
Todas las ciudades tienen una nube de fotógrafos retratando su historia, recogiendo misterios, los misterios del país, sus comercios, fuentes, escaparates y contrastes. Sobre todo, las sorpresas que el propio fotógrafo descubre tan sólo inclinando un poco su cabeza y retorciéndose el cuello para captar ese instante que parecería nimio y que en cambio será deslumbrante.

Atget es uno de esos fotógrafos por encima del tiempo. Las ciudades guardan muchos recovecos que los fotógrafos descubren. Son pequeñas cosas que sorprenden desde las plazas, las aceras, gentes que van y vienen y quedan inmortalizadas por el ojo despierto, atento y singular.

Ocurre así, por ejemplo, en París. París ( que parecería una ciudad tan conocida por el mundo durante siglos) esconde muchos otros París muy distintos, cada uno con su rostro y costumbres. Si eso sucedía ya en tiempos de Atjet, tiempos de blanco y negro, no digamos nada ahora con el multicolor recorrido de acentos y vestidos, pasos que da el habitante cuando camina con sus lenguas y rostros diversos, y enarbola el legítimo brazo contra las desigualdades suscitado en un París tantas veces violento.
José Julio Perlado

(Imágenes—Eugene Atget-: 1 – place Saint- Sulpice -1910-1911/ 2- organillero – 1898/ 3-avenida de los Gobelinos 1925/4- intentando ver el eclipse de 1912)

