NECESIDAD DEL ASOMBRO (6)

En el momento de proyectarse de nuevo, la pupila que cae sobre el espacio —sobre nuestros vecinos, nuestros contemporáneos, nuestros prójimos y próximos en el espacio cercano — no puede adormecerse sobre las personas vivas — no soñadas ni recortadas — en el tiempo. 

 Aquella  frase que oí directamente en el Boulevard Raspail de París en el tan comentado mayo del 68 — “ que paren el mundo que me quiero bajar” —era un resoplido de hastío y de abandono en una boca juvenil. El  mundo ha de continuar (y queramos o no continúa), y la valentía es proseguir en el mundo —hacerse mundo—  y mejorarlo a cada vuelta. Las vueltas las da el mundo y yo con él, o quizás al revés, cuanto mejor dé yo la vuelta mejorando mi giro personal, y en apariencia tan insignificante,  más se enriquecerá la vuelta del mundo en el girar de la historia.

Para eso está la atención, la comprensión, la compasión, el aprender a ver al otro lado y dentro de los demás, el aprender a ver dentro de uno mismo. Para  eso está el asombro. El asombro es poner de rodillas a la inteligencia ante la naturaleza. La poetisa polaca Szymborska,  premio Nobel en 1996, exclamaba: “Las nubes son una cosa tan maravillosa, un fenómeno tan magnífico, que se debería escribir sobre ellas. Es un eterno “ happening” sobre el cielo, un espectáculo absoluto:  algo que es inagotable en formas, ideas; un descubrimiento conmovedor de la naturaleza. Intente imaginarse el mundo sin nubes.”

Entre nosotros, Claudio Rodríguez ha cantado excepcionalmente a la mirada absoluta en “Alianza y condena”:

“Porque no poseemos,

vemos. La combustión del ojo en esta

 hora del día, cuando la luz cruel

de tan veraz, daña 

la mirada, ya no me trae aquella sencillez. Ya no sé qué es lo que muere,

qué lo que resucita. Pero miro,

 cojo fervor,  y la mirada se hace 

beso, ya no sé si de

 amor o traicionero.”

José Julio Perlado

imágenes 1-wikipedia/2- Harold Feinstein)

UN BRINDIS POR EL SEIS DE ENERO

 

”Heme aquí bajo el cielo,

bajo el que tengo que ganar dinero,

Viene la claridad que es ilusión,

amor sereno junto a la alegría

recién nacida

de la inocencia de esta noche que entra

por todas las ventanas sin cristales,

de mañana en mañana

y es adivinación y es la visión,

lo que siempre se espera y ahora llega,

está llegando mientras alzo el vaso

y me tiembla la mano, vida a vida,

con milagro y con cielo

donde nada oscurece. Y brindo y brindo.

Bendito sea lo que fue maldito,

Sigo brindando hasta que se abra el día

por esta noche que es la verdadera.”

Claudio Rodríguez— “ Un brindis por el seis de enero” — “Casi una leyenda”, 1991)

(Imagen — Emil Nolde)

VERANO 2020 (1 ) : DÉJAME QUE TE HABLE

 


“Déjame que te hable, en esta hora

de dolor, con alegres

palabras. Ya se sabe

que el escorpión, la sanguijuela, el piojo,

curan a veces. Pero tú oye, déjame

decirte que, a pesar

de tanta vida deplorable, sí,

a pesar y aun ahora

que estamos en derrota, nunca en doma,

el dolor es la nube,

la alegría, el espacio;

el dolor es el huésped,

la alegría, la casa.

Que el dolor es la miel,

símbolo de la muerte, y la alegría

es agria, seca, nueva,

lo único que tiene

verdadero sentido.

Déjame que, con vieja

sabiduría, diga:

a pesar, a pesar

de todos los pesares

y aunque sea muy dolorosa, y aunque

sea a veces inmunda, siempre, siempre

la más honda verdad es la alegría.

La que de un río turbio

hace aguas limpias,

la que hace que te diga

estas palabras tan indignas ahora,

la que nos llega como

llega la noche y llega la mañana,

como llega a la orilla

la ola:

irremediablemente.”

Claudio Rodríguez- “Lo que no es sueño” —“Alianza y condena’ (1965)

 

 

(Imágenes—1- Georges Buysse/ 2-Knar Bedian)

LAS HILANDERAS

 

 

 

“Tanta serenidad es ya dolor.

Junto a la luz del aire

la camisa ya es música, y está recién lavada, aclarada,

bien ceñida al escorzo

risueño y torneado de la espalda,

con su feraz cosecha,

con el amanecer nunca tardío

de la ropa y la obra. Éste es el campo

del milagro: hélo aquí,

en el alba del brazo,

en el destello de estas manos, tan acariciadoras

devanando la lana:

el hilo y el ovillo,

y la nuca sin miedo, cantando su viveza,

y el pelo muy castaño

tan bien trenzado,

con su moño y su cinta:

y la falda segura, sin pliegues, color jugo de acacia.

Con la velocidad del cielo ido,

con el taller, con

el ritmo de las mareas de las calles,

está aquí, sin mentira,

con un amor tan mudo y con retorno,

con su celebración y con su servidumbre.”

Claudio Rodríguez —“Hilando’ (la hilandera, de espaldas, del cuadro de Velázquez)

(Imagen — “Las hilanderas” – Velåzquez, -Museo  Del Prado)