TERTULIAS EN LA ETERNIDAD (15) : RAY BRADBURY, STANISLAS LEM Y KAREL CAPEK

Ayer en la tertulia se enzarzaron  a discutir Stanislas Lem con  Ray Bradbury y con Karel Čapek sobre el tema de la ciencia ficción. Bradbury decía que en la eternidad ya  no hay ciencia ficción,  todo es realidad,  y esto nos lo decía desde su casa en Manhattan dentro de la eternidad, que se conserva igual que cuando vivía en la tierra, aunque ahora se sube por una rampa a través de una escalera  interior que sale del techo, y por allí Bradbury nos acompañó a todos,  levantó una trampilla, y enseguida vimos y pudimos tocar las nieves del Klimanjaro, que estaban húmedas, y que pertenecen a  una montaña nevada famosa por un cuento de Hemingway y también por una película de amores y pasiones.

Entonces allí,en la nieve, Bradbury que ha leído mucho, nos explicó los antecedentes de la ciencia ficción, unos antecedentes curiosos, por ejemplo el viaje a la luna de Cyrano de  Bergerac, otro viaje de Salgari, un relato de Julio Verne y muchas cosas más. Karel Čapek nos habló  de la guerra con las salamandras, que es uno de los libros que escribió en su vida, pero todos estábamos  muy interesados en cambio por el efecto de la nieve que estaba cayendo sobre la casa de Bradbury en Manhattan y que cubría los objetos de la mesa de Bradbury, sus cuadernos de trabajo, sus personajes y los libros preparados y amontonados antes de que el fuego los devorase.

Bradbury nos habló de la capacidad de asombrarse que se estaba perdiendo en el mundo, por ejemplo la aspiración, dijo,  de crear un día un “western” de marcianos, con sus revólveres desenfundados de las estrellas y los caballos alados galopando en el tiempo. Hay que seguir, nos dijo Bradbury, esa estela que trazaron Aristóteles, Platón y Lucrecio, pasando por los científicos deslumbrados por la ficción. Por eso es tan lógico que la nieve caiga aquí sobre mi despacho y que el Klimanjaro  sea la única lámpara que ilumina mi estudio. Así he escrito siempre. La nieve ha salvado mis libros del fuego y ha cubierto todo mi cuarto de blancura, para  que ahora, con solo levantar esta trampilla que habéis visto, uno pueda  tocar el gran monte y  los árboles sin moverse de su sitio. 

Así estuvimos durante mucho tiempo en la tertulia charlando sentados  encima de la nieve y  viendo Manhattan debajo de nuestros pies, todos atentos a lo que nos estaban diciendo. 

José Julio Perlado

Imágenes- 1- Kimanjaro/ 2- Manhattan/ 3 – Bradbury/ 4- nieve- wikipedia)

CÓMO SE VIVÍA EN El SIGLO XXll

“Las máquinas iban tan por delante de los hombres en ese siglo que las máquinas lo decidían todo y declaraban las guerras ellas solas y ellas solas hacían las paces, y marcaban las pautas del amor y de los odios sin la menor consideración para los hombres, que aparecían congregados y asustados en los rincones, sin saber cómo parar a las máquinas ni atreverse a acercarse. Sería muy interesante contar cómo las máquinas succionaban los cuerpos de los pocos hombres que se acercaban a ellas, y tragándoselos, se los pasaban de unas máquinas a otras por unos pasillos blancos como laberintos para reflejarlos luego de pantalla en pantalla y arrojarlos vivos a las tinieblas exteriores.

Había llegado el hastío del amor hasta ese siglo XXll, y ese hastío había llevado a los hombres que allí viven al olvido y a la ignorancia, de tal modo que no pueden recordar ya cómo deben enamorarse ni qué tienen que hacer con su corazón ni con sus sentimientos. Los corazones en siglo XXll están llenos de válvulas y de membranas y cuando los hombres vuelcan su músculo para ver qué hay dentro — para ver si pueden hallar allí algo de amor —, se encuentran con la cáscara del vacío. Pero alguno entonces se preguntará: si el corazón está vacío, ¿de dónde sale la envidia y el rencor y el cariño y el impulso y la compasión y tantas cosas más que todos solemos tener dentro del corazón? De ningún lado, porque allí ya no existen esas cosas, han sido pulverizadas y machacadas y con ellas se han hecho semillas que el viento del siglo XXll ha esparcido, un viento que viene de la puerta entreabierta del siglo y cruza las máquinas en movimiento y vuelve a salir en todas direcciones.”

José Julio Perlado

(Imagen-~Andrew Wyeth- philadelphia museum)

UN PARÍS SILENCIOSO

— Y entonces, ¿ verdad Bob?, notamos algo raro en los Campos Elíseos. Al menos lo noté yo. Era como si a los automóviles les pasara algo. Bajaban en silencio, todos acompasados, como si descendieran en procesión. Y sobre todo, en silencio, sin rozarse, sin ruido de motores.

—¿En silencio total? — preguntó el periodista.

—Ezacto. En silencio total. No se rozaban. No sonaban los cláxones. Parecían de seda. Todos los Campos Elíseos de seda.

— ¿ Y usted los vio?

— Bueno, yo acababa de salir con Bob de un restaurante de los Campos Elíseos. Bajábamos por la acera de la izquierda bajo un sol de justicia. Me impresionó aquel silencio. Un silencio en las casas y en el tráfico, un silencio interior y exterior. No se oía nada en todo París. Una ciudad en completo silencio. Yo diría que era un silencio “resplandeciente”.

—¿ Por qué lo llama “resplandeciente” , señor Asimov?

— Porque era así. Todo París estaba resplandeciente. No solo los Campos Elíseos, sino toda la ciudad, las dos orilllas. No le he visto jamas de esa forma.

—¿Y qué hizo?

— Pues como pude llegué a Montparnasse. Seguía todo en silencio. Duró muchas horas. Yo creo que duraría seis o siete horas todo aquel silencio de París.

—¿ Va usted. a escribir algo sobre ello?

— Sí. Quizás sí. Puede ser el principio de un cuento.”

José Julio Perlado

( del libro “La mirada”)

(Imagen — escena de una película de Bergman)