CASSIUS CLAY – NORMAN MAILER

 

«Clay escribe Norman Mailer – no era un muchacho de los barrios bajos. Su madre era una grácil señora de clara piel, y su padre, hombre de amargo ingenio, mostraba cierto orgullo del apellido Clay. Eran descendientes de Henry Clay, el orador, por la rama blanca de la familia, y Cassius comenzó a boxear a los doce años de edad, en un gimnasio de la policía. Desde el principio fue un fenómeno por la pureza de su estilo, y por la insensibilidad al dolor, ya que sabía utilizar sus dotes físicas.

 

Clay- bew- Muhammad Ali- I Am The Greatest

 

Ahora una exposición en Londres sobre su figura nos evoca las lecturas del nuevo periodismo: Tom Wolfe y el gran reportaje que le dedicó Norman Mailer en «Rey del ring». «Alto – le describe Mailer -, relativamente ligero, con excepcional envergadura incluso teniendo en cuenta su altura, Clay cultivó unas habilidades defensivas que le permitían utilizar al máximo sus dotes físicas.

 

Clay- byui- guantes del boxeador que utilizó contra Henry Cooper en mil novecientos esenta y tres- Samir Hussein Wirelmage

 

Basándose, al parecer, en la premisa de que recibir golpes es casi una suciedad, Clay boxeaba con la cabeza echada hacia atrás, y la echaba todavía más hacia atrás cuando le atacaban, igual que un chico que, en una pelea callejera, teme que le golpeen la cara, pero además, debido a que su cintura era más flexible que el cuello de un púgil normal, podía boxear con los puños bajos, sin dejar de observar a su contrincante, esquivando los puñetazos gracias a la agilidad de los pies, los reflejos de la cintura, y el largo y devastador despliegue de los brazos, con los que siempre conseguía derribar a sus adversarios.

 

Clay- bre- botines de Ali en mil novecientos setenta y seis- Jimmy Young

 

Añádase a lo anterior la psicológica comprensión de la vanidad y confusión de los otros púgiles. El boxeador, en el cuadrilátero, no sólo es un gladiador, sino también un actor. Desde los doce años, Clay perfeccionó su técnica, y sabía socavar la vanidad de los otros actores, sabía conseguir que se sintieran ridículos, y obligarles así, a cometer errores fatales, e imponía esta técnica desde el primer asalto.

 

Clay-onm- el cinturón concedido por la Ring Magazine al Más grande de todos los Tiempos

 

Posteriormente, aprendió a imponerla un año antes de la celebración del combate. Clay sabía que el púgil a quien él hubiera dejado en un estado de confusión psicológica antes de subir al cuadrilátero, había perdido la mitad, no, tres cuartas partes, mejor dicho, la totalidad de la pelea, antes de que se lanzara el primer puñetazo. Esto es psicología del cuerpo».

 

Clay- ynh- guantes de boxeo de Muhammad Ali- museo Nacional de Historia Estadounidense- Washington- wikipedia

 

(Imágenes.- 1-Ali- I Am The Great / 2.-guantes de boxeo- 1963- Samir Hussein- wirelmage/3.-botines de Ali- 1976- Jimmy Young7 4.-cinturón concedido por la Ring Magazine al Mejor Boxeador del mundo/ 5–guantes de boxeo de Ali-museo nacional de Historia estadounidense. Wikipedia)

¿QUÉ HAY QUE HACER PARA SER CAMPEÓN?

deportes.-44v.-boxeo.- Muhammad Ali en Louisville.-Kentucky.-1966

«Para ser campeón –respondía Cassius Clay a la pregunta del periodista italiano Enzo Biagi -debe poseerse ante todo un talento natural y después hay que desarrollarlo. También creo que para ser auténtico campeón no sólo hay que demostrar que somos grandes atletas, sino también verdaderos hombres en sentido absoluto (…) El deporte tiene leyes bien determinadas, y una de ellas consiste precisamente en el hecho de que en una competición deportiva debe existir un veredicto claro e inequívoco. Vencer es mucho más importante que competir bien y honradamente. En un encuentro o partido, hay un vencido y un vencedor, pues el deporte requiere que se establezca un juicio claro acerca de los valores; que la relación de calidad sea reconocida sin que quepan dudas, de manera que incluso el perdedor quede lealmente convencido. Por lo tanto, yo diría que la victoria es un elemento indispensable, una coronación necesaria de la competición deportiva (…) El campeón sólo es mejor si se encuentra en su mejor forma. Si no alcanza su condición más brillante, ya no es el mejor. Se gana si se está en forma y armonía. Una regla del deporte, y quizá también de la vida en general, consiste en presentarse siempre en la plenitud de los propios medios. Así, pues, se es «el mejor» si se consigue, mediante sacrificios, preparación, seriedad y disciplina, un rendimiento medio y constante, que, en el caso del campeón, significa ser el más excelente entre todos.»

(a los 5o años del célebre combate de Mohamed Alí) («Rey del Ring«, como dijo Norman Mailer y he escrito ya aquí en varias ocasiones)

boxeo- thepicturesk.blogspot

(Imágenes.-1.-Mohamed Alí.-Louisville.-Kentucky.-1966.-Thomas Hoepker/ 2.-thepicturestk.blogspot)

REY DEL RING

«Los pesos pesados – escribe Norman Mailer en «Rey del ring» (Lumen) – jamás tienen tan simple equilibro. Tan pronto llegan a campeones, comienzan a tener vida interior a lo Hemingway y a lo Dostoievski, a lo Tolstoi, Faulkner, Joyce, Melville, Conrad, Lawrence o Proust. El más claro ejemplo es Hemingway. Por querer ser el más grande escritor de la historia de la literatura, sin dejar de ser una inmensa figura de todas las artes corporales que su siglo y su edad le permitieran, se quedó solo, y siempre tuvo conciencia de ello». En Mi Siglo ya hablé de esa gran pieza periodística que Mailer escribió – junto a «Los ejércitos de la noche» -: el movimiento de las palabras en combate con la página, la flexión de las piernas sorteando a la imaginacion, sus puños dirigidos al mentón de los vocablos. Y siempre la observación, la constante obervación de los sentidos que todo reportaje ha de tener y que fue muy valorada en el Nuevo Periodismo. En «Un fuego en la luna» – su seguimiento de la aventura del Apolo Xl en 1969 – Mailer se retrataba en tercera persona: «Él prefería adivinar un suceso – decía – a través de sus sentidos; dado que era tan corto de vista como vanidoso, tendía a olfatear el núcleo de una situación desde cierta distancia. Así su pensamiento permanecía a menudo fuera de contacto en las elaboraciones de su cerebro, durante muchos días en la misma época. Llegado el momento, loado sea el cielo, él parecía haber comprendido el suceso. Ésa era una de las ventajas de usar la nariz, la tecnología todavía no había logrado elaborar una ciencia del olfato».

En «Rey del ring» Muhammad Ali baila sobre la lona y Mailer le sigue con su olfato de palabras: «El sparring – escribe– bombardeaba el estómago de Ali y Ali imprimía lánguido movimiento ondulatorio a su cuerpo, torciendo de vez en cuando el cuello hacia atrás cuando el sparring dirigía un golpe alto a la cara, rebotando de las cuerdas a los puños, de los puños a las cuerdas, como si su torso se hubiera convertido en un formidable guante de boxeo que absorbiera el castigo, con lo que Ali penetró en un más profundo concepto del dolor, como si el dolor dejara de ser dolor cuando se acepta con el corazón en paz».

«Muhammad Ali es interesante – le confesaba Mailer a Lawrence Grobel en «Una especie en peligro de extinción» (Belacqua) y también le confiaba la violencia que el autor de «Los ejércitos de la noche« llevaba dentro. Esa violencia alternaba la contundencia con la suavidad de la prosa y así podía escribir que «Ali descansaba en las cuerdas y absorbía puñetazos en la barriga, con leve expresión de desdén, como si los golpes, curiosos golpes, no profundizaran demasiado en su cuerpo, y después de uno o dos minutos, habiendo ofrecido su cuerpo como si fuera el cuero de un tambor en el que un loco batiera un solo, salía violentamente de aquel estado de comunión consigo mismo, y lanzaba una cascada de puñetazos como destellos de luz en el agua». El periodismo seguía golpeando una y otra vez al vientre y a la realidad de la vida » y entonces – continuaba Mailer – fue como si el espíritu de Harlem por fin hablara y viniera en su ayuda, y se aparecieran los fantasmas de los muertos en el Vietnam, y algo le mantuvo en pie ante el triunfal Frazier, el Frazier con los brazos agarrotados por la fatiga, casi fuera de sí, que acababa de propinarle el más potente puñetazo que había lanzado en su vida. Y así discurrieron los últimos segundos de una gran pelea, con Ali todavía en pie, y Frazier vencedor».

Cuando se reeditan ahora célebres fotografías de Muhammad Ali boxeando, releer también memorables reportajes sobre el tema nos conducen a las singulares peleas del periodismo.

(Imágenes:-1.-fotografía del libro sobre Muhammad Ali publicado por Taschen/2.-comic de Superman contra Muhammad Ali.-foto Andrew Henderson.-The New York Times/ 3.-foto del libro publicado por Taschen/4.-Muhammad Ali noqueado en 1966.-elmundo.es)

BOXEO – OLIMPIADAS ( 5 )

«Jugaba con los puñetazos, los propinaba tiernamente, los ponía con tanta delicadeza como se pone un sello en un sobre, y después propinaba un puñetazo que restallaba como un latigazo en la cara, y lanzaba un jab cruel que golpeaba como un trancazo en la boca, y luego, como en un vals, obligaba al contrincante a entrar en cuerpo a cuerpo, y ponía tiernamente el brazo alrededor del cuello del otro, para apartarse como en un vuelo, aladas las piernas, y, al hacerlo, clavar un gancho, con balanceo del cuerpo, en las costillas, y machacar el rostro con jabs, y lanzar una suave y burlona lluvia de golpes, un reiterado golpeteo de almohadones y guantes, y un perverso antebrazo impedía al otro avanzar, y, en el momento en que permitía el clinch oprimía cruelmente el pescuezo, y volvía a alejarse, inaprehensible, mientras los guantes, como látigos, golpeteaban el rostro».

Norman Mailer: «Rey del ring» (1971)

(Imagen: Shawn Estrada, en los Juegos olímpicos de Pekín)

LOS EJÉRCITOS DE LA NOCHE

Hay otros lenguajes que no son el de las palabras, hay lenguajes de símbolos y lenguajes de naturaleza. Hay lenguajes del cuerpo. Y el boxeo es uno de ellos. Jamás podremos comprender a un campeón de boxeo, si nos negamos a reconocer que se expresa a través de un dominio de su cuerpo que es, en su inteligencia, tan independiente, sutil y amplio como cualquier ejercicio mental llevado a cabo por destacados ingenieros sociales cual Herman Kahn y Henry Kissinger. Desde luego, según nos dicen, Herman Kahn es un hombre que pesa más de cien kilos. No, sus pies no son alados. Y también es cierto que más de un buen boxeador, a poco sonado que esté, no habla con excesiva brillantez. Pero esto no significa que sea incapaz de expresarse con ingenio, estilo y un especial concepto estético de la sorpresa cuando boxea con su cuerpo, de la misma manera que la obesidad de Kahn no nos impide darnos cuenta de que piensa con vigor. El boxeo es un diálogo de cuerpos. Hombres ignorantes, por lo general negros, por lo general casi analfabetos, se dirigen el uno al otro por medio de un conjunto de intercambios de carácter conversacional que van directamente a los puntos más sensibles de cada uno de ellos. En realidad, pura y simplemente, conversan con su físico.
Así describía la pelea de mentes y de puños Norman Mailer que hoy acaba de morir y que, aparte de sus novelas largas, quedará como el autor de «Rey del ring» (Lumen), de «El negro blanco» (Tusquets) o de «Los ejércitos de la noche» (Grijalbo).

El periodismo literario le debe – como a Truman Capote o a William Styron – paginas precisas y memorables. Los ejércitos de la noche no se disolvieron tras los días de «demostración» contra la guerra del Vietnam en la ciudad de Washington en 1967. Los ejércitos de la noche han proseguido manifestándose ante cada contienda aunque no se hayan cantado siempre de la misma forma por los escritores.

Norman Mailer poseía un poderoso ego que convocaba a la vez admiraciones y desprecios. La diferencia entre el noble ego de los campeones – escribió él – y el más débil ego de los escritores radica en que el campeón vive en el ring unas experiencias que, en ocasiones, son tan formidables que sólo pueden comunicarse a otros púgiles de la misma altura, o a las mujeres que han vivido minuto a minuto un parto angustioso, experiencias misteriosas, a fin de cuentas. Lo mismo les ocurre a los montañeros. Estos ejercicios del ego llegan a dar lugar a algo parecido al alma, de la misma manera que quizá la tecnología haya comenzado a superarse a sí misma, en el momento en que pisamos la Luna. En el curso de un gran combate, dos grandes púgiles navegan por subterráneos ríos de agotamiento, alcanzan altos picos de dolor, a la luz de su propia muerte, miran a los ojos al hombre con quien combaten, y atraviesan encrucijadas de las más angustiantes dudas cuando se levantan del suelo, haciendo caso omiso de las dulces invitaciones de las catacumbas del olvido. Pero nosotros no nos damos cuenta de que estos hombres son así debido a que no son hombres de palabras, y a que este siglo es siglo de palabras, de números y de símbolos.

Norman Mailer era así.