LITERATURA Y DINERO

vida cooriente.-7hh.-dinero.- Norman Rockwell.-soñar despierto de una contable.-1924

«He encontrado la felicidad en Cambo confesaba Edmond Rostand, el autor de «Cyrano« – Allí paseo, respiro, sueño. Voy a hacerme construir una casa en un sitio incomparable. Tengo flores, tengo montañas, tengo el agua del gentil Nive, tengo la compañía de magníficos vascos. He ahí mi vida. ¿Para qué recargarla de cuidados superfluos? ¿ Y por qué he de trabajar a la fuerza? ¿ Qué es esa obligación de trabajo que se quiere imponer a todo el mundo? Si no tengo ganas de trabajar, ¿por qué he de trabajar?.» Lo comenta todo esto Rubén Darío en su libro «Opiniones» (Mundo Latino) y añade que «en el inmenso vulgo hay la creencia de que, al contrario que Rostand, al artista le es necesaria la penuria, la miseria«. Darío hace eco de los comentarios que repiten cómo Cervantes no cenó cuando concluyó El Quijote, que Homero fue un mendigo y que muchos grandes poetas vivieron y murieron en el sufrimiento y en la escasez. Al propio Rubén Darío le dijeron un día: «Dios quiera que nunca le sonría a usted la fortuna«, y el poeta nicaragüense añade en otro momento: «¿Qué no hubiera hecho Verlaine poderoso o Mallarmé 

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con rentas copiosas?.» Antiguo debate el de literatura y dinero que nos podría llevar, entre muchos otros casos, hasta la vida de Dostoievski, para preguntarnos: «¿qué habría hecho si le hubieran suprimido sus deudas, sus adelantos, sus compromisos acuciantes?.» Hay poquísimos escritores a los que ha sonreído la fortuna y muchos en cambio que han trabajado cercados siempre de tensiones económicas. Es el dominio de  los «trabajos forzados» a los que ya he aludido aquí al referirme al libro de Daria Galateriatoda la variedad de profesiones que los autores han debido abrazar para poder comer. Las situaciones han sido diversas y a veces sorprendentes. Es el mundo de los intelectuales sin dinero.  Cuenta Curzio Malaparte que, recién llegado a París, al llegar a la Île  Saint- Louis, se detiene para comprar cigarrillos en

dinero.-tujm.-realmccoy.-mano con dinero aislado en fondo de arte pop flash.-123RF

un estanco, cuando un taxi se acerca. Baja un joven alto y flaco, con pequeñas manchas rojas en la cara; con decisión le pide a Malaparte veinte francos. Los coge, se los da al taxista, se guarda en el bolsillo el resto y, sin decir una palabra, se aleja. Pocas horas después, en el salón de la casa a la que Malaparte está invitado –  salón de intelectuales – le presentan al joven de las manchas rojas en la cara. «He aquí a André Malraux», le dicen. Malraux empieza a hablar con su famosa elocuencia nerviosa – anota Galateria – y nunca más se referirá a aquellos veinte francos tan asombrosamente requeridos.

(Imágenes:- 1.- Norman Rockwell.-1924/2.-monedas/3.- realmccoy.-mano con dinero aislado en fondo de arte pop flash.-123RF)

INSPIRACIONES Y OFICIOS

«La vida del escritor es muy desembarazada y libre- recuerda Patricia Highsmith -, y si hay estrecheces proporciona cierto consuelo el hecho de que no seamos los únicos que las padecen y nunca lo seremos mientras siga existiendo la raza humana. La economía suele ser un  problema y los escritores siempre andan preocupados por su culpa, pero esto forma parte del juego. Y el juego tiene sus reglas: la mayoría de los escritores y artistas necesitan tener dos trabajos en sus años jóvenes, uno que les proporcione dinero y otro consistente en realizar su propia obra. El noventa y cinco por ciento de los escritores norteamericanos necesitan tener otro empleo durante toda la vida para que les cuadren los números«. Más o menos sobre todos estos temas habla Daria Galateria en «Trabajos forzados» (Impedimenta) cuando se refiere a las distintas ocupaciones que los escritores se han sentido obligados a tener: Kafka, como es sabido, en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales ocupado hasta las dos de la tarde; Eliot en el Lloyds Bankes el trabajo más interesante del mundo – decía el gran poeta -. Es tranquilo y me permite vivir en Londres, continuar mis trabajos y ver a los amigos; el banco es acogedor y estimulante«),

En alguna ocasión he hablado en Mi Siglo de la soledad y de los oficios de los escritores. Los viajes en avión del piloto Saint- Exupery; el recorrido por diversas pensiones y en diversas ciudades del italiano – de profesión ingeniero y luego corrector de textos-  Carlo Emilio Gadda; la dura responsabilidad de George Orwell en la policía birmana; la profesión de empleado de Banca del francés Jean Giono (he estado en el banco -decía – no un día o unos meses, sino dieciocho años : y entre un cliente y otro escribía, sin equivocarse nunca en las cuentas), todo ello nos lleva al aprendizaje en otros quehaceres y tareas que, además de proporcionar alimento a los escritores, les transmiten indudables experiencias. En ese libro en donde se recogen varios consejos útiles – «Suspense» (Anagrama) -, Patricia Highsmith recuerda que « si uno intenta escribir, y al mismo tiempo tiene un empleo, es importante que cada día o cada fin de semana se reserve cierto tiempo para crear, tiempo que deberá ser sagrado y sin interrupciones».

«Los escritores – sigue diciendo la novelista norteamericana -deberían aprovechar todas las oportunidades de aprender cosas sobre las profesiones de otras personas, ver cómo son sus cuartos de trabajo, oir de qué hablan. El escritor debe observar bien todos los nuevos escenarios que se le presenten, tomar notas y sacar partido de ellos. Lo mismo cabe decir de los pueblos, ciudades y países nuevos. O incluso de calles que nunca había visto antes: una calle miserable en alguna parte, llena de cubos de basura, chiquillos, perros vagabundos, es tan fértil para la imaginación como una puesta de sol».

«En cuanto a las pequeñas dificultades de la vida – prosigue -, las hay a miles. ¿Qué escritor no ha tenido que trabajar con dolor de muelas, con facturas que hay que pagar, con un niño enfermo en la habitación de al lado o en la misma habitación, cuando te visitan los parientes políticos, cuando una relación amorosa acaba de terminar o cuando el Gobierno te exige que rellenes más y más formularios?».

Es la vida, la riqueza de la vida, las contrariedades enlazadas con la literatura, hechas a veces literatura, inspiraciones que conviven con distintos oficios, oficios que sin ellos quererlo dan nuevas luces a la creación.

(Imágenes:- 1.- manuscrito de «La tierra baldía» de Eliot con correcciones de Ezra Pound/ 2.-T. S. Eliot.-foto de Ida Kar/ 3.-manuscrito de «1984», de George Orwell/ 4.-manuscrito de Jonathan Edwards.-1703-1758)

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