
«Algunos amigos me han escrito desde Madrid – decía Julio Camba en uno de sus artículos – pidiéndome mi opinión acerca del mar – ¿ Es muy grande?- me pregunta uno de ellos. Honradamente debo contestarle que no lo sé, porque no lo he visto todo; vi un trozo en la ría de Arosa, otro en la de Marín y otro en la de Vigo. El mismo amigo me ruega le diga si el mar es bonito, y esta salida me pone en un aprieto. El mar – tal como se le ve – no es ni mucho más bonito ni mucho mayor que el estanque del Retiro. Agua, agua salada que no sirve para beber: he aquí el mar.
El mar debe de ser un hermoso espectáculo – me dice uno de mis amigos -. Con toda franqueza confieso que prefiero una sesión de cinematógrafo. Me he pasado muchas horas fumando frente al mar, y no me he divertido nada. El mar no tiene gracia, fantasía y emoción. Los naufragios están muy mal organizados, y yo no he visto ninguno. El coro de gaviotas, regular. El coro de marineros, malísimo. Estos marineros están muy mal ensayados (…) El mar es muy inferior a su fama. Si vale algo es en el sentido industrial, como pescadería y como vía de comunicación. Los peces marinos, en efecto, son mejores

que esos que fabrican en Madrid y que luego sirven en los cafés con salsa tártara o mayonesa. Pero, líricamente, el mar no tiene importancia alguna. Al mar, como a muchos hombres, lo está perdiendo el afàn de cambiar los negocios por la poesía.
Yo he ido por el mar en un vaporcito desde Marín a Vigo. He visto Marín, Sanjenjo, Portonovo, las islas Cíes… ¡Qué hermoso mar – exclamó un amigo que iba conmigo. Era igual que si al recorrer en tren un paisaje suizo le dijese a uno – ¡Qué hermosos ríeles! – Sin embargo – observó mi amigo -, toda esta hermosura es hija del mar, sin el mar, como medio de vida, no se hubiese construido aquí ni una sola casa ni un solo pueblo. El mar sostiene a estas gentes y las procura una temperatura apacible, sin esos cambios violentos que le han descompuesto a usted los nervios en Madrid…
Era posible. Yo, mientras hablaba mi amigo, me mareé un poco, cumpliendo así un deber elemental de todo el que se embarca y a fin de darle verdadero carácter a aquella excursión marítima.
¡El mar! ¡La inmensidad! ¿Y la tierra? ¿ No es también otra inmensidad?».

(Imágenes.- 1-Winifred Niholson- 1935/ 2.- Akseli Gallen- Kallela/ 3.-Sir Kyffin Williams)