CÓMO ESCRIBIR UNA NOVELA ( DE INTRIGA)

 

escritores.-2m2m.-Patricia Highsmith

 

«La mayoría de los novelistas – dice Patricia Highsmith – tienen muchas ideas que son breves e insignificantes, que no pueden ni deben convertirse en libros. Con ellas pueden escribirse relatos cortos buenos y hasta estupendos (…) Sé de novelistas que tiran a la papelera, por así decirlo, ideas para relatos breves, sin molestarse siquiera en anotarlas (…) Toma nota de todas estas ideas – aconseja la creadora de «El talento de Mr. Ripley «-. Es sorprendente ver cuán a menudo una frase anotada en una libreta conduce inmediatamente a otra frase. Puede ocurrir que se desarrolle un argumento a medida que vas tomando notas».

 

escritores.-998bb.-Patricia Highsmith

 

En muchas ocasiones he utilizado estas y otras opiniones de Highsmith en mis cursos de escritura. Me parecen llenas de sentido común, muy prácticas y aleccionadoras. Ahora se vuelve a su breve e interesante obra «Suspense…Cómo se escribe una novela de misterio«en una nueva edición (Círculo de Tiza), páginas que nacerían como artículo en septiembre de 1957 en la revista «The Writer», y que años más tarde, en 1965, se desarrollarían como libro. La novelista, sentada ante su máquina de escribir Olympia, hablaba entre otras cosas del «extraño poder que tiene el trabajo de transformar una habitación, cualquier habitación, en algo muy especial para un escritor que ha trabajado en ella, y que en ella ha sudado y maldecido y tal vez conocido unos pocos minutos de triunfo y  satisfacción». «No hay que ser un monstruo, o tener la impresión de serlo, para exigir dos o tres horas de intimidad absoluta. Este programa debe convertirse en un hábito, y el hábito, como el escribir mismo, es una forma de vida».

 

escritores.-99jj,.- Patricia Highsmith.-20 de noviembre de 1975.-imagen AFP Getty Images

 

«Debido a la naturaleza solitaria del oficio de escribir -confesaba también -, estos recuerdos y emociones tan vivos no pueden compartirse con nadie«. Y sin embargo transmitió muchos consejos a quienes se dedicaban a crear historias fueran o no de intriga o  de misterio. «Un libro – decía – es en realidad un proceso largo y continuo que, idealmente, sólo el sueño debe interrumpir (…) Desde luego, la mente necesita distraerse mientras escribes un libro, pero la distracción tiene que escogerse cuidadosamente y no ser de un tipo que trastorne o produzca cansancio físico».

Con su privacidad obsesiva para todo cuanto fuera su trabajo creador, cuando en marzo de 1980 inspectores de Hacienda entraron en su vivienda para investigar en sus cuentas y papeles, al concluir y marcharse,  limpió una y otra vez su máquina de escribir y frotó su escritorio, intentando disolver en agua y detergente su profunda sensación de violación.

Era la habitación donde escribía y también la habitación de su obra. «La redacción del libro – había dicho – te protegerá de toda suerte de golpes emocionales, de índole destructiva, que, de no ser por el libro, podrían herirte y confundirte».

 

escritores.-7vcxxe.-Patricia Highsmith en Fontainebleu en 1976.-foto Jacques Pawlosky -Symac-Corbis

 

(Imágenes.- 1 y 2.- Patricia Highsmith/ 3.- Patricia Highsmith- 1975- getty-images/ 4.- Patricia Highsmith- 1976 – foto Jacques Pawlosky. symac- corbis)

 

INSPIRACIONES Y OFICIOS

«La vida del escritor es muy desembarazada y libre- recuerda Patricia Highsmith -, y si hay estrecheces proporciona cierto consuelo el hecho de que no seamos los únicos que las padecen y nunca lo seremos mientras siga existiendo la raza humana. La economía suele ser un  problema y los escritores siempre andan preocupados por su culpa, pero esto forma parte del juego. Y el juego tiene sus reglas: la mayoría de los escritores y artistas necesitan tener dos trabajos en sus años jóvenes, uno que les proporcione dinero y otro consistente en realizar su propia obra. El noventa y cinco por ciento de los escritores norteamericanos necesitan tener otro empleo durante toda la vida para que les cuadren los números«. Más o menos sobre todos estos temas habla Daria Galateria en «Trabajos forzados» (Impedimenta) cuando se refiere a las distintas ocupaciones que los escritores se han sentido obligados a tener: Kafka, como es sabido, en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales ocupado hasta las dos de la tarde; Eliot en el Lloyds Bankes el trabajo más interesante del mundo – decía el gran poeta -. Es tranquilo y me permite vivir en Londres, continuar mis trabajos y ver a los amigos; el banco es acogedor y estimulante«),

En alguna ocasión he hablado en Mi Siglo de la soledad y de los oficios de los escritores. Los viajes en avión del piloto Saint- Exupery; el recorrido por diversas pensiones y en diversas ciudades del italiano – de profesión ingeniero y luego corrector de textos-  Carlo Emilio Gadda; la dura responsabilidad de George Orwell en la policía birmana; la profesión de empleado de Banca del francés Jean Giono (he estado en el banco -decía – no un día o unos meses, sino dieciocho años : y entre un cliente y otro escribía, sin equivocarse nunca en las cuentas), todo ello nos lleva al aprendizaje en otros quehaceres y tareas que, además de proporcionar alimento a los escritores, les transmiten indudables experiencias. En ese libro en donde se recogen varios consejos útiles – «Suspense» (Anagrama) -, Patricia Highsmith recuerda que « si uno intenta escribir, y al mismo tiempo tiene un empleo, es importante que cada día o cada fin de semana se reserve cierto tiempo para crear, tiempo que deberá ser sagrado y sin interrupciones».

«Los escritores – sigue diciendo la novelista norteamericana -deberían aprovechar todas las oportunidades de aprender cosas sobre las profesiones de otras personas, ver cómo son sus cuartos de trabajo, oir de qué hablan. El escritor debe observar bien todos los nuevos escenarios que se le presenten, tomar notas y sacar partido de ellos. Lo mismo cabe decir de los pueblos, ciudades y países nuevos. O incluso de calles que nunca había visto antes: una calle miserable en alguna parte, llena de cubos de basura, chiquillos, perros vagabundos, es tan fértil para la imaginación como una puesta de sol».

«En cuanto a las pequeñas dificultades de la vida – prosigue -, las hay a miles. ¿Qué escritor no ha tenido que trabajar con dolor de muelas, con facturas que hay que pagar, con un niño enfermo en la habitación de al lado o en la misma habitación, cuando te visitan los parientes políticos, cuando una relación amorosa acaba de terminar o cuando el Gobierno te exige que rellenes más y más formularios?».

Es la vida, la riqueza de la vida, las contrariedades enlazadas con la literatura, hechas a veces literatura, inspiraciones que conviven con distintos oficios, oficios que sin ellos quererlo dan nuevas luces a la creación.

(Imágenes:- 1.- manuscrito de «La tierra baldía» de Eliot con correcciones de Ezra Pound/ 2.-T. S. Eliot.-foto de Ida Kar/ 3.-manuscrito de «1984», de George Orwell/ 4.-manuscrito de Jonathan Edwards.-1703-1758)

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CUADERNOS DE NOTAS

«Veo a nuestros ciudadanos, mujeres y hombres – quiso profetizar Leonardo en sus Cuadernos de notas -, atados fuertemente de brazos y piernas por gentes que no entenderán vuestra lengua. Y vosotros sólo seréis capaces de suavizar vuestras penas y vuestra pérdida de libertad con suspiros y lamentos, porque los que os aprisionan no os entenderán ni vosotros les entenderéis a ellos».

Son apuntes muy variados sobre arte, literatura y ciencia, filosofía y elementos de la naturaleza, vuelo y universo, cuyos manuscritos se guardan en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, en la Laurenziana de Florencia, en la Royal Library de Oxford y en muchos otros lugares importantes. Cuadernos de notas de Leonardo da Vinci salpicados a veces de dibujos, como cuando habla, por ejemplo, de cómo la sonrisa favorece a la paciencia: » la paciencia – comenta Leonardo– nos ayuda contra los insultos, como los vestidos lo hacen contra el frío. Porque si te pones más vestidos cuando aumenta el frío, éste no puede hacerte daño. De la misma manera, aumenta tu paciencia con las injurias, y así no podrán perturbar tu espíritu».

Varias veces he hablado en Mi Siglo de diferentes cuadernos de notas. Importantes cuadernos de Henry James. Cuadernos de Irène Nèmirovsky. Cuadernos que aparecen en películas, como en «Buda explotó por vergüenza«. Cuadernos de Auster o de Tabucchi.

A Patricia Highsmith también he querido referirme en más de una ocasión y a su muy útil libro «Suspense« (Anagrama), que no se limita a comentar las experiencias de la novela de intriga sino a analizar las dificultades que conlleva todo proceso creador. Allí, entre consejos sobre «el primer borrador»o » el segundo borrador» y sobre las convenientes» revisiones» de textos, la autora del ciclo de Ripley recomienda «encarecidamente a los escritores  que lleven una libreta para tomar apuntes, pequeña si durante el día tienen algún empleo, grande si pueden permitirse el lujo de quedarse en casa. Incluso vale la pena anotar tres o cuatro palabras si sirven para evocar un pensamiento, una idea o un estado de ánimo. Durante los períodos estériles conviene que el escritor hojee estas libretas. Puede que de pronto alguna idea empiece a moverse. Quizás dos ideas se combinarán la una con la otra porque ya estaban destinadas a hacerlo desde el principio».

«La función de la libreta de notas – continúa Highsmith – consiste en parte en llevar un registro de cosas de este tipo de experiencias emocionales, aunque en el momento de anotarlas uno no sepa en qué narración o novela saldrán».

No todo se consigue llevando un cuaderno de notas y consultándolo de cuando en cuando pero sí puede ser instrumento conveniente para ayudar a nuestra creación.

(Imagen.-vista del conjunto de manuscritos de la familia Odier.-Bibliothéque Publique et Universitaire de Geneve.-(del libro «Un journal à soi: histoire d`une practique».-por Philippe Lejeune).-(Textuel)

EL MAL, LA LITERATURA Y LA VIDA

PATRICIA HIGHSMITH.-1.-thrillercafe.it

«Temo ver sangre» – confesó Patricia Highsmith hace algunos años -. Sorprendente y a la vez lógica declaración de esta autora – de la que ya hablé en Mi Siglo – en la que las veredas del mal se deslizan siempre tortuosas,  juegos de personajes que traman  falsedades y falsificaciones. «Yo  no escojo mis temas en función de determinado gusto del público y jamás me ha interesado especialmente la literatura policiaca del género practicado por Agatha Christie. Simplemente escribo lo que siento, mi propia necesidad de escribir«. El mal en Patricia Highsmith está siempre menos teñido en sangre que en astucias cerebrales y frías, ese ir y venir de Tom Ripley, neurótico sonriente, psicópata escondido tras sus gafas de sol. Ahora se publican juntas varias de esas experiencias amorales de Ripley (Anagrama) y Germán Gullón, en sus comentarios sobre este libro, recordaba que en Highsmith se hace patente el reconocimiento de la existencia de la maldad humana.  El mal, en la literatura y en la vida, siempre pide su tiempo, se agazapa en una espera paciente para dar el salto sutil de la ascensión calculada, la gran explosión nacida en el laberinto. Mientras uno está leyendo este post los rastreos del vientre del mal recorren la piel de la

PATRICIA HIGHSMITH.-2- tinpycic. com tierra y las televisiones nos darán hoy noticia de cuántos males – aparte de los naturales – los hombres han urdido. A veces el mal limpia muy bien todas las sucias sospechas de sus móviles y el misterio del mal se presenta desnudo y brillante, sin que ningún detective pueda desnudarlo más. «La semilla del mal y la del bien vuelan por todas partes. – recordaba Bernanos en una de sus novelas –La gran desgracia está en que la justicia de los hombres interviene siempre demasiado tarde: reprime o marchita los actos, sin poder remontarse más alto ni más lejos que el que los ha cometido. Pero nuestras faltas ocultas envenenan el aire que otros respiran, y determinado crimen, del que un miserable llevaba el germen sin saberlo, jamás hubiera hecho madurar su fruto sin este principio de corrupción«.

Pero también el bien – mientras leemos este post – está pasando bajo los puentes cotidianos y deja un manso cauce de semillas que fructificarán un día inolvidable.

Lo que sucede es que el bien no goza de publicidad.

(Imágenes: 1.-Patricia Highsmith/2.- portada de una de las novelas protagonizada por Tom Ripley)

«LA LOCURA DE ALMAYER»

Ahora que acaba de ser traducida al castellano «Suspense» (Funambulista), la última e inacabada novela de Conrad, recuerdo aquella mañana en que el escritor llamó a la hija de su patrona:

«¿Tendría la amabilidad de recoger todo esto de inmediato?», le dije con acento convulso, al tiempo que me ocupaba de encender mi pipa. Fue, lo reconozco, una petición poco común (…) Recuerdo que estaba absolutamente tranquilo. A decir verdad, ni siquiera estaba seguro de que desease escribir, ni sabía tampoco que me hubiese propuesto escribir, ni que tuviese algo que escribir. No, no era yo presa de impaciencia».

«Todo esto» era el desayuno. La hija de la patrona lo recogió y en ese mismo momento Conrad, sobre aquella mesa, comenzó a escribir «La locura de Almayer».

«Se presta una atención inusual a la motivación por la que se cuentan las historias – dice Edward W. Said al hablar de Conrad -; prueba de una necesidad sentida de justificar en cierto modo la narración de un relato. Esta atención sobre el motivo exacto para narrar una historia entra en contradicción con el relato que hace Conrad en Crónica personal acerca de sus comienzos como escritor. En lugar de ofrecernos un proceso razonado mediante el cual un marinero se convirtió en escritor, él dice que «la concepción de un libro planeado al detalle era algo completamente ajeno al abanico de mis posibilidades mentales en el momento en que me senté a escribir».

(Imagen: Joseph Conrad (Foto: Colección Lange.-elmundo.es)

EL TALENTO DE MR. RIPLEY

La muerte prematura de Anthony Minghella, el hombre que dirigió «El paciente inglés», «Cold Mountain» o «El talento de Mr. Ripley» me lleva primero con el recuerdo al sol de la Riviera en donde Matt Damon habla, se burla, atrae y esquiva a Jude Law en un clima de astucia, codicia y soledad, pero pronto ese sol cegador me conduce a esta casa en Tegna, Suiza, a esta habitación, también de soledad, esta habitación en la que está golpeando la máquina de escribir Patricia Highsmith rodeada de sus objetos-fetiches: esos dos sables cruzados en la pared, uno de la guerra civil americana y otro de la guerra de Cuba y esos caracoles que ella cultiva y cría – que ha llevado consigo cada vez que se ha mudado de casa – y que han sido protagonistas de algunas de sus historias. Caracoles y gatos que la maestra de la intriga ama tanto, aunque más ama atraer al lector con argumentos inolvidables.

Si nos acercamos por detrás podremos asomarnos para ver en qué trabaja ahora y no nos sorprende que aún esté añadiendo más cosas a su valioso libro, «Suspense». Cómo se escribe una novela de intriga ( Anagrama).
¿Y cómo se escribe?, nos preguntamos.
«La dificultad más frecuente con que tropieza el principiante cabe expresarla en esta pregunta: «¿Qué sucederá a continuación?» – dice Highsmith – Es una pregunta aterradora, que puede hacer que el escritor tiemble de miedo al público y, además, que dé la sensación de estar desnudo en un escenario ante una nutrida concurrencia sin saber qué hacer para entretenerla. De repente se ha visto obligado a pensar en algo que seguramente nunca se le ocurrió pensando, porque la inspiración o el germen de una idea nunca se presentan pensando».
Cuando salgo de esta habitación en soledad, el cuarto de los sables cruzados y de los caracoles – y también de los gatos -, recuerdo que esa pregunta que se hace Highsmith es, en el fondo, la que siempre lanzan los niños.
-Y después a ella, ¿qué le pasó? – interrogan asombrados.
Porque el niño siempre quiere seguir la dinámica de la historia que le están contando, no quiere cristalizarla, no quiere que se haga estática. En la vida una cosa debe suceder a la otra.
– Entonces, ¿qué pasó? ¿qué pasó después? – vuelven a insistir.
Y Patricia Highsmith se esfuerza por contar qué le sucedió después a Tom Ripley, y a Dickie, y a su amiga Marge, y cómo el sol de la Riviera – como un cuchillo – cortó de un lado a otro la crueldad.