LA “QUINTA DEL SORDO”

 

“…  Conocía que los responsables del Museo del Prado se habían propuesto desde hacía muchos años reproducir en la medida de lo posible algo que realmente era muy difícil conseguir: la disposición y ubicación que las llamadas “pinturas negras” habían tenido en la denominada “Quinta del Sordo”, la casa de ladrillos de adobe que Goya, con setenta y tres años, había comprado en febrero de 1819 por sesenta mil reales en un terreno ascendente sobre el río Manzanares, en el lado Oeste de Madrid. A mí siempre me había intrigado aquella casa, había leído varias cosas sobre ella, y creo que hasta sentía una extraña atracción hacia aquella Quinta situada cerca del Paseo de Extremadura, al sudeste del camino de la ermita de San Isidro, allí donde en tiempos había existido un sendero rodeado de árboles, entre ellos unos álamos plantados hacía casi medio siglo y que conducían a la vivienda del pintor rodeada de su jardín de moreras, peras, albaricoques, membrillos y doscientas sesenta parras que florecían en la finca situada sobre una colina y desde la que Goya podía divisar perfectamente el Palacio Real, San Andrés y todo Madrid hasta la montaña del Príncipe Pío. Sabía también que entre aquellos muros, incluso de un modo realmente físico encima de ellos, es decir, sobre aquellas paredes de las dos salas grandes de la casa que él quiso decorar, Goya había realizado directamente al óleo y sobre el muro una serie de pinturas para mí fascinantes y de difícil interpretación y las había pintado únicamente para sí mismo, reflejando su mundo interior. Tanto me había intrigado aquella Quinta y tantas vueltas le había dado a su emplazamiento que en meses anteriores a aquella visita que ahora estaba realizando al Museo, había querido perderme un día por esa zona de Madrid cercana al paseo de Extremadura, paseando despacio durante una hora o dos, no lo podría fijar con precisión, y haciéndolo sin rumbo fijo a través de una serie de calles, por ejemplo la de Caramuel, o la de Antonio de Zamora, la de doña Urraca, doña Berenguela, cardenal Mendoza y Juan Tornero, parándome a propósito en esquinas y en puertas de comercios para observarlo todo desde allí a mitad de mañana, en un intento inútil por resucitar detrás de aquel mundo moderno un ambiente que ya había sido consumido por el tiempo. Yo sabía que precisamente entre la calle de Caramuel y la de Juan Tornero, ahora ocupadas por automóviles y viandantes que me rodeaban e iban de un sitio para otro, había estado situada la “Quinta del Sordo”, única construcción existente cuando Goya compró el terreno, y que sobre aquellos lugares se habían levantado las dos plantas de la casa con sus habitaciones centrales comunicadas por una sencilla escalera. Y ahora me venían otra vez a la memoria las dos habitaciones de la “Quinta del Sordo” y las comparaba con éstas del Museo, recordando haber leído en algún lugar que, a causa de los dos ventanucos de la sala de la planta baja de la Quinta, la luz para Goya había sido casi con toda lógica un instrumento esencial: se decía, por ejemplo, que con toda seguridad el pintor había trabajado por las noches en aquella sala de la planta baja ayudándose a la luz de unas velas mientras que en la sala del primer piso había sido en cambio la luz del día de Madrid la que, entrando por los dos amplios balcones que la casa tenía, había dado otras tonalidades a las pinturas. Por eso cuando me fui acercando dentro de aquel espacio íntimo del Museo a aquellas escenas de Goya en las que dominaba el negro y unos tonos pardos y fríos, tampoco me extrañó descubrir en muchas de ellas, al observarlas con mayor atención, el amarillo, los ocres, azules y rojos, los carmines y aún unos ligeros toques de verdes. No todo era negro, pues, en las “pinturas negras”. Me sorprendió, por ejemplo y de repente, al girar la cabeza hacía la izquierda nada más entrar en una de las salas, la composición pictórica de un “Perro”, o lo que sería más adecuado definir, una enorme masa de un gris amarillento, una gran zona lisa y vacía de espacio en la que asomaba en su base inferior la pequeña cabeza de un perro, una cabeza perfectamente dibujada con aquella precisión que Goya tenía para plasmar animales, un perro que estaba surgiendo de una masa amorfa, emergiendo de algo parecido a un talud pero que ni siquiera podría decirse que fuera arena, un perro, o cabeza de perro que no se sabía bien si se estaba hundiendo o intentaba escapar, que podía estar pidiendo socorro o piedad, pero que esencialmente transmitía angustia…”

(en el 275 aniversario del nacimiento de Goya)

José Julio Perlado

( del libro “Los cuadernos Miquelrius” – Memorias)

TODOS  LOS  DERECHOS RESERVADOS

 

(Imágenes—1- Goya- Wikipedia/ 2- Goya- perro semihundido- museo Del Prado)

PALABRAS DE PATRICIA HIGHSMITH

 

 

 

Los especialistas como Boileau – Narcejac han dicho de ella que “ es el autor más completo, el que ha conseguido realizar la síntesis entre la novela y la  historia policiaca”. Hoveyda, en su “Historia de la novela policiaca”, anota que Highsmith se interesa ante todo por el comportamiento del criminal, sin descuidar por eso las necesidades externas del relato policiaco. Sus personajes son inadaptados. El tema de la usurpación o del intercambio de identidad constituye la base de su obra. Se sale casi por completo de la novela policiaca  y, aunque sus libros  tengan algún nexo de unión con este género, hay que reconocer que prefiere moverse cerca de las fronteras”.

 

 

Cuando se cumplen cien años de su nacimiento y se relee  su libro “Suspense. Cómo se escribe una novela de intriga” , las reflexiones y consejos de Patricia  Highsmith siempre son  prácticos y aleccionadores. “ No hay que ser un monstruo —dice—, o tener la impresión de serlo,  para exigir dos o tres horas de intimidad absoluta para un escritor. Este programa debe convertirse en un hábito, y el hábito, como el escribir mismo, es una forma de vida.  Debe convertirse en una necesidad: entonces uno puede trabajar y trabajará siempre. Escribir es un oficio y necesita una práctica constante. “ Pintar no consiste en soñar o en estar inspirado. Es un oficio manual y se necesita un buen artesano para hacerlo bien”, dijo Pierre Auguste Renoir. Y Marta Graham dijo lo siguiente sobre el arte de la danza: “Es una curiosa combinación de habilidad, intuición y, debo decirlo, crueldad…, y de un hermoso elemento tangible llamado “fe”.  Si no tenéis esta magia, podéis hacer una cosa hermosa, podéis hacer treinta y dos pasos,  y no pasa nada.  Creo que esta cosa es algo innato. Es algo que puedes sacar de la gente pero no infundírselo, no se puede enseñar”. Renoir habla del oficio, Marta Graham del talento, la gracia, el genio. Las dos cosas deben ir juntas. El oficio sin talento no tiene encanto ni sorpresas, nada original. El talento sin oficio…,, bueno, ¿cómo puede el mundo verlo en alguna parte?”


(Imágenes— : 1- Dan Adkins/ 2- Roy Lichtenstein— 1963/  3- Patricia Highsmith)

SCIASCIA, CALVINO , SICILIA

 


“He leído tu novela policiaca — “A cada cual lo suyo” — que no lo es — le dice Ítalo Calvino a Sciascia en 1965 — con la pasión con que se leen las novelas policiacas, y además divirtiéndome al ver cómo se desarrolla e incluso cómo queda demostrada la imposibilidad de la novela  policiaca en el ambiente siciliano. Es, en resumen, un magnífico Sciascia, que se ubica junto  a “El día de la lechuza” y lo supera porque hay más ironía. Viéndote tan hábil y sólido he decidido, para adecuarme a los  tiempos de lobos en que vivimos, verterte algún trago amargo en cada carta. Si no, ¿qué gracia tiene? Y esta vez te digo esto: desde hace un tiempo compruebo que cada  cosa que leo sobre Sicilia es una divertida variación en torno a un tema acerca del cual me parece que ya lo sé  todo, absolutamente todo. Esa Sicilia es la sociedad menos misteriosa del mundo; ahora en Sicilia todo es límpido, cristalino; las pasiones más tormentosas, los intereses más oscuros, psicología, habladurías, delitos, lucidez, resignación, ya no tienen secretos, todo está clasificado y catalogado. La satisfacción que dan las historias sicilianas  es como la de una bella partida de ajedrez, el placer de las infinitas combinaciones  de un número finito de piezas, cada una de las cuales tiene por delante un número finito de posibilidades. Mientras que para todos  los otros capítulos del saber humano, para todas las otras voces de la enciclopedia, sabemos que jamás conseguiremos tocar fondo, que cuanto más aprendamos más se nos escapa algo, la voz “Sicilia” nos da el placer más único que raro de confirmar a cada  nueva lectura que nuestro bagaje de informaciones  era adecuadamente rico y actualizado. Hasta tal punto que esperamos ardientemente que nada cambie, que Sicilia permanezca perfectamente igual a sí misma, ¡ así podremos decir al término de nuestras vidas que hay por lo menos algo que hemos conocido hasta el fondo!”

 

Calvino escribió al menos ocho cartas a Leonardo Sciascia comentándole sus libros. Como editor literario de Einaudi durante casi cuarenta años, juzga — a veces muy severamente- , estimula, felicita o reprueba a escritores que le envían sus obras. Una faceta más de su talento.

( en memoria de los cíen años del nacimiento de Síascia que hoy celebramos)

 

(Imágenes- 1- Enzo Sellerio/ 2-Sciascia- milanocultura/ 3- Ferdinando Scianna)

SOY UN GRAN EMBAUCADOR

 


“La memoria es un componente misterioso, casi indescifrable, que nos une a cosas que nosotros no recordamos haber vivido y nos plantea continuamente entrar en contacto con otras dimensiones,  acontecimientos, sensaciones que nosotros no sabemos definir pero que confusamente sabemos  que han existido.— decía Fellini en1992, en la película de Damien Pettigrew —. Yo tengo una tendencia natural a inventarme una juventud, una relación con mi familia, una relación con la vida. Tengo la impresión de que lo he inventado todo. Para mi, las cosas que nunca han sucedido pero que yo he inventado son mucho más verdaderas. Es el caso, por ejemplo, de mi villa natal; la verdadera Rimini es la  que aparece en dos películas : “I Vitelloni” y “Amarcord”. Me parece que estas dos reconstrucciones pertenecen mucho más a mi vida que la otra, la Rimini topográfica. En resumen, soy un gran enbaucador”.

 

Me gustaría recordar quienes son mis padres espirituales — decía en otra ocasión —: Pinocho, Dickens, “La isla del tesoro”, Edgar Allan Poe, Verne y Simenon, con el cual he tenido una gran amistad y al que yo admiro enormemente. Había otro escritor de novelas –  Yambo — ¿ quién se acuerda de él ?,  que las ilustraba con dibujos que a mí me han parecido siempre muy bellos. Entre muchos otros, él inventó un personaje que se llamaba Mestolino. Era verdaderamente  mi retrato: un muchacho delgado, incapaz de decir la verdad. Yo no tengo grandes recuerdos, todos los he entregados en mis películas. Abandonándolos al público, ya no sé distinguir lo que realmente ha sucedido y lo que yo he inventado.”

( a los cíen años del nacimiento de Fellini)

 

(Imágenes— 1-“La Strada”/ 2-preparando “Amarcord”/ 3- Fellini con Anouk Aimé)

LA VIDA CONTINÚA, EL TRABAJO CONTINÚA

 

 

El 25 de agosto de 2007, hace ahora casi trece años, comencé MI SIGLO. Bienvenidos — decía en aquel momento — a quienes me lean. Hoy MI SIGLO recibe 1.660.OOO visitas y en él he escrito casi 3.OOO textos: entradas sobre  la vida y  la ficción, sobre la creación y la realidad. Como he señalado en mis Memorias recientemente publicadas aquí, este blog para mí no es un mero entretenimiento. Me  permite llevar a la práctica una cosa en la que creo firmemente como es la divulgación de las artes, de la literatura y del pensamiento.  Dejar hablar a los demás es muchas veces más aleccionador que hablar uno mismo. Naturalmente en muchas ocasiones he hablado y seguiré hablando de mí mismo, aportando relatos,  reflexiones o extractos de mis novelas. Es la combinación entre creación personal y comentario. Hace dos días interrumpí aquí la primera parte de mis Memorias tituladas “Los cuadernos Miquelrius”. Dichas Memorias proseguirán más adelante. Mientras tanto, irá saliendo a la luz poco a poco un libro sobre Japón y otro sobre la mirada. La vida continúa  y, mientras tenga salud MI SIGLO proseguirá su trabajo

José Julio Perlado

(Imagen —bibliotheque tumblr)

EL AÑO DE GALDÓS (3) : LOS CAFÉS MADRILEÑOS

 

 

Galdós llega a Madrid en 1862 y allí vivirá hasta 1920. La ciudad en el  XlX muestra todo su espectáculo al escritor. Los cafés, entre muchos otros escenarios, quedarán en sus novelas.  El Café de Zaragoza (que cerrará sus puertas en 1918) atrae su curiosidad y lo refleja en uno de sus libros: “las nueve serían cuando entró en el establecimiento de la plaza de Antón Martín, que lleno de gente estaba, con una atmósfera espesa y sofocante que se podía marcar, y un ensordecedor ruido de colmena; bulla y ambiente que soportan sin molestia los madrileños, como los herreros el calor y el estrépito de la fragua. Desembozándose, avanzó el anciano por la tortuosa calle que dejaran libre las mesas del centro, y miraba a un lado y otro buscando a su amigo. Ya tropezaba con un mozo cargado de servicio, ya su capa se llevaba la toquilla de una cursi; aquí se le interponía  el brazo del vendedor de “Correspondencias” que alargaba ejemplares a los parroquianos, y allá le hacían barricada dos individuos gordos que salían o cuatro flacos que entraban. Por fin distinguió a Juan Pablo en el rincón inmediato a la escalera de caracol por donde se sube al billar.”

El café Cruz del Rastro, ( hoy demolido ),  situado en la calle Ruda, tenía sin embargo otro aspecto: “ un rato después  — escribe Galdós — hallábanse  los dos sentaditos en el café económico, tomándose sendos vasos a diez céntimos, El local era una taberna retocada con ridículas elegancias entre pueblo y señorío; dorados chillones; las paredes pintorreadas de marinas y paisajes; ambiente fétido, y parroquia mixta de pobretería y vendedores del Rastro, locuaces, indolentes, algunos amarrados a los periódicos, y otros oyendo la lectura, todos muy a gusto en aquel vagar bullicioso, entre salivazos, humo de mal tabaco y olores de aguardiente.”

 

 

 

Cafés madrileños de Galdós : Café “Al Oasis de Río” , en La Bombilla;  café de Fornos, en la esquina de Alcalá con Peligros ( cerró sus puertas  en 1908) ; café de la Concepción Jerónima, ( ya demolido), en la Corredera Baja de San Pablo; café de la Iberia ( cierra sus puertas en 1910), en la Carrera de San Jerónimo; café de Lepanto ( cierra en 1868), en la Plazuela de Santo Domingo; café de Levante, en la calle del Arenal ( cierra sus puertas en 1915); café  de los Naranjeros, en la Plaza de la Cebada ( cierra en1912); café de Madrid, esquina calles de Alcalá y Carrera de San Jerónimo (cerró en 1925) ; café de Platerías, en la Plaza Mayor ( cerró en 1946); café de San Antonio, esquina de la calle Pez y Corredera Baja de San Pablo ( cerrado en 1897) ; café de San Joaquín, en la calle San Joaquín ( cierra en 1899); café de Santo Tomás, esquina calle Atocha y callejón de Santo Tomás (hoy demolido)); café de Zaragoza, en la calle Atocha ( cerró en 1918) ; café del Gallo, en la Plaza Mayor ( hoy demolido); café del Siglo, en la calle Carretas (demolido); café del  Sur, en la Plaza del Progreso, actual plaza Tirso de Molina ( ya demolido); café Diana, en Caballero de Gracia ( demolido) ; café La Cruz de Malta, en Caballero de Gracia ( cierra sus puertas a finales de la década de 1830); café Lorencini, en la Puerta del Sol ( cerró en 1864) ; café Suizo, en la esquina de las calles Alcalá y Sevilla ( cerró en 1915)

 

 

 

No puede olvidarse en Galdós, entre otros lugares de interés en Madrid,  La Fontana de Oro, en la esquina de las calles Carrera de San Jerónimo y Victoria, que cerró sus puertas en 1843; el Parador del Agujero, en la calle Fúcar ( ya demolido) ; el restaurante Trouchín, en la calle del Arenal (demolido); la Posada de Ocaña, en la esquina de las calles Toledo y Sierpe ( ya demolida)

 

 

 

Lugares ficticios pero presentes en sus novelas son, entre otros, la Casa de huéspedes de la “señá “ Bernarda, en la calle Mediodía Grande; la Casa de huéspedes de la tía Chanfaina, en la calle Amazonas; el Figón de Boto, en la calle del Ave María; la Viña del Señor, en la Costanilla de San Vicente; los merenderos de Cuatro Caminos; los merenderos de Tetuán, en la calle de Bravo Murillo. Y  a todo esto ha de añadirse, la Posada del Peine, en la esquina de las calles Vicario Viejo y Postas, en activo de 1610 a 1960 y que en 2006 abrió de nuevo con su interior reformado y conservando la fachada. Lhardy, en la Carrera de San Jerónimo que está en activo desde 1834 y allí Galdós fue visitante asiduo. Como sigue en pie el Sobrino de Botín, en la calle Cuchilleros, en activo desde 1725.

Ojos y pluma de Galdós ante el Madrid de entonces reflejado en muchos  de sus libros.

 

 

 

( Imágenes—1- café de Levante – abc es/ 2- café de Fornos / Boykokolev / 3 -epytafe/ 4- foto jjp)

EL AÑO DE GALDÓS (2) : MADRID Y “FORTUNATA”

 

 

“Mientras deambulaba por los Barrios Bajos — cuenta Berkowitz, biógrafo de Galdós—, por azar tropezaría con el prototipo de Fortunata, bajo circunstancias muy parecidas a las descritas en las páginas iniciales de la novela. Estaba ella de pie en el portal de una casa de viviendas, sorbiendo un huevo crudo. Su interés por aquella mujer trajo una relación de intimidad con ella que llegaría incluso a producir gran parte del rico contenido humano de los cuatro tomos de la obra maestra.”

La primera parte de “Fortunata y Jacinta” la concluye en enero de 1886 y la última parte en junio de 1887, cuando Galdós tiene entre cuarenta y dos y cuarenta y cuatro años. Mientras tanto y a lo largo de los cuatro tomos, la ciudad de Madrid se despliega como escenario intenso y viviente en toda la novela : el Palacio Real, el Congreso, los ministerios de Ultramar, Hacienda, Gracia y Justicia, Gobernación; los Tribunales, incluido el Supremo y el Ayuntamiento. Aparece también la Bolsa, la Aduana, varias Facultades de la Universidad; el museo del Prado, la Academia de la Historia, siete periódicos de la Villa, el Casino, el Rastro, el Hospicio, la Inclusa, varios asilos, varias cárceles (Saladero, la Modelo, Prisiones Militares), el Manicomio, el Retiro, los Almacenes de la Villa, cuatro conventos de la realidad y uno de la ficción ( “las Micaelas”), catorce iglesias, cinco teatros, un pequeño tratado de las aguas de Madrid —sus “viajes” y sus fuentes públicas—, estaciones de ferrocarril, tres mercados, 20 cafés, el Matadero municipal, casi todos los cementerios. Se extienden en la novela 97 calles, más de 20 plazas y plazuelas, 8 paseos además de Rondas, Costanillas,  Cavas, Campos y Campillos, aparte de “la Carrera” y “la Red” que en total llegan a 137 nombres de vías urbanas.

 

 

Y luego están los barrios. Y los ruidos. Hablando de Barbarita Arnáiz ( esposa de Santa Cruz, padre), Galdós escribe en “Fortunata”: “Ni trocara tampoco su barrio, aquel riñón de Madrid, en que había nacido, por ninguno de los caseríos flamantes que gozan fama de más ventilados y alegres. Por más que dijera, el barrio de Salamanca es campo… Tan apegada era la buena señora al terruño de su arrabal nativo, que para ella no vivía en Madrid quien no oyera por las mañanas el ruido cóncavo de las cubas de los aguadores en la fuente de Pontejos; quien no sintiera por mañana y tarde la batahola que arman los coches correos; quien no recibiera a todas horas el hábito tenderil de la calle de Postas, y no escuchara por Navidad los zambombazos y panderetazos de la plazuela de Santa Cruz; quien no oyera las campanadas del reloj de la Casa de Correos tan claras como si estuvieran dentro de la casa; quien no viera pasar a los cobradores del Banco cargados de dinero y a los carteros salir en procesión. Barbarita se había acostumbrado a los ruidos de la vecindad, cual si fueran amigos, y no podía vivir sin ellos.”

 

 

(Imágenes —1-viejo Madrid – foto donada por Ángel Rojo Gutiérrez/ 2-modelo del Palacio Real – 1830– museo de Historia de Madrid/ 3-Congreso de los diputados – Ch Clifford – 1853- Biblioteca Nacional)

EL AÑO DE GALDÓS (1) : MARAÑÓN

 

 

 

“Gran parte de sus apreciaciones sobre España, sobre la vida en general— decía Marañón de Galdós —, tienen una resonancia clamorosa en sus libros. Otras, que no aparecen en su obra escrita las he recogido yo. Y principalmente  mis observaciones son de carácter más íntimo. Su vida íntima es interesantísima.  Galdós era un hombre  un poco atormentado y tímido. Gran apasionado, y, no obstante, con una serenidad fría y disciplinada de sus pasiones.  Lo más interesante de Galdós  es su complicación interior. No era un hombre sencillo, como se suele decir, sino de una gran vida interna. Los factores humanos se daban en él con una autenticidad maravillosamente interesante.

Hombre de pasiones y de sentimientos tumultuosos, pero con un inconcebible dominio  sobre pasiones y sentimientos, el mismo equilibrio. Su eficiencia cerebral era tan grande, que le pasaba lo que les pasa a la mayor parte de los hombres inteligentes: tenía sus sentimientos en el bolsillo.

La inteligencia en sus formas superiores siempre se alienta a costa de las pasiones. Todo progreso de la personalidad humana se realiza a costa de dominar la emoción. Este es el  progreso de la Humanidad y una de las diferencias que más concretamente destacan al hombre de los animales.”

 

 

(Fallecía Pérez Galdós el 4 de enero de 1920 en Madrid a los 77 años – El 20 de enero de 1919 se hace llevar Galdós al Retiro para estar presente en la inauguración de su estatua. Sentado frente a ella es como si una estatua viva contemplase a otra estatua de piedra — en palabras de Carmen Bravo Villasante —. Totalmente ciego, el escritor oye los discursos, y el viento helado del nuevo año deja yerta su figura. Ensimismado, ajeno al mundo tan ávidamente observado y querido, “ la presencia de lo sobrenatural, inexplicable al rigor científico”, ocupa sus últimos días)

 

 

(Imágenes—1-Galdós- periodista digital/ 2-Gregorio Marañón – el cultural es / 3- estatua de Galdós en el Retiro – asociación de amigos del buen Retiro)

LA IMAGEN MÁS BELLA DEL SIGLO XX

 

 

“Para muchos la imagen más bella del siglo XX no fue obra de Picasso, Jackson Pollock, los arquitectos de la Bauhaus ni los cámaras de Hollywood — dice Peter Watson en su “Historia intelectual del siglo XX” —. Se trata de una fotografía, un trozo de reportaje, aunque, con todo, original en extremo: una fotografía de la Tierra vista desde el espacio. Muestra un planeta ligeramente azul, debido a la cantidad de agua de la atmósfera, y resulta conmovedora porque reflejaba el mundo tal como podría ser visto por otros ajenos a él: un lugar relativamente pequeño y, ante todo, finito. Este último hecho fue el que más emocionó a algunos.”

 

 

A los cincuenta años de la aventura lunar, la voz de Neil Amstrong en aquel 21 de julio de 1969, sigue narrándonos  el descubrimiento: “ la superficie es suave y polvorienta; puedo… puedo removerla sin dificultad con la punta del pie. Se adhiere en finas capas como tiza en polvo a la suela y los costados de mis botas. Tan sólo puedo moverme centímetros, o tal vez una fracción de centímetro; pero puedo ver las huellas de mis botas en las finas partículas arenosas… No parece existir demasiada dificultad para moverse de un lado a otro, tal como imaginábamos … Nos encontramos en un lugar llano, muy llano, de hecho.”

 

 

(Imágenes—1-moodaloholic -imagery our Word/ 2- brad -foto golodpaint/ 3- foto Rhys Logan – National geographic)

TODO ES TRANSPARENCIA

 

 

“Todo es transparencia,

no hay nadie que se oponga

a la visión oscura.

Resplandor de los siglos,

todo es inmensidad,

lo perfecto y lo puro,

que no puede ser menos

ni ninguna otra cosa.

Aquí no hay cerrazón

ni tropiezos: la senda

estrecha se ha ido abriendo

a lo que no es futuro,

sino hoy refulgente,

verdad nueva y colmada,

trayecto que ha llegado

y sin embargo empieza.

Tarde lo supe, sí,

y viniste temprano,

pero el círculo abre

y cierra su hermosura

y Es lo que ya Es

por ahora y por siempre.”

Ernestina de Champourcin – “La pared transparente”

(a los veinte años de su muerte)

 

(Imágenes -1-Jeremy Blake/ 2- Georgia O Keeffe)