CÓMO TRABAJABA GIACOMETTI

 

 

Giacometti no trataba con especial miramiento sus esculturas, a pesar de que podían romperse. De hecho, procedía de la mIsma forma con sus telas, en la superficie de las cuales escarbaba las capas de pintura fresca, luego borraba, corregía, y después repetía la operación hasta que estaba satisfecho (cosa que no ocurría nunca, como sabemos – dice Franck Maubert en su estudio sobre el artista -, pero de todas formas llegaba un momento en que había que abandonar y rendirse, decidir qué la obra estaba acabada).

Al día siguiente era el modelado, y luego la fundición en bronce, durante la cual las obras, expuestas al menor choque, dados todos los estudios preparatorios, no estaban necesariamente libres de peligro. Él mismo las trataba sin demasiados miramientos y no dudaba en sacudirlas para probar su resistencia, a veces hasta provocar el accidente, antes de retocarlas una mez más, con la espátula o rascándolas con las uñas. Debía de parecerle divertido; de todas formas sabía que al día siguiente, no podría evitar empezar otra pieza.

 

 

Sin embargo, Alberto estaba atento a cada etapa, con una atención meticulosa, hasta la pátina, último (re) vestido de la obra, al que dedicaba un cuidado especial. Probaba todos los matices, del verde al marrón, del dorado al negro. Experimentaba, llegando a pintar directamente el bronce, como en “La jaula”, “El bosque”, “El claro”, e incluso en uno de los dos ejemplares en bronce de “El hombre que camina”, que pintó él mismo en la Fundación Maeght, insuflándole una carga emotiva suplementaria.

Giacometti experimentaba, intentaba lo imposible, tanto en las piezas infinitesimales como en las de dimensiones mayores. Cuesta imaginar que el artista trabajaba en un local exiguo, casi sin perspectiva para sus personajes más grandes, entre ellos “El hombre que camina”. Realizaba directamente el modelo de tamaño natural. En sus Memorias, Marlene Dietrich, fascinada y a la vez enamorada del artista, cuenta que en una de sus visitas encontró a Alberto subido a una escalera, trabajando en grandes mujeres, esos personajes que más tarde se llamarían “Las mujeres de Venecia” (porque estaban destinadas a ser presentadas en la Bienal de 1962).

Giacometti persiste y gusta de enfrentarse a la imposibilidad, siguiendo su doctrina resumida en la frase: “Sólo sé lo que veo trabajando”.

 

 

(Imágenes-1- vincenstrauss WordPress/ 2- Bresson – Giacometti – fundación Henri Cartier Breeson/ 3- Giacometti – le chariot)

RODIN O LA ENERGÍA EN MOVIMIENTO

 

Recuerda Werner Hofmann al estudiar la escultura del siglo XX que el propio Rodin dijo una vez que él no había creado ni una sola figura en estado de completo reposo, y sin duda hubiera suscrito la frase de Bergson: » Tendríamos que acostumbrarnos a ver en el movimiento lo más sencillo y claro, ya que la inmovilidad no es más que un caso límite de lentitud en el movimiento, y posiblemente un límite sólo ideal, que la naturaleza no realiza nunca». Su conversión de la figura en energía de movimiento va mucho más allá de cuanto lograran sus precursores.

Ahora se celebra en París la Exposición del centenario con motivo de los cien años de la muerte del gran escultor. Rilke escribió un magnífico libro sobre Rodin y en él alababa los años de solitaria maduración – «El hombre de la nariz quebrada» al inicio, y «El hombre de los primeros tiempos» al final, donde –  anota Rilke – aparece el nacimiento del gesto-. » A medida que crece – dice Rilke-, es como si atravesara la extensión de esta obra, por sobre los siglos, más allá de nosotros hacia los que vendrán. Se revela vacilante en los brazos levantados; y esos brazos son todavía tan pesados, que la mano de uno de ellos descansa otra vez a la altura de la cabeza. Pero ya no duerme; se concentra. En lo alto, en la cima del cerebro, donde todo es soledad, se prepara para el trabajo, para un trabajo de siglos, que no tiene horizonte ni final; y en el pie derecho, el primer paso espera».

 

 

El tema del trabajo impresionó mucho a Rilke observando a Rodin. En sus «Cartas a un joven poeta» Rilke evoca a Rodin como «el escultor que no tiene igual entre los artistas que hoy viven» y en otras confesiones del poeta habla de los meses que estuvo con él cuando tuvo la suerte de encontrarle «en aquellos años en que yo estaba maduro para mi decisión interior y en que, por otra parte, había llegado para él el momento de aplicar con libertad muy particular las experiencias de su arte». En una carta de 1905 le escribe Rilke a su mujer refiriéndose a las lecciones de Rodin : ‘resuenan fuerzas que afluyen, una alegría de vivir, una aptitud para vivir que lo invaden a uno, de las cuales no tenía yo ni idea». Y en otra carta posterior resumía lo que le había enseñado Rodin: » permanecer en mi trabajo, poner toda mi confianza en él y solamente en él, esto es lo que aprendo de su gran ejemplo, dado con grandeza, como aprendo de él la paciencia; mi experiencia, es verdad, me repite sin cesar que no debo contar con muchas fuerzas; quiero, en consecuencia, tanto tiempo como sea posible, no hacer dos cosas, no separar provecho y trabajo, sino, por el contrario, tratar de hallar el uno en el otro mediante un solo esfuerzo concentrado».

 

 

«La convicción esencial que animaba el genio de Rodinsintetizaba Jean Cassou -, era la de que todos los recursos de la energía universal, el color y todo lo restante, pertenece al mundo del creador, y sobre todo a un creador como él, de la estatura de los colosos del siglo XlX, Hugo o Wagner, e igual a éstos en apetencia de totalidad».

 

 

(Imágenes-1-Rodin- El hombre de la nariz quebrada- Wikipedia/ 2.-Rodin- foto de Gertrude Kasebier- 1905/ 3.- Rodin- Los burgueses de Calais/ 4.- Rodin- fotografía de Edward Steichen- philadelphia museum of art)