SUEÑOS DE GRAHAM GREENE

NPG P1330; Graham Greene by Dmitri Kasterine

 

“Recuerdo que entré en un salón suntuosamente amueblado donde Goebbels ocupaba un sillón dorado. Había varias personas más en la estancia, y aguardé junto a la repisa de mármol de una chimenea a la espera de mi oportunidad, pues llevaba conmigo un arma secreta para matar a Goebbels: un cigarrillo que desprendía un humo letal, que al inhalarse provocaba una muerte instantánea”. El escritor se mantenía cerca de su víctima, sostenía el cigarrillo donde el humo pudiera alcanzarle, pero hubo problemas: “Empecé a impacientarme y le metí la colilla por la nariz antes de emprender la huida. Esperaba que el veneno actuara con rapidez y que la confusión me permitiera ganar tiempo para escapar”.

Este es uno de los sueños que Graham Greene anotaba en su libreta y que luego se han querido recoger bajo el título «Un mundo propio» (La uña rota). El autor de «El factor humano»  distingue su Mundo Propio de sueños del Mundo Común. «He viajado tanto -dice- en mi Mundo Propio como en el Mundo Común. A mis viajes no les han faltado momentos dramáticos ni en uno ni en otro lugar, pero en mi Mundo Propio se viaja a la velocidad del más rápido de los aviones a reacción.»

 

Greene-nnhhy-Graham Greene con Alec Guiness-

 

En otro sueño cuenta: “Una extraña experiencia sigue grabada en mi cerebro como un titular periodístico: “El suicidio de Charlie Chaplin”. Empezó con el rumor de la muerte de mi amigo. Me encontraba en un gran cine abarrotado de gente y esperaba que en cualquier momento se hiciera un comunicado. Incluso temía que la noticia desatara el pánico entre el público (…) Llamaron al timbre de mi apartamento y, cuando abrí la puerta, Charlie entró con ayuda de terceros. Parecía realmente un moribundo.»

En su Introducción a estos sueños Greene recuerda que «a la edad de siete años soñé un naufragio la misma noche en que se hundió el Titanic, y en otra ocasión, nueve años después, asistí nuevamente a un naufragio desastroso en el mar de Irlanda

 

Greene-noggb- Graham Greene y Carol Reed- 1951- foto Larry Burrows- allposters com

 

Los escritores y los poetas han soñado de modo singular. El austriaco Franz Grillparzer convierte el sueño realmente en vida: «Hoy me ocurrió algo milagroso – escribe -Soñé mientras caminaba. Me había levantado temprano, bebí agua de la fuente, me di un baño, volví a beber un vaso de agua y me dirigí al jardín para dar un paseo. Fue así que, de pronto, llegué a una parte del jardín en que jamás había estado antes. Era tan hermosa, los árboles eran tan arrebatadoramente bellos, que no cesaba de asombrarme por no haber reparado en ellos con anterioridad a aquel instante. Lamentablemente no había ningún banco cerca para sentarse. Aún tenía que beber un vaso de agua, de manera que me volví, firmemente resuelto a regresar a ese sitio en cuanto hubiese satisfecho mi sed. Recordé el camino: pasaba por una hilera de árboles de poca altura. Con todo, me fue imposible volver a encontrar el camino, pues… éste jamás había existido. Todo había sido un sueño. Pero lo milagroso es que este sueño haya sobrevivido mientras caminaba. En general, especialmente de noche, cuando estoy cansado de leer, suelo soñar estas cosas o ver mentalmente este tipo de imágenes. Pero jamás me ha ocurrido esto mientras caminaba, jamás me había ocurrido con la fuerza de convicción con que me ocurrió hoy.»

 

sueños.- 8ujujj.- Joan Miró- este es el color de mis sueños.- 1925.- The Metropolitan Museum of Art.- Nueva York,. The Pierre and Maria-Gaetana Matisse Collection 2002.- Successió Miró 2013

 

(Imágenes.- 1.-Graham Greene- Dmitri Kasterine/ 2.-Graham Greene y Alec Guinnes en la Habana-1959- foto Peter Stackpole/3.-Graham Greene y Carol Reed- 1951- foto Larry Burrows/4.-Joan Miró- Este es el color de mis sueños- 1925-The Metropolitan museum of New York-the pierre and maria gaetana matisse collection- 2002)

 

ESPIONAJES

detectives.-7«El periodismo de investigación y el ethos, ahora universal, del cotilleo – escribió Georges Steiner en The New Yorker – inundan los quioscos de prensa con información de alta seguridad. Hay revistas populares que contienen diagramas de cómo montar una bomba nuclear. ¿Hay algo genuinamente nuevo o decisivo entre las cosas que los espías venden a sus clientes? ¿Necesitó Josué cuatro ojos encubiertos para enterarse de que Jericó tenía murallas y de que sus moradores no acogieran favorablemente la invasión? Puede que toda la industria del espionaje se haya convertido en un juego fatuo, en una rayuela homicida dentro de una casa de espejos».

Eso escribía el ensayistaGeorges Steiner en The New Yorker».-(Siruela) y lo hacía en 1978. Desde entonces a aquí el espionaje ha variado mucho, pero la historia del espionaje se remonta siglos atrás y algunos apuntes los he querido comentar en un reciente artículo

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«Fouché, jefe de policía de Napoleón, supo organizar muy hábilmente a sus espías y los tratados sobre técnicas de espionaje tienen en Oriente un volumen célebre, el “Ping Fa”( de 510 años antes de Cristo), escrito por Sun-tzú, que fue lectura obligatoria de los agentes chinos y que durante la Segunda Guerra Mundial se distribuyó entre los miembros de la Fuerza Aérea británica en Ceilán. En China también podemos encontrar el “San Kuo”, de Lo Kuanchung, (1260-1341), novela que se dice era consultada por Mao Tse-tung y por las guerrillas del Vietcong.detectives.-8

 

El espionaje siempre ha ido tras las evoluciones de los tiempos. Hoy día se espía industrialmente con aparatos diminutos los aciertos decorativos de ciertos escaparates o se sigue el rastro que van dejando en Internet las pisadas que las yemas de los dedos realizan al avanzar por los buscadores. Todo se espía. El Gran Estado espía desde el vientre de su maquinaria de impuestos, las ciudades lo hacen desde las fachadas de las calles y plazas por donde caminan los viandantes y John Le Carré culmina su obra más reciente con otra historia en la que se mezclan refugiados musulmanes, adolescentes chechenos, servicios secretos alemanes, ingleses y norteamericanos, todo ello en el marco de una nueva guerra fría entre el terrorismo fundamentalista y las defensas de Occidente con la batería de sus aparatos de contraespionaje.

Aunque sobre gustos es imposible opinar, los nombres en el mapa literario del espionaje son numerosos. Brillan quizá especialmente cuatro, ya clásicos por sus obras: Conrad, Somerset Maugham, Ambler y Graham Greene. Naturalmente hay muchos más y algunos de ellos muy destacados. El primero con novelas célebres, como “El agente secreto”, la gran narración de un suceso anarquista en el centro de Londres. Para Conrad espiar no es un fin sino un medio. El fin, para Conrad, es la naturaleza absolutamente vil de la revolución, donde los espías tienen un repulsivo papel. En el caso de Somerset Maugham, sus relatos estaban basados en las experiencias del autor como oficial de inteligencia y se ha dicho que la postura moralmente neutral de Maugham sentó las bases sobre las que trabajaría Ambler y mucho más tarde John Le Carré, mientras que la frialdad de uno de los personajes de Maugham frente al asesinato sería adoptada y adaptada por Ian Fleming para su “James Bond

Y precisamente Steiner habla en su comentario de «El factor humano» de Graham Greene.detectives.-3

                                                                                                       Graham Greene, preguntado sobre Le Carré, contestó en una ocasión hace ya años: “Es mucho más joven que yo y, en consecuencia, su experiencia política me parece mucho más limitada que la mía. En una entrevista por la radio decía que yo era demasiado simple, si no ingenuo, para entrar en los terrenos de la política, y que había quedado anclado en la problemática de los años treinta”. Ello quizá era cierto, pero la calidad de las historias las enriquece el tiempo. Los tiempos han cambiado. Ahora acaso el espía está tan cerca de nosotros que nos observa desde dentro del ordenador. Si salimos a la calle es un espía distinto el que nos sigue sin apenas darnos cuenta. Resuenan unos pasos que nunca habíamos oído y que jamás volveremos a oír  porque los pasos cambian y las suelas de quienes nos espían se van adaptando a los problemas de cada siglo y la astucia del espiar se basa en que nadie nos descubra que nunca somos nosotros los espiados sino que nosotros somos los que espiamos siempre».