LA LEVITA DE LARRA

 

Larra-ynng- retrato por Gutiérrez de la Vega- mil ochocientos treinta y cinco

 

Se expone una vez más la levita de  Larra en una de las salas del  madrileño Museo del Romanticismo.  Es esta una prenda capital en el atuendo romántico y Larra, interesado por tantas cosas, y también por la moda, ampliaba, como era muy frecuente en él, este concepto del vestir y del actuar al resto de la vida social. «Deseamos con impaciencia – escribía Larra – que la absoluta desaparición del cólera vuelva a traer al seno de esta capital las elegantes que el miedo nos ha robado, y que la animación de una época más feliz haga  renacer la apagada coquetería de las bellas que permanecen todavía casi aisladas en medio de esta gran población. Vacíos casi los teatros, desiertos los paseos, suspendidas las sociedades, ¿ adónde iríamos a buscar la moda? Sólo podemos hacer algunas indicaciones generales acerca de los caprichos, más o menos fundados, de esa diosa del mundo, que así avasalla los trajes y peinados como los gustos y opiniones. Es de moda, por ejemplo, en la ópera, la señora Campos; así es que no hay noche que no se la aplauda. No es menos de moda el sorbete de arroz, ni menos insípido tampoco. Está decididamente en boga reírse todos los días de los gestos espantables del señor Género, quejarse del Gobierno, y asombrarse de la inacción de los Estamentos. Estas tres modas durarán probablemente más que el talle largo».

 

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«Larra, anatomía de un dandi» tituló Umbral uno de sus libros. «Tanto como una lección, su persona y su indumentaria –señaló allí -son una respuesta a la zafiedad de los madrileños. La fría e insolente respuesta de un dandi». Además de excelente observador y escritor,  Larra ha sido muchas veces evocado como dandi. «El  paso de la moda es el paso del tiempo – recordaba Giuseppe Scaraffia en su «Diccionario del dandi»-El dandi, mientras se rebela contra la esclavitud de la moda, no desdeña dominarla,  y se pone en su piel (…) El dandi monta, con la moda, un caballo que sabe perecedero, destinado a arrastrar a su caballo por el polvo del olvido. Pero precisamente en esto consiste el desafío del dandi: pretende parecernos bello a través de las mutaciones propias de cada época y de las ropas que las visten, con el propósito de restituirnos intacto el esplendor de la belleza transcurrida».

Ahora la levita de Larra nos acerca un poco más a su moda pero debería acercarnos sobre todo a sus escritos, que siempre será necesario leer.

 

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(Imágenes.-1.- retrato de Larra por Gutiérrez de la Vega- 1835/ 2.- sala del Museo del Romanticismo- Madrid/ 3.-busto de Larra en Madrid, calle de Bailén)

 

EL DANDISMO

«Mi corbata constituye, por supuesto, mi primera preocupación

porque nosotros juramos estas normas de elegancia,

y me cuesta, cada mañana, varias horas de trabajo hacer que parezca anudada a toda prisa».

Estos versos anónimos, contemporáneos del Beau Brummel, los evoca Giuseppe Scaraffia en su «Diccionario del dandi» (Antonio Machado Libros) y pueden perfectamente añadirse a las aportaciones reunidas en  «Prodigiosos mirmidones» (Capitán Swing), el volumen que sobre el dandismo acaba de aparecer.

El tema de la corbata en el dandi – entre otras reflexiones sobre diversos atuendos – lo recogen muchos historiadores de la moda, como por ejemplo James Laver en su «Breve historia del traje,» comentando cómo «algunos dandies podían pasarse una mañana entera entretenidos en el arreglo de su corbata. Primero doblaban un gran cuadrado de linón, muselina o seda, formando una banda, luego se lo ponían alrededor del cuello y lo ataban haciendo un nudo o lazo delante. Hay una historia muy conocida sobre un cliente que visitó a Brummel a media mañana y se encontró a su ayuda de cámara componiendo su corbata. En el suelo había un gran montón de corbatas deshechas y cuando el visitante preguntó qué era aquello, el ayuda de cámara respondió: «Señor, esos son nuestros fallos».

Brummel, indudablemente, reúne en torno a sí muchas anécdotas. Sin ser un artista ni un filósofo que reflexione sobre la belleza y el arte, el amor por la excepcionalidad, como así lo recuerda Umberto Eco en su «Historia de la Belleza«, se manifiesta en sus hábitos y en el vestir. «Como ejemplo sublime de hastío aristocrático y de desprecio por la opinión común, se cuenta que en cierta ocasión lord Brummel cabalgaba con su mayordomo por una colina y, viendo desde lo alto dos lagos, preguntó a su sirviente: «¿Cuál de los dos prefiero?». Como diría más tarde Villiers de l´Isle Adam: «¿Vivir? Nuestros sirvientes piensan en ello por nosotros«.

Baudelaire había afirmado del dandi que «tenía una ardiente necesidad de creerse una originalidad y que a sus ojos la perfección del acicalado consiste en la total sencillez, que, de hecho, es el mejor modo de distinguirse«. Baudelaire –y así lo evoca igualmente Scaraffia – vestía siempre de un negro riguroso, elegido con toda conciencia -sostenía – para una época de luto. El corte del traje era fruto de cuidadas y difíciles reflexiones. «Bajo la corbata, anudada con una gracia exquisita, su largo chaleco se cerraba sólo con algunos botones, para abrirse lánguidamente sobre la finísima tela de la camisa. En sus zapatos perfectamente lustrosos bien podían reflejarse los guantes de color, con frecuencia rosa o castaño muy claro. Años después, bajo el alto sombrero, el chaleco sería entonces de cachemir, negro también, como la larga corbata, ligeramente anudada. Levasseur se acuerda perfectamente del andar oscilante de sus zapatillas de terciopelo, sustituidas en invierno por zapatos blancos inmaculados. (…)». Pero, sobre todo – lo apuntaba el gran fotógrafo Nadar -, más que su caminar y su vestuario, era la expresión de su rostro, suspendido entre la amarga contracción de sus labios y la luz oscura de sus ojos, lo que turbaba el ánimo de cualquier transeúnte que con él se encontrara.

Otro dandi célebre, Oscar Wilde , en Londres y en 1879, se vistió durante un corto tiempo de una corbata verde manzana que destacaba sobre su levita de terciopelo, generosamente ribeteada. Era ya la época de sus famosas contestaciones. A una dama que le mostró su preocupación porque quizá trabajase demasiado, le respondió: «Efectivamente, señora, con el borrador de un poema me canso mucho más allá de lo que pueden soportar mis fuerzas; de hecho esta mañana he suprimido una coma (…) que seguro volveré a colocar esta misma tarde».

(Imágenes.- 1.-Robert de Montesquiou.-cuadro de J. Boldini.-wikipedia/2.-Baudelaire.-por Nadar.-1855-58/3.-Paul Rainer.-Beau Brummel.-ilustrationartgallery.com/ 4.-Oscar Wilde en 1882.-Associated Press/ 5- George Cruikshank.- Monstruosidades de 1822.-ils.unc.edu)