LA CANCIÓN, LA MEMORIA, LA VIDA

 

música-uytbb-Jaye Rhee- dos mil trece

 

«Supongamos que me dispongo a cantar una canción que aprendí. Antes de comenzar, mi expectación se extiende a toda ella. Pero, una vez comenzada, lo que quito de aquella expectación para el pasado hace extender mi recuerdo en la misma medida. De esta manera se extiende la vida de esta canción mía en la memoria por lo que acabo de cantar, y en la expectación por lo que todavía me queda por cantar. Pero mi capacidad de atención sigue presente y por ella pasa lo que era futuro para convertirse en pasado. Mientras se repite esto, tanto más se reduce la expectación cuanto más se alarga el recuerdo, hasta que la expectación llegue a reducirse por completo, cuando acabada mi acción pase a la memoria.

Y lo que sucede con la canción completa, sucede asimismo con cada una de sus partes, y con cada una de sus sílabas. Y esto mismo sucede con otra acción más larga, de la que esa canción pudiera ser una parte. Y así con toda la vida de los humanos, de la que todas sus acciones son partes. Y así también con toda la historia de la humanidad, de la que la vida de cada hombre es una parte»,

San Agustín.- «Confesiones»

 

caminos-nnnhu-Michael Rovner- mil novecientos cincuenta y siete

 

(Imágenes.- 1-Jaye Rhee– 2013- artslart/ 2.-Michael Rovner- 1957)

UNA CONFESIÓN PERSONAL

 

libros-nnbyyu-manos- Bronzino- mil quinientos treinta

 

«Me ruegas que te cuente una de mis jornadas y en todo su desarrollo. – escribe Séneca en sus «Cartas a Lucilio» -Juzgas bien de mí al pensar que en ellas nada tengo que ocultar. Ciertamente, hemos de vivir como si nos hallásemos en público, meditar como si alguien pudiese escudriñar en lo profundo de muestro corazón, y de hecho puede hacerlo- Pero, ¿de qué aprovecha que algo permanezca escondido ante los hombres? Nada está oculto a Dios; está presente en nuestras almas, Él interviene en lo íntimo de nuestros pensamientos: digo que interviene como si alguna veces se alejara.

Así, pues, satisfaré tu petición, y gustoso te hablaré de mi actividad y del orden con que procedo. Sin más, pondré la atención en mí y, cosa muy provechosa, revisaré mi jornada. Nos vuelve muy defectuosos el hecho de que nadie toma en consideración su vida; discurrimos sobre lo que hemos de hacer, y esto raras veces, pero no consideramos lo que hemos hecho; ahora bien, la previsión del futuro depende del pasado.

La de hoy es una jornada plena, nadie me ha sustraído parte alguna de ella; la he repartido entre el lecho y la lectura; una parte mínima la he destinado al ejercicio corporal, y por este motivo doy gracias a la vejez: no me exige un coste elevado. Apenas me muevo, me encuentro cansado; mas la fatiga es el término del ejercicio, aun para los más vigorosos».

 

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(Imágenes-1- Bronzino– 1530/ 2.-Séneca- busto de Séneca- museo del Prado)

 

 

LECTURAS SILENCIOSAS

«Cuando leía, sus ojos corrían a lo largo de la página y su mente percibía el sentido, mas la voz y la lengua se quedaban inmóviles. A menudo, hallándonos allí – cualquiera podía entrar, pues no se solía anunciar la llegada de un visitante – lo observábamos mientras leía, o en silencio, nunca de otra forma, y tras quedarnos sentados silenciosamente – ¿quién se atrevería a turbar una concentración tan intensa? – nos íbamos conjeturando que, en ese rato de tiempo en el que conseguia dedicarse a relajar su mente, libre por fin del ruido de los problemas ajenos, no querría ser distraído ni explicar a un oyente atento e interesado algún pasaje oscuro del texto que estaba leyendo, ni discutir sobre alguna cuestión particularmente difícil, acabando por perder, de tal modo, una parte del tiempo destinado a la lectura, a pesar de que resultara mucho más probable el hecho de que habría empleado ese tipo de lectura silenciosa para ahorrar la voz, que se le debilitaba con gran facilidad. No importaba la razón por la que lo hiciera, para un hombre así no podía ser sino buena».

De este modo narra San Agustín en el capítulo Vl de sus «Confesiones» la forma en que leía San Ambrosio, aquel personaje que fascinó y atrajo vital y esencialmente al que luego sería obispo de Hipona. En Mi Siglo he hablado ya de las grandes cuestiones formuladas por Pèguy en torno a la lectura y de los espléndidos párrafos que dedica Proust a la lectura en voz baja. Roger Chartier, cuando aborda las prácticas de lo escrito en la «Historia de la vida privada«, recuerda una vez más la importancia de la lectura en silencio durante los siglos XVl y XVll, que instaura una relación solitaria entre el lector y su libro, y Philippe Ariès, comentando el siglo XV, ya dice que la lectura silenciosa se ha transformado entonces en la manera corriente de leer, y que hasta el XlX los lectores torpes se distinguirán de los demás por su incapacidad de leer en silencio.

«Muy a menudo – evoca Steiner en «Presencias reales» (Destino) – lo que viene a llamarnos lo hace sin ser invitado. Incluso cuando hay una buena disposición, como en la sala de concierto, en el museo, en ocasión de una lectura, la verdadera entrada en nosotros no ocurrirá por un acto de voluntad». Entra en nosotros ese invitado en la noche atravesando la habitación de la mente, rozando la luz de las pantallas, apenas haciendo ruido entre los muebles de las distracciones y se queda allí, en la música, en el fondo del cuadro, en el fondo de la página, y empieza a hablarnos – silencio y lenguaje, lenguaje y silencio – hasta atraernos, hasta convertirnos en su íntima amistad.

(Imágenes:- 1.- Lyttton Strachey- Dora Carrington/ 2.-Marcel Rieder.-1851-1925)