MÚSICA PARA CIEGOS

 

música.-874.-foto por David Leventi.-Opera de Estocolmo.-2008.-Bonni Benrubi Gallery.-photografie.-artnet

Las ondas de la música se concentran poderosamente en el oído, y el ojo se cierra a veces para recibirlas mejor, cabecean los párpados en la tiniebla y vienen y van los movimientos acompasados, vienen y van las olas del concierto. Hay videntes que nos hacemos ciegos para gozar intensamente de la música y hay ciegos que al escuchar o componer música entran inmediatamente en la luz. Jacques Lusseyran, escritor y héroe de la Resistencia francesa, que tenía un gran talento musical y tocaba el violonchelo de niño, antes de quedar ciego a los siete años, cuenta la importancia que tuvo para él la música después de perder la vista:

«La primera sala de conciertos en la que entré, cuando tenía ocho años, significó más para mí en el espacio de un minuto que todos los reinos legendarios (…) Entrar en esa sala fue el primer paso de una historia de amor. La afinación de los instrumentos fue mi noviazgo (…) Lloraba de agradecimiento cada vez que la orquesta comenzaba a cantar ¡Un mundo de sonidos para un ciego, qué repentina bendición! (…) Para un ciego, la música es el sustento (…) Necesita recibirla, que se la administren periódicamente, como la comida (…) La música fue hecha para los ciegos«.

musica.-1166S.-Soft Viola Island.-2001.-foto Sheldan C. Collins.-The New York Times

 Relata esto Oliver Sacks en «Musicofilia» (Anagrama) recordando algunos músicos ciegos en el mundo del  góspel, el blues y el jazz de la larga lista que podría elaborarse: Stevie Wonder, Ray Charles, José Feliciano y tantos otros. Evoca también la figura de María Theresia von Paradis, pianista y compositora, amiga de Mozart, a la que Mozart admiraba enormemente. Ciega desde la infancia, era famosa por su oído y su memoria musical casi mozartianos. Todos nosotros bloqueamos alguna vez nuestro mundo visual para concentrarnos en el del oído. Cuando cerramos los ojos para escuchar a Mozart nos adentramos, tal como los ciegos, en amplias estancias invadidas de música, avanzamos con la seguridad del invidente por un camino de luz. Esa luz parece que nos llevaría de una habitación a otra. Pero no salimos de la misma habitación: es la habitación de la música. La música es la misma luz.

(Imágnes:1.-Royal Swedish Opera.- por David Leventi.-2008.-Bonni Benrubi Gallery. NewYork- artnet/2.-Soft Viola Island.-foto:  Sheldan C. Collins.-2001.-The New York Times)

LOS CUADROS ÚLTIMOS

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«El artista tiene «un ojo«, pero no a los quince años; ¿y cuántos días le hacen falta a un escritor para escribir con el sonido de su propia voz? La visión soberana de los más grandes pintores, es aquella de los últimos Renoir, los últimos Tizianos, los último Hals – parecida a la voz interior del Beethoven sordo – la visión que brilla en ellos cuando han comenzado a volverse ciegos». Estas palabras de Malraux en «Las voces del silencio» son una especie de «leiv-motiv» en él. Este Malraux, tan denostado en algunas biografías pero al que yo siempre he considerado un gran prosista y un excelente conocedor de las formas del arte, vuelve a decir en «Saturno, El Destino, el Arte y Goya«: «Goya pinta aún, en esta poderosa luz donde la aproximación de la muerte le une a Tiziano, Hals, Rembrandt, Miguel Ángel, viejos cansados de la vida, perotiziano-autorretrato-1566-museo-del-prado-web-gallery-of-art no de la pintura, distraídos en fin de los hombres y que no pintan más que para ellos mismos. Los pintores conocen la vejez, pero su pintura no la conoce…» El poderío de la edad tercera, o mejor aún, la sabiduría de esa edad, les hace pintar para ellos mismos». El ojo y el oído parecen haberse entrecerrado pero están en cambio completamente abiertos a los sonidos y paisajes interiores, ajenos ya a muchos de los criterios del mundo. Han atravesado esas edades a las que Apuleyo se refería al hablar de los mirlos, en apartados desiertos, cuando «balbucean el canto de la infancia», a los ruiseñores, que gorjean «el canto del tiempo juvenil» y a los cisnes que «ensayan el himno de la vejez«. Malraux, que tanto evoca igualmente la sordera de Beethoven y sus últimos hallazgos, quizá tuviera presente lo que Plutarco dice del deterioro del oído y que Ramón Andrés recoge en ese libro tan excepcional, «El mundo en el oído» (Acantilado). Los músicos, conforme envejecen, dice Plutarco, «componen en un tono más agudo y duro», del mismo modo que con el transcurrir de los años – señala Andrés – los ancianos leen mejor de lejos que de cerca».

En cualquier caso, Malraux soñaba con poder organizar algún día la exposición «La ancianidad de los maestros«. Allí estarían los ojos y los oídos atentos al interior, mirando las pupilas el resplandor de la ceguera y escuchando los oídos cómo la sordera les dicta.

(Imágenes:Frans Hals.-Retrato de mujer.-1665.- city museumn and Art Galleries- hull- web gallery of Art/ Tiziano.-Autorretrato.-1566.-Museo del Prado.-web gallery of Art)