ZENOBIA (y 3)

 

“Nos consta que en realidad el empeño de Zenobia, según confesión propia — decía Ernestina de Champourcin hablando de la época en que los Jiménez marcharon de Madrid en tiempos de la República —, pudo más que todo y venció la tristeza que le producía a su marido la idea de abandonar el país sin saber por cuánto tiempo. Esto último, que aumentó el sufrimiento de tanto exiliado, quizá se atenuara levemente para Juan Ramón, ya que Zenobia estaba más o menos aclimatada por las circunstancias a los modos y ambientes de los Estados Unidos.

Este segundo viaje, tan distinto al de 1916, les exigió otras actividades y otros esfuerzos. Y aquí entraron en juego el sentido práctico y el sentido social de Zenobia. Me la imagino arrastrando al poeta a lugares y amistades que le contrariaban, pero que era indispensable visitar si querían afianzarse en un porvenir que podía ser largo.

 

 

Costó trabajo situar a unos y otros. Sobre todo, había que contar con la pereza epistolar española, aunque está bien claro que el matrimonio Jiménez no la padeció nunca. Y más que nada es admirable el que Zenobia, aun después de sus tremendas curas, tuviera valor para escribir desde la cama con tal de conseguir algún original o publicación  que le faltaba  para completar la colección de su Sala en la Universidad de Puerto Rico.

De Estados Unidos — añadía Ernestina de Champourcin — me ha quedado muy viva la memoria de mis visitas a la Universidad de Maryland; los fines de semana, a su casa, y los viajes a los hospitales donde estaba Juan Ramón. Los descansos de Zenobia eran relativos, pues aprovechaba esos días para hacer mil cosas y conectar con sus múltiples amistades.

Y, sobre todo, las llamadas telefónicas a mi hotel en Washington, cuando la pobre no sabía  cómo decidirse a trasladar otra vez su lugar de residencia. Le debió costar bastante esfuerzo dejar su vida tan organizada ya en torno a la Universidad, etc.  Pero, por fin, todos le hicimos ver claro, y ella, en realidad, no necesitaba que nadie se lo dijera, lo indispensable que le era al poeta expresarse y oír a los demás expresarse también en su propia lengua.  Este poema tan tremendo que dice:

”Lo querían matar

los iguales,

porque era distinto.”

con una primera lectura tan profunda y verdadera, tiene para mí otras, tal vez  exageradas y algo superficiales, que se pueden aplicar a ciertas etapas de la vida del matrimonio. Distintos sí eran, no cabe duda, en su diferente ejemplaridad. Una distinción  que, en cada uno era propia, completa e importante.”

 

 

(Imgenes—1- Sorolla— Zenobia Camproubí/ 2- Ernestina de Champourcin -raíces de España/ 3- Sorolla- retrato de Juan Ramón Jimenez)

ZENOBIA (2)

 

“Zenobia desarrollaba nuevas actividades y colaboraba sin parar en lo que Juan Ramón llamaba ya la edición de su Obra. Cuartilla por cuartilla, pasaban por las manos de su mujer poemas nuevos, poemas antiguos revividos y proyectos, muchos de los cuales sin su meticulosidad y su paciencia no nos hubieran llegado nunca, ni siquiera como “borradores silvestres”.

Al principio la colaboración no debía ser fácil. Incluso cuando traducían a Tagore le oí decir a Zenobia —así lo  contaba Ernestina de Champourcin — que tuvieron que dejar de trabajar en la misma habitación, que habían amueblado con dos mesas, porque el ruidillo de su pluma deslizándose sobre el papel molestaba a Juan Ramón. Hay que añadir que esto sucedía cuando aún no existían las estilográficas ni mucho menos los “bolis”.

A veces he pensado — decía  Ernestina  — en la influencia de Zenobia en alguna de las ideas expuestas por el poeta sobre el tema del trabajo ( en la conferencia que pronunció el 15 de junio de 1936 titulada “Política poética” y que más tarde llegó a llamarse “El trabajo gustoso”) , ya que ella le dio desde el comienzo de sus relaciones un ejemplo continuo de tenacidad y perseverancia en todo lo que emprendía, aunque no buscara la altura poética tangible de Juan Ramón. Aunque fue siempre en su campo un trabajador nato, ¿ no consolidó sencillamente ella, con su modo de ser y obrar, esa tendencia, poco materializada en otros escritores de auténtica valía?”

 

(Imágenes- 1-Zenobia Camprubí— buenas noticias/ 2- Zenobia y Juan Ramón-el país)

ZENOBIA (1)

 

 

“Uno de los rasgos más aparentes de Zenobia — escribió Ernestina de Champourcin, que la conoció bien — era sin duda su alegría. Una alegría, una sonrisa peculiares en ella, que brotaba, como le oí decir un día a Juan Ramón, casi universales, o sea, que brotaban fácilmente para todos o casi todos, aunque los observadores atentos no dejamos de percibir un matiz especial de ternura cuando esa alegría y esa sonrisa iban dedicadas al poeta o eran suscitadas por él. En una mujer de índole más maleable, el talante en apariencia austero de Juan Ramón hubiera podido empañar o reprimir su espontaneidad, esa frescura tanto interior como exterior que constituía uno de sus mayores atractivos.

(…) En el hogar  de Juan Ramón y Zenobia que conocí en Madrid  — seguía contando Ernestina de Champourcin — el ajuar era sencillo, pero de buen gusto. Siempre había algún jarrón con flores, y aunque faltara a veces la dueña de la casa, su presencia se advertía sin esfuerzos en los más delicados detalles. Era raro marcharse de allí sin haber tomado una taza de té o un refresco servido con todo esmero.

Más tarde, al inaugurarse la tienda de artesanía española establecida por Zenobia en colaboración con algunas amigas, la trastienda pasó a ser un grato lugar de tertulias donde nos reuníamos a tomar el té alrededor de una mesa primorosamente puesta con mantelería de Lagartera,  vidrio de Granada y loza de la Cartuja.

Recuerdo también que alguna de las asistentes a aquellos tés nos ofrecía a veces unas gotas de una misteriosa esencia de  naranja que tal vez sustituía a lo que en algunas marcas de té inglés o americano se llamaba “Orange Pekoe”.

 

Fue curioso que Juan Ramón  colaborara asimismo en la tienda, yendo los sábados, según me contó su mujer, a darles consejos para cambiar el escaparate. Su buen gusto se adivinaba después en la sorprendente combinación de colores, mezclada con los reflejos verdes o color caramelo de los objetos de vidrio típicos.

Los Jiménez echaron mano de toda la gente joven que conocían, y tuvimos muchas reuniones en aquel piso no muy grande, en las que no faltábamos los interesados por la poesía o la pintura. ¿Cuál era la actitud — interior y exterior — de Zenobia ante todas esas chicas que no disimulaban su incontrolado entusiasmo  por su marido? Estoy segura de que muchas personas se han planteado la pregunta: “Zenobia ha estado preocupada” ¿Sería posible?  Claro que toda mujer enamorada es celosa; pero pensemos un poco en la personalidad y la educación de Zenobia. Española de nacimiento, era americana por educación, independiente y sobre todo franca. Y esperaba esa misma franqueza de los demás. Que el alocamiento de alguna de esas niñas la pusiera en una situación difícil es posible: las hablillas, los comentarios han quedado ahí, adornados, claro está, con el paso del tiempo. Pero lo cierto es que cuando Zenobia interrumpía cualquier charla para decirle a Juan Ramón: “ Te llama por teléfono tu niña”, no se advertía en su voz ninguna vibración especial. En realidad, ella sabía que en el fondo se trataba sólo de eso: de niñas jugando a enamorarse del poeta.”

 

(Imágenes—1- Zenobia Camprubí- genealogías/ 2- Ernestina de Champourcin/ 3- García Lorca, Juan Ramón y Zenobia , entre otros – hoy es arte)