LAS MUJERES Y LA INSPIRACIÓN

 

 

A la directora francesa Agnès Varda, al año de dar a luz a su segundo hijo, le propusieron hacer una película. Decidió rodar ese film prácticamente sin salir de casa, con la intención de cuidar al niño pequeño. “Me dije a mí misma —contaba en 1975–que era un buen ejemplo de la creatividad de las mujeres, siempre un poco atrapadas y axfisiadas por culpa de la casa y la maternidad. ¿Sería capaz de encontrar mi creatividad con todas esas limitaciones…? Así que tomé esa idea como punto de partida, el hecho de que la mayoría de mujeres están atrapadas en sus casas. Y me volqué por completo en ella. Imaginé que estaba atada a un nuevo cordón umbilical. Tenía un cable eléctrico especial de ocho metros conectado a la caja eléctrica de mi casa, y decidí que como máximo podría utilizar esa distancia para rodar la película. Sólo podía alejarme de mi casa la longitud del cable. Tendría que encontrar todo lo que necesitara dentro de esa distancia y no aventurarme nunca a ir más allá.”

 

Filmó el documental titulado “Daguerrotipos” dedicado a la vida diaria de los comerciantes de su barrio.  “Sabes que los artistas —decía Varda —acostumbran a hablar de la inspiración y las musas. ¡Las musas! ¡Eso sí que tiene gracia! Porque que las cosas aparezcan cuando las necesitas no depende de tu musa, sino de la relación que mantengas con tus fuerzas creativas. Por eso lo mejor es trabajar con la asociación libre y la ensoñación, dejarse llevar por los recuerdos, los hallazgos fortuitos , los objetos. Intento mantener un equilibrio entre la rigurosa disciplina que he aprendido durante mis treinta años haciendo películas, esos numerosos momentos inesperados, y el impulso del cambio.”

 

(Imágenes —1- Camille Pisarro – 1877/2- Arthur Hacker/ 3_—-Edgar Degas)

MANCHAS EN LOS OJOS

 

 

“Desde mi casa, entre Maiano y Settignano dice  el historiador del arte Bernard Berenson enVer y saber” —, la vista se entiende por los campos situados a ambas  orillas del Arno y más allá, hasta donde las tierras se elevan y funden sutilmente con el cielo en el horizonte. Este panorama está constelado de manchas rectangulares de color blanco. Eso es todo lo que ven mis ojos. Pero yo sé algo que mis ojos no  me dicen : que se trata de cosas que no consigo reconocer debido a la lejanía. Mucho más cerca, a unos cientos de metros, veo masas de color verde, opacas, translúcidas o relucientes, puntiagudas o redondeadas, y, a modo de puntales de las mismas, formas aproximadamente cilíndricas , de color indefinido, entre marrón, verde o grisáceo. Desde mi más temprana infancia aprendí que eso eran árboles, y les adjudico troncos, ramas gruesas y delgadas y un follaje compuesto de hojas características de cada especie: encina, castaño, pino, olivo, aunque mis ojos no vean más que distintas tonalidades de verde.

 

 

Puede que me inquiete esta contradicción entre ver y saber, que me preocupe tener que interpretar todo lo que vemos a nuestro alrededor como objetos tangibles en un espacio conocido. Por eso me encantan los cuadros de un Van Eyck o de un Rogier van der Weyden o de su entusiasta seguidor , el Maestro de la Vida de la Virgen cuyas tablas se conservan en la Alte Pinakothek de Múnich, porque me permiten atravesar el espacio sin cansancio. Lo consiguen mediante el procedimiento, deliciosamente ingenuo, de ir reduciendo el tamaño de casas, árboles y figuras a medida que se alejan de nuestros ojos.”

 

 

( Imágenes— 1- Eduard Boss – 1904/ 2-Jozsef Rippl Ronai/ 3- arthur hacker)