MAYO 1968 (1) : UNA BATALLA CAMPAL

 

 

Cincuenta años después, los periódicos, las radios y las televisiones me han preguntado estos días sobre mis recuerdos de aquellas fechas. En la medida en que he podido, a todos les he contestado: “Sí, estuve en la tan comentada y ya muy lejana “revolución” de mayo del 68. Asistí a ella en primera línea y a la vez he de matizar enseguida al abordar tales sucesos que aquello, para mí y para muchos otros observadores, no fue precisamente una “revolución” sino una “revuelta”. La revolución, incluso si no ha sido preparada – y así lo señalaba entonces un destacado historiador – desemboca en un cambio radical en las instituciones; la revuelta, al contrario, es un movimiento más imprevisible y que no está centrado necesariamente en el futuro; las revueltas son interesantes por aquello que revelan y aquello que las ha hecho nacer, mientras que las revoluciones son interesantes por aquello en que desembocan. He de evocar por tanto aquellas escenas vividas de lo que yo llamo “revuelta” deteniéndome en el parisino puente de Saint-Michel donde conocí a Daniel Cohn-Bendit, el líder de aquel movimiento de protesta, (él tenía 23 años y yo tenía 32) al mediodía de aquel 6 de mayo de 1968, aquel puente que en esos momentos estaba absolutamente invadido de gritos y banderas. También recuerdo la normal curiosidad que me empujó a seguir tanto a Cohn-Bendit como a la gran multitud de estudiantes que en avalancha le acompañaban detrás de sus banderas hasta pasar luego, quizás media hora o quizás una hora después, no sé bien lo que tardaríamos en cruzar, hasta la orilla izquierda de París para llegar después en tumulto al Barrio Latino y concentrarse aquella multitud estudiantil, y yo con ella, en la plaza Maubert. Habría esa tarde, según los cálculos que se hicieron, unos 10. 000 estudiantes ocupando ya El Barrio Latino, y rodeados por ellos y frente a ellos toda clase de vehículos y fuerzas policiales estratégicamente extendidas a lo largo del bulevar Saint-Germain y hasta el Odeón. Era indudablemente el escenario de una batalla. Y tengo presente también aquel café que hacía esquina, muy cerca de una Sorbona a punto de ser tomada, en el que tuve que refugiarme toda la tarde y en el que permanecería luego toda la noche transmitiendo crónicas telefónicas casi continuas a mi periódico. Los ojos juveniles y retadores de Cohn-Bendit enfrentados a la policía, multiplicados en una célebre fotografía que dio la vuelta al mundo, fueron esos días unos ojos omnipresentes. En una de aquellas madrugadas que me tocó vivir, probablemente sería en la madrugada del día siguiente, fui testigo de unas horas envueltas en humaredas de gases lacrimógenos y ulular de ambulancias mezcladas con manos estudiantiles lanzando adoquines arrancados de la calzada y con la niebla grisácea de los botes de humo. Allí vi pasar a mi lado a un Premio Nobel, Jacques Monod, llevando en sus brazos a una estudiante malherida.”

(Imagen :  portada del libro sobre mayo del 68)

LAS SEGUNDAS INTENCIONES


Me preguntan en un interesante comentario a una entrada mía del 24 de abril si el General De Gaulle, el 29 de mayo de 1968 – el día en que «desapareció» de Francia – fue a ver al general Massu para comprobar si podía contar con él, y con las tropas destacadas en Alemania, por si podía utilizarlas en esos momentos cruciales.

No puedo responder más que con las palabras de mi libro, tomadas a su vez del relato que hace Sitbon («La primavera de París») sobre aquella jornada:

«Por lo menos ( De Gaulle) ha verificado que hasta el general Massu, quizá el menos «seguro» de los jefes del Ejército francés, le asegura su apoyo indefectible.

Para explicar este famoso episodio de la vida de De Gaulle, Jean Lacouture ha recogido algunos extractos de una obra de juventud del General, Hacia el ejército profesional. Allí se puede leer:

El verdadero jefe debe saber «dar el pego en su propio campo…desorientar a propósito a aquellos que piensa emplear, hacer creer que está allí o que no está».

Pues este 29 de mayo ha conseguido plenamente este efecto. Más allá de lo esperable. Hace varias semanas que el poder gaullista tiembla y hoy, cuando su cabeza ha desaparecido, en la cima del poder se desencadena una ola de pánico. Desde el Primer Ministro hasta el menor consejero del gobierno, pasando por todos los diputados y diversos notables del gaullismo, la totalidad de esta falange que ostenta el poder desde hace diez años, ha sido cogida desprevenida.

El secretario general del Elíseo, Bernard Tricot, llega a Matignon. Pompidou cuenta:

«Entra lívido en mi despacho diciendo:

El General ha desaparecido.

-¿Cómo que ha desaparecido?

-Pues sí… tenía que haber llegado a Colombey a las doce y media. Y a la una y media su helicóptero aún no estaba allí. Nadie sabe dónde está…»

Durante algo menos de dos horas, en efecto, «nadie» sabrá nada más sobre el tema. Pero estas dos horas de incertidumbre bastan para hacer tambalear el Estado.

Pompidou piensa inmediatamente que De Gaulle ha partido al extranjero. No para ver a Massu. Al contrario, cuando un allegado al General pronuncia esta hipótesis, se ríe. No. Pompidou ha imaginado a De Gaulle como un Luis XVl huyendo del populacho.

Las malas lenguas pretenden que, entre otras cosas, durante estas dos horas de incertidumbre, Pompidou se ha hecho preparar un avión…Como dirá Maurice Grimaud, «el miedo estaba instalándose en el corazón del Estado».

18.00 horas. El General ya está de vuelta en Colombey. La escapada no ha durado demasiado tiempo. Llama a Bernard Tricot para informarle de una cosa importante:

– Me he puesto de acuerdo con mis segundas intenciones.

Tras lo cual, está impaciente por ver el noticiario televisivo. El presentador anuncia sobriamente que el Jefe del Estado está en Colombey. Esto lo tranquiliza».

(Hasta aquí el relato de Sitbon. Quienes estábamos aquel día ejerciendo nuestro trabajo de corresponsales no podíamos imaginar que un helicóptero volara misteriosamente sobre París y sobre Francia. Detrás del piloto, al lado de Madame De Gaulle, viajaban tres personas; el General, sus primeras intenciones y también sus segundas intenciones. Las segundas intenciones se estaban poniendo de acuerdo con las primeras. Y al fin todos aterrizaron.
En mi crónica de aquel día escribí: puede que el General De Gaulle esté cumpliendo esa ley que se ha impuesto a sí mismo: «El silencio es deliberado, como la palabra es calculadora».
Misterios. Pequeños secretos de la Historia).

MAYO 68 : HISTORIAS DE LA HISTORIA

París, 29 de mayo 1968

«A las 11.30 horas el General, su mujer y su ayuda de campo dejan el Elíseo. En dirección a Issy-les-Moulineaux, donde esperan dos helicópteros. A mediodía, tras haber cargado numerosos bultos – entre ellos material completo para transfusiones sanguíneas, que acompaña al Presidente de la República en todos sus viajes -,despegan.
Escala en Saint-Dizier para saber noticias de Massu, que a estas horas ya debe haber sido prevenido por De Boissieu. No hay noticias. De Boissieau no ha podido localizar a Massu a causa de la huelga de Correos y Teléfonos…¿Qué se puede hacer ahora? El General reflexiona, con el ruido ensordecedor del helicóptero al fondo. Luego escribe en el dorso de un sobre que tiende a su ayuda de campo: «Residencia del general comandante en jefe de las FFA» (Fuerzas Francesas de Alemania). Así que De Gaulle se va a ir a Alemania, al extranjero, a casa del general Massu, que ayer, cuando se ventilaba la independencia argelina era su adversario, – sin avisar.
Se vuela raso para evitar los radares. El helicóptero sigue las curvas del terreno, sube y baja acatando los caprichos de la geología. Es discreto, pero cansado. El General y Madame De Gaulle ya no son jóvenes.
14.40 horas. Por fin consiguen contactar con Baden-Baden a través de la radio y se anuncian.
15.01 horas. El general Massu los espera en la pista de aterrizaje en posición de firmes. Apenas han bajado del helicóptero, mientras Madame Massu se hace cargo de Madame De Gaulle y se bajan las maletas de la pareja presidencial, el General ataca:
– ¡Se fastidió todo, Massu!
-¡No lo crea, mi General! Un hombre de su prestigio aún tiene posibilidades de actuar -le responde el militar.
De Gaulle explica:
– Se fastidió todo, los comunistas han provocado una parálisis total en el país. Yo ya no tengo ningún poder de mando. Así que me retiro, y como en Francia siento que estamos amenazados, yo y los míos, vengo a buscar refugio en su casa… Le he dicho a mi hijo que se reúna conmigo aquí, acompañado de su familia…Lo único que hay que hacer es avisar a las autoridades alemanas de mi petición de hospitalidad.
Y añade, catastrofista:
-¡Ahora que ya no estoy en Francia, el Consejo Constitucional anunciará mi destitución!
Massu no se deja impresionar: «Mi General, qué importa eso, está Ud. en una situación jodida y todavía lo estará durante algún tiempo. Vuelva. No se puede hacer otra cosa».
Después de una tortilla, un vaso de agua y dos cafés, De Gaulle se siente mejor. A pesar de los sarcasmos de Madame Massu -«No se puede volver a vivir un 18 de junio a los setenta y ocho años» -, y por muy grande que haya sido su desconcierto, se ha recuperado en menos de una hora. Da la orden de realizar los preparativos para la partida».
(Esto – que cuenta Sitbon en «La primavera de París» y que yo recojo en mi libro sobre «Mayo del 68» – no es indudablemente un «momento estelar de la humanidad«, por tomar la frase de Stefan Zweig, pero sí un «pequeño momento estelar» de ese mayo parisino que estos días se evoca. Aquella mañana, a las siete, el General había anulado una cita para comer, anunció que tenía el proyecto de descansar y «dormir un poco» en su casa de Colombey-les-Deux-Églises. Era la versión oficial, pero esa versión era falsa. A las ocho de la mañana De Gaulle pidió al director de su gabinete militar que partiera inmediatamente hacia el Este, llevando a su hijo, su nuera y sus tres nietos, que serían confiados – dijo – al general Massu en Baden-Baden.
Nadie en París supo ese día la verdad de aquella «desaparición» del Presidente de la República. El Elíseo estaba vacío de poder. La verdad no la conocían ni los políticosMendès-France, Mitterrand, Pompidouni tampoco nosotros, los corresponsales que estábamos allí.
Son las pequeñas historias de la Historia que se saben mucho tiempo después y que desvelan muy despacio sus curiosos enigmas).

¿ REVUELTA O REVOLUCIÓN ?

«La revolución, incluso si no ha sido preparada, desemboca en un cambio radical en las instituciones. Es portadora de un proyecto de sociedad, que puede ser loco o delirante, pero que es coherente. La revuelta, al contrario, es un movimiento más eruptivo, más imprevisible, y que no está centrado necesariamente en el futuro. Así las revueltas son interesantes por aquello que revelan y aquello que las ha hecho nacer, mientras que las revoluciones son interesantes por aquello en que desembocan. Los movimientos de revuelta se han manifestado constantemente a través de la violencia pero siempre han conducido a un regreso al orden anterior. Es con la aparición de la idea de progreso que la revuelta se ha convertido en revolución, provocando los acontecimientos de 1789″.

Estas palabras del historiador francés Le Goff siempre han estado en mi mente cuando me han preguntado por los «sucesos» del mayo francés de los que fuí testigo. No hubo revolución – en el sentido estricto – en mayo del 68. Habría que añadir – como digo en mi libro – las palabras de André Malraux , al que yo ví aquellos días como ministro de De Gaulle – intelectual hoy debatido en muchos foros pero que posee un bagaje cultural extraordinario -, cuando señaló: «Mayo no fue sino una inmensa ilusión lírica, el problema estaba en saber qué saldría de allí…La imaginación al poder no quiere decir nada. Porque no es la imaginación la que toma el poder, sino las fuerzas organizadas. La política no es lo que se desea, es lo que se hace. Lo importante no es gritar «¡Viva la libertad!»; es conseguir que las libertades se realicen en el Estado. Para mí, la ilusión lírica, en una revolución, es algo que debe ser superado. Mayo no fue más que materia prima…Lo que los jóvenes deseaban de nosotros, ante todo, era una señal de esperanza, en el fondo de unos malestares que sentían más que nosotros aún…»

Cuarenta años después de todo aquello, vienen también a mi recuerdo aquellas frases del director de una famosa librería parisina de izquierdas: » 1968 me dejó completamente sorprendido. Tenía cierta idea del proceso revolucionario, y no era en absoluto como aquello. Vi a estudiantes levantar barricadas, pero no sabían nada de la revolución. Eran chavales de instituto, que ni siquiera estaban metidos en política. No había organización, ni planificación de ninguna clase».

Testimonios, declaraciones, puntos de vista, debates en el tiempo.

(Foto: una calle del Barrio Latino tras una noche de barricadas)

IMÁGENES CONTRA IMÁGENES

Como en el bello título de una novela del escritor italiano Guido Piovene, «Piedad contra piedad«, en aquellas semanas de mayo de 1968 en París que comento en mi reciente libro al que me referí en Mi Siglo el 4 de abril, las imágenes lograron ir contra las imágenes, y las imágenes de los fotógrafos que se adentraron por las calles de la capital francesa haciendo parpadear constantemente sus cámaras en busca de la noticia se encontraron instantáneamente con otras imágenes que les estaban mirando y que les hablaban desde los muros.

En el mundo no existían entonces los móviles, por tanto tampoco el «pásalo» de las voces al oído, y lo que las paredes parisinas sí «pasaban» a los ojos de los transeuntes eran los trazos y el lenguaje de los «grafittis» elaborados por los estudiantes en el «Atelier populaire des Beaux-Arts» y en el taller Brianchon ( en Bellas Artes). La crisis de mayo, según un sociólogo francés, «no fue revolucionaria ni en sus objetivos políticos, ni en sus objetivos sociales, pero sí lo fue en los medios de expresión utilizados».

En la noche del 13 de mayo de 1968 aparecieron en París los primeros «afiches» junto a «grafittis«, consignas y octavillas. Pertenecientes a la categoría de arte popular, tanto porque hacían hincapié en la idea de anonimato como porque se adaptaban a una determinada demanda social, se empleó el offset en los carteles en ciertas ocasiones, aunque resultaba caro. Otros carteles fueron tirados en serigrafía a partir de fotos de prensa.
París – sobre todo el Barrio Latino – fue inundado de «grafittis» diversos.
TODO ES DADA, se leía en el Teatro Odeón.
OLVÍDENSE DE TODO LO QUE HAN APRENDIDO. COMIENCEN A SOÑAR, se podía ver en la pared de la Sorbona.
VIVIR CONTRA SOBREVIVIR, se leía en Nanterre.
DIGAN NO A LA REVOLUCIÓN CON CORBATA , se escribió en Bellas Artes.

EL ARTE HA MUERTO, LIBEREMOS NUESTRA VIDA COTIDIANA, apareció en la Sorbona.
Imágenes contra imágenes.
El ojo de la cámara fotográfica mirando a la cámara del muro.
Los dos ojos mirándose. Los dos lenguajes intentando entenderse.
Ese fue otro aspecto del París de entonces en su célebre mayo.
(Imagen: uno de los carteles que apareció en una calle de París)

PARÍS, 1968

Esta vez en Mi Siglo he de hablar de una fecha personal. Hoy hace exactamente cuarenta años que publiqué mi primera crónica desde París como corresponsal del diario ABC de Madrid, puesto en el que estuve cerca de tres años.
Llegué a París un día de abril de 1968, una tarde lluviosa, y al aparcar desorientado en el Bois de Boulogne hasta esperar que la lluvia cesara y entrar en la ciudad oí repiquetear en el techo de mi coche cargado de libros todas las puntas de aquel 1968 que ya habían caído y algunas de las que aún iban a caer, maravillas de la historia y del periodismo. Caía 1968 con Dubcek en Checoslovaquia, nombrado primer secretario del partido; en Corea era capturado el buque estadounidense Pueblo en el mar del Japón; había una ofensiva del Thet en Vietnam del Sur; moría el cosmonauta Yuri Gagarin en accidente de aviación; y seguía lloviendo y moría también Jaume Sabartés, íntimo amigo y biógrafo de Picasso, disturbios estudiantiles agitaban España, concedían el Óscar a Rod Steiger y a Katherine Herpburn… y aún seguía lloviendo, aunque muy poco a poco fue amainando y aproveché entonces para arrancar de nuevo y bajar hasta la orilla del Sena – Avenue Kennedy, Avenue New York, Pont de l´Alma – hasta llegar a mi primera habitación en París, Hotel Gaillon, en la rue Gaillon, a pocos pasos de la Ópera.
Agradeceré siempre aquel cuartito del Hotel muy cerca de la place de la Bourse desde donde mandaría mis crónicas por «telex» y agradeceré ese enclave, tan vecino a los puentes del Sena, que también me permitió seguir el 10 de mayo hacia las tres de la tarde a la enorme multitud de estudiantes cruzando el río camino de la Sorbona en plena ebullición de los «sucesos» de aquellas famosas semanas.
Estos días en que aparece mi libro «París, mayo 1968. Crónica de un corresponsal» (Eunsa) y al que me referiré alguna vez más en Mi Siglo, la capital francesa me trae numerosos recuerdos. El 28 de aquel mes de mayo conocería en el Hotel Continental de París a un Francois Mitterrand que entonces tenía cincuenta y dos años, el 11 de mayo estaría con Daniel Cohn-Bendit entre el humo de las barricadas, en varias ocasiones – en conferencia de prensa en El Elíseo – con el general De Gaulle. Los domingos – sin duda para oxigenarme de tanta intoxicación política – charlaba largamente con intelectuales y artistas, como Gabriel Marcel o Robert Bresson, algunas de cuyas entrevistas las he incluido en los enlaces personales de este blog.
Escribir día a día las crónicas de la «revolución de mayo» – que ahora se recogen y comentan históricamente en este libro – supuso para mí el privilegio de estar en la primera fila de unos acontecimientos de enorme eco. A veces el periodismo aporta esas ventajas y transmite también esas responsabilidades. 1968 fue un año crucial en la célebre década de los sesenta. Eran los tiempos de los Beatles y sus melenas; el pelo de los Rolling Stones o de Jim Hendrix. Melenudos, desaliñados. Sin duda por eso fue el año en que se cantó:
«No hay palabras que canten la belleza, el esplendor, la maravilla de mi pelo, pelo, pelo, pelo, pelo, pelo, pelo. /Ondearlo, mostrarlo, tan largo como Dios lo pueda hacer crecer, mi pelo./ Lo quiero largo, liso, rizado, alborotado, enredado, áspero,/hirsuto, opaco, aceitoso, grasiento, lanoso, brillante, resplandeciente, humeante, / linoso, ceroso, nudoso, alunarado,/ retorcido, abaloriado, trenzado, empolvado, florecido y conffetiado, / ajorcado, enmarañado, lentejueleado y espaguetiado«.
1968 y París en la memoria. 1968 y los recuerdos de París.