LEALTAD, DISCIPLINA, PERSEVERANCIA : OLIMPIADAS 2012 (7)

«El  hombre sólo juega en cuanto es plenamente tal – recordaba Schiller -, y sólo es hombre completo cuando juega». El sociólogo francés Roger Caillois –del que he hablado varias veces en Mi Siglo -, comenta en su «Teoría de los juegos» (Seix Barral) que «el juego engendra la norma y el refinamiento, estimula la invención y la libertad, sustituyéndolas a la necesidad, la monotonía y a la violencia de la naturaleza. El espíritu del juego inventa el orden, la economía, la justicia.(…) El móvil del juego es para cada concurrente el deseo de ver reconocida su excelencia en un dominio dado. Por esto su práctica supone una atención sostenida, una preparación apropiada, esfuerzos asiduos y voluntad de vencer. Implica disciplina y perseverancia».

«Los juegos de estadio – sigue evocando Caillois – inventan y ofrecen como ejemplo una rivalidad limitada, reglamentada y especializada. Despojada de todo sentimiento de odio y rencor personales, esta nueva especie de emulación inaugura, por el contrario, una escuela de lealtad y generosidad al mismo tiempo que extiende la costumbre y el respeto por el arbitraje. Se ha señalado muchas veces su papel civilizador. De hecho, los juegos solemnes aparecen en casi todas las grandes civilizaciones. Los juegos de pelota de los aztecas constituyen fiestas rituales, a las que asisten el soberano y su corte. En China, los concursos de tiro con arco habilitan y califican a los nobles, menos por los resultados que por la manera correcta de disparar la flecha o de reconfortar al adversario desafortunado. En el Occidente cristiano, los torneos llenan la misma función: enseñan que el ideal no es la victoria sobre no importa quién y con no importa qué medio, sino la proeza llevada a cabo en igualdad de probabilidades sobre un concurrente a quien se estima y ayuda, si conviene, no usando, más que medios permitidos y convenidos de antemano, en un sitio y plazo determinados».

Reflexiones que acuden a nuestra mente mientras asistimos al espectáculo en el estadio.

(Imágenes:- 1.-Anthea Hamilton.– oficial Londres 2012.-Olimpic Poster/ 2.-Howard Hodgking.-piscina.-juegos olímpicos de Londres. 2012.-artpedia)

MATISSE Y EL ESFUERZO

Ahora que se habla tanto de la cultura del esfuerzo – más bien de la falta de cultura del esfuerzo – viene a la memoria la carta que Henri Matisse enviara a Henry Clifford en febrero de 1948 hablándole de la facilidad y de la dificultad en la pintura:

«Siempre he tratado de ocultar mis esfuerzos – le confesaba Matisse -, deseando que mis obras tuvieran la ligereza y la alegría de la primavera, que no hace imaginar a nadie el trabajo que ha costado. Así, temo que los jóvenes, al no ver en mi trabajo sino la aparente facilidad y el descuido en el dibujo, lo  utilicen como pretexto para dispensarse de algunos esfuerzos que creo necesarios».

«Este trabajo lento y fastidioso – continuaba Matisse – es indispensable. Si los jardines no hubieran vuelto a su mejor momento, pronto no servirían para nada. Primero hemos de limpiar, y después cultivar, cada palmo de terreno en cada estación del año. Cuando un artista no sabe preparar su período de florescencia con un trabajo que no presente sino un lejano parecido con el resultado final, su futuro es problemático; cuando un artista recien llegado no siente la necesidad de volver a la tierra de vez en cuando, empieza a andar en círculo y a repetirse, hasta que su curiosidad queda extinguida a fuerza de repetición».

«Creo que el estudio del dibujo es absolutamente esencial. Si el dibujo pertenece al espíritu y el color a los sentidos, es preciso dibujar antes, para cultivar el espíritu, y ser capaz después de llevar el color por caminos espirituales. Esto es lo que quisiera poder gritar, bien alto, cuando veo el trabajo de estos jóvenes, para los que la pintura no es ya una aventura, y cuyo único objetivo es una primer exposición individual, que les lance en el camino del éxito».

«Sólo después de varios años de preparación – seguía aconsejando Matisse en esta carta -, el joven artista debiera atreverse a tocar el color, no como descripción sino como medio de expresión íntimo. (…) Empleará entonces el color con discernimiento. Lo colocará de acuerdo con un dibujo natural, no formulario y enteramente oculto, que surgirá directamente de sus sentimientos; eso es lo que le permitió a Toulouse Lautrec exclamar, al final de su vida, «¡por fin!, ya no sé dibujar«.

«El pintor principiante cree que pinta de memoria – termina Matisse -. El artista que ha acabado su evolución cree también que pinta de memoria. Sólo este último tiene razón, porque su preparación y su disciplina le permiten recibir impulsos que es capaz de disimular, al menos en parte».

Ahora que se habla tanto de la falta de la cultura del esfuerzo, estas frases de Matisse sobre la severa preparación necesaria para lograr- en la pintura como en la vida – cualquier buen resultado, hacen pensar profundamente. De modo irónico él concluía  en otra ocasión: «Quien decide vender su alma a la pintura, haría mejor empezando por morderse la lengua».

(Imágenes:-1.-Matisse, 1946.-Museo de Arte Moderno,.-Centro Pompidou.-Olga `s Gallery/2.-El mantel.-Armonía en rojo.- 1908 -Leningrado.-Ermitage/3.-Interior.-con jarrón etrusco.- 1940.-The  Cleveland Museun of Art.-Olga `s Gallery/4.- La lección de pintura.-1919. Edimburgo.-Scottish National Gallery of Nodern Art/5.- Lección de música,,1917.-Merion.-(Pennsylvania) Barnes Foundation/6.-Henri Matisse.-The New York Times)