LA AVENTURA DE OÍR

libros-bnnu-lectura- Montserrat Gudiol

 

«Para el niño pequeño – escribió Ana Pelegrín en “La aventura de oír” -, la palabra oída ejerce una gran fascinación. La palabra y su tonalidad, su ritmo, los trazos afectivos que teje la voz cuando es temperatura emocional, calma, consuelo, ternura, sensorialidad latente”. Las modulaciones de voz, el tono persuasivo en el narrador, el agudo y tembloroso de un personaje, el agudo y tímido de otro, el tono medio, grave,  de un tercero, todo eso nos va introduciendo en el secreto de una historia cuyo misterio se abre gracias a la lectura en voz alta. Pero no solamente el niño recibe ese secreto. Recuerda Umberto Eco en el prólogo a “Mi Dante” de Roberto Benigni – el episodio-espectáculo que duro  trece días seguidos en la Plaza de Santa Croce, en Florencia, donde cinco mil personas escucharon recitar versos de la  “Divina Comedia” – que en el siglo XlX, cuando hacían furor “Los misterios de Paris» de Sue o “El conde de Montecristo” de Dumas, la mayoría de los apasionados del género no sabía leer, y se reunian al caer la tarde en el patio o en la calle para escuchar al intelectual de turno, al portero o a algún comerciante que sabía contar cuentos, tal y como ahora uno se sienta delante de la televisión a escuchar a Benigni. En diversas publicaciones de prestigio se ha alabado el “saber decir» del actor italiano recitando a Dante. “Fue como escuchar una música sublime”, señalaba “Sunday Telegraph”; “Su entusiasmo es adictivo, incluso contagioso – decia otra revista – cada frase, cada palabra traducida es una invitacion al desafío de aprender”.

libros-5gg.-Yun-Yee Kim

En “La Historia de la lectura” – el volumen dirigido por Giuglielmo Cavallo y Roger Chartier -, al hablar de la Grecia clásica, se recuerda que lo escrito estaba incompleto sin la voz, es decir, que lo que se había redactado debía ser apropiado después por una voz con el fin de realizarse plenamente. El escritor contaba con la llegada de un lector dispuesto a poner su voz al servicio de lo escrito con miras a distribuir su contenido a los transeúntes, a los “oyentes” del texto. «Contaba con un lector que seguiría el paso obligado de la letra. Leer era, pues, poner su propia voz a disposición de lo escrito (en último término, del escritor) La voz del lector se sometía, se unía a lo escrito. Ser leído era, por ende, ejercer un poder sobre el cuerpo del lector, aun a gran distancia en el espacio y el tiempo. El escritor que lograba hacerse leer actuaba sobre el aparato vocal del otro, del que se servía, aún después de su muerte, como instrumento vocal, es decir, como alguien a su servicio, como de un esclavo».

 

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Es muy interesante ese sentido del “aun después de su muerte”. Después de la muerte de Quevedo, de Góngora, de Cervantes, después de la muerte de Herman Melville o de León Tolstoi, por poner algunos  ejemplos, la voz de quien lleva la lectura en voz alta arrastra los sentimientos íntimos  de esos autores, los eleva en el aire, los conduce gracias a la expresividad, los precipita o los retrasa según las velocidades del ritmo de lectura, y  he aquí que el oído que escucha va inflamando enseguida a la mente, despierta aún más a los sentidos, y uno, a través de la lectura en voz alta, entra emocionado por los pasillos de los sueños de Quevedo o por las galerías deslumbrantes de los bailes de Tolstoi en “Guerra y Paz”, Después de la muerte de muchos escritores, éstos se hacen, pues, muy «vivos» en sus obras gracias a la voz. Celebres escritores se han formado en su infancia en el cauce de la lectura en voz alta. El escritor hindú V.S. Naipul cuenta cómo su padre le leía párrafos de «Oliver Twist” o los cuentos de  Charles Lamb, pero también cómo en el colegio el profesor Worm se sentaba “y  nosotros–dice – nos colocábamos a su alrededor, de pie, intentando guardar silencio. Él miraba el libro de  Collins Classics que, curiosamente, entre sus gruesas manos parecía un libro de oraciones, y nos leía a Julio Verne como si rezara”.

 

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Tal es el dominio de la voz, el encantamiento de la pronunciación, los frutos de una recitación en prosa o en verso. No todos los escritores afamados han sabido leer bien sus propios textos. En el Museo de la Voz, por ejemplo, puede escucharse a famosos autores españoles incapaces de leer bien lo que escribieron de modo admirable y en cambio oímos, profunda y melódica, la voz de Baroja acunándonos con su cántico al viejo acordeón. Pero no tienen por qué ser los escritores quienes siempre se lean a sí mismos. Hay recitales sorprendentes de autores y tambien hay intervenciones de lectores exquisitos. La voz en la lectura en voz alta es como un tapiz de las mil y una noches de la literatura que tomara impulso sobre la memoria, sobrevolara los tejados de la imaginación, evolucionara por encima de los oídos, de las mentes y de las conciencias. Es la voz la que despierta a los textos, las voces de los diálogos , los ahogos de las exclamaciones, la curiosidad abriendo interrogaciones, el manso pasear de la prosa sobre el silencio. Es la voz la que hace sonora a la palabra escrita, palabra nacida en el secreto de la creación y resucitada gracias a la voz.

José Julio Perlado

(Este texto ha sido publicado en el blog trapezidetana.com de Tana Sanz. Tana Sanz me pidió esta colaboración y con mucho gusto se la he remitido. Tana Sanz junto a Isabele Méndez llevan adelante un proyecto para fomentar la lectura en voz alta, proyecto al que le deseo un futuro excelente)

 

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(Imágenes.-1.-Montserrat Gudiol/ 2.-Yun Yee Kim/ 3.- Su Blackwell- / 4.-Jean Baptiste Huynh/ 5.-Su Blackwell)

 

 

RECITAR A DANTE

escritores.-997.-Giovanni di Paolo.- Dante Alighieri

«Yendo Dante a sus asuntos por Porta San Pietrocuenta Franco Sacchetti -, ve – y aún peor, oye – a un herrero que mientras batía el hierro en el yunque, cantaba a Dante como se canta un cantar, y desbarataba sus versos, cortando aquí y pegando allá; pareció a Dante que se le hacía así gran ofensa. Sin decir nada, se acerca a la fragua del herrero, donde éste tenía los hierros para su mester; agarra Dante el martillo y lo tira a la calle, agarra las tenazas y las tira a la calle, agarra unas pesas y las tira a la calle, y así fue tirando muchas herramientas. El herrero, revolviéndose furioso, le dice:

– ¿Qué diablos hacéis? ¿ Os habéis vuelto loco?

Dice Dante:

– ¿Y tú qué haces?

– Yo hago mi mester – dice el herrero – y vos me estropeáis las herramientas, tirándolas a la calle.

– Si no quieres que estropee tus cosas, no estropees tú las mías.

Dijo el herrero:

– ¿Qué os estropeo yo?

Dijo Dante:

– Tú cantas el libro y no lo dices como yo lo hice; yo no tengo otro oficio y tú me lo estropeas.

El herrero soberbio, no sabiendo qué responder, recoge sus cosas y vuelve a su trabajo; y cuando quiso cantar, cantó de Tristán y Lanzarote y dejó en paz a Dante

Dante.-rrvgg,..-Sandro Boticelli.-wikipedia

Evoca esto Umberto Eco en su prólogo a «Mi Dante», de Roberto Benigni (Confluencias), en donde el actor y director italiano ofrece su personal «Lectura de la Divina Comedia» desplegando todas sus habilidades interpretativas que le han llevado a reunir multitudes como, por ejemplo, en la plaza Santa Croce de Florencia, donde su espectáculo TuttoDante congregó en 2007 a más de setenta mil espectadores para escuchar – en la voz y con los gestos de Benigni – trece cantos de Dante, uno por noche, como una única gran narración.

Benigni recita a Dante recuerda Eco – con acento toscano, es decir, hace exactamente lo que hacían los contemporáneos de Dante y que Dante quería que hiciesen, si lo hubieran hecho de manera correcta.

Dante, hacia 1316, en una famosa carta al representante imperial Can Grande della Scala, argumentaba – y así lo recoge Alberto Manguel en «Una historia de la lectura» -que un texto tiene al menos dos lecturas «porque sacamos un significado de la letra, y otro de lo que la letra significa: al primero se le llama literal, y al otro, en cambio, alegórico.» Y Dante añade a continuación que el sentido alegórico comprende otras tres lecturas. Y todas esas variedades de lecturas, agrega Manguel, son posibles. Como es posible que esas lecturas se expandan en el aire, la voz las impulse en el espacio y del espacio y a través de la emoción y como si las palabras resonaran, convoquen aplausos de oyentes-espectadores.

BRONZINO.-BB.-caveza de Dante.-1532

Es la divulgación del genio ante las muchedumbres. Así, como señala Harold Bloom hablando de quienes han canonizado a DanteChaucer, Shelley, Yeats, Pound, Eliot, Borges y tantos más -, el íntimo sentido de la poesía inundará las calles, y muchos escucharán:

«Tan pronto como hirió a la vista mía

la alta virtud que ya me había herido

cuando estaba en mi infancia todavía,

los ojos a la izquierda he dirigido,

cual niño que a su madre corre y clama

si tiene miedo o hállase afligido,

por decir a Virgilio: «Ante esta dama,

cada dracma de sangre me ha temblado:

conozco el fuego de la antigua llama»;

pero Virgilio habíanos privado

de sí mismo, Virgilio, el padre amante,

Virgilio, a quien me había yo entregado;

todo cuanto perdió no fue bastante

la antigua madre, porque no mojada

fuera mi seca faz, ya sollozante.»

Dante.-4rrgg.-Henry Holiday.--el encuentro de Dante y Beatriz en el puente de Santa Trinidad.-wikipedia

(Imágenes: 1.- Giovanni di Paolo.-Dante Alighieri/2.-Dante en el exilio.-wikipedia/ 3.-Bronzino.-cabeza de Dante.-1532/4.- Henry Holiday.-«Dante y Beatriz».- el encuentro entre Dante y Beatriz en el puente de Santa Trinidad.-wikipedia)