LO BELLO Y LO BUENO

figuras.-CC4.-por Osang Gwon.-2002.-Arario Gallery.-Beigjing.-Seoul.-Korea.

«La esencia de lo bello. Según mi parecer – le decía el gran historiador del arte norteamericano Bernard Berenson al periodista Umberto Morra -, si se procede indagando, en el fondo de lo bello se encuentra lo bueno, como en el fondo de lo bueno se encuentra lo bello: es una fusión que forma el sentido del destino humano; bello (y bueno) lo que no se contradice, sino que ayuda y acompaña al destino humano, un quid que tiene, por lo tanto, en sí algo heroico y trágico. También la gente común siente este deseo; por lo tanto, lo bello es una cosa eminentemente deseable. Pero la gente está también lista a equivocarse y a correr tras falsos mensajes de belleza; obras falsamente míticas que parecen empapadas de un gran impulso heroico y plenas de destino: éstas son las más fácilmente traducibles».

Todo esto se lo decía Berenson a Morra ( «Coloquio con Berenson«) (Fondo de Cultura) en agosto de 1932, paseando por I Tatti, la villa situada en las colinas de Florencia, pero sobre todo paseando por las reflexiones del arte, como habían paseado también por otras avenidas parecidas el portugués Francisco de Holanda, en Romacon Miguel Ángel, Eckermann con Goethe, James Bosswell con el doctor Samuel Johnson y como lo haría el fotógrafo Brassaï con Picasso, el director de orquesta Robert Craft con Stravinski, Janouch con Kafka, Goldenveizer con Tolstoi o Émile Bernard con Cézanne, por citar algunas grandes conversaciones.

Tales conversaciones y tales palabras eran recogidas en la memoria o en el cuaderno de quienes escuchaban y en esas improvisadas lecciones de sabiduría, confesiones de destilada experiencia, parecía como si el arte, la filosofía y la historia se remansaran y el pensamiento entregara, a cada paso, la síntesis de una meditación.

figuras.-5519k.-foto por Jin-Ya Huang.-2007.-Sous les etoiles gallery.-New York.-photografie artnet

«Leer las cosas nuevas con el solo objeto de «estar al corriente» – le decía también Berenson a Morra en 1931 – es uno de los pecados contra el espíritu. A las cosas nuevas no hay que dedicarles más que la décima parte del propio tiempo y una parte mínima de la propia energía (que es siempre inferior a lo que esperamos) ¿Qué es esta «corriente»? Es un minúsculo río casi subterráneo que aparece en pocos salones; y hay corrientes, o mejor, hay una corriente más verdadera que aquella en que se piensa refiriéndose a la moda. Los periódicos, sí, los lee uno por las «cosas nuevas» que anuncian, pero es una lectura que cuesta poco trabajo especialmente a quien, como yo, tiene una práctica de cinco mil años de crónicas escritas».

Es esa gran cuestión de la reelectura de las cosas esenciales y la lectura esencial de cuantas cosas importantes nos quedan por leer, sin dejar por ello de atender a ciertas novedades.  Es el paseo bajo los árboles de la cultura,  confidencias de un amigo del espíritu.

(Imágenes: 1.-«Black hole».- Osang Gwon.-2000.-Arario Gallery.-Beijing.- Seoul- Korea.-artnet/2.»Guyver, dptych 2007″-.Jin-Ya Huang.–Sous Les Etoiles Gallery.-New York.-artnet)

MUSEO Y NATURALEZA

bella-durmiente-1-la-senorita-gladis-m-holman-hunt-la-escuela-de-la-naturaleza-pot-william-holman-hunt-1894-museo-de-arte-de-ponce-museo-del-prado

«Tened buenas compañías, es decir, id al Louvrele decía Cézanne en una carta a Camoin en 1903 – Pero, tras haber visto a los grandes maestros que allí descansan, es preciso apresurarse a salir de allí y vivificar en uno mismo, al contacto con la naturaleza, los instintos, las sensaciones artísticas que residen en nosotros». Un año después le recordaba a Émile Bernard: » las líneas paralelas al horizonte dan la extensión, es decir, una sección de la naturaleza o, si Vd. prefiere, del espectáculo que el Pater Omnipotens Aeterne Deus despliega ante nuestros ojos». Y pasado un mes de tales palabras volvía a insistirle a Bernard el 12 de mayo de 1904: «El Louvre es un buen libro para consultar; pero no debe ser más que un intermediario. El estudio real y prodigioso emprendido es la diversidad del cuadro de la naturaleza» (Paul Cézanne: «Correspondencia«) (La balsa de la Medusa.-Visor).

Pienso en todo esto al contemplar este cuadro de William Holman Hunt que retrata a su hija Gladys sentada al aire libre, el perro al lado, los ojos pendientes del espectáculo que contempla y el lápiz preparado para recoger los detalles y trasladarlos a la tela. El museo de silenciosas salas y galerías ha sido aquí reemplazado por el museo natural, que es lo que defendía Cézanne, y la admiración y la fidelidad a la naturaleza queda también recordada en aquella norma de los prerrafaelistas que puede verse en esta exposición de Pintura victoriana del Museo de Arte de Ponce actualmente en el Prado hasta el 31 de mayo.

Sobre la experiencia casi mística que la naturaleza ha ejercido sobre algunos creadores y críticos cuenta Daniel Arasse, del que ya he hablado en Mi Siglo, que John Ruskin, estando en 1842 en el bosque de Fontainebleau, experimentó la revelación casi extática del infinito portento de la naturaleza, manifestado en sus más pequeños detalles. Mientras se entretenía casi perezosamente, dibujando un árbol, sintió que «esas líneas insistían en ser trazadas (…) . Con una fascinación cuya intensidad aumentaba por segundos (vio) que «se componían» por sí solas en función de leyes más finas que las que el ser humano es capaz de conocer». Más tarde afirmaría que era necesario recuperar «la inocencia del ojo (…), una especie de percepción infantil, la que tendría un ciego si recuperase de pronto la vista».

Esa inocencia del ojo es la que mira a veces la naturaleza del museo atravesando salas y gentes para detenerse ante cuadros, y también la que observa el otro museo de colores, sombras y luces que siempre nos muestra la maravilla de la naturaleza.

(Imagen: «La señorita Gladys M. Holman Hunt (La escuela de la naturaleza) (1894), de William Holman Hunt.-Museo de Arte de Ponce, Fundación Luis A. Ferré.-Puerto Rico)