”

     “Pues lo que sea, qué más da. Pero dale muchas vueltas, hija, y que te dure.”

J. J. Perlado – «El ojo y la palabra», págs. 33- 35

 

 

(Imágenes.- 1. Edouard Boubat– 1961/ 2- Wiliam Mainwaring– 1899/  3-August Sander– 1926/ 

Nguyen Thanh Binh)

LOS GUSTOS Y LAS ARTES

 

 

«La escultura de Oceanía, los relieves jemeres, las tallas esquimales, la primitiva polifonía medieval pueden entrar en nuestros hogares con sólo pulsar – literalmente – un botón. La «gran» pintura se reproduce sin fin; existen hasta treinta grabaciones de la misma obra de Beethoven o Chaikovski; los «clásicos» aparecen en múltiples ediciones»‘.

Así lo va recordando George Steiner en «Presencias reales» iluminando  el tema de los gustos y las artes. » Como nunca antes, los «grandes libros», las obras preeminentes de los maestros de la música y las artes, son accesibles y ampliamente comunicados. Sin embargo, esta accesibilidad y este consenso disminuyen el potencial de encuentro inmediato con la experiencia estética. En cualquier sociedad concreta es pequeño el número de seres humanos que se preocupan en profundidad por la literatura, la música y las artes;  para quienes semejante preocupación comporta una inversión y una apertura del ser verdaderamente personales (…) El visitante  medio de museo, el lector intermitente de poesía o de prosa exigente, el asistente al concierto de música clásica y contemporánea tal como se interpretan, emiten o graban, participan en un rito de encuentro y respuesta que, tras el período de educación secundaria y, posiblemente, terciaria, en la cual a semejante encuentro le pueden haber sido asignadas sus funciones culturales y sociales, pertenece menos a la esfera del compromiso que a la del decoro. Además, en numerosas sociedades, incluso esta participación selecciona sólo a los privilegiados. En caso de gozar de libertad de voto el grueso de la humanidad elegirá el fútbol, la serie televisiva de sobremesa y el bingo por encima de Esquilo«.

 

 

(Imágenes – 1- Guy Péne Du Bois– 1926/ 2.- Robert Doisneau- 1950)

UN POEMA DEL METRO

 

ciudades-ujjnn-metro-vida-cotidiana-martin-lewis

 

A veces en la literatura se escriben cosas singulares. Para muchos, experiencias extrañas y desconcertantes; para otros hallazgos. Entre las tentativas creativas del grupo o laboratorio literario Oulipo ( el Taller de Literatura Potencial francés, fundado en 1960 por el escritor Raymond Queneau y el matemático Francois Le Lionnais y al que pertenecieron, entre otros,  Italo Calvino y Georges Perec), figura este poema del metro, cuyo autor es Jacques Jouet:

«Un poema del metro es un poema compuesto en el metro, a lo largo del tiempo de un trayecto.

Un poema del metro tiene tantos versos como estaciones, menos una, tiene el trayecto.

El primer verso se compone mentalmente entre las dos primeras estaciones del trayecto (contando desde la estación de partida)

Se transcribe en el papel cuando el metro se detiene en la segunda estación.

El segundo verso se compone mentalmente entre la segunda y tercera estación del trayecto. Se transcribe al papel cuando el metro se detiene en la tercera estación. Y así sucesivamente.

No hay que transcribir cuando el metro está en marcha.

No hay que componer cuando el metro está detenido.

El último verso del poema se transcribe en el andén de la última estación del trayecto.

Si el itinerario supone una o varias combinaciones de línea, el poema tendrá por lo menos dos estrofas.

Si por desgracia el metro se detiene entre dos estaciones, se produce un momento muy delicado en la escritura del poema del metro».

Jacques JouetAnthologie de l Oulipo – Gallimard, 2009

 

PARIS LA NUIT

 

(Imágenes.- 1.-Martin Lewis/ 2.-Pierre Jahan -1930)

ANTE LA MESA DE TRABAJO

interiores.-9hhn.-París.-Willy Ronis.-Vincent y su gato.-1955

 

«Escribir significa saber que no estamos en la Tierra Prometida – así lo va confesando Claudio Magris en su libro«Microcosmos«-. Escribir significa saber que no estamos en la Tierra Prometida y que no podremos llegar nunca allí, pero continuar con tenacidad el camino en esa dirección, a través del desierto. Sentados en el cafè – prosigue diciendo en el «San Marcos» de Trieste -, se está de viaje, como en el tren, en el hotel o por la calle».

«Alrededor de la persona que escribe libros – confiesa a su vez Marguerite Duras en «Escribír«- , siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el día. Esta soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escritor. Nunca hablaba de esto con nadie».

 

escribir-rrff-Albert Marquet

 

Emborronar cuartillas, liberar los demonios, embridarlos – continúa Magris sentado en el café -Escribir, interrumpirse, charlar, jugar a cartas; la risa en una mesa cercana, un perfil de mujer, indiscutible como el destino, el vino en la copa, dorado color del tiempo. Las horas fluyen amables, despreocupadas, casi felices».

«Creo que la persona que escribe – va anotando Duras en su mesa de trabajo – no tiene idea respecto al libro, que tiene las manos vacías, la cabeza vacía, y que, de esa aventura del libro, sólo conoce la escritura seca y desnuda, sin futuro, sin eco, lejana, con sus reglas de oro, elementales: la ortografía, el sentido.

 

escribir.-9hhb.-Fritz Busch- 1890-1951

 

Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado».

 

escribir- bfr- mesa de trabajo Thomas Mann- Archivo Thomas Mann-Zurich

 

Todo esto ocurre ante la mesa de trabajo.

La mesa de trabajo es nuestro único testigo.

(Imágenes.- 1.-Willy Ronis– 1955/ 2.-Albert Marquet/ 3.-Fritz Busch/ 4.-mesa de trabajo de Thomas Mann – archivo Thomas Mann. Zúrich)

VIAJAR POR LA RED

 

televisión-nhyy-Nam June Paik- mil novecientos sesenta y cinco

 

«El famoso consejo de E. M Forster: «sólo conéctate» ha tomado la forma de una interconexión mecánica, el sentimiento de que gracias a la w w w nunca estamos solos. – explica Alberto Manguel en un ensayo sobre «el lector como metáfora» (Fondo de Cultura)Viajamos en rebaños, platicamos en grupos, adquirimos amigos en Facebook, tememos a un cuarto vacío y a la imagen de una sola sombra en nuestro muro. Nos sentimos incómodos leyendo en soledad, queremos que nuestra lectura esté «interconectada», compartimos comentarios en pantalla, nos guiamos por listas de best-sellers que nos dicen lo que otros están leyendo (…)» Es el viaje por la Red, un viaje sobre textos e imágenes, una lectura que muchas veces salta de un lado a otro, cuyo sendero va de posada en

 

televisión-bbhu- Chris Marker

 

posada, que en tantas ocasiones no se detiene, atisba aquí y allá el título y dimensiones del texto, calibra en un segundo si aquello le interesa o no, y vuelve a saltar instantáneo hacia otra imagen, otro texto, el viaje se hace navegación y la navegación se pierde en puertos innumerables.

«Cuando nos conectamos a la Red – ha querido recordar también Nicholas Carr -, entramos en un entorno que fomenta una lectura somera, un pensamiento apresurado y distraído, un pensamiento superficial. Es posible pensar profundamente mientras se navega por la Red, como es posible pensar someramente cuando se lee un libro, pero no es éste el tipo de pensamiento que la tecnología promueve y recompensa (…) La extensa actividad cerebral de un navegante de la Red apunta a por qué la lectura atenta y otras actividades de concentración sostenida se vuelven tan arduas online«.

 

objetos.-77j.-televisión.-las pequeñas pantallas.- Lee Friedlander --2001

 

«Nosotros, lectores de un texto electrónico – añade igualmente Manguel -, partimos por paneles móviles que ponen frente a nosotros recintos de escritura idénticos entre sí. Echamos un vistazo a una página siempre presente que no está rodeada de un espacio libre para el comentario sino, en muchos casos, por vínculos predestinados a otras páginas, así como por anuncios distractores. En la pantalla no tenemos el sentido material del seguimiento físico de la historia, a diferencia de lo que sucede cuando sostenemos un códice entre nuestras manos. Es útil, por supuesto, pero también limita. Como viajeros del ciberespacio necesitamos ser más conscientes de estas limitaciones y encontrar maneras de reclamar nuestra libertad de viajeros».

 

La Red- tyyu- wikipedia

 

(Imágenes.- 1.-Nam June Paik– 1965/ 2.-Chris Marker/ 3.- Lee Friedlander– 2001- 4.- Wikipedia)

EL VÉRTIGO DE LAS LISTAS

Navidad-tffb-regalos- passion-change- everything

 

Tomando el título de Umberto Eco las gentes que van y vienen estos días por las calles llevan consigo – plegados y ocultos en la bodega  de los bolsos femeninos o simplemente anotados en el resplandor de los móviles – ideas, apuntes, sugerencias, posibilidades, propuestas, invenciones y pequeños escritos diversos y múltiples que van acumulando el llamado vértigo de las listas de compras, porque todas las tiendas, y entradas y salidas y escaparates y dependientas esperan ya desde hace días ese despliegue de los innumerables papelitos rojos o azules, desdoblados entre cálculos e imaginación, tachados, añadidos, reelaborados, suprimidos hasta alcanzar – o intentar alcanzar – el secreto del mejor regalo.

 

moda.-treeb.-mujer.-Hussein Chalayan

 

Las listas de compras han existido siempre. En la Biblioteca Británica se conserva, por ejemplo, la lista de compras de dos monjes tibetanos del siglo X, en viaje a la ruta de la Seda para adquirir cosas para su monasterio y allí puede leerse: «comprar un abrigo de seda, un par de pantalones de tela, manta gruesa y amplia, un cinturón negro de piel, una manta blanca grande, un abrigo de color humo de lana gruesa, una piel de lobo para mantas, cuatro paños de lana, un zapato de piel amarillo-blanco, una seda dorada, una gran cubierta de tierra roja, una segunda cubierta grande de tierra oscura, una piel para libro, una copa de plata, una copa hecha de madera, un bolso lleno de perfume, un bolso de piel de camello, una cuchara de fieltro, tres cuerdas, trapos de lavar y nueve telas rojas».

Eso lo escribe el reverendo Ratnavrksa y Praketu y el testigo de ello es Kvam Aksara; está firmada la lista en el año del Mono, día 20 de Cvataja– China, siglo X.

 

objetos-unnn-Margaret Preston- mil novecientos veintisiete

 

Sin llegar al vértigo, listas de cosas – si no compradas sí cambiadas y mezcladas con otras -, las va acumulando Tom Sawyer tras todos sus cambalaches y negocios, y el resumen que consigue reunir son doce canicas, un trozo de vidrio azul que servía de lente, un carrete, una llave, una tiza, un tapón de cristal, un soldado de plomo, un picaporte, un collar de perro, el mango de un  cuchillo y una falleba rota. Todo ello podría unirse a través del tiempo a las numerosas listas de objetos hallados en una obra de Joyce, en lo profundo de unos cajones: un cuaderno de caligrafía, tres grandes botones, una caja que contenía el resto de plumillas, un viejo reloj de arena que se volcaba conteniendo arena, un broche de camafeo, algunas monedas astrohúngaras variadas y una lente de aumento de baja potencia. Y ello a su vez podría añadirse a lo que acumula y extiende sobre su mesa de trabajo el francés Georges Perec: una caja de cartón que contiene pequeñas fichas multicolores, un portalápices de vidrio, un despertador, una espiral de acero donde se pueden deslizar las cartas en espera, una gran almohadilla y un mango de puñal de piedra tallada.

Varias de estas cosas no sirven ya para nada. Se han transformado en recuerdos que ocupan un espacio. Y hasta que se vacíe ese espacio y en una mudanza o en una limpieza se vuelquen cajones y se purifique de algún modo esa gran mesa los recuerdos evocarán quizá – si se les observa con detenimiento – el instante y el día en que se compraron, aquella larga calle iluminada y extendida en el vértigo, un vértigo de listas de compras, afanes y pasos innumerables dados por las calles, cálculos y pensamientos en búsqueda de la ilusión.

 

moda.-3712ww.-por Phillippe Pottier.-1944.-Biblioteca Nacional de FRancia

 

(Imágenes.- 1.-passion- change-everyhing/ 2.-Hussein Chalayan/ 3.-Margaret Preston– 1927/ 4.-Philippe Pottier. 1944- Biblioteca Nacional de Francia)

 

EL SILENCIO MATRIMONIAL

 

mujer- nnu- Otto Steinert- la condesa de Fleury- mil novecientos cincuenta y dos

 

 

«Te quejas, María, – leo que le escribió Nivasio Dolcemare a su mujer, tal como lo va citando Alberto Savinio en su «Nueva Enciclopedia»  -, porque ya no conversamos juntos como solíamos en otros tiempos, y de ese silencio nuestro de ahora deduces que ya no tenemos nada que decirnos. Hace veinte años que estamos casados, y, pasando revista con el pensamiento a ese ya largo pasado, vuelves a los primeros meses de nuestro matrimonio y, sobre todo, a los meses que lo precedieron, y los recuerdas con añoranza, como un lejano momento de felicidad, perdido para siempre. Nuestros días de entonces eran una constante conversación, y el vocabulario parecía no tener suficientes palabras para nuestro consumo, y yo te escuchaba, y me escuchabas tú a mí, y tú me lo decías todo de ti misma, como yo te lo decía a ti todo de mí mismo, o, para ser más exacto, te decía de mí mismo todo cuanto pudiera dejarme en buen lugar, y, encima, adornándolo de manera que, por medio de la dialéctica más retocada, de las imágenes más persuasivas, de las palabras

 

mujer-bbvy- gentes- Veronika Tumova

 

más hábiles, se fuera formando ese personaje al que tú, oscuramente, esperabas desde que comenzó a despertar en ti tu alma de mujer, y así, día a día, hora a hora, minuto a minuto, lo veías formarse ante ti, vivo y tangible, como la milagrosa y feliz concreción de esa promesa antiquísima que, antes que tú, recibió la que te dio vida a ti, y, antes todavía, la que dio vida a la que te dio vida, y así sucesivamente hasta llegar a las primeras generaciones de la especie humana iluminada por la luz de la conciencia y del alma; y lo mismo ocurría en mi caso. Luego, poco a poco, nuestros diálogos se fueron haciendo más raros, de la misma manera que el pelo sobre mi frente, hasta, poco a poco, terminar; y ahora nuestras relaciones verbales han quedado reducidas al mínimo necesario, a breves indicaciones, como «¿A qué hora salmos?», o: «¿Pagaste la cuenta del gas?», o: «Hay que pensar en plantar las patatas en la finca» Pero ¿sabes acaso por qué motivo yo antes hablaba tanto y ahora no hablo nada?, ¿te lo has preguntado alguna vez?

 

moda-nnbby- mujer-- JeanLoup Sieff- Queen- mil novecientos sesenta y cuatro

 

(…) Finalmente, nuestra desnudez aparece sin palabras, sin velos y, en consecuencia, silenciosa. Al mismo tiempo, aquello tan «extraordinario» que nos prometían estos preparativos, se aja en la realidad, y una vez más nos vemos ante el rostro incoloro y mudo de la nada. Los que no saben dicen entonces que el amor ha muerto, pero en realidad no es así: el amor ha dado su mejor fruto, y ha nacido una cosa verdaderamente vital (…) Éste es el misterioso y esencial resultado del matrimonio, y este silencio es precisamente el signo de que el matrimonio ha salido bien, de la misma manera que la ampolla indica que la inyección ha prendido (…) El hombre habla, en los preparativos del amor, con objeto de embellecerse, de la misma manera que el pavo se esponja, hace la rueda, y «hacer la rueda» es expresión todavía en uso en el sentido de hacer la corte. El hombre habla porque trata de seducir a la mujer por medio de palabras, pero se engaña en esto porque ignora que no es él el seductor, sino el seducido.

 

amor-bh- París- Willy Ronis- mil novecintos cincuenta y siete

 

 

(…) Si te quejas de nuestro silencio es porque se debilita en ti tu calidad de mujer. ¿Es que ya no me oyes en el silencio como yo, en el silencio, te oigo a ti? Y, sin embargo, sabes que entre nosotros la palabra es algo más que un pleonasmo: es un peligro: un signo feo, y si, a veces, vuelvo a hablarte como hablaba entonces, tú, en broma, pero recelosa y como para ocultar un secreto temor, me preguntas: «Pero ¿ qué es  lo que te pasa?, ¿es que tienes algo que ocultarme?». Es verdad: «Tengo algo que ocultar, y me toca empezar de nuevo». La palabra espesa, la palabra abundante, la palabra adornada, la palabra que trata de persuadir es como masilla que tratara de reparar una grieta abierta en nuestra complicidad; y si me ves empezar de nuevo a hablar «como entonces», recela, porque eso quiere decir que hay una grieta. Me reprochas también que «con los demás» sigo hablando como hablaba entonces contigo, y es verdad: en mi loca ilusión trato de imponerme a los demás de la misma manera que me impuse a ti, es decir, hacer y pensar, «pensar» sobre todo las mismas cosas (…) Se habla para llevar el agua al propio molino, pero si se saben las mismas cosas, si se creen las mismas cosas, si se aman las mismas cosas, si se odian las mismas cosas…, si no se pueden amar, odiar, pensar, creer cosas distintas, ¿de qué sirve hablar? Dejemos que el silencio nos proteja (…) Te escribo todo esto porque, bajo la bóveda de nuestro silencio, hay cosas que se pueden escribir, pero nunca decir».

 

amor.-6bbh.-Alex Katz.-Albertina.-Viena.-artdaily.org

 

(Imágenes.- 1.-Otto Steinert– 1952/ 2.-Veronika Tumova/ 3.- JeanLoup Sieff- Queen- 1964/ 4.- Willy Ronis- 1956/ 5.- Alex Katz– Albertina- Viena-artdaily org)

 

PARÍS ( ERA ) UNA FIESTA

 

París-dgh-Gisele Freund- mil novecientos sesenta

 

«París no tiene fin y el recuerdo de cada persona que ha vivido allí difiere del de todas las demás. Siempre regresábamos a Parísasí lo escribía Hemingway -; no importa quiénes fuéramos ni lo que hubiera cambiado ni cuán difícil, o fácil, fuera llegar. París siempre valía la pena y siempre te daba algo a cambio de lo que tú le dieras. Pero París era así en los viejos tiempos, cuando éramos jóvenes y pobres y muy felices (…)

Con tanto árbol en la ciudad, uno veía acercarse la primavera de un día a otro, hasta que después de una noche de viento cálido venía una mañana en que ya la teníamos allí. A veces, las espesas lluvias frías la echaban otra vez y parecía que nunca iba a volver, y que uno perdía una estación de la vida. Eran los únicos períodos de verdadera tristeza en París, porque eran contra naturaleza. Ya se sabía que el otoño tenía que ser triste. Cada año se le iba a uno parte de sí mismo con las hojas que caían de los árboles, a medida que las ramas se quedaban desnudas frente al viento y a la luz fría del invierno. Pero siempre pensaba uno que la primavera volvería, igual que sabía uno que fluiría otra vez el río aunque se helara. En cambio, cuando las lluvias frías persistían y mataban la primavera, era como si una persona joven muriera sin razón.

En aquellos días, de todos modos, al fin volvía siempre la primavera, pero era aterrador que por poco nos fallaba».

 

río- nyuu- París- Albert Marquet- mil novecientos ocho

 

«La prosa de estos párrafos – quiso comentar Anthony Burguess – es Hemingway puro, sencilla y muy evocadora, aceptando la vida, pero, como siempre en su obra, matizándola de melancolía. La melancolía reside en la forma misma de las frases que, siempre evitando el ritmo periódico, no pueden huir de una cadencia doliente La melodía de Hemingway es elegíaca incluso cuando más enaltece la alegría. La melodía de Hemingway fue una contribución nueva y original a la literatura mundial. Está en los oídos de todos los hombres y mujeres que empiezan a escribir».

 

París-nhu- Tsuguharu Foujita

 

Con esta melodía atravesamos hoy calles desgarradas de esta ciudad, leyendo despacio las prosas en «París era una fiesta«.

 

París- ness- Brassaï- mil novecientos cuarenta y cuatro

 

(Imágenes.- 1.-Gisele Freund– 1960/ 2- Albert Marquet- 1908/ 3.- Foujita/ 4.-Brassaï– 1944)

 

LA ESTACIÓN DE FERROCARRIL

trenes-unnb-Marta Zamarska

 

«Mi no llegada a la ciudad de N.

tuvo lugar puntualmente.

Fuiste avisado

con una carta no enviada.

Lograste no llegar

a la hora prevista.

El tren llegó al andén número tres.

Bajó mucha gente.

Entre la muchedumbre se dirigió a la salida

la ausencia de mi persona.

Varias mujeres me sustituyeron

rápidamente

en aquellas prisas.

A una de ellas se acercó corriendo

alguien desconocido para mí,

pero ella lo reconoció

al instante.

Ambos intercambiaron

un beso no nuestro,

durante el cual se perdió

no mi maleta.

 

trenes-butt-Marcel Bovis- Londres- mil novecientos cuarenta y siete

 

La estación de la ciudad de N.

pasó bien el examen

de la existencia objetiva.

La totalidad estaba en su lugar.

Los detalles se movían

por las vías marcadas.

Tuvo lugar incluso

la cita acordada.

Fuera del alcance

de nuestra presencia.

En el paraíso perdido

de la probabilidad.

En otra parte.

En otra parte.

Igual que suenan estas palabras».

Wislawa Szymborska.- «La estación de ferrocarril«.- («Mil alegrías – un encuentro», 1967)

 

trenes-nnbu- Brief Encounter- mil novecientos cuarenta y cinco- wondersinthedark

 

(Imágenes.- 1.- Marta Zamarska/ 2.-Marcel Bovis– 1947/ 3.-David Lean– Breve encuentro- 1945)