«Para empezar el día, hasta el desayuno, que se servía a las 9.30 en el comedor – anotaba en su autobiografía Consuelo Vanderbilt , duquesa de Marlborough – se exigía un vestido elegante de terciopelo o seda… Luego nos vestíamos de tweed para unirnos a la partida de caza a la hora del almuerzo, que se servía en el pabellón o en una tienda. Para tomar el té lucíamos un historiado vestido largo y después jugábamos a cartas o escuchábamos a una orquesta vienesa o música de órgano hasta la hora de la cena, cuando nos arreglábamos con satén o brocado y una profusión de joyas. Todo ello suponía un gran desembolso, pues no se podía llevar el mismo vestido dos veces. Es decir, que hacían falta dieciséis vestidos para cuatro días.»
Son las confesiones de la moda, su evolución, las influencias que la moda recibía. Los colores de Diáguilev, por ejemplo, marcaban una época, como cuenta Diana Vreeland, la antigua editora de la revista Vogue, al repasar su vida: » El aroma, la extravagancia, la emoción, la pasión, el bombazo, el fulgor, el estrépito…Este hombre desintegró el átomo…¡Los colores! Antes, el rojo jamás había sido rojo y el violeta jamás había sido violeta. Pero estas prendas femeninas en el Bois lucían colores vivos como una llama: rojo rojo, violeta violeta, naranja – y cuando digo «naranja» quiero decir rojo naranja, no amarillo naranja -, verde jade y azul cobalto. Y las telas – las sedas, los satenes, los brocados, bordados con aljófares y galones, salpicados de plata y oro, y adornados con piel y encaje – tenían un esplendor oriental.»
Compañero de colores y de vestidos ha caminado siempre por el mundo el enigma del bolso. ¿Qué puede haber dentro de un bolso? Anna Caballé ha dedicado páginas a preguntárselo en el prólogo a su libro «El bolso de Anna Karenina», al que ya nos hemos referido aquí. «El interior de un bolso – dice Anna Caballé – contiene las posesiones que la mujer utiliza en su vida diaria, pero también otras que han quedado adheridas por el mero uso. Un bolso es, pues, un parapeto ante la mirada ajena, al tiempo que un emisor de señales.
Podría entenderse como una perfecta combinación de continente y contenido, belleza y función, complemento y protagonismo. Lo importante es que hablamos de un objeto que sugiere cierta profundidad, no importa que su tamaño sea algo mayor que una caja de cerillas Pues representa una cierta materialización de lo íntimo. En el bolso se ubican, a resguardo de la mirada pública, los rastros – sólo parasitarios para la mirada ajena – de aquello que es importante para nosotros. Así lo entiende la mujer que de pronto se ve forzada a vaciar el contenido de su bolso por la razón que sea. Es como abrir públicamente la propia interioridad sin preparación alguna.»
Tiene lugar estos días en Munich una exposición sobre 300 bolsos desde el siglo XVl al XXl. Bolsos de mano, monederos, misteriosas formas que han acompañado a la moda y enigmas que se encadenan. ¿ Qué hubo dentro de esos bolsos que se exponen? Cinco siglos de bolsos ofrecen su apariencia exterior. Nunca nos revelarán sus intimidades.
(Imágenes:- 1-bolso.-Museo metropolitano de arte.-1920/2.-monedero francés bordado de seda, con cerradura de bronce.-1750-.Bayerisches National Museum/ 3.-bolso italiano de seda bordada.- fechado entre 1600-1680/ 4.-bolsa de seda bordada, fechada entre 1780-1790.- en el sur de Alemania.-Bayerisches Nationalmuseum/ 5.-bolso de caza verde del príncipe electo Maximiliano.-mediados del siglo XVl / 6.-bolso alemán del siglo XlX bordado en oro y seda.-Bayerisches Nationalmuseum)