«Puesto ya el pie en el estribo –le escribe Cervantes a su protector, el conde de Lemos el 19 de abril de 1616 -, con las ansias de la muerte, gran señor, ésta os escribo. Ayer me dieron la Extremaunción, y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir…»
Cuando el neerlandés Cees Nooteboon se asoma al convento de las Trinitarias en la madrileña calle de Lope de Vega y pregunta a unas monjas: «¿Está enterrado aquí Cervantes?» le contestan: «Sí, pero no está aquí». Luego insiste: «¿Hay tumba por lo menos?». «No, en realidad tampoco hay tumba».
Nuevamente en estos meses se indaga dónde puede estar la tumba de Cervantes y vuelven a visitarnos en el tiempo las últimas horas del autor de El Quijote. Vive ese año el escritor en un modesto piso de la calle del León, esquina a la de Francos, casa propiedad de su amigo el clérigo conquense, licenciado
Francisco Martínez, que moraba también allí. Estaban a su lado cuando murió, su esposa Catalina y este amigo Martínez. Y posiblemente le visitaron en aquellos momentos, así lo dice Astrana Marín, los poetas don Francisco de Urbina y Luis Fernández Calderón, escritores sin relieve, pero los únicos de que hay noticia tuvieran buen recuerdo entonces para Miguel, presintiendo su fama inmortal. Urbina declaró en su epitafio:
«Caminante, el peregrino
Cervantes aquí se encierra;
su cuerpo cubre la tierra,
no su nombre, que es divino.
En fin, hizo su camino;
pero su fama no es muerta,
ni sus obras, prenda cierta
de que pudo a la partida,
desde esta a la otra vida
ir, la cara descubierta».
Y así fue Cervantes, «a cara descubierta, como a tercero que era«(acompañado de los terciarios de San Francisco), aquel sábado 23 de abril de 1616 hasta el convento de las Trinitarias donde aún no han encontrado sus restos.
(Imágenes.-1.- William Strang– 1902/2.-Michael Kenna– 1996/ 3- Enric C. Ricart- 1936/ 4-convento de las Trinitarias- Wikipedia)





