RODIN O LA ENERGÍA EN MOVIMIENTO

 

Recuerda Werner Hofmann al estudiar la escultura del siglo XX que el propio Rodin dijo una vez que él no había creado ni una sola figura en estado de completo reposo, y sin duda hubiera suscrito la frase de Bergson: » Tendríamos que acostumbrarnos a ver en el movimiento lo más sencillo y claro, ya que la inmovilidad no es más que un caso límite de lentitud en el movimiento, y posiblemente un límite sólo ideal, que la naturaleza no realiza nunca». Su conversión de la figura en energía de movimiento va mucho más allá de cuanto lograran sus precursores.

Ahora se celebra en París la Exposición del centenario con motivo de los cien años de la muerte del gran escultor. Rilke escribió un magnífico libro sobre Rodin y en él alababa los años de solitaria maduración – «El hombre de la nariz quebrada» al inicio, y «El hombre de los primeros tiempos» al final, donde –  anota Rilke – aparece el nacimiento del gesto-. » A medida que crece – dice Rilke-, es como si atravesara la extensión de esta obra, por sobre los siglos, más allá de nosotros hacia los que vendrán. Se revela vacilante en los brazos levantados; y esos brazos son todavía tan pesados, que la mano de uno de ellos descansa otra vez a la altura de la cabeza. Pero ya no duerme; se concentra. En lo alto, en la cima del cerebro, donde todo es soledad, se prepara para el trabajo, para un trabajo de siglos, que no tiene horizonte ni final; y en el pie derecho, el primer paso espera».

 

 

El tema del trabajo impresionó mucho a Rilke observando a Rodin. En sus «Cartas a un joven poeta» Rilke evoca a Rodin como «el escultor que no tiene igual entre los artistas que hoy viven» y en otras confesiones del poeta habla de los meses que estuvo con él cuando tuvo la suerte de encontrarle «en aquellos años en que yo estaba maduro para mi decisión interior y en que, por otra parte, había llegado para él el momento de aplicar con libertad muy particular las experiencias de su arte». En una carta de 1905 le escribe Rilke a su mujer refiriéndose a las lecciones de Rodin : ‘resuenan fuerzas que afluyen, una alegría de vivir, una aptitud para vivir que lo invaden a uno, de las cuales no tenía yo ni idea». Y en otra carta posterior resumía lo que le había enseñado Rodin: » permanecer en mi trabajo, poner toda mi confianza en él y solamente en él, esto es lo que aprendo de su gran ejemplo, dado con grandeza, como aprendo de él la paciencia; mi experiencia, es verdad, me repite sin cesar que no debo contar con muchas fuerzas; quiero, en consecuencia, tanto tiempo como sea posible, no hacer dos cosas, no separar provecho y trabajo, sino, por el contrario, tratar de hallar el uno en el otro mediante un solo esfuerzo concentrado».

 

 

«La convicción esencial que animaba el genio de Rodinsintetizaba Jean Cassou -, era la de que todos los recursos de la energía universal, el color y todo lo restante, pertenece al mundo del creador, y sobre todo a un creador como él, de la estatura de los colosos del siglo XlX, Hugo o Wagner, e igual a éstos en apetencia de totalidad».

 

 

(Imágenes-1-Rodin- El hombre de la nariz quebrada- Wikipedia/ 2.-Rodin- foto de Gertrude Kasebier- 1905/ 3.- Rodin- Los burgueses de Calais/ 4.- Rodin- fotografía de Edward Steichen- philadelphia museum of art)

RILKE Y RODIN

«Se percibe lo que inspiró a  Rodin al modelar esta cabeza, la cabeza de un hombre envejecido y feo, cuya nariz quebrada contribuía a intensificar aún más la torturada expresión del rostro (…) – dijo Rilke en una conferencia sobre el escultor escrita en 1903 -: no hay en esa cabeza una línea, un contorno, una intersección, que Rodin no haya previsto y querido. Uno cree sentir, cómo algunos de estos surcos aparecieron antes y otros después; cómo entre esta y aquella grieta que recorre los rasgos, yacen años, años de miedo; uno sabe que de las marcas de ese rostro, algunas fueron grabadas lentamente, como dudando; otras, dibujadas primero con suavidad, e intensificadas por una costumbre o un pensamiento que siempre volvía. Y se reconocen esas profundas mellas que tenían que haber surgido en una noche, como cavadas por el pico de un pájaro en la frente despierta de un insomne».

Se publica ahora esta conferencia, acompañada de la que pronunciara en 1907, también sobre el escultor, en «Auguste Rodin» de Rainer María Rilke (Montesur). «Estoy en París… – le escribe Rilke a su mujer en agosto de 1902 – Soy una sola Espera». Dos meses antes Rilke anuncia a Rodin que desea consagrarle una monografía. Para el poeta es «una vocación interior, una fiesta, una alegría, un grande y noble saber«. Con una asignación de 200 francos al mes, Rilke  vive como secretario particular del escultor desde septiembre de 1905 a mayo de de 1906. ¿Qué aprende de él? Entre otras cosas, algo fundamental: trabajo y paciencia: «vivir, tener paciencia, trabajar», dice Rilke en una carta. Describe la mirada de Rodin, cuando éste trabaja, como si atravesara el aire como un hilo; es capaz de una inmovilidad de piedra cuando sus ojos se detienen en las cosas; sus manos dice- están hechas para tomar con fuerza, para hacer gestos que creen cosas y les den su forma; entraba en su taller con una regularidad invariable y, durante años, no se acostó sin antes haber realizado lo que había imaginado durante la jornada; nunca dejó de rehacer sus obras y, a veces, como en el caso de La Puerta del Infierno, las destruía para rehacerlas de manera más conforme con su visión; en los conciertos, Rodin – cuenta Rilke – se mantiene sentado «con el busto erguido, algo inclinado hacia adelante, las manos reposando apenas sobre las rodillas, como hecho de una pieza, sin miradas para el mundo exterior y semejante en todo a una cosa bajo la lluvia».

Rilke, al conocer a Rodin, descubrirá también el aspirar perpetuamente a «lo abierto» y  la alegría. «Este sabio y este grande – dice en otra carta – sabe encontrarla, una alegría inefable como esas alegrías de niño que uno recuerda (…) Las cosas más pequeñas vienen a él y se le muestran; una castaña que encontramos, una piedra, una concha en la arena, todo habla como si hubiera estado en el desierto y hubiera ayunado y meditado». Pero sobre todo, la paciencia y el trabajo: «permanecer en mi trabajo, poner toda mi confianza en él y solamente en él, esto es lo que aprendo en su grande ejemplo, dado con grandeza, – confiesa en otra nueva carta – como aprendo de él la paciencia; mi experiencia, es verdad, me repite sin cesar que no debo contar con muchas fuerzas; quiero, en consecuencia, tanto tiempo como sea posible, no hacer dos cosas, no separar provecho y trabajo, sino, por el contrario, tratar de hallar el uno en el otro mediante un solo esfuerzo concentrado».

Hace ahora cuarenta años, en París, paseando por el Museo Rodin, evoqué al escultor. Tiempo después, leyendo el gran estudio de  Angelloz sobre Rilke (Sur), logré avanzar más en el conocimiento del poeta.

(Imágenes:- 1.- Rodin: «El hombre de la nariz quebrada»/ 2.-Rainer María Rilke.-wikipedia/ 3.-«Los burgueses de Calais».-wikipedia)