“Imagino una “biblioteca sentimental”- confesaba Alberto Manguel – formada por libros que me gustaría poseer por razones puramente anecdóticas. Por ejemplo, entre otros, el “Homero” traducido por Chapman que perteneció a Keats, el ejemplar de “La metamorfosis” que Kafka regaló a su padre, el “Cicerón” de San Agustín, el “Aristóteles” de Averroes, el ejemplar de “La tempestad” que perteneció a John Gielgud, el ejemplar de “Yerma” que perteneció a Margarita Xirgu, el “Amadis” que perteneció a Cervantes, el ejemplar de los “Poemas” de Heine que Borges utilizó para aprender alemán”.
Cada uno puede construirse – al menos con la imaginación – su “biblioteca sentimental”. Allí estarán quizá los primeros libros de la juventud bajo el polvo de un desván de recuerdos, la primera biblioteca a la que fuimos y la primera personal que nos rodeó, los volúmenes que nos marcaron desde el principio, los que nos asombraron en el tiempo y los que nos acompañaron en la madurez. Páginas que releemos de cuando en cuando, sorbos preciosos de lectura. “Allí hay familias de grandes atributos – escribía Séneca refiriéndose a su biblioteca – Elige aquella a la que debes pertenecer. La adopción te proporcionará no sólo nombre, sino también bienes, que no debas guardar con espíritu mezquino o avaricioso; cuanto más las compartas, más se acrecentarán… Éste es el medio que tienes de prolongar tu mortalidad, no de transformarla en inmortalidad”.
Toda biblioteca produce alegrías. “Porque si es posible disfrutar en este mundo de un bien soberano – decía el bibliotecario Gabriel Naudé -, de una felicidad perfecta y acabada, creo que no existe ninguna más deseable que el diálogo y el grato y productivo entretenimiento que un sabio puede encontrar en una biblioteca semejante, y juzgo que no es cosa extraña poseer libros. Puesto que a causa de su biblioteca puede considerarse legítimamente cosmopolita o ciudadano del mundo, puede saberlo todo, verlo todo y no ignorar nada; en resumen, al ser dueño absoluto de esta fuente de satisfacción, puede utilizarla como le venga en gana, disfrutarla cuando le plazca y conversar con ella tanto como quiera, y así, sin obstáculo alguno, sin trabajo y sin esfuerzo, puede instruirse y conocer las características más precisas de todo lo que existe, de lo que ha existido y de lo que puede existir sobre la tierra, en el mar y en los lugares más recónditos del Cielo”.
(Imágenes.- 1.-biblioteca- diva-diva/ 2.-John Singer Sargent/ 3.- libros en Antalya- Turquía/ 4.- Frank Moss Bennett)