LA INTERNACIONAL DEL SUEÑO

Me cuentan que hace unas noches, algo pasadas las doce y media, se deslizó en una cama de París, en el cerebro de un hombre que dormía plácidamente con la cabeza sobre su almohada, el cuerpo cilíndrico de un sueño recubierto por escamas de vivos colores y anillos alternantes, entrando ese sopor tan silenciosa y sinuosamente que apenas lo sintió, y al transportarlo con sosegada mansedumbre, lo llevó por estancias oníricas sin él casi darse cuenta, tal y como si visitara una realidad mágica, una realidad que jamás existiría. Poco tiempo después, hacia las dos menos veinte de la madrugada, ese mismo sueño salió furtivamente de aquel hombre y de la ciudad de París, y entró con rapidez en el cerebro de Marko Popovic, un hombre que dormía en un hotel de Belgrado y lo condujo a través de iluminadas habitaciones haciéndole creer que estaba consciente y que en cualquier momento iba a despertar
Pero a las tres y cuarto -siguen contándome – el mismo sueño de Belgrado y de París hizo una fulgurante cabriola y se introdujo ahora en el cerebro de Achille Mariën, un viejo profesor belga que dormía en su casa de Bruselas. También lo arrastró suavemente por galerías de espejos que iban multiplicando al infinito cada rostro de la realidad.
Estuvo el sueño en la ciudad de Bruselas desde las tres y cuarto hasta las cinco y diez. A esa hora, escapando de Bélgica y pasando con celeridad a Rumania, se introdujo veloz en el cerebro del investigador Gellu Luca que acababa de cambiar de postura en su cama de Bucarest. Allí permaneció agazapado un muy largo rato, sin apenas moverse, conduciendo sin embargo a quien soñaba por pasillos de imágenes. Pero aún tuvo tiempo de salir hacia las seis y veinte y el mismo sueño se metió dentro de la cabeza dormida del poeta-pintor Karel Nezval, en su casa de las afueras de Praga.
Luego ya amaneció. El surrealismo iluminó poco a poco el mundo, y ampliando su abertura nasal, absorbió de improviso ese sueño para siempre.

LO QUE HAS VISTO EN LA NOCHE

«Cierra tus ojos físicos para que veas primero tu cuadro con los ojos del espíritu -me susurra mientras me voy durmiendo Caspar David Friedrich, ese gran pintor del romanticismo alemán-. Luego, haz que aparezca en el día lo que has visto en tu noche, para que su acción se ejerza a su vez sobre otros seres, del exterior hacia el interior».
– Pero yo lo que quiero es escribir…- protesto casi entre sueños.
– Es que escribir es lo mismo que pintar- me sigue diciendo -. Es la misma operación. El pintor no debe pintar solamente lo que ve ante él, sino lo que ve en él mismo. Si no ve nada en sí mismo que renuncie a pintar lo que ve afuera. En un escritor ocurre igual.
Entonces me doy vueltas en la cama intentando apartar la sábana de la pesadilla, procuro ver qué hora es, cuándo me levantaré a escribir.
Oigo la voz de Poussin en el cuarto:
-La mano de un pintor nunca tiene que trazar una línea que no se haya formado antes en el espíritu.
Me pongo, pues, a escribir todo esto en sueños antes de despertarme. Escribo deprisa que me acabo de acostar y que oigo voces de pintores mezcladas con las de poetas y artistas y consejos de cómo debo escribir.
A la mañana siguiente todo está ya escrito. Me acerco a la mesa y me asombra ver esta página tan llena de palabras creada durante el sueño. Aún tiene un velo de neblina la tinta y un leve color nocturno tiñe el papel.

TARDE EN LA NOCHE

Tarde en la noche me levanto dormido a beber un vaso de agua y a picar algo en la nevera, pero el resplandor helado del frigorífico, estas botellas alineadas, el acuarium de frutas y aceitunas me impide salir de este sueño, muevo la pierna y cambio de postura pero vuelvo a inclinarme a coger algo, no sé, quizás esta cucharadita de helado para volver a dormir, me gustaría despertarme, siempre me pasa, cierro la puerta del frigorífico y voy hacia el comedor y veo a este hombre de pie que me espera en el centro del sueño. ¿Por qué sueño con él, quién es este hombre, qué quiere de mí? «Es asombroso- me dice- que cada mañana nos despertemos cuerdos después de haber pasado por esa zona de sombras, por esos laberintos de sueños». Es verdad, y por eso muevo la pierna otra vez, sí, sé que he movido la pierna, no sé si dormido o despierto, intento abrir los ojos en este comedor, mirar a este hombre fijamente, saber quién es, pero el sueño sigue con los ojos cerrados, siempre tengo este sueño, sueño de ojos cerrados que no consiguen despertarse, y así vuelvo al pasillo, de nuevo al resplandor de la nevera, la luz de las botellas, mi mano que toma esta cucharadita de helado y así me voy quedando otra vez dormido.