EL RUIDO DEL VIENTO

 

”Tengo que acordarme del ruido del viento, de la angustia singular que experimentamos cuando sopla el viento — escribe Katherine Mansfield el 23 de enero de 1922 en su “Diario’ —. Luego el viento de la primavera, tibio y dulce, que nos escudriña el corazón. El viento que yo llamo el Anciano de los Días, el que sopla aquí, al anochecer. Y aquel otro que sacude el jardín por las noches, cuando salimos corriendo.

Polvo. Andar de espaldas al viento pesado e impetuoso. Andar por la Explanada cuando la cubre el agua del mar, traída por el viento. El viento veraniego, tan juguetón, que se columpiaba, que se mecía aquí en estos árboles. Y el viento que pasa por la hierba y la estremece. Todo esto me conmueve de un modo que no he entendido nunca. Veo siempre  un  prado, un potro y una joven danesa rubia que me cuenta algo de su padre político. . La muchacha se llama Elsa Bagge.”

(Imagen — Jean Francois Millet)

LAS MUJERES Y LA LITERATURA

 


“La vida  de la mujer tiene un carácter anónimo  extremadamente engañoso y desconcertante—escribía Virginia Woolf en 1929, en “Las mujeres  y la narrativa” —Por primera vez este territorio tan oscuro comienza a ser explorado por la novela. Pero, al mismo tiempo,  la escritora  debe también dar cuenta de los cambios que en las mentes y costumbres de las mujeres han producido los accesos a las profesiones. La escritora ha de observar el modo en que el vivir de las mujeres deja de ser subterráneo, ha de descubrir los nuevos colores y matices que la mujer muestra, ahora que está en contacto con el mundo exterior.

Si, ahora, tuviéramos que resumir los rasgos que distinguen a la narrativa femenina en los presentes días, diríamos que se trata de una narrativa valiente, sincera, que sigue de cerca los sentimientos de la mujer. No es narrativa amargada. No insiste en su feminidad. Pero, al mismo tiempo, el libro de una mujer no está escrito como un hombre lo escribiría. (…)  Las relaciones de la mujer, ahora, no sólo son emotivas, sino también intelectuales y políticas.  Aquel viejo sistema que la confinaba a mirar de soslayo la realidad, a través de los ojos, o a través de los intereses, de un marido o de un hermano,  ha sido sustituido por los intereses directos y prácticos de una mujer que ha de actuar por sí misma, en vez de limitarse a influir en los actos de los demás. En consecuencia, la atención de la mujer se aparta de aquel mundo personal que la centraba con carácter exclusivo en el pasado, y queda dirigida hacia lo impersonal, por lo que sus novelas, como es lógico, adquieren un carácter menos  analítico de las vidas individuales, y más crítico del vivir social.”

 

( Imgenes—1- Virginia Woolf a los 18 años/ 2-carta de Virginia Woolf- The parís review-  The estate of Virginia Wool)

LA VEJEZ DE VIRGINIA WOOLF

 

 

La argentina Victoria Ocampo, que quiso dedicar uno de sus ensayos a estudiar el ”Diario” de Virginia Woolf , destaca el tema de la evolución de la vejez en las páginas de la escritora inglesa. “ Vuelve siempre  al tema de la edad  — dice Ocampo —.A los cincuenta años se pregunta si le quedarán veinte para trabajar. El deseo de  escribir la devora. Escribir antes de morir, escribir siempre. Y “ este sentido devastador de la brevedad febril de la vida” la hace abrazarse como una náufraga al trabajo. Querría “ encarar la edad como una experiencia distinta de las otras, y registrar cada una de las etapas graduales hacia la muerte, que es una tremenda experiencia, y cuya llegada no es tan inconsciente  como la del nacimiento.”

Ya en 1926, Virginia se imagina vieja y fea con melancolía. En 1939, me deslumbraba — anota Ocampo —con su belleza y su conversación. Leyendo su “Diario” he comprendido por fin la causa de su enojo, cuando insistí, a mí paso por Londres, pocos meses antes de la guerra, para que se dejara fotografiar. ¿ Cómo, encontrándola  tan llena de encanto, hubiese podido sospechar su complejo? A los 47 años (1929) hace el balance de sus achaques, que aumentarán,  se advierte a sí misma. No son gran cosa. Se limitan  a usar gafas para leer. Comprueba que oye perfectamente. Hace, como de costumbre, largas caminatas. En suma, todo marcha bien, fuera de la necesidad de gafas. Pero pronto habrá que afrontar “la edad crítica”. ¿ Qué traerá? ¿ Cómo la soportará? Se hace toda clase de razonamientos para tranquilizarse. Es un recodo peligroso quizá,  pero a fin de cuentas se trata de un “proceso natural”. En nada afectará sus facultades. Ella se lo repite. Se lo repite demasiado. Uno adivina su temor de un colapso nervioso, como el que sufrió antes de la guerra del 14. Sin embargo, piensa, las pequeñas enfermedades han sido para ella experiencias fértiles. Otro tanto sucederá con la edad crítica; más de la mitad de los libros de Virginia  — y algunos de los más logrados — fueron escritos durante y después de la edad llamada crítica. Lástima — dice Ocampo — que una mujer armada de inteligencia, sensibilidad y capaz de manejar las palabras como ella, no describiera las etapas graduales de ese recorrido. ¿ Por qué no lo habrá hecho?  Pues así como la llegada gradual del morir es un proceso menos inconsciente que la llegada del nacer, el tránsito a la vejez es seguramente más consciente que el tránsito a la pubertad.”

 

(Imágenes— 1- Virginia  Woolf- Gisele Freund/ 2- Virginia Woolf- Tulio Prricoli)