EN TORNO A TARKOVSKI

«Hoy he visto por primera vez a Bergman en carne y hueso – escribe Tarkovski el 15 de septiembre de 1984 -. Me ha causado una extraña impresión. Seguro de sí mismo, más bien frío, superficial. Se dirigía a a su auditorio de estudiantes del Film Institutet en Uppsala como si fueran niños».

Varias veces he hablado en Mi Siglo de Tarkovski y de su DiarioLos suecos son inertes, perezosos – anota el 6 de mayo de 1985 en Gotland -, nada les interesa fuera de sus obligaciones formales: la costumbre quiere que se trabaje ocho horas, y ni un minuto más. ¡Incluso en plena naturaleza! . Es seguramente el único país del mundo donde se trabaja en el cine como en una oficina- de tal hora a tal hora – ¡ sin pensar ni un instante que un film se crea! ¡Y que allí donde hay creación, no hay sitio para los reglamentos y a la inversa! ¡Ellos trabajan mal, sí, mal!».

En octubre de 1986  ( Tarkovski murió dos meses después, de cáncer, a los 54 años de edad, en la noche del 28 al 29 de diciembre de ese año)  sigue planeando proyectos y haciéndose preguntas: «Rodar el Evangelio y acabar allí? ¿Pero cómo? ¿Cómo rodarlo? El Evangelio de Lucas es muy poético y está bien escrito. (…) En Juan no hay alusiones a las tinieblas. ¡Qué trabajo increíblemente difícil! (…) Muy importante, ¿por qué Judas ha traicionado? Sus motivos. Cuando yo haga «El Gólgota«, será extremadamente difícil realizarlo : las escenas de masas, los ropajes, las construcciones, los efectos especiales. Naturalmente, el rodaje deberá ser poético : con milagros, ángeles, visiones, voces, premoniciones, reminiscencias, sueños, eclipses de sol, temblores de tierra, expulsión de los demonios (Georges de la Tour)».

Tres meses después Tarkovski fue incinerado en una ceremonia religiosa en la catedral Alexander Nevski, rue Daru, en París, en presencia de su familia, numerosos amigos y admiradores, representantes del gobierno francés y de Rostropovitch, que interptretó una fuga para violonchelo de Bach.

http://youtu.be/zENPuEqgT4U

(Imágenes.-1.-Andreï Tarkovski a los dieciseis años.-kinoimages. wordpress com/ 2.-Tarkovski.-people. ucalgary ca/ 3.-funeral en la catedral.-pedraz. wordpress. com)

ESTAMPAS DE TOLSTÓI ( y 4) : MUERTE DE IVÁN ILICH

«Habíamos vivido en el reino de la representación, del como siempre nos recuerda Pietro Citati en «El mal absoluto» (Galaxia Gutenberg) comentando «La muerte de Iván Ilich» -;  ahora la muerte nos hace percibir algo terrible y nuevo, aunque esta novedad se convertirá, a su vez, en una obsesionante repeticion. (…) El relato – prosigue el gran crítico italiano – es la historia simbólica de cada ser humano pero es, en primer lugar, la historia de Tolstói, que, en esos años se sintió invadido y penetrado por la muerte, la dejó crecer dentro de él, vivió con ella una pura y obsesionante soledad – los ojos en los ojos, los pensamientos en los pensamientos – como no había vivido con ninguna persona».

Esta novela corta está escrita en marzo de 1886, cuando Tolstói rondaba ya los sesenta años y dos meses antes, el 18 de enero, había muerto Alioscha, uno de los hijos del escritor. «Querida Tania – escribía Sonia a su hermana – ¿tu corazón siente mi pena? Hoy enterré a Alioscha«. Por su parte León Tolstói reaccionó ante esta desgracia de modo distinto: «Todo lo que puedo decir – le escribió a Tchertkoves que la muerte de un niño, que en otros tiempos me parecía insensible y cruel, me parece hoy razonable y buena. Por esta muerte nos encontramos de nuevo unidos en un afecto más estrecho y más vivo que antes«.

Alexandra Tolstói recoge en «Una vida de mi padre» que «La muerte de Iván Ilich» o «La muerte de un juez«, como al principio iba a llamarse, la empezó a escribir Tolstói en 1892 y se inspiró para ella en la muerte de un juez del distrito de Tula, redactándola con intervalos, dejándola y reanudándola, hasta acabarla en marzo de 1886. «Había muchas familas burocráticas como la del juez Iván Ilich – dice Alexandra -. Vivían como las demás personas de su clase, ejercían carreras regulares, cobraban el sueldo hacia el día 20 de cada mes, pasaban las veladas en el teatro o en casa de amigos, y al fin enfermaban y morían«.

Esta novela corta, analizada y comentada por tantos críticos, fue también uno de los temas expuestos por Nabokov en sus clases de Cornell y las notas fragmentarias de su disertación quedaron incorporadas luego a su «Curso de literatura rusa«. «Ningún escritor de talla es sencillo – les recordaba a los estudiantes -. El Saturday Evening Post es sencillo. La jerga periodística es sencilla. Mamá es sencilla. Las versiones abreviadas son sencillas. Pero los Tolstói y los Melville no son sencillos».

La aparente o no sencillez de la muerte instalándose en la existencia del hombre se cuenta en este relato de Tolstói de modo preciso. Entra lo terrible y nuevo, lo inesperado, y se establece dentro del organismo humano como siempre, tal y como si hubiera anidado allí toda la vida. Y en verdad allí anidaba y allí vivía. Es «la arañita en el espejo» de la que hablaba Azorín.

Muerte y vida en Tolstói. Muerte ante Iván Ilich , vida ante «Guerra y paz» sobre la que nos dejó  bellísimas imágenes en su gran film Sergéi Bondarchuk desde 1965 a 1968 . «No tenemos nada que inventar- dijo entonces el director ruso -. El autor del film es Tolstói«.

Muerte y vida en Tolstói evocadas en estas pequeñas estampas de Mi Siglo a los cien años de su muerte: 1910-2010

(Imágenes: 1.-Tolstói en su vejez/ 2.-Tolstói en familia.-1907.-foto Carlos Bulla.-rian.ru)

LA DAMA DEL PERRITO

«Dmitrii Dimitrich Gurov, residente en Yalta hacía dos semanas y habituado ya a aquella vida, empezaba también a interesarse por las caras nuevas. Desde el Pabellón Verne, en que solía sentarse, veía pasar a una dama joven, de mediana estatura, rubia y tocada con una boina. Tras ella corría un blanco lulú». Así empieza «La dama del perrito» de Chejov. Gurov y Anna comienzan su romance en Yalta en pleno verano y Chejov y Olga salen a dar paseos por el jardín municipal de Yalta en ese otoño de 1899 donde Gurov y Anna conversan por primera vez en la pastelería Vernet. La vida y la literatura se entrecruzan. En medio va el blanco lulú corriendo de un lado para otro, alocado, juguetón, tanto que se cuela de pronto, muchos años después, en 1948, en el aula de la Universidad de Cornell, en donde está explicando Nabokov «La dama del perrito«. Se apoya un momento sobre sus patas traseras y escucha atentamente al escritor y profesor cuando éste dibuja ante sus alumnos cómo Chejov retrata a Anna: con»su talle robusto, sus cejas oscuras y pobladas, y su manera de llamarse «mujer que piensa» notamos sigue diciendo Nabokov en su Curso de Literatura Rusa la magia de las minucias que va recogiendo el autor: cómo la esposa acostumbra a omitir cierta letra muda, y llamar a su marido por la forma más larga y completa de su nombre, dos pinceladas que, unidas a la impresionante dignidad de su cejudo rostro y su porte rígido, componen exactamente la impresión buscada«.

Chejov se fija en los detalles de la vida y Nabokov se fija en los detalles de Chejov. El blanco lulú, mientras tanto, está inquieto, escapa. Aparece de repente años después, en 1987, junto a Marcello Mastroianni asomado a la pantalla de «Ojos negros», la película de Nikita Mikhalkov basada en varios relatos de Chejov, entre ellos en «La dama del perrito«. Sigue observando siempre Chejov a ese perrito desde su despacho. Se ha rodeado el escritor de sus objetos más queridos: cuadros de escenas rurales rusas pintados por Levitán y lienzos de su hermano Nikolái, un enorme cuenco de madera pintada que ha comprado un verano en Luka, el tintero de estilo egipcio y los candelabros que ha adquirido en Venecia, los elefantes en miniatura tallada que se ha traído desde Ceilán, colocados sobre su mesa de escribir, y muchas fotografías de amigos y contemporáneos: los actores del Teatro de Arte de Moscú, Tolstoi, y también los editores de las revistas y periódicos en los que publica.

Luego pasea por esta habitación orientada al sur, su estudio personal, tan excesivamente luminoso que ha tenido que poner cristales de color rosa en las ventanas, colocar persianas y empapelarla en tonos oscuros con un papel encargado especialmente en Odessa.

Ama Chejov los perros. Sobre todo los perros sin raza que un día instalará en el jardín y que se congregarán a su alrededor cada vez que ponga un pie fuera: el feroz Tuzik de cara arrugada que dormirá en el sótano; Kashtanka, un cachorro de ojos color miel, muy perezoso, que hace su hogar al pie de un olivo. Están también Schnap y Sharik, un animal pequeño de orejas negras y dientes muy blancos que ladra día y noche.

Pero cuando se acerca siempre a la ventana ve allí abajo, atento, mirándole, el blanco y diminuto lulú de «La dama del perrito» sentado sobre el tiempo.

(Imágenes:-1.- Marcello Mastroianni en la película «Ojos negros«/ 2.-Chejov en Melikhovo.-wikipedia/3.-Chejov con sus perros Schnap y Sharik, en 1904)